En el límite de la ciudad de Buenos Aires y la General paz un grupo de personas se organizan para cuidar la biodiversidad y en especial las lechuzas que habitan un parque destinado a uso deportivo y recreativo. EL problema de los megarrecitales.
El Proyecto Lechus se dedica a la conservación y estudio de las aves rapaces que habitan el Parque Sarmiento, como la lechucita vizcachera. Sus integrantes son vecinos y no vecinos del parque, quienes también se encargan de velar por el bienestar de las lechuzas cuando se llevan a cabo modificaciones al predio o cuando este se convierte en escenario de recitales masivos. La iniciativa comenzó en 2012 y obtuvo una declaración de interés por parte del Gobierno de la Ciudad en 2017.
El Parque Sarmiento es un gran espacio verde sobre el límite de la Ciudad de Buenos Aires y, como tal, es usado para varios propósitos. Canchas de fútbol, tenis y basquet, pistas de atletismo y de patín, una pileta y más. También, su tamaño ha llevado a que se realicen varios megarecitales, como el festival Primavera Sound, que convoca a miles de personas.
Sin embargo, el parque representa un gran refugio en plena zona urbana para la fauna rioplatense, como la lechucita vizcachera (Athene cunicularia), que usa madrigueras para anidar y descansar. “El problema que hay es que es un lugar donde se lo termina viendo como un polideportivo solamente, donde esa gente viene a hacer deporte y se va. No lo ve como un lugar con una biodiversidad, un lugar con otro valor ambiental también. En realidad es el lugar de ellas donde uno viene a hacer deporte u otras cuestiones. Habitamos mutuamente, pero en realidad es de ellas”, dice Denise Miguel Maggiolo, integrante del proyecto, mientras mira hacia las dos lechucitas que habitan el parque ahora, a las que el proyecto llama Pequén y Awka.
El Proyecto Lechus surge en 2012 con la intención de proteger y estudiar a los ejemplares de lechuza que habitan el parque. Maggiolo cuenta que ya había un registro anterior a ese año en el Parque Sarmiento, pero que el proyecto tomó forma al ver que las lechuzas que necesitaban tener un espacio propio en el parque: “Lo primero que pasó es que querían anidar en los arcos de fútbol, que tenían un caño donde se hacía un hueco y ellas se metían ahí. Una de las compañeras vio que en otros lugares hacían cuevas artificiales, entonces dijo ‘¿Por qué no hacemos cuevas artificiales?’. Entonces se hicieron las cuevas artificiales. Después, el problema fue que, un par de veces, veníamos y la cueva estaba salida, la habían vandalizado”. Por esta razón, comenzaron a construir un lechuzario con cuevas artificiales duraderas para alejar a las “lechus” de las canchas de fútbol y las pistas de atletismo.
“Decidimos pedir permiso para cercar el lugar. Preguntamos si podíamos poner unas rejas alrededor para poder proteger el lugar y nos dijeron ‘Sí, no hay problema’. Estos son postes de madera que fuimos encontrando”, dice, mientras señala la cerca que armaron para delimitar el lechuzario. “Están clavados en el piso con una red de balcón y con eso se armó el espacio”. Maggiolo también señala cuáles son los diferentes componentes de las cuevas artificiales: “Esto en realidad es un tacho de veinte litros. Está enterrado ahí abajo”. Señala, además, que el pasto que lo cubre “tiene un agujero. De ahí sale un caño de zinc, que tiene una pendiente determinada para que no se llene de agua”.
Mientras camina hacia la reserva ecológica del Sarmiento, zona donde hace poco avistaron ejemplares de lechuzón orejudo, Maggiolo reflexiona sobre la falta de acción ante cuestiones como esta, a pesar de que exista una preocupación: “Hay gente que por ahí mira y dice ‘¿Hay recitales? Uy, que pena, pero no se puede hacer nada’. Y a veces hay una mirada muy ‘ay, qué lindo, ay, qué pena’ y a veces falta una mirada crítica y autocrítica también : ¿Qué hacemos frente a esto?’ Esta bueno venir a ver las aves y es lindo verlas. Pero ¿solamente las vinimos a ver porque nos gusta o porque nos interesa qué pasa con ellas?”.
Maggiolo también habla del vínculo entre la situación de las lechucitas del Sarmiento y otras similares: “Hay cosas que pasan acá que también pasan en otros lados. Está bueno vincularse con otros lugares y otros territorios que también tienen inconvenientes. Entonces, a veces vienen personas para dialogar y conocer otras realidades. Ahí hay un poco de acompañamiento. Todo está vinculado, interconectado”.
El proyecto ha observado y registrado a cuatro camadas, compuestas por dos o tres lechuzas cada una. Integrantes como Laura Borse han publicado investigaciones científicas sobre el proyecto y las lechucitas. En 2017, la iniciativa obtuvo una declaración de interés por parte del Gobierno de la Ciudad tras dialogar con legisladores. Esto, según Maggiolo, les brinda algo de ayuda a la hora de velar por el bienestar de las lechucitas cuando se realizan los megarecitales, pero sigue siendo un desafío: “Lo que podés hacer es negociar. Decir, ‘bueno, dejame poner vallado acá, tratá de dejarnos entrar para cuidar, fijate esto?´ Estar acá haciendo presencia y cuidándolas cuando están los recitales.¿Qué hacemos para mitigar el impacto? Y la verdad es que tenés a las personas que están arriba diagramando y después tenés la gente acá que está laburando en el evento, que vinieron a armar las cosas y no tienen nada que ver”.
Otro de los desafíos que encuentra el proyecto son las modificaciones al parque, en especial cuando se tratan de eliminar zonas de árboles y arbustos en favor de instalar, por ejemplo, nuevas canchas. Mientras camina hacia una arboleda donde han avistado ejemplares de caburé, Maggiolo señala un área con pasto corto y algunos árboles. “Todo esto estaba lleno de vegetación, hasta un par de meses atrás. Cuando hicieron la pista de ciclismo, de repente sacaron todo, podaron todo. Había un montón de vegetación interesante, con un montón de bichos”, dice y agrega: “No es que uno esté en contra de ciertas cuestiones, el tema es que hay lugares y circunstancias donde hacer las cosas y donde no hacerlas”.
Dentro del proyecto, los roles de cada integrante no están muy definidos y los integrantes provienen de diferentes disciplinas. Gracias a esto, cada persona puede aportar algo distinto: “Pablo es sociólogo, Laura es licenciada en Comunicación, hay una chica que hace avistaje de aves, después tenés a Mabel que es técnica de jardinería, hay otra chica que es docente que quiere hacer una visita con algunos niños de primaria, que también se dedica al arte”, enumera Maggiolo, y completa: “Tenes gente que viene de distintos ámbitos que le interesa participar. Hay distintas formas de contribuir, porque a veces las circunstancias no permiten que uno pueda encontrarse físicamente. Estaría bueno encontrarse más, y poder sumar más gente al grupo”.
Maggiolo destaca la relación que se ha dado entre las lechuzas y las personas que van seguido al parque, como el equipo de atletismo: “Los chicos de atletismo, en general, tienen un muy buen vínculo con las lechus. De hecho, cuando diseñaron el logo para la camiseta, decidieron que le querían poner una lechu. También viene mucha gente a sacar fotos”. Pero, para Maggiolo, el proyecto no solo se trata de ayudar u observar a las lechuzas, sino de una “ayuda mutua interespecie”, como dice la cuenta de instagram del proyecto: “es también sobre lo que uno puede aprender de las lechus”, expresa.