Por Sol Ailen Montero
Fotografía: Gentileza Martina Poljak y Analia Calderon

Tres mujeres referentes del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) de Berazategui y cuentan cómo organizaron su cooperativa. El impacto de la crisis en su sector y los enfrentamientos con la policía y el municipio.

Como las agujas del reloj, el mate gira hacia la derecha. Laura, la que ceba, le echa azúcar sin mirar cada vez que vuelve a sus manos. Luego, con agua que de a poco va perdiendo su calor, lo devuelve a la ronda. “¿Cómo llegamos hasta acá?”, pregunta Liliana y responde sola, mirando a sus compañeras: “Peleando y molestando”.

Laura Soria y Liliana Silguero, cartoneras de Berazategui, partido del sur del conurbano bonaerense, y Analía Calderón, militante del MTE distrital, son referentes de la economía popular y trabajadoras del Eco Punto Belgrano. El galpón comenzó a funcionar en 2019, pero hacía rato que los cartoneros estaban peleando con el municipio por la prohibición de la tracción a sangre, ya que, para ellos, sus caballos eran “parte de la familia” y, sobre todo, “una herramienta de trabajo”, como señala Analía. “No había afinidad con el municipio hasta que decidimos tomar el galpón y construir esto”, apunta Laura.

Antes de conquistar este lugar de trabajo, la situación de los cartoneros del distrito era muy difícil. “Vos te subías a un carro, ibas a laburar y vivías al día. Ahora que tenemos el galpón podemos tener una vida más digna, los compañeros traen la mercadería acá. Antes juntabas y acumulabas todo dentro de la casa y ahí podías tener ratas y mugre”, cuenta Laura. Actualmente, se dividen las actividades entre cartoneros agrupados, que en la actualidad en Berazategui rondan los doscientos; y galponeros, que se ocupan de tareas administrativas y son los que seleccionan, procesan y separan el material que luego se vende a Smurfit Kappa, una compañía de papel y empaques sostenibles. “Es mejor trabajar en la calle que estar acá adentro. Afuera, en tres o cuatro viajes, hacés el doble o el triple de dinero que en el galpón. Pero hay veces que no te queda otra y también tenés que bancar la camiseta acá adentro, porque esto tiene que salir adelante; si no, los demás no cobran”, agrega, con énfasis militante.

“Hacíamos olla popular de lunes a viernes, pero después ya no se pudo más y empezamos a hacerla tres veces por semana, luego una vez, hasta que no se pudo sostener. El gobierno dejó de mandar alimentos. No está funcionando el comedor, ahora solo hacemos brigadas educativas los días martes», dice Laura.

El MTE es una organización que tiene vínculos con el Partido Patria Grande, pero es apartidaria y está constituida por diferentes ramas de la economía popular, como la cartonera, la de construcción y la sociocomunitaria. Esta última estaba a cargo de Laura, pero ahora casi no funciona. “Hacíamos olla popular de lunes a viernes, pero después ya no se pudo más y empezamos a hacerla tres veces por semana, luego una vez, hasta que no se pudo sostener. El gobierno dejó de mandar alimentos. No está funcionando el comedor, ahora solo hacemos brigadas educativas los días martes. Ahí se les hace la merienda a los chicos. Las brigadas se llenan y las maestras te dicen: ‘Qué raro que los chicos tengan ganas de venir a estudiar’. Lo que yo les digo es que los chicos no tienen ganas de venir a estudiar: tienen ganas de comer. Cuando empezamos, hace seis meses, eran siete chicos y ahora son cuarenta”, señala.

La conformación de la rama cartonera en el distrito berazateguense no fue nada fácil, y comenzó con asambleas de recuperadores urbanos que compartían los mismos problemas, pero que, hasta ese momento, no estaban agrupados. “Nosotros hacíamos reuniones en una plaza porque estábamos teniendo inconveniente con el tema de los caballos. Ese fue el principio de nosotros”, comenta Laura. En Berazategui, la práctica estaba prohibida desde marzo de 2019 y no les habían dado otra alternativa para realizar su trabajo.

Entre estas cuatro paredes se alzan pilas y pilas de bolsones repletos con lo que recuperan día a día de los barrios aledaños. Se erigen como columnas y separan el espacio en distintas “oficinas” de trabajo. La mayoría de los cartoneros están ahora mismo recorriendo las calles en busca de residuos, cartón, plástico, chatarra: todo ayuda para sumar unos pesos. Y aunque sólo un pequeño grupo está ahora en el galpón, el ruido de las máquinas que procesan el material le exige levantar la voz. Aquí, mientras el agua de la pava se enfría, Laura revela cosas que nunca habían salido a la luz. “Al Patria Grande lo conocí saliendo de la comisaría. Yo estaba en casa cocinando con mi bebé de tres meses. Mi marido, que había ido a trabajar, me llamó y me dijo que control urbano le había sacado la yegua. Fuimos los cartoneros para que no se la llevaran y terminamos todos presos”.

“Nos llevaron como si fuéramos las peores personas del mundo, comisaría por comisaría. Mi suegra (Liliana) movilizó a todo Berazategui para que nos soltaran. Una cosa es que te lleven presa. Otra muy diferente es que vengan con los palos y te rompan todo el cuerpo. Eso hizo la policía aquel 19 de septiembre (de 2019). Nos hicieron sentir como delincuentes y no, somos trabajadores”, continúa. “Como para olvidarte, ¿no?, el día que te cagaron a palos”, comenta Analía.

“Todavía me duelen los huesos de la paliza que me dieron”, dice Laura y ninguna se inmuta: la violencia es cotidiana, una parte más de la vida de una cartonera. “Aparecieron compañeros abogados del Patria Grande de todas las localidades del conurbano, llenaron la comisaría y pudimos salir. Fue algo feo que nos tocó vivir. Además, mi bebé tenía tres meses, la llevaron a la comisaría y no me dejaron darle la teta. Desde ese día, mi hija no tomó más la teta”. Esa violencia también deja marcas.

 “El año pasado, juntando 600 kilos de cartón al mes, llegabas a cubrir una canasta básica. Hoy, con la misma cantidad no llegás, son 200.000 pesos con suerte”, se lamenta Liliana.

“Después de eso, fue pelear con la municipalidad hasta que ellos accedieron a trabajar con nosotros. Gracias a eso, tenemos todo esto, pero fueron momentos feos para llegar a tener este galpón”, dice Liliana. Hace unas semanas, realizaron un convenio con el área de Obras Públicas, que los contrata para la limpieza de microbasurales en el partido. Antes, sólo les cubrían el gasoil del camión recolector, aunque fueran parte del circuito Bera Recicla. “Es una muy buena oportunidad para nosotros: nos permite tener un ingreso más”, explica sonriendo Analía. El cambio, según ellas, obedece a que se dieron cuenta de que el reciclado “es con los cartoneros y cartoneras adentro”. Ahora, aseguran, “si vamos a la municipalidad, nos abren la puerta y nos ofrecen café”.

Esa victoria logró levantar los ánimos de uno de los sectores más golpeados por las medidas económicas impulsadas por la gestión de Javier Milei, con Luis Caputo al frente del Ministerio de Economía. “Este gobierno nos fulminó a nosotros”, dice Liliana, la máxima referente cartonera de la localidad. Analía explica que la fuerte caída del consumo hizo que disminuyera también el volumen de los residuos; pero apunta a la vez que con la apertura de las importaciones la industria está comprando cartón en Brasil en dólares, aunque es más caro que en el país. “La industria no nos estaba recibiendo nada, se stockearon tanto de afuera que no querían comprarnos a nosotros. Hoy se puede ver que el galpón está explotado porque sigue pasando lo mismo”, agrega, mientras señala los grandes pilones de material que llegan hasta el techo. “El año pasado, juntando 600 kilos de cartón al mes, llegabas a cubrir una canasta básica. Hoy, con la misma cantidad no llegás, son 200.000 pesos con suerte”, se lamenta.

Los cartoneros y cartoneras nunca bajaron los brazos, y tampoco lo harán ahora. Por eso seguirán apostando a la organización popular. “Sabemos que no tenemos un lugar en la economía tradicional y capitalista que nos domina y no lo vamos a tener nunca”, afirma Analía, mientras Liliana sostiene: “La economía popular es de los compañeros que lucharon siempre, que salieron de abajo de la lluvia, del barro, que buscan sus verduras, sus carnes, su comida. Somos los que más nos rebuscamos la vida, no somos como los ricos. A veces estamos mejor, otras peor, pero nunca voy a bajar la cabeza por haber sido cartonera y por haber estado arriba de un carro”.