Por Clara Belfiore
Fotografía: Guadalupe Gervasini

Fogwill: Muchacho Punk, la muestra sobre el multifacético escritor exhibe, por primera vez, los cuadernos personales, correspondencia, fotos, contratos y libros, que fueron donados por la familia del autor a la Biblioteca Nacional.

El Museo del Libro y de la Lengua presentó por primera vez la exposición sobre el escritor y publicista Rodolfo Fogwill, “Muchacho Punk”, con material de archivo inédito, fotografías, manuscritos, contratos, documentos, artículos, trabajos en publicidad y controversias. “Es un escritor que irrumpió en la literatura argentina como un meteorito”, manifestó el curador de la muestra Esteban Bitesnik. Desde el Museo, describen la personalidad multifacética del autor como “sociólogo interesado en la semiótica y el lenguaje publicitario, exitoso consultor de mercado de grandes tabacaleras, escritor laureado por Coca-Cola, editor independiente de colegas admirados y marginados, poeta, novelista que imaginó las atrocidades de la Guerra de Malvinas, lúcido analista que auscultó la transición democrática, advirtió sobre el legado cultural de la dictadura y reflexionó sobre la cultura política argentina”. El trabajo de curaduría y archivo fue llevado a cabo por el equipo integrado por Inés Ulanovsky, Inés Girola, Pablo Licheri, Verónica Rossi, Constanza Penacini y el mencionado Bistenik.

 

“El sueño de cualquier archivista”

Los platos y la comida estaban intactos, como si hubiese salido y estuviera por volver en cualquier momento. Sogas y pilotos hacían de su casa un barco. Había un altar dedicado a sus hijos con dibujos y cartas, plantas pico de gallo naranjas y sobre la chimenea, la foto de una mujer que no era ninguna de sus esposas.

“Estaba todo como él lo había dejado”, dijo la curadora y archivista Verónica Rossi y recordando la primera vez que había entrado junto a Vera, la hija de Rodolfo Fogwill, a la casa del escritor, después de su muerte. “Necesito que me acompañes a la casa de papá a ver qué hacemos con sus papeles”, le había dicho Vera y así sucedió el 29 diciembre de 2010.

“Era el sueño de cualquier archivista, encontrarse con un lugar que hablaba de Fogwill en cada uno de sus recovecos, en cada uno de sus papeles”, expresó  Rossi durante la apertura de la exposición “Fogwill: Muchacho Punk”. La casa del escritor era un desorden ordenado, cuenta la archivista Rossi. Estaba dividido por espacios para cartas de escritores, revistas con sus publicaciones, libros, música, hijos y náutica. Cada uno de los materiales fueron organizados en 27 cajas de correspondencia, inéditos, documentación, fotografías, artículos de diarios y revistas.  “Lo que se desprende de todo este archivo, cartas y correspondencia es también todo ese costado donde tejía una red de amistades, era muy consultado por sus colegas y escritores. Todo ese costado humano de Fogwill donde atendía a dudas y consultas específicas, ya sea por una palabra, un sustantivo, un adjetivo, cómo se puede decir tal cosa o tal otra”, expresó el curador Bitesnik.

Dentro del archivo, también se encontraron transcripciones a mano de poemas de Teresa de Avila de Jesús y canciones de Michael Jackson escritas en español como “You are not alone”. Rossi, en relación a la personalidad cambiante y curiosa de Fogwill, manifestó: “Él es una persona que se la pasó mudándose no solo físicamente sino también de profesiones”.

A partir de ese momento, se inició un proceso de varios años que tuvo entre sus momentos cúlmine la donación de los materiales por parte de familiares a la Biblioteca Nacional en el año 2022, un gesto valioso por parte de los hijos Andrés, Vera, Francisco, José y Pilar. Como explica la archivista del Museo del Libro y de la Lengua, Nuria Dimotta, hay “universidades de Estados Unidos que compran estos archivos” por lo que es “súperimportante, que se haya valorado la dimensión de lo que políticamente implica donar un archivo en la institución pública”.

La pileta

Como caminando en el fondo de una pileta, la luz proyecta sus olas plásticas sobre las figuras de los que la visitan. Los envuelve y arremolina. Fogwill nada junto a ellos boca arriba. Una brazada hacia atrás y el brazo derecho se extiende y sumerge en la serie fotográfica. Burbujas y gotas salpican las imágenes. El bigote blanco y tupido, los ojos colorados por el cloro y las antiparras sobre la frente. La mirada fija en quien lo espía.

Es la estación que invita a bucear en su faceta náutica. En las paredes de la habitación celeste ondean veleros, otro Fogwill (más joven) y el mar. Fuma, navega y comparte, con amigos y gaviotas. La gran ventana de los sueños se abre en la siguiente estación. Barcos que vuelan, humanitos, sueños eróticos, calvicie, cosas perdidas y pipas, son parte de su diario onírico. Fogwill está en su estudio rodeado de libros y cables que van construyendo una microciudad sobre su escritorio. En su desorden ordenado, el soñador se agarra la cabeza mientras lee aquello que acaba de tipear en la máquina de escribir.

Hay textos mecanografiados sobre páginas oxidadas con manchones, derramamiento de líquidos no identificados, tachaduras y círculos de tinta verde, roja y azul que dejan la impronta de su autor.

“Argentinazo: ¡Las Malvinas recuperadas!” (Crónica), “Estamos ganando” (Revista Gente), “Inminente recuperación de Las Malvinas” (Clarín), son algunas tapas de los diarios de 1982 que dan la bienvenida a la estación que lleva el nombre de su primera novela: Los Pichiciegos. “Pasaba por la casa de mi madre cuando la escuché gritar: ‘¡Hundimos un barco!’ Yo volví entonces a mi estudio y escribí una frase: ‘Mamá hundió hoy un barco’. A las ocho horas del hundimiento del barco de mi madre yo ya estaba escribiendo aquel libro”, contó Fogwill sobre aquella vez.

La novela narra un relato de ficción más cercano a la realidad de la contienda de las Islas Malvinas que aquella imaginada colectivamente por la sociedad Argentina después de haber recibido información manipulada por los medios masivos de comunicación que transmitían la versión oficial de la última dictadura militar. “Había terminado la guerra y es algo que todavía hoy no pudimos procesar, imagínense en ese momento”, contó el Director de Cultura de la Biblioteca Nacional Guillermo David.

Bitesnik habla de la urgencia de Fogwill de escribir al calor de los acontecimientos mientras sucede la guerra. Una escritura de la emergencia para interpretar su presente.

El sabor del encuentro

“Hoy la publicidad no es como la que se manejaba en las épocas de Fogwill. Fogwill habitaba en ese mundo donde estaba todo por conocerse todavía”, manifestó Bitesnik. De sociólogo a publicista, en los años 70 creó su propia agencia publicitaria Ad Hoc. Videos de su trabajo en marketing y focus group, viñetas de chicles Bazooka y el icónico eslogan de la cerveza Quilmes: “El sabor del encuentro”, están expuestos en la muestra.

Además, destaca la carta que recibió después de ganar el concurso en 1980 de “Coca-Cola en las Artes y las Ciencias” con el libro Mis Muertos Punk. En este episodio decidió romper el convenio de la compañía y publicar el libro en su propia editorial llamada Tierra Baldía. Las anotaciones y comentarios irónicos en la carta escritos a mano por Fogwill dan cuenta de su inconformismo. “Fogwill es un gran polemista”, explicó Bitesnik y continuó: “Es un escritor que por decirlo en términos muy actuales, políticamente incorrecto”. Rossi, aporta a este perfil que combina lo provocador y el escándalo mediático con una fuerte influencia del movimiento punk: “El era una persona que le gustaba las polémicas. Incluso en las cartas se ve”.

 

El último viaje

Rodolfo Fogwill fue un productor y producto de su época. Sus múltiples facetas no solo reflejan una persona en constante movimiento y con una gran inquietud intelectual, sino también las mezclas eclécticas de una época que incluye el legado cultural de la dictadura, la cultura política argentina y la transición democrática.

Fue un escritor leído especialmente por la generación que le fue contemporánea. Al respecto, Rossi expresa el deseo de que la muestra permita llevar a muchos jóvenes a descubrir a Fogwill y sus textos, que invite a seguir investigando, escribiendo sus biografías y a la activación del archivo.

El recorrido termina con un Fogwill que recorre el barrio de La Boca un día sin sol. “Empezamos con un Fogwill casi desnudo y terminamos con un Fogwill abrigado y con gorro de lana”, explica Bitesnik. Al lado de las imágenes del documental El último viaje, la frase del escritor: “Escribir es pensar, y es un eslogan mío”.

 

“Fogwill: muchacho punk” se puede visitar hasta el 31 de julio de 2025 de martes a domingos de 14 a 19 en el Museo del Libro y de la Lengua (Av. Gral. Las Heras 2555).