Por Martín Calderón
Fotografía: Gentileza Martín Zabala

El Club de Reparadores junto a la biblioteca del Instituto Goethe de Buenos Aires, realizaron una jornada de restauración electro-textil para promover la sustentabilidad de los objetos y promover el consumo responsable. Una biblioteca de cosas.

El Club de Reparadores tomó prestada la biblioteca del Goethe-Institut Buenos Aires para una jornada de restauración electro-textil, el jueves último. Ubicada en plena avenida Corrientes del microcentro porteño, dentro de ella desplegaron largas mesas en las que se reunían los asistentes. “Invitamos a personas que tengan saberes de reparación o que tengan objetos rotos, en este caso en particular de los rubros de electrónica o pequeños electrodomésticos y ropa para reparar en conjunto”, comentó Melina Scioli, organizadora del evento y fundadora del Club.

Al respecto del encuentro entre las dos organizaciones, Nicole Narbebury del Goethe-Institut, mencionó que “nació por el mes de sustentabilidad que realizamos en octubre junto al Club y con Amigos de la Patagonia, funcionó muy bien y lo quisimos repetir. Parte de las propuestas del instituto de este año era fomentar más la sensibilización en estas temáticas y nos interesaba el trabajo con gente local y conocer gente nueva, para que también conozcan nuestra biblioteca y armar un puente con personas desconocidas”.

Como parte de las convergencia, Narbebury aprovechó para destacar: “Tenemos una parte de objetos que se pueden prestar, como carpas y máquinas de coser. Se llama biblioteca de las cosas y la idea es darles un uso más comunitario a algunos objetos que quizá las personas no puedan acceder a tener en una casa”.

Sobre la historia del Club de Reparadores, Melina Scioli relató que “comenzó en 2015, hace casi diez años, un poco enfrentado a la sensación de que las cosas duraban cada vez menos y que teníamos que hacer algo para promover la reparación de lo que estaba cayendo en desuso. El espíritu fue tratar de que la reparación sea algo posible, deseable, accesible y divertido, eso se da en los eventos”.

Asimismo, aclaró que “la reparación enfrenta muchas barreras para poder ser exitosa. Una tiene que ver con la disponibilidad de partes o de herramientas muy específicas. En el caso de la electrónica, uno tiene que tener manuales que te indiquen cómo desarmar un objeto, como rearmarlo y dónde están sus componentes. Por eso es tan relevante la idea del derecho a reparar, esto es que tanto consumidores como personas que se dedican a la reparación puedan acceder a partes, manuales y repuestos competitivos que no hagan que comprar uno sea más caro que reponer todo el objeto. Todo esto es importante a la hora de pensar qué tipo de relación queremos tener con los productos que consumimos”.

Lucas De Gaspe es voluntario del club desde este año, “me invitó mi compañero Santiago que venía laburando con ellos hace rato”, declaró mientras hacía una pausa de una licuadora bastante antigua y el mencionado hacía lo propio con unos auriculares blancos bluetooth de vincha. “Yo empecé a reparar cosas porque me gustaba prolongar la vida útil y me parece que la movida que se está haciendo acá de brindar el espacio para que algunas cosas que no son redituable reparar en un servicio, o que las empresas empujan y avalan que sean descartadas, puedan ser rescatadas y salvarlas de la basura para seguir usándolas”, narró.

En el aspecto personal, subrayó que es “técnico electrónico, vivo de reparar cosas como plaquetas, circuitos, microsoldaduras, entre otras. Pero también máquinas mediante Linux, apuntando a devolverle el control del hardware al usuario y no que el usuario sea esclavo de su software y que por eso se vea obligado a cambiar de máquina. Hay muchas distribuciones de Linux que ayudan a levantar computadoras viejas, esa es una de las promesas fundamentales del software libre, que mediante el control de las herramientas uno puede ser dueño de su propio hardware, y no usado por la empresa fabricante del software para fines espurios”.

Lisi González fue profesora de la Universidad de Palermo y también es voluntaria del club “de todo lo que sea textil, ya sea desde una prenda hasta una pelota o un muñeco. Arreglamos todo manera gratuita, con los materiales incluidos y, si la persona tiene ganas, si tiene tiempo, le mostramos alguna técnica de costura o como funcionan las máquinas”. Detalló que “en general, traen ropa. La verdad es que la gente se acerca para todos los elementos que se puedan reparar; viene y pregunta. Y cuando les decimos que sí se puede, se ponen muy contentos. Por ahí encontramos impedimento, si hay una prenda que tiene una máquina muy específica, porque nosotros estamos trabajando con máquinas básicas y no todas las prendas se arreglan con máquinas básicas. Pero suelen traer cosas no muy complejas, de uso cotidiano. Aunque nos han traído vestido de fiesta, vestido de novia, todo lo que te imagines. Y lo reparamos”.

Consultada al respecto de cómo se unió, respondió que “por las redes. Siendo docente ya es una tendencia que esto viene hace un montón. Además, soy vestuarista de teatro y a veces iba a las ferias de intercambio. Vine a arreglar y después me enganché y, cuando puedo, vengo de voluntaria”.

“Ya se está haciendo ropa de ropa, ya se está haciendo hilados de ropa reciclada que con eso se hace ropa nueva. Y los negocios de marcas, percheros con ropa usada, como en H&M. Por ahí lo hacen como de caripela, pero es una tendencia”, argumentó. De igual modo, contó que “acá hay una galería especial para eso, La Quinta Avenida, en Talcahuano y Av. Santa Fe. Tiene tres pisos y se dedica hace 20 años a eso y están especializados, tenés el negocio de los años 70, de los 60, el negocio de zapatillas, etc. Otro lugar que hace mucho que está con eso, pero recién ahora está resurgiendo, es La Casa del Teatro. Es un lugar donde las actrices y los actores conocidos donan ropa para que la gente vaya y lo compre, con el plus de que cuando uno lo compra, ese dinero va hacia esa Casa del Teatro que es donde viven actores que no tienen donde vivir, es como súper circular”.

De Gaspe sostuvo, con respecto a las empresas, que “Microsoft y Apple son las peores. Ellos necesitan venderte, lo que pasa es que Microsoft vende nada más que software, entonces tiene que justificar su oferta impulsando la demanda. Las tecnologías crecen y crecen en un sentido que no siempre está ligado a las necesidades de la sociedad”.

“El crecimiento del ancho de banda, que lleva aparejado la posibilidad de poder transmitir más cosas, tiene la contraparte de que le puede pedir más cosas a tu hardware. El hecho de que una máquina que hace seis años funcionaba perfecto para internet y ahora te dicen no, le falta RAM, vos decís ¿por qué me falta RAM? Y bueno, porque te estoy ejecutando un programa que me hizo un pibe que no le dejaron tiempo para hacerlo mejor, y es una cuestión meramente de método, de cómo funciona la industria”, agregó.

Por su lado, González opinó que “hay muy pocas que tienen buena calidad. No tiene nada que ver la calidad con la marca. Podemos ir a Flores y conseguir algo de mucha calidad, venir acá y comprar en un shopping y no. Los costureros son los mismos, la tela es la misma, no cuesta nada. Lo demás es marketing e impuestos, acá el 60% del costo de la ropa, si no más, son los impuestos que se les pone, la modelo, la campaña, el alquiler… El shopping es pérdida, además del alquiler les piden el 8% de las ventas, pero tienen que estar para que la gente no se olvide”.

Julieta Morosoli es cofundadora del Club de Reparadores y recalcó: “tenemos algunos criterios más éticos de no trabajar con determinadas empresas extractivistas o cosas así. Eso no lo hacemos. Las empresas muchas veces hacen actividades de puertas para adentro. Está buenísimo, porque quieren promover algunos valores, pero nosotros con determinado tipo de empresas decidimos no trabajar. Porque es una ética que tiene que ver con lo que buscamos, que es proteger el ambiente. Entonces, sino hay como una doble moral en algunas cosas”.

Por la veta legal, Melina Scioli adelantó tener “intención de, el año que viene, impulsar algo. Sentimos que muchas de esas discusiones están teniendo lugar en Europa, donde hay una decisión respecto de cómo se fabrican las cosas que es mucho más influyente que la que podemos llegar a tener en nuestro país en términos del ecodiseño y de cómo se conciben los aparatos para ser más durables. Nos parece importante resaltar el trabajo de las personas que se dedican a la reparación, por ello creemos que sería valioso tener proyectos de ley que impulsen, favorezcan o generen mejores condiciones para este sector”.

En este sentido, Narbebury agregó que, en Alemania, país con el que el instituto está muy relacionado, “tienen una postura muy fuerte con respecto al reciclaje, tienen variedad de tachos para tirar las diferentes cosas y está todo más legislado. Tachos de ropa, plásticos, vidrio verde, vidrio amarillo y otros tipos de vidrio, lo orgánico de lo no orgánico… Tienen todo muy segmentado”.

González, que vive medio año en Chile, precisó “en Atacama se encuentra el desierto de la ropa, se tira ahí, se abandona y va mucha gente a buscar ahí, sobre todo los inmigrantes para vender. Gran contaminación”, a la vez que estimó “creo que no están trabajando sobre eso”.

Consultada sobre las tendencias, Melina Scioli dijo que “hay un sesgo en términos de que en los encuentros se traen cosas que uno puede cargar. De esas cosas portables, hay unos clásicos: las minipimer, que todas tienden a tener la misma falla que es una parte que se desgasta con el uso y la fuerza del motor, y muchos auriculares, creo que es algo que uno tiene capaz en la cartera o la mochila y cuando uno deja escuchar de un lado, llegan al club”.

Morosoli, coincidió e incluyó pavas eléctricas, cafeteras y celulares: “la mayoría de las reparaciones son bastante simples, a lo mejor es el pin de carga o la pantalla, que eso sí, requiere traer por ahí el repuesto”. Al respecto de las minipimer, añadió que “cuando se rompe ese engranaje adentro, es una pieza que no se consigue fácilmente y muchas veces ya no existe como repuesto”. Si bien con impresión 3D hacen muchas piezas faltantes como manijas o teclas, aclaró que “sirve para generar partes que ya no se consiguen, pero justo esto de las minipimer, no”.

Por el lado textil, González recalcó que “en cuanto a los hombres, vienen con ropa destrozadísima y que aman, pantalones que tienen 20 años, y, por el lado de las mujeres, por ahí algún ajuste de prendas que tienen o que se compraron. A mí me da la sensación de que los hombres tienen un amor así como indefinido, sin nombre, hacia alguna prenda que le queda recontra bien, que le calza muy bien y no la quieren tirar hasta el último momento. Pantalones que están transparentes. En general son hombres que por ahí no son tan fashion, esos o más jóvenes por ahí traen alguna prenda así como para ajuste y demás”.

Para seguir restaurando, Narbebury aprovechó para comentar que el sábado 23 de noviembre por la tarde realizan “un taller de profundización en impresión 3D” mientras que Morosoli mencionó “vamos a estar en una feria de Navidad del Gobierno de la Ciudad en la que vamos a estar reparando juguetes y textiles. Todavía no está confirmada la fecha, pero será alrededor del 17 o 18 de diciembre”.