Por Ailen Argañin
Fotografía: Azul Andrade

En la madrugada de ayer el mundo despertó conmocionado con la muerte de Francisco, el primer Papa argentino y latinoamericano de la Iglesia Católica. Dos expertos en temas eclesiásticos, el periodista Washington Uranga y el sociólogo Fortunato Mallimaci, analizan la impronta, rupturas y continuidades de una conducción caracterizada por cuestionar fuertemente al poder concentrado y bregar por los derechos de los desamparados.

 

“Consignas que quizás antes estaban ligadas a otros espacios, ante tal orfandad de propuestas, provocó que el papa Francisco apareciera como la única persona y líder legitimo a nivel global para hablar de muchos de estos temas. El Papa puso el cuerpo y se hizo cargo”, analizó Fortunato Mallimaci, sociólogo argentino, en diálogo con ANCCOM. “Así pudo criticar el capital y el neoliberalismo salvaje, decir que la propiedad privada es secundaria frente al carácter social de la vivienda. Sus jóvenes no tenían organizaciones políticas y sociales tradicionales, como las socialistas, comunistas, demócratas, a las que recurrír. Entonces se acercaron a organizaciones cristianas, a movimientos populares encauzados en la religión y encuentraron ahí una respuesta a sus creencias, a sus promesas y esperanzas, que no lo encontraban ni encuentran en otros espacios. Existe cierto descrédito de ciertas formas de hacer política, de ciertos personajes populares, que permiten al Papa poner su cuerpo”.

 Murió el papa Francisco a sus 88 años en su residencia de la Casa Santa Marta en la Ciudad del Vaticano. El deceso se produjo en la madrugada del Lunes de Pascuas, luego de un notorio deterioro de su salud y de 38 días internado por neumonía bilateral. Arzobispo de Buenos Aires por 15 años, el padre Jorge Bergoglio fue ungido Papa el 13 de marzo de 2013 y adoptó el nombre Francisco en honor a Francisco de Asís, el santo de los pobres. Por su parte, era San José, el carpintero, protector de trabajadores y obreros, el santo favorito del pontífice. El Papa que llegó de la periferia para darle lugar a los periféricos y habló para las mayorías y los marginados que hasta el momento no tenían lugar en la Iglesia Católica, y llamó a “construir puentes” con los sectores descartados. “Una iglesia pobre y para los pobres”, una frase que rigió su papado y de las tantas que le son inseparables de su espíritu y visión, que fue cambiando entre los tiempos de Arzobispado y los de Sumo Pontífice. En su nuevo cargo se diferenció de sus antecesores, fue crítico y renovador del catolicismo, al que extrajo del interior de las iglesias húmedas y desparramó en las calles. Por ello, molestó a los más ortodoxos y se convirtió en líder para muchos otros más allá del credo religioso. Lector de Borges, hincha del Club Atlético San Lorenzo de Almagro y oriundo del barrio porteño de Flores. Fue transgresor de algunas tradiciones y doctrinas del cristianismo, incluso póstumo al determinar que sus restos descansen en la Basilica Santa María la Mayor y no en la Basílica de San Pedro como se acostumbra hace siglos. Mencionado en juicios de Lesa Humanidad en Argentina como actor clave en la protección de muchos curas y fieles (también tuvo críticas en dirección contraria), entre ellos curas militantes del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, perseguidos por la última dictadura cívico militar, años en que el Sumo Pontífice tenía el cargo de Superior Regional de los jesuitas argentinos.

El periodista y comunicador Washington Uranga, experto en temas eclesiásticos, analizó para ANCCOM las principales líneas de debates abiertas por el primer Papa del Hemnisferio Sur: “Bergoglio ha sido un gran lector de la situación mundial, de los problemas del mundo que ha enfrentado como ningún líder actual lo ha hecho. Denunciando y anunciando, aportando salidas. Su legado es una postura que coloca al hombre como centro de toda preocupación, con una fuerte impronta de doctrina de justicia social a partir de la doctrina social de la Iglesia. Su preocupación por el medio ambiente y la denuncia de la desigualdad que produce el capital económico y el capitalismo en general. Además fue un gran defensor de los Derechos Humanos. Sin embargo, siempre está presente la posibilidad del retroceso, no hay nada exento: si bien Francisco ha instalado cambios estructurales muy importantes y eso consolida una mirada”.

 Por su parte, Mallimaci analizó que “hoy vivimos una fuerte corriente en contra de la línea de apertura y de intransigencia frente al capital y las guerras, que caracterizó al papa argentino. Es un momento en que la política está muy corrida a la derecha y no acompaña estos lineamientos. Sin embargo, creo que El Vaticano tiene una gran tradición de defensa de la paz, la dignidad de las personas, de todas las personas, hay distintos acentos. Francisco dijó, ‘quién soy yo para decirle a una persona homosexual que no pertenece o no se acerque a Dios’. Antes la dignidad humana era para los hombres, de a poco se abrió a las mujeres y ahora hay un mayor arco inclusivo. Creo que ahí hay una cultura de intransigencia contra toda guerra, no solo la de Gaza y Hamas o Ucrania y Rusia, el Papa calificó que todas las guerras son ‘intrínsecamente perversas’. Habló también de derechos básicos, como techo, trabajo y tierra a los que Francisco le agregó el adjetivo ‘sagrado’, ese componente religioso que justifica que Dios así lo quiere, y quienes no lo quieren de ese modo tienen otro Dios, el demonio, siguiendo el lenguaje de Francisco. Las categorías que se utilizan para favorecer o estigmatizar tienen un fuerte contenido cristiano. No hay muerte de Dios, hay guerra de dioses. Como defensor de la paz estaba en las causas de las injusticias y de la dominación, que no son religiosas, que son económicas, financieras y geopolíticas. Esto lo debatió con distintos mandatarios y líderes religiosos. Él decía que las religiones no son las responsables de las guerras y desigualdades. Por el contrario hay utilización de esas religiones por parte de los grandes grupos de poder, para no ser sus intereses y accionar discutidos”.

 

 Finalmente ambos especialistas se refirieron al proceso que se aproxima en relación a la Apostólica Sede Vacante, y la selección del nuevo obispo de Roma. “Me resulta muy difícil pensar que puede haber otro papa argentino, por lo menos en lo inmediato –analiza Uranga-. Incluso es difícil que pueda surgir un papa latinoamericano. Sin embargo, los resultados del Cónclave son muy inciertos. Es un espacio donde se dan muchisimas negociaciones, en el que juegan intereses variados. Y la pregunta fundamental es qué quieren, los cardenales que se van a reunir, de la Iglesia en el futuro, y si acaso eso coincide con lo que quería Francisco”.

En una línea similar se expresó Mallimaci: “Lo que elija el Colegio Cardenalicio, si será o no próximo a la postura de Francisco, dependerá de las dinámicas internas propias, hay que ver si surgen dinámicas novedosas. En esta oportunidad se definirá qué tipo de conducción, de dirección y sensibilidad desean para el próximo periodo. Cuanto continuar con la apertura o volver a cerrarse sobre ciertas posturas, si desean avanzar para ser un gran movimiento de cristinos o un pequeño grupo. Son las grandes discusiones que se están dando desde la década del 60 del siglo pasado hasta hoy. Hay que ver en qué dirección quiere ir este conjunto de cardenales. En el Cónclave se reúnen 138 cardenales electores, si bien la mayoría fueron elegidos por Francisco, en general la conformación de cada Colegio Cardenalicio al momento de la selección de un nuevo Papa, está conformado por mayorías elegidas por el Papa saliente. Cuando renunció Benedicto XVI, todos analizabamos que en su mayoría el Cónclave estaba conformado por Cardenales designados él, eran europeos, conservadores, afines a su misma línea más ortodoxa, y resultó elegido un jesuita argentino, el padre Bergoglio se convertía en Papa y casi nadie lo había calculado. Ni siquiera el mismo esperaba tal designación que ocurrió cuando ya, preparandose para su retiro, había reservado una habitación en el hogar de los jesuitas”.

GALERÍA DE IMÁGENES. 

El arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, celebró una misa en la Basílica San José de Flores en homenaje al papa Francisco. Cientos de personas participaron de la ceremonia que se realizó en el barrio donde nació y creció Jorge Bergoglio. Entre los asistentes se encontraban representantes de la política como la vicepresidenta Victoria Villaroel, el diputado Leandro Santoro y el diputado Gerardo Martinez. También participó el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel.