Trabajadores, pacientes, familias y referentes de diversas organizaciones participaron de un abrazo al Hospital Nacional “Laura Bonaparte”. Los manifestantes pidieron “paro general” y el personal en lucha anunció que permanecerán en el edificio.

A las cinco de la tarde de un 20 de enero, mientras la Ciudad de Buenos Aires se hundía en el letargo de las vacaciones, el Bonaparte se convirtió en el corazón de una lucha. Sobre sus rejas, 200 carteles colgaban con nombres propios: cada uno marcaba la ausencia impuesta por los despidos masivos que afectaron a terapistas, psicólogos, médicos, personal administrativo y decenas de profesionales del único hospital nacional especializado en salud mental. «Vaciar es cerrar» se leía por todas partes: en pancartas, muros y en las voces que defendían su continuidad.
Frente a la entrada, una multitud comenzó a formar un abrazo simbólico. Los bombos marcaban el ritmo de una protesta. Un mosaico de banderas y pancartas de diferentes colores —rojas, verdes, celestes y amarillas— ondeaba al compás de los cánticos: “El Bona no se cierra, no se cierra, el Bona no se cierra”.
Los 200 profesionales despedidos subieron juntos a un escenario improvisado. Dos de ellas, Sofía y Julieta, tomaron el micrófono para hablar en nombre de todos: “Estamos dejando a cientos de personas sin atención, a familias sin respuestas, en un momento en el que la salud mental debería ser prioridad”, denunciaron. Hablaron de guardias saturadas, internaciones suspendidas y tratamientos interrumpidos. “Este hospital no puede funcionar con la mitad de su personal. Si seguimos así, los pacientes más vulnerables quedarán completamente desprotegidos”, advirtieron.
El vaciamiento no es nuevo. Desde octubre, las primeras desvinculaciones ya habían dado señales de la intención de cerrar el centro. Los despidos masivos de enero ahora representan una reducción del 50% del personal. “Nos están llevando al colapso”, sentenció Sofía.

Entre la multitud, Gastón, trabajador social y empleado en otra institución de salud pública, compartió con ANCCOM su preocupación: “La salud mental no puede ser un lujo: es un derecho humano universal. El vaciamiento de instituciones como esta golpea directamente a los más vulnerables”.
Los testimonios seguían desde el escenario: “Nos hicieron rendir un examen que aprobamos, y aun así nos desvincularon. Ahora, los compañeros que quedaron no tienen garantías de continuidad, y el hospital pierde la mitad de su equipo. Esto no es solo un ataque al Bonaparte, es un ataque a la salud pública”.
Teresa, madre de una paciente, contó a ANCCOM: “Este lugar no es solo un hospital, es un espacio de contención. Cuando mi hija tuvo una crisis, este fue el único lugar donde encontramos ayuda. ¿Qué hacemos si lo cierran? ¿A dónde vamos?”.
Cuando el sol empezó a esconderse, el abrazo al Bonaparte se materializó por completo. Personas de todas las edades y sectores rodearon el hospital en un gesto de unidad y resistencia. “El Bona no se cierra”, seguía siendo el grito que unía a todos.
Desde el micrófono, se hizo un llamado a la unidad con otros sectores en lucha. “La salida es colectiva, debemos unirnos todos los sectores que estamos siendo vaciados”. En la protesta sonó con fuerza el llamado al “paro general”.
Nicolás, trabajador de la salud en el hospital Tobar García, resumió el sentimiento colectivo: “Estamos en un momento terrible, de mucha ansiedad, estrés y depresión. Esto no puede estar pasando cuando llegan consultas con tantos problemas y la tasa de suicidios es tan alta. Es ahora cuando más necesitamos que la salud mental sea una prioridad”, concluyó. Los trabajadores anunciaron que la permanencia en el hospital continuará. “El Bona no se cierra”, cantaron una vez más antes de dispersarse.