Se estrena en el Gaumont Oda Amarilla, un documental en el que Lucía Paz captura momentos entrañables de su madre, diagnosticada con Alzheimer, y explora los mecanismos por los que fluye la memoria.
“Mi madre tiene Alzheimer temprano e intento llegar a ella sin que medien las palabras. En un viaje de recuerdos que se fragmentan y que pierden anclaje, rastreo las piezas que nos sigan uniendo, como en un intento desesperado de atrapar nuestra historia”, relata la cineasta Lucía Paz sobre el proceso detrás de Oda Amarilla, su primer largometraje documental, que llega al Cine Gaumont (Av. Rivadavia 1635, CABA) este jueves y permanecerá en cartel hasta el 13 de noviembre. La película, que ya ha recorrido diversos festivales y ha sido galardonada como Mejor Largometraje Nacional Documental en el Festival Luz del Desierto 2024, además de recibir tres premios en el Festival Audiovisual Bariloche 2024, se presenta como un espacio de reflexión sobre la memoria, el amor y la construcción de la identidad.
Construida en primera persona, la cinta nos sumerge en el íntimo camino de Lucía para capturar los recuerdos de su madre, Analía Amarilla, diagnosticada con Alzheimer a los 52 años. Frente a esto, Lucía decidió empezar a rescatar recuerdos de su madre y a construir un retrato documental de su vida. Sin embargo, en las primeras conversaciones se dio cuenta de que los recuerdos de su madre ya presentaban lagunas y fragmentaciones, lo que la llevó a emprender un proceso personal de memoria: comenzó a recordar su propia historia compartida, desde su perspectiva como hija. “Cuando empiezo con este ejercicio de recordar, me di cuenta de que algunas cosas que veía en mi mamá, y que inicialmente atribuía a la enfermedad, también me ocurrían a mí, a mi abuela e incluso a amigas. Esto me llevó a reflexionar sobre los mecanismos de la memoria: qué recuerda cada uno, cómo lo recuerda, qué se repite, qué se destaca. Así, la película empezó a enfocarse en esos procesos y en lo que activa la memoria: una fotografía, un espacio, un encuentro, una comida, una canción”, comenta la directora, en diálogo con ANCCOM.
La película originalmente estaba concebida como una ficción inspirada en Afterlife, la cinta japonesa que explora la idea de elegir un recuerdo para llevar a la eternidad. “Al principio pensaba en reconstruir recuerdos que mi mamá quisiera ver reflejados», comenta Paz. Sin embargo, el proyecto evolucionó hacia un documental. “Prevaleció la intención de retratarnos a ambas, a Ana y a mí, en este intento de salvar y sostener un vínculo donde la memoria se escurre pero, a la vez, puede seguir construyéndose, aunque sea de una forma más instantánea”, reflexiona.
El documental, filmado en tres etapas a lo largo de un año y medio, también encontró en el agua un símbolo clave, especialmente en el vínculo entre Lucía y su madre. “Cuando me pregunté qué recuerdo importante podría representar en la película, lo primero que vino fue el jugar en el mar con ella, las dos enfrentando las olas,” relata.
“Huelo el agua del mar. El olor me recuerda a una casa. La casa a una mujer que está olvidando que es mi madre. Recojo piezas de un rompecabezas pasado y me propongo reconstruir algo de nuestra historia compartida, pero la memoria hace agua”, esboza la sinopsis del documental. Y Lucía explica:“El agua terminó siendo una gran contenedora de nuestros recuerdos, y una aliada crucial de la película en esa capacidad que tiene de fluir, de unir, de arrasar, de inundar. Creo que el agua tiene la capacidad de expresar lo indecible, y al mismo tiempo, cuando el espectador ve esas imágenes de madre e hija en la playa puede comprender profundamente algo de su propia historia”.
Este vínculo tan cercano y lleno de emociones también se extiende al público: “La película mueve emociones personales en quienes la ven, y eso me parece súper valioso”, comparte Paz. Reflexionando sobre el proyecto, añade: “Me suelen preguntar mucho sobre el aspecto personal del proyecto y el homenaje a mi mamá, pero yo siento que hacemos cine para conmover a otros. Ver las lágrimas en los ojos de los espectadores o escuchar las palabras que resuenan, hace que todo cobre sentido. Esta película abre reflexiones, invita a preguntas y conecta con historias y vínculos propios de cada uno. Es algo íntimo que lleva al espectador a la propia intimidad. Y eso, al final, es lo mejor que podemos haber logrado”.
Oda Amarilla se proyectará en el Gaumont con tres funciones diarias (12:30, 14:15 y 20:10) hasta el 13 de noviembre y luego se estrenará el 14 de noviembre en La Plata y el 21 de noviembre en Oberá.