Por Malena Zakour
Fotografía: La Retaguardia

Tras la feria judicial, se retomaron las audiencias del juicio de lesa humanidad que analiza la responsabilidad de tres autoridades en el incendio ocasionado en el penal de Devoto el 14 de marzo de 1978.

En febrero continuaron las audiencias del juicio que investiga la Masacre del Pabellón Séptimo, en donde se analiza la responsabilidad de tres autoridades en el incendio ocasionado en el penal de Devoto el 14 de marzo de 1978. En las jornadas del miércoles 12 y 26 de febrero, declararon familiares de los afectados.

La audiencia inició dando ingreso a Verónica Sosa, hija de Dante Sosa, fallecido durante el incendio. La testigo explicó que en el momento en que acontecieron los hechos ella tenía 4 años. “La versión que me dieron a mí fue que mi papá había muerto en un accidente, pero no sabía de qué tipo”, contó. Recordó, además, distintas versiones que sus familiares le fueron ofreciendo, “pero ninguna concordaba entre sí”. 

Sosa reconoció el cuidado y la protección de su abuela, quien la crió e hizo de su “mamá y papá”, debido a que su madre la abandonó y su padre fue preso y posteriormente murió. “De eso no se habla” y “no hay que hablar de eso” fueron las frases típicas que se vincularon al recuerdo de su padre, hasta que descubrió los hechos por su cuenta. 

En marzo de 1992, viendo el programa “Siglo XX Cambalache” escuchó que se hablaba del “motín de los colchones”: “Ahí se me armó el rompecabezas de palabras que me andaban dando vueltas, testimonios, palabras sueltas”, mencionó. A raíz de eso, Sosa buscó el certificado de defunción de su padre, y al leer que la causa de muerte indicaba quemaduras extremas y segundo grado de calcinación, comenzó a encontrar distintas respuestas a ciertas dudas. “En ese momento me cerró de dónde venían los llantos a escondidas de mi abuela y su depresión. Cuando lo entendí, duelé en silencio y no le dije nada” explicó. 

Entre 1993 y 1994 investigó por su cuenta buscando diarios de la época del incidente, en donde encontró el nombre de su padre, las “imágenes del horror” y las “listas interminables” de los afectados.

En busca de amparo y justicia, Sosa habló con distintos abogados. Sin embargo, le dijeron que no se podía hacer nada. “No era un Estado de Derecho sino la dictadura, eran presos comunes, por ende a ¿quién le iba a interesar esa causa?”, explicó la testigo citando a los abogados.

Sosa cargó con aquel dolor y la impotencia de no poder encontrar soluciones hasta que en el año 2014, observó en la vidriera de una librería un libro que hablaba del “motín de los colchones” pero con un nuevo nombre: Masacre del Pabellón Séptimo, de Claudia Cesaroni. Cuando llegó a su casa, googleó la misma frase y no solo se encontró con el libro sino con una canción y páginas webs que retomaban el surgimiento del incendio.

Finalizado su testimonio, pasó a declarar Patricia Menta, hermana menor de Pablo Menta también fallecido durante la masacre. Cuando acontecieron los hechos, ella tenía 21 y él 24. 

La testigo contó que su hermano era drogadicto. Menta estaba preso por asaltar una farmacia junto a un amigo suyo y querer robarse unas pastillas. Al igual que su amigo Horacio Santantonin, su condena se cumplía el 17 de marzo: “Había salido el fallo que permitía su liberación y sabíamos que iba a salir”, explicó la testigo. 

La hija de Santantonin había declarado durante la jornada del 12 de febrero, donde explicó que su padre sobrevivió al incendio y logró tener libertad pero su amigo Menta no, hecho por el cual su padre quedó muy afectado.

La testigo recordó el 14 de marzo como un “día horrible”. La madre de Santantonin la había llamado a la casa y le había dicho que “algo había pasado”. En ese mismo lapso horario, la testigo y su madre se habían dirigido al penal de Devoto y observaron cómo enfrente de la entrada había mucha gente amontonada mientras se leía una lista con los nombres de reclusos que se encontraban heridos, mencionando en qué hospital se encontraban. El nombre de su hermano no fue leído en ningún momento por las autoridades. “Ese día volvimos sin pensar con mi mamá para no pensar lo peor” explicó. Si bien Menta no recuerda el modo en que concretamente se enteraron del fallecimiento de su hermano, explicó que su padre lo terminó reconociendo en la morgue. “De estar festejando porque lo liberaban pronto, terminamos lidiando con su muerte” expresó la testigo.

 

Miércoles

Durante la jornada del miércoles 12, el Tribunal Oral de Retiro convocó a tres familiares de víctimas afectadas por la Masacre del Pabellón Séptimo. Veronica Ambrosio, hermana de Armando Luis Ambrosio, fallecido durante el incendio, fue la primera en ingresar a la sala de audiencias. La testigo es la más chica entre 4 hijos y para el momento en que acontecieron los hechos tenía 6 años. 

Con su hermano no tenía demasiada relación, cuando lo detuvieron él ya no vivía con ellos. Sin embargo, contó que ella no se enteró sino mucho tiempo después: “A mi no me dijeron que Armando había sido detenido, entiendo que para preservar mi niñez, mi inocencia. Me dijeron que estaba internado, enfermo, en un hospital. Yo no pregunté más”. Añadió que su hermano tenía una relación tensa con su papá y que ella no se animaba a preguntar por él, ya que no eran temas que se hablen frecuentemente. 

El día que se enteró de su fallecimiento fue poco tiempo después que se mudaron. Una de sus hermanas la sentó en el auto de su pareja de ese entonces y le explicó que su hermano no se había recuperado, que había fallecido y que por eso “mamá y papá estaban tristes”. “Yo tampoco pregunté qué enfermedad tenía y por qué no se había curado. Me daba miedo preguntar porque sabía que el recuerdo despertaba tristeza”, reconoció Ambrosio.

Sin embargo, el recuerdo y el luto provocaron que su madre cuente con mayor frecuencia algunas cosas sobre él. La testigo explicó que su vida comenzó a integrar intervalos de memorias de su hermano que comenzaron a provocarle inquietudes. “En esas menciones que mi mamá hacía había cosas que no cerraban. No entendía bien, había algo más”, explicó la testigo. Un día se animó a preguntar, y su madre le respondió que su hermano era drogadicto. 

Cuando cumplió 15, le pidió a Estela, una de sus hermanas, que como regalo de cumpleaños le contara su versión de la historia. Le explicó que habían allanado la habitación en donde estaba viviendo su hermano y que lo detuvieron por encontrarle un kilo de marihuana y lo trasladaron a Devoto. 

“Después mi hermana me contó lo que fue el “motín de los colchones”, más o menos lo que vendría a ser la versión oficial, que hubo una especie de revuelta o protesta pero ella me decía que no tenía los detalles de cómo había sido el incendio”. Finalmente, le dijo que el incendio había sido tan grande que muchos reclusos murieron, como el caso de su hermano.

Con el tiempo, Ambrosio fue resolviendo ciertas incógnitas: hablando con un amigo sobre su hermano, éste le respondió que aquel incidente no fue un motín sino una masacre. “Ya había internet, podría haber investigado pero la verdad que no quise, no quería abrir esa olla”, confesó. Sin embargo, nuevas circunstancias hacían que el tópico vuelva a ella, Ambrosio encontró en un titular del diario Página 12 que informaba que el Indio Solari había compuesto una canción donde hablaba del incendio, y ya para el 2013, con la publicación del libro de Cesaroni “pudo entender casi todo”. Además, a partir de su contacto con la abogada querellante, fue que la testigo también pudo conocer a sobrevivientes, como también a familiares de otras víctimas fallecidas

“Yo digo que Armando se murió dos veces: una físicamente y otra porque nosotros no hemos podido mantener viva su memoria y su recuerdo en la familia. Entendí que el “de eso no se habla» de mi familia tenía que ver con el momento político, social y económico que tenía el país: la dictadura. Me hubiese gustado que al menos hubiésemos podido poner en la intimidad más resistencia” subrayó. 

Una vez finalizadas las preguntas de las partes acusatorias, Veronica solicitó permiso al juez para un último comentario: “Me preocupa la dirección de lo que pudiera ser la sentencia de este juicio. La pérdida de mi hermano y las otras víctimas es irreparable. Parte del daño y del trauma tiene que ver con el tiempo que ha pasado, más de 46 años de los hechos. Personalmente, que dos personas de más de 90 años tengan una sentencia de prisión domiciliaria no me repara nada, Zerda sería otra cuestión. Pero me gustaría que algo de la realidad del sistema carcelario federal fuera distinto para los presos de nuestros días”. Enseguida añadió que el mismo día que había sido la inspección ocular en Devoto, horas después se había dado una requisa violenta en donde también hubo reclusos gravemente heridos. “Hay cosas que pasaban que siguen pasando 50 años después en gobiernos democráticos. Me gustaría que la reparación pase por tratar las condiciones de encierro de las personas privadas de su libertad” finalizó. 

Posteriormente ingresó Carolina Santantonin, hija de Horacio Adrian Santantonin, quien sufrió graves heridas durante la masacre. La testigo explicó que su padre quedó detenido cuando ella tenía 6 años, y que si bien sus padres estaban separados, su madre la llevó a visitarlo un par de veces. Cuando ocurrió el incidente, su mamá le explicó que había ocurrido un incendio y días después la llevó a la casa de su abuela, en donde se encontraba su padre. “Estaba en un sillón acostado con una tela, todo quemado. Recuerdo verlo e impresionarme con las quemaduras porque le vi hasta los huesos en las rodillas” contó.

Santantonin explicó que su padre había podido salir de la cárcel debido a que el 17 de marzo de ese mismo año, días después de ocurrida la masacre, él cumplía su condena y podía tener libertad condicional, al igual que su compañero recluso Pablo Menta, quien murió durante el incendio. 

Tiempo después, su padre se fue a vivir a Córdoba, en donde se casó nuevamente y tuvo una nueva familia. Santantonin iba a visitarlo durante sus recesos escolares, pero el contacto que tuvo con él era reducido. “Tengo el recuerdo de no hablar más del tema una vez se fue a Córdoba. Yo sé que a él le sorprendió mucho lo que vivió, la muerte de Pablo”, explicó. Finalmente, contó que su papá falleció en 2003. 

Finalizado el testimonio de Santantonin, se dio ingreso a Cristina Cresente, hija de Roberto Cresente, fallecido durante la masacre. “Yo tenía 21 años, estaba casada y embarazada de mi primera hija de ocho meses en el momento que pasa esto de mi papá. Yo me entero que pasa esto por mi mamá y por una tía hermana de él”. 

Cresente explica que el motivo de la detención fue por posesión de drogas, unos días antes de la masacre. “Él no quiso que yo fuera a verlo, primero por vergüenza y segundo por mi condición de embarazo”, rememoró. 

La testigo recordó que se enteró del incendio esa misma mañana del 14 de marzo por medio de Canal 9. “Cuando dijeron la cantidad de fallecidos, pensé: mi papá está muerto”, expresó. Cresente señaló que no fue sino hasta dos días después de la masacre que les informaron desde el penal que su padre había fallecido. 

La próxima audiencia de la causa que investiga la masacre del Pabellón Séptimo será el miércoles 5 de marzo.