Por Iara Rodríguez y Catalina Segado
Fotografía: Clara Pérez Colman - ARCHIVO

A más de un año de la movilización de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP) frente al superministerio de Capital Humano por los recortes en asistencia alimentaria, la situación continua crítica. En Moreno los vecino se organizan para que a nadie le falte comida

Según el reciente informe publicado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina (INDEC) durante el segundo semestre de 2024 se redujo un 14,8% el índice de pobreza y un 8,2% el de indigencia con respecto al primer semestre del mismo año. Sin embargo, los espacios comunitarios atestiguan que la demanda no baja y es cada vez más difícil poder sostener los espacios.

En el partido de Moreno, a unos 40 kilómetros de CABA, funcionan actualmente seiscientos sesenta espacios donde se organizan ollas populares, meriendas y se brinda asistencia social, según informa Lis Díaz, secretaria de Desarrollo Comunitario.

Los datos aportados por la Secretaría muestran el estado de emergencia alimentaria en la que se encuentran: desde principios del 2024 se registraron más de cien espacios nuevos donde se brinda algún tipo de ayuda comunitaria. Si bien la demanda de alimentos aumentó paulatinamente, fue a partir de los meses de marzo y abril de 2024 cuando se produjo un salto notorio como consecuencia de la suba en los servicios. La asistencia a comedores y merenderos se realiza a través del programa Mate, Vaso de Leche y la gestión del programa de Fortalecimiento Alimentario a Espacios Comunitarios (FAEC) y del Servicio Alimentario Escolar (SAE) en trabajo conjunto con el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Además, desde el Municipio se asiste a diez mil familias particulares mensualmente como parte del programa Puntos de Encuentro.

Moreno solidario

El centro Nuestra Señora del Rosario está ubicado a una cuadra de la estación de Moreno y es parte de la parroquia que lleva el mismo nombre. Desde hace diecisiete años brinda servicio a la comunidad, especialmente a personas en situación de calle. Allí pueden recibir un plato de comida, buscar vestimenta, acceder al servicio de duchas y obtener asistencia psicológica y social. Además, cuentan con un botiquín solidario, talleres laborales y un primario de adultos.

Edgardo Battaglia, diácono de la parroquia y uno de los encargados del centro cuenta que hace 9 años solo brindaban almuerzo los días sábados para cincuenta y seis personas. En la actualidad acuden ciento veinte personas diariamente. Edgardo nota que a diferencia del pasado acuden familias completas que en ciertas ocasiones no están en situación de calle: ‘’Con la cantidad de gente que hay estamos muy ajustados ¿viste? y por cómo viene la mano nos preguntamos ¿cuánto tiempo se puede sostener?’’. El centro es beneficiario del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); sin embargo, su principal fuente de sustento proviene de aportes de vecinos.

Según un informe realizado por el Observatorio de la Economía Popular Social y Solidaria (OEPSS) las donaciones representan el mayor sostén de los espacios comunitarios, no sólo de alimentos, sino también porque muchas veces los comedores y merenderos se desarrollan en hogares particulares de vecinas y vecinos que donan parte de sus viviendas para las tareas.

Este es el caso del merendero “Quilu” llevado adelante por Johanna Franco, en su casa del barrio Atalaya, en Moreno Sur. El espacio reabrió sus puertas tras dos años de inactividad, a partir de la ayuda de una organización política que recibe insumos por vía del municipio a través del programa FAEC. Todos los jueves realiza la merienda para los vecinos. “Asistimos a veinte chicos que equivalen a unas trece familias”, comenta Johanna. “Actualmente no tienen trabajo o son muy poco remunerados, como changas. La mayoría sufrió recortes: si tenían dos trabajos, se quedaron con uno solo, o al no tener trabajo empezaron a hacer changas. Hay menos plata. Solventan los gastos como pueden. La mayoría son familias de mamás solteras que pasaron por circunstancias de violencia de género”. Ella también comparte la misma situación: trabaja de acompañante de adultos mayores pero cuando no le alcanza recurre a otras changas como la venta de viandas de comida.

Johanna sostiene que aunque existan más espacios pensados para brindar un plato de comida a las familias, la situación no da abasto: ‘’Yo lo puedo hacer una vez a la semana pero también sé que hay otros merenderos. Sé que si yo lo hago un jueves, mi amigo que tiene merendero, lo va a hacer un viernes o un sábado. Pero a veces pienso que esas familias que concurren a los otros comedores pueden solventar las comidas en esos días, pero sábado y domingo hay gente que se queda sin comer.’’

David Godoy es vecino de Cuartel V y se encarga de un merendero ubicado en el Barrio Ayelén II. Una vez a la semana prepara la merienda para veinte familias. Durante la charla con ANCCOM, David transmite su preocupación por sus vecinos al notar la creciente desocupación en el barrio, la disminución de venta en los kioscos y la falta de alimentación saludable: ‘’Lo que se pueda brindar al pueblo se lo entregamos. Todos los días se nota la necesidad. Nosotros una sola vez a la semana hacemos merienda. Los chicos tienen que comer cuatro comidas todos los días. Pero bueno, es un granito de arena que uno aporta’’.

Concentracion de la UTEP frente al Ministerio de Capital Humano en 2024.

El gobierno nacional ausente

“La relación con el Gobierno Nacional es nula, ni siquiera es conflictiva. Sería más saludable que sea conflictiva porque se podrían plantear propuestas y esperar respuestas. Se trata de un desprecio hacia la organización política de los municipios y hacia los vecinos y vecinas de Moreno que pagan impuestos nacionales” , sostiene Lis Diaz.

A su vez, desde el Municipio no se tiene conocimiento acerca del cobro de los programas de ayuda directa que proponen desde Nación a través de la tarjeta Alimentar Comunidad. Solo se conoce el testimonio de vecinos y vecinas que cuentan que la gestión del recurso es muy compleja.

Yanina Burgoa, jefa del Programa de Desarrollo Infantil, señala que “desde que asumió Milei no estamos recibiendo absolutamente nada del gobierno nacional, ni fondos económicos ni alimentos”. Para retratar la crisis alimentaria, comenta que incluso el nombre del programa ya les resulta viejo porque los recursos brindados ya no se reducen solamente a las infancias, sino también a familias enteras y adultos mayores.

Hoy en día la mayoría de las personas que asisten a los comedores se desplazan cada día por diferentes centros comunitarios en busca del plato de comida. Las familias aseguran el almuerzo de sus hijos en la escuela, la merienda en el merendero que funcione ese día, y la cena, en el mejor de los casos, en una olla popular. En relación con esto, Lis Diaz sostiene que “existe una rutina entre las familias que no es la que nosotros queremos para los trabajadores. Las familias van haciendo una rotación para poder comer, eso no lo podemos expresar en números pero es parte de una realidad cotidiana”.

Solidaridad antes que números

Ante la pregunta sobre cómo solventan las necesidades que atraviesan, Edgardo comenta: “Yo siempre digo que podemos sostener este sueño con la ayuda de Dios. Cada uno tiene su familia, sus cosas, no podemos dejar todo. Hay mucha mano voluntaria que pone su tiempo, lo hacen con ganas, con amor. Suponete que se cierra un espacio como este ¿Qué pasa con los hermanos y hermanas y hermanitos nuestros? No es tan sencillo. Dios quiera que podamos seguir haciéndolo muchos años. Se han enfrentado distintas crisis acá”.

Los testimonios reflejan que en la actualidad los comedores y merenderos funcionan gracias a la voluntad de quienes los conforman. Se trata de personas que ponen a disposicion sus hogares, de su tiempo y sus recursos para fortalecer a la comunidad. Los alimentos se obtienen mediante donaciones de vecinos, de agrupaciones políticas o a partir de la entrega de insumos por parte de diferentes convenios con el municipio o con el gobierno provincial. Pero, en estos últimos casos, también presentan dificultades debido a los recortes provenientes de Nación.

Si bien los datos del INDEC muestran una disminución en los niveles de pobreza e indigencia, en el territorio eso no se ve. Frente a un Estado Nacional ausente, la comunidad resiste y se organiza para que nadie pase hambre.