El director de «El Destape» recibió un golpe en la cabeza por parte de un desconocido que aún no fue identificado. Todavía está hospitalizado. Lo que habilita la retórica agresiva del gobierno.

El pasado domingo de Pascuas el presidente Javier Milei, volvió a publicar en su cuenta de X violentas declaraciones contra los trabajadores de prensa. Los calificó de “sicarios con credencial de periodistas” y afirmó que “si los conocieran mejor los odiarían aún mucho más que a los políticos”. En este contexto de permanentes amenazas al sector, en la tarde del lunes fue atacado por la espalda y agredido con un golpe en la cabeza el director del medio de comunicación El Destape, Roberto Navarro. Al momento, continúa hospitalizado por la hemorragia producida por el golpe perpetrado por un atacante aún no identificado.
“Nadie se radicaliza solo. Es imposible desvincular el ataque a Navarro de este contexto que habilita la agresión de todo el que piensa distinto”, explicó en diálogo con ANCCOM, Ari Lijalad, politólogo y periodista de El Destape, medio desde el que informa el estado de salud de Navarro y agrega: “No es necesario que exista una orden directa para actuar violentamente porque quien actúa ya recibió el aval del Presidente y sus voceros, ya sean funcionarios públicos o figuras mediáticas. Así se crean los contextos políticos, culturales y simbólicos para que esto ocurra. Como periodistas solemos informar sobre temas que el propio Presidente muchas veces no quiere dar a conocer y por ello pretende silenciarnos, disciplinarnos. Si bien es una actitud que tiene hace mucho, en estos días mencionó que no se odiaba lo suficiente al periodismo y es en ese marco en que atacan en la calle a Roberto Navarro, periodista que hace tiempo viene marcando lo mal que va a terminar el plan económico del gobierno”.
No es la primera vez que el Presidente insulta o agrede verbalmente a trabajadores de prensa. Milei arremete contra aquellos que no reproducen su discurso prefabricado y a quienes critican su plan de gobierno. Como él mismo afirmó en una entrevista, se considera habilitado a una comunicación más informal por usar una cuenta personal de redes sociales en la que, desde la biografía, se presenta como economista y no como presidente. El ataque se profundiza con la participación colectiva de seguidores o trolls con cuentas anónimas que copian la actitud del presidente y se empeñan en agredir a aquellos que contradicen al gobierno libertario. En ese sentido, Lijalad explica que sistemáticamente “el presidente y toda la estructura que está por debajo de él atacan a periodistas individualmente, y en general a aquellos que piensan destino. Milei se dirige a ellos como virus a los que hay que exterminar y extirpar de la sociedad porque la dañan. Es el mismo discurso que tenían los nazis sobre los judíos”.
Sobre este episodio, y en consonancia con Lijalad, la periodista de investigación Miriam Lewin dialogó con ANCCOM y sostuvo que “los discursos violentos del Presidente y de sus funcionarios, quienes tienen influencia sobre millones de seguidores, provocan un efecto concreto y se corre el riesgo de que se transformen en actos de violencia en el mundo real. La estigmatización y el hostigamiento de quienes no se alinean con el pensamiento oficial degrada y demuele el debate democrático y tiene efectos de autocensura. El ataque a Pablo Grillo, a otros trabajadores de prensa por parte de las fuerzas de seguridad y a Roberto Navarro perpetrado por un desconocido de manera cobarde profundizan esta situación de peligro para el ejercicio de la profesión”. Hubo una etapa en que el presidente tenía una especial fascinación con degradar a periodistas mujeres. Así ocurrió, entre otras, con María O´Donnell, Florencia Donovan y Teresita Frías, la periodista que en una conferencia en Salta fue tratada de “burra” cuando Milei aún estaba en sus orígenes de panelista. Lewin explica que “las mujeres con opiniones fuertes y visibles son especialmente agredidas y los calificativos degradantes tienen además un contenido sexual. Se meten con su apariencia física, con su tono de voz, se les enrostra una supuesta ignorancia ‘inherente al género’. Se trata de una violencia simbólica que las tiene como blanco y las induce a hacer silencio para protegerse”.
Para el periodista de El Destape “están limitadas y deterioradas tanto la libertad de prensa como la libertad de expresión y el derecho a la información. Y son temas vinculados. La libertad de expresión lo está por la violencia política y simbólica que se ejerce desde el gobierno pero también por los salarios paupérrimos de los periodistas. La precarización laboral de los trabajadores de prensa provoca que su capacidad de expresarse se deteriore. Luego, el derecho a la información está afectado porque millones de personas se quedan sin poder acceder a información plural a causa de la concentración de medios y la precarización de los periodistas. Todo eso lesiona el debate democrático, que no puede existir sin información”.
Así mismo, Lijalad concluyó que el periodismo ocupa el mismo lugar que siempre tuvo y que debe continuar con ese rol: “Nosotros producimos información, que incluye todo un trabajo previo a su comunicación o publicación. La información no es un hecho meteorológico que se emite, es algo que se produce de manera profesional y desde una mirada ideológica. Y estamos quienes elegimos el periodismo como forma de hacer política. No es contradictorio con el periodismo profesional. Por el contrario, se puede hacer desde una perspectiva ideológica. Ese fue el rol que el periodismo tuvo siempre. Lo que buscan es que uno no se anime a investigar ni publicar determinadas cosas, que el miedo nos paralice, silencie y amedrente”. En ese sentido evocó el trabajo de Rodolfo Walsh, reflexionando que “no lo podemos tener como referente si en estas adversidades nos replegamos y callamos. A estas situaciones se las enfrenta haciendo periodismo, como el fenómeno colectivo que es, porque ningún periodista individual puede salvar el mundo.”