Por Camila Sicard
Fotografía: Guadalupe Gervasini

Judith Alexandre fue separada de su madre al momento del parto en la década del 70. No resultó apropiada por razones políticas; sin embargo, fue víctima de una red de tráfico de bebés que jugó un papel clave en la práctica de apropiación de niños antes y durante la última dictadura militar.

Judith Alexandre nació en 1977 y en el momento del parto la separaron de su mamá. La partera que atendió el nacimiento y firmó la partida con información falsa estaba casada con un militar. Allí puso que era hija biológica del matrimonio que la crió e inició su apropiación. Su madre no estaba vinculada de ninguna manera a los movimientos políticos de la época. “La identidad es algo muy difícil de entender y de definir porque cuando la gente habla de ella habla desde lo que sabe”, explica Alexandre en diálogo con ANCCOM y agrega: “¿Cuál es tu identidad? Lo que vos sabés: que venís de una familia así, que naciste en tal lugar… Esa información es la que va forjando tu identidad. Ahora, cuando vos tenés una realidad como la mía, ves que es mucho más que eso, abarca otros aspectos hasta inconscientes y te diría otros que son muy difíciles de transmitir a quien nunca la perdió”.

El robo de bebés fue una práctica usual inserta en la sociedad argentina preexistente a la última dictadura militar. Las redes de tráfico de niños existían ya como un comercio consolidado que hizo que esto fuera posible de sostener durante tantos años. Hay quienes consideran que fue una condición de producción necesaria para lo que sería más tarde la apropiación de bebés por cuestiones políticas. La complicidad de la sociedad civil, de la Iglesia, de funcionarios del Poder Judicial, de la salud y de las Fuerzas Armadas resultaron fundamentales para llevar adelante esta práctica. En todos los casos, anularon la identidad de miles de niños y niñas y los privaron de vivir con sus legítimas familias, de sus derechos y de su libertad.

La Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI) atiende a personas nacidas entre los años 1975 y 1983, que dudan sobre su identidad. La Comisión es quien solicita al Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) la realización de los análisis de ADN para ver si existen vínculos de parentesco con personas desaparecidas durante la última dictadura militar. El Banco, es el lugar donde se almacenan los perfiles genéticos de las familias que buscan a los bebés apropiados en dictadura y a las personas con dudas sobre su origen, allí se analiza si existe alguna coincidencia con los perfiles genéticos registrados. Este proceso puede demorar varios meses para determinar si hay una coincidencia, y en casos donde no la hay, puede extenderse durante años, mientras se espera que surjan nuevas muestras genéticas que puedan confirmar un vínculo con personas desaparecidas.

Este trabajo es posible gracias al descubrimiento del índice de abuelidad, creado gracias a la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo en 1984 para identificar a los hijos e hijas de desaparecidos. Sin embargo, desde 2019, la CONADI habilitó otro área que se ocupa de recibir a mujeres que tuvieron un parto durante estos años y que o bien, dieron a su bebé voluntariamente, les dijeron que su bebé había nacido muerto, o fueron forzadas a entregarlo. En su mayoría son mujeres que transitaron embarazos adolescentes, se encontraban en situaciones de vulnerabilidad o estaban solas al momento del parto. Sus hijos, en los papeles, son hijos de otras familias.

Alexandre se acercó en 1996 a Madres de Plaza de Mayo, habiendo cumplido 18 y pensando que, solo así, podrían darle la atención que necesitaba. Allí la recibieron, la contuvieron y la orientaron para iniciar la búsqueda. Por entonces, las Abuelas de Plaza de Mayo habían lanzado su convocatoria a jóvenes que dudaran de su identidad. En 1997, acompañada y aconsejada por Madres, Alexandre se acercó a Abuelas y luego de abrir su legajo en CONADI incorporó su muestra de ADN al Banco Nacional de Datos Genéticos, esperando un llamado telefónico que le diera información sobre lo que ella buscaba. Durante años, la única información que poseía era que -hasta ese momento- su perfil genético no incluía con el de ninguna de las familias de desaparecidos que conformaban el Banco. Pero ella siguió buscando.

“A mí me decían: `Pero ¿vos qué buscas? ¿a tu mamá?´ Y cuando ya creciste y pasaste los 20 es como hasta vergonzoso. Decís: «No, yo no busco una mamá, ya tuve una mamá -recuerda-. Porque no buscás una mamá desde ese lugar, que venga y te críe, pero sí buscás tu verdad, necesitás esa información”, explica Alexandre.

Sin saber qué la esperaba, en el medio hizo una carrera profesional, trabajó y tuvo cuatro hijos, el tiempo pasó, pero ella nunca dejó de buscar. “Me daba paz saber que estaba buscando porque también hubo momentos en los que decía que ya estaba, que no buscaba más y después me sentía mal conmigo misma. Entonces me decía que no era una opción en mi interior no buscar”, confiesa. Veintidós años más tarde, en 2019 y a partir de la apertura de la nueva área de CONADI, recibió el llamado que tantos años estuvo esperando. Del otro lado también la estaban buscando, se encontró con una mamá y dos hermanas que la recibieron con los brazos abiertos.

Su mamá de crianza, Elsa, falleció en noviembre de 2018, su papá había fallecido 10 años antes. Y se encontró con su mamá biológica, Adriana, el 20 de agosto de 2019. “Quieras o no, yo no estuve ni una vez para el Día de la Madre sin mamá”, cuenta con una sonrisa. “Lamento que mi mamá Elsa no haya podido vencer esa barrera comunicacional y prestarse a este diálogo en algún momento. Pero bueno, se plantaba de una forma y me decía como que era una desagradecida por estar preguntándole y pidiéndole. Se ponía en un lugar que generaba que no pudiésemos compartir eso que era una necesidad mía y que no era nada malo, ni en contra de ella. Pero no lo pudo entender”, comparte Judith. “Es lo que decía respecto a la identidad, entiendo que es difícil de entender porque para quien no lo carece o no se lo quitan o no lo pierde de alguna manera, no lo siente como algo valioso, no llega a entender cómo nos atraviesa y nos acompaña en todo”.

María Laura Rodríguez trabaja en el Área de Presentación Espontánea de Abuelas de Plaza de Mayo en donde se encuentran cientos de casos así por año. “La identidad no es solamente lo biológico, es centralmente la verdad y es realmente lo histórico. Nunca la identidad es solamente un ADN en común”, comenta en diálogo con ANCCOM. El proceso de Alexandre va de la mano de la construcción de este derecho social. A pesar de que no haya tenido coincidencias de ADN durante muchos años, siguió buscando y construyendo ese derecho desde su subjetividad y desde la apertura social.

Haciendo un repaso por los últimos años de su trabajo, Rodríguez plantea: “Creo que pudimos explicarnos que había apropiación de bebés por razones políticas, robo de bebés y torturadores malos, pero no pudimos asumir como sociedad que también comprábamos bebés porque éramos madres a cualquier precio porque era el mandato de la mujer -agrega-. Por otro lado, en lugar de acompañar a mujeres en situaciones de vulnerabilidad que quizá querían ser madres, se las dejaba en un lugar que parecía que era más egoístas si maternaban que si daban en adopción”.

La reflexión sobre el pasado, la lucha de Abuelas y Madres de Plaza de Mayo y de otras asociaciones vinculadas con los derechos a las infancias, puso en evidencia que el Derecho a la Identidad debía ser explicitado para que fuera considerado un derecho humano fundamental, y, por lo tanto, una responsabilidad del Estado garantizarlo.

En 2005 se sancionó la Ley de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes. Así, la construcción social del Derecho a la Identidad pasó a estar garantizada por la legislación. La misma dice: “Las niñas, niños y adolescentes tienen derecho a un nombre, a una nacionalidad, a su lengua de origen, al conocimiento de quiénes son sus padres, a la preservación de sus relaciones familiares de conformidad con la ley, a la cultura de su lugar de origen y a preservar su identidad e idiosincrasia. Los Organismos del Estado deben facilitar y colaborar en la búsqueda, localización u obtención de información, de los padres u otros familiares de las niñas, niños y adolescentes facilitándoles el encuentro o reencuentro familiar.”

La historia de Judith Alexandre es solo una de las miles que existen en nuestro país de casos de apropiación de bebés. Ella sostiene que “la identidad debe ser un tema que se aborde socialmente, comenzando desde la educación, y se trabaje de diversas maneras para que finalmente se observe”. Esto es parte de la historia de nuestro país y el Derecho a la Identidad es parte de una conquista social que se dio a lo largo de tantos años de lucha, preguntas y resistencia.

Judith agrega que Ana le resonaba como si fuera parte de su nombre desde chica. Cuando se reencontró con su mamá Adriana -y hace hincapié en que el nombre termina en “Ana”- lo vinculó con lo se venía imaginando desde la infancia. Cuenta al respecto: “Ahora sigo usando Judith, pero hay un par de personas que me llaman Anita. Judith Alexandre es mi nombre legal pero Anita también lo uso. Hasta me define mejor porque pasé toda la vida buscando y Anita es parte de esa búsqueda”.