Por Maia Zubin
Fotografía: Gentileza Paula Zapperi

Las recientes inundaciones en Bahía Blanca y el norte argentino muestran la vulnerabilidad ante eventos climáticos extremos. El rol del Servicio Meteorológico Nacional es clave para emitir alertas y proteger a nuestra población. Sin embargo, los recortes presupuestarios y de personal amenazan su capacidad operativa.

Al contrario de lo que dijo la Ministra Patricia Bullrich sobre que el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) se había demorado en la alerta temprana de las fuertes lluvias en Bahía Blanca, el organismo emitió la alerta naranja —que indica fenómenos meteorológicos peligrosos para la sociedad, la vida, los bienes y el ambiente— el día anterior a la inundación. Esta información le permitió al Municipio suspender a tiempo las clases, una medida que evitó consecuencias mucho más graves. Teniendo en cuenta que continuarían las precipitaciones intensas, a la mañana del 7 de marzo el SMN elevó la alerta a rojo: fenómenos meteorológicos excepcionales con potencial de provocar emergencias o desastres.
Para comprender mejor las implicancias de estos fenómenos climáticos y la importancia de contar con organismos públicos como el Servicio Meteorológico Nacional, ANCCOM dialogó con Paula Zapperi, Doctora en Geografía e Investigadora del CONICET; Silvina Romero, trabajadora en el SMN y delegada de ATE, y Celmira Rey, Profesora y Doctora en Geografía y Magister en Gestión Ambiental y Ecología de la Universidad del Nordeste.

El vaciamiento del Servicio Meteorológico Nacional

A principios de 2024, cuarenta y cinco empleados del SMN fueron despedidos. Luego las renuncias se hicieron habituales: “En la práctica, funcionan como despidos encubiertos porque las condiciones laborales son insostenibles”, explica Silvina Romero, trabajadora del organismo. La falta de aumentos salariales reales y la incertidumbre presupuestaria llevaron a muchos trabajadores a abandonar sus puestos. La sensación general es de incertidumbre, porque no existen garantías claras sobre el futuro del organismo.

Un aspecto clave del vaciamiento es una posible fusión del SMN con el Servicio de Hidrografía Naval (SHN), —un organismo centralizado que depende del Ministerio de Defensa— y con el Instituto Geográfico Nacional. La falta de información precisa sobre esta fusión genera más incertidumbre entre los trabajadores. “No sabemos qué funciones se mantendrán, cuáles se perderán ni cuántos puestos de trabajo quedarán en riesgo”, señala Romero.

La posibilidad de que el SMN pierda su autonomía y pase a depender de una estructura centralizada representa un problema grave: en la actualidad, el organismo cuenta con un presupuesto propio que le permite tomar decisiones rápidas y eficientes para garantizar el funcionamiento de las estaciones meteorológicas a lo largo del país. Otro problema es el riesgo para algunos proyectos clave que fueron paralizados o suspendidos por la falta de personal y financiamiento.

Romero enfatiza que la situación actual del SMN no sólo afecta a los trabajadores, sino también a la capacidad del organismo para cumplir con su misión. “La pérdida de autonomía, la reducción de personal y la falta de recursos ponen en peligro la producción de información meteorológica esencial para distintos sectores de la sociedad, incluyendo la aviación, la agricultura y la prevención de desastres naturales», advierte.

En el mismo sentido, la investigadora del CONICET Paula Zapperi, señaló: “Es fundamental mantener y fortalecer el presupuesto tecnológico y de infraestructura del SMN”. La precisión en las mediciones es cada vez más desafiante debido a la mayor variabilidad climática, lo que hace esencial contar con tecnología avanzada para calibrar modelos predictivos. “Los modelos permiten hacer predicciones, que se utilizan para tomar decisiones”, señaló la investigadora.

Un sistema meteorológico público y nacional

La Doctora Zapperi enfatizó que disponer de un servicio meteorológico público y nacional garantiza que toda la población tenga acceso equitativo a conocimiento clave. Esta información es esencial para diversas actividades económicas, especialmente en un país como Argentina, donde la agricultura es tan importante. Conocer el comportamiento de fenómenos como sequías y las variaciones asociadas a El Niño y La Niña permite a los productores tomar decisiones informadas. Así, conocer el clima afecta al abastecimiento de alimento a nivel internacional.

Como explica Zapperi, un sistema público como el SMN permite que la población pueda “entender cómo el clima afecta a nuestro entorno y cómo podemos responder más adecuadamente”. Además, contar con datos sobre eventos meteorológicos permite salvar vidas, animales, fuentes de trabajo y mucho más. Cuánto más se conoce sobre el tiempo, más fácil es aprovecharlo o amortiguar su impacto negativo, ahorrando enormes costos, algunos de ellos irreparables.

El clima cambia

La frecuencia e intensidad de fenómenos extremos como huracanes, fuertes lluvias incendios forestales, olas de calor y sequías viene aumentando. “Estos eventos le quitan precisión a los modelos históricos que nosotros ya teníamos funcionando, porque las condiciones actuales no tienen registros previos comparables”, explicó Zapperi.

El problema no son solo eventos aislados: “los cambios en la duración y periodicidad de las estaciones afectan a los sistemas de predicción de inundaciones, nevadas y sequías”, sostiene la investigadora. Estos sistemas dependen de tecnologías de monitoreo como satélites y radares, que recogen datos fundamentales para alimentar los modelos climáticos. Sin embargo, “el aumento de partículas en la atmósfera, producto de la incendios, erupciones volcánicas o la quema de combustibles fósiles puede interferir en el registro de los sensores remotos y perjudicar la calidad de las mediciones que alimentan los modelos predictivos”, explicó Zapperi a ANCCOM.

En el noreste de Argentina, donde se encuentran algunas de las zonas más lluviosas del país, también se atraviesan ciclos secos muy marcados desde 2020, reflejados en el caudal del río Paraná. Celmira Rey, Profesora y Doctora en Geografía y Magister en Gestión Ambiental y Ecología de la Universidad del Nordeste, explica que los últimos episodios de inundación en la región tuvieron diversas causas y consecuencias. Por un lado, en Chaco y Formosa distintas localidades se vieron afectadas por desbordes de los ríos Pilcomayo y Bermejo causados por lluvias intensas en la alta cuenca. “Estos desbordes repercutieron principalmente en poblaciones ribereñas, mayoritariamente indígenas, cuando el torrente se encuentra con la llanura”, explica la profesora Rey. Ahora mismo, hay poblaciones originarias en Chaco y Formosa que no pueden volver a sus casas inundadas o acceder a los caminos destrozados para conseguir alimentos o medicamentos.

En este contexto, un/a trabajador/a del SMN que prefirió mantener el anonimato explicó a ANCCOM que los recortes presupuestarios han paralizado tareas esenciales, como la reparación de radares, por no mencionar su fabricación, tarea que venís realizado INVAP. “Son herramientas fundamentales para poder emitir los avisos a corto plazo”, advirtió la fuente.

¿No future?

La especialista Paula Zapperi explica que la reforestación es una estrategia clave para adaptarse al cambio climático, ya que permite absorber la lluvia, conservar la humedad en períodos de sequía y mitigar el impacto de las altas temperaturas. Además, en muchas regiones del país, la falta de infraestructura agrava los efectos de las precipitaciones extremas. “Muchas ciudades del Chaco no cuentan con sistemas de desague adecuados para drenar el agua acumulada, lo que agrava el impacto de las lluvias cortas aunque intensas”, advierte la Dra. Rey, de la Universidad Nacional del Nordeste.

Fortalecer los sistemas de alerta temprana es esencial para una respuesta eficaz ante futuros eventos extremos.​ En este sentido, un trabajador del SMN señala que “Si el achicamiento continúa, la fuga de personal calificado seguirá en aumento y, sin presupuesto para el mantenimiento de los instrumentos, será cada vez más difícil estar preparados para eventos extremos como el de Bahía Blanca”.

La desprotección ante eventos climáticos extremos no es solo una cuestión de infraestructura o presupuesto, sino de prioridades políticas. Un país sin un sistema meteorológico sólido es un país que elige actuar sobre los escombros en lugar de prevenir el desastre. La negación de la crisis climática (e incluso la prohibición de nombrarla) y el desfinanciamiento del SMN agravan el problema. Cuando la lluvia cede y el agua baja, nos encontramos con vidas perdidas, familias desplazadas y ciudades destruidas. La pregunta no es si habrá otra tormenta como la de Bahía Blanca, o Chaco, o Formosa, sino cuándo ocurrirá y cuán preparadas estarán las ciudades y comunidades para enfrentarlas she’s de que sea demasiado tarde.