Por Trinidad Viazzo
Fotografía: Prensa

En “Ojos látigo”, cuatro pibes duelan a un amigo asesinado por la policía. “El mundo puede desmoronarse, pero mientras estemos enlazados, seguimos avanzando”, afirma su directora.

La sala es el escenario de un ritual. En Ojos látigo, cuatro cuerpos invocan a un amigo ausente. Le hablan, le cantan, le bailan. Lo hacen presente en una noche, en una esquina, en un barrio. La obra, escrita y dirigida por Leticia Coronel, construye desde la ausencia una celebración del tiempo compartido.

“Pensé en los amigos de mi hermano, en el barrio, en los lugares comunes de las infancias de los años 2000: las esquinas, los quioscos, los bancos, las canchas de fútbol, los espacios improvisados”, cuenta Coronel.

En esa evocación, emerge un modo de estar en el mundo: la amistad como refugio frente a las ausencias familiares, como sostén frente a un contexto hostil. “Cuando uno está con amigos, está a salvo; el mundo puede desmoronarse, equivocarse, retroceder, pero mientras estemos enlazados, seguimos avanzando”, dice la directora en diálogo con ANCCOM.

Ojos látigo está dedicada a Leonel Coronel, hermano de Leticia, quien en 2023 perdió a su mejor amigo asesinado por la policía. “Es una obra para la amistad y para la memoria”, sintetiza la directora. El ritual escénico transforma la pérdida en acción colectiva. No es solo duelo: es reconstrucción, invocación y resistencia.

La música de barrio toma protagonismo en la obra: no como fondo, sino como forma de estar y de resistir. Los cuatro chicos no esconden su dolor: lo gritan, lo sacuden, lo bailan, lo cantan. Lo juegan también. Porque en Ojos látigo el dolor no niega la alegría: convive con ella. Detrás de ellos, una foto acompaña toda la obra. Es la imagen de cinco chicos que ya marca una ausencia sin necesidad de nombrarla.

El duelo, entonces, no se llora en soledad: se comparte, se grita entre varios, se inscribe en los cuerpos que no paran de moverse. Leticia Coronel convierte el teatro en calle, esquina, vereda. Lugar de pertenencia y resistencia. Y también espacio donde las nuevas generaciones ya no vivirán con la misma inocencia: la pérdida es colectiva.

La obra se puede ver los domingos de abril y mayo a las 18 en El Extranjero Teatro, Valentín Gómez 3378, CABA.