Por Alma González
Fotografía: Captura de pantalla de La Retaguardia

Los sobrevivientes Raúl Antonio Morello y José Manuel Vázquez relataron sus padecimientos en una nueva audiencia que investiga los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura en la Mansión Seré y la zona de Moreno.

José Manuel Vázquez

“Me dicen que me van a matar, que les diga dónde quiero el tiro, que diga unas palabras para mi esposa”, relató Raúl Antonio Morello, víctima, sobreviviente y testigo en la megacausa Mansión Seré IV y RIBA II durante esta séptima audiencia, en torno al momento en que creyó que lo iban a matar: “Que los perdonen a ustedes, no saben lo que están haciendo”, fueron las sílabas pronunciadas por Morello aquel día como últimas palabras, durante ese simulacro de fusilamiento.

El martes 22 de octubre se realizó la séptima jornada judicial en la que hubo cuatro personas que declararon sobre los crímenes perpetrados en la ciudad de Moreno y otras localidades de la zona oeste de la provincia de Buenos Aires, bajo la jurisdicción se la Fuerza Aérea. En la sesión estuvieron presentes de forma presencial los imputados Julio Cesar Leston y José Juan Zyska, mientras que los otros tres acusados, Juan Carlos Vázquez Sarmiento, Ernesto Rafael Lynch y Juan Carlos Herrera estuvieron presentes de manera virtual, a través de la aplicación zoom. Prestaron testimonio, además de Morello, Ana María Wenk, esposa de Morello, José Manuel Vázquez, sobreviviente, y Norma Beatriz Rivas, testigo de concepto por el imputado Zyska, quien pronunció una declaración escueta y carente de significación para la causa, que no parece aportar a favor del imputado, corolario de una defensa ineficaz.

Morello, primera persona en testimoniar en esta audiencia, declaró haber vivido la escena de arrodillarse con un arma apuntando a su cabeza en repetidas oportunidades, sumado a diferentes vejaciones que vivenció en sus casi 60 días de cautiverio y tortura atroz llevadas a cabo en diferentes centros clandestinos de detención a lo largo de zona oeste: “Alguien me agarraba de los pantalones. Me empezaron a pasar la picana eléctrica por los genitales, por el cuerpo”, expresó y agregó que les pidió por favor que les sacaran las esposas porque tenía las muñecas muy hinchadas: “Me las dejaron ‘para que me haga hombre’”, detalló el testigo acerca de lo que fue una de las más brutales torturas que sufrió, que tuvo como consecuencia para su persona una grave hemorragia interna.

El objetivo de este accionar macabro era interrogarlo acerca de la labor religiosa y comunitaria que desempeñó en barrios carenciados. El testigo hizo hincapié en las tareas sociales que desempeñó en su comunidad, su trabajo en el barrio, la impartición de catequesis a jóvenes y demás. Lo creían el “ideólogo” de una corriente subversiva y le preguntaban por Aldo Ameigeiras y Alejandro Miceli. A su vez, reflexionó sobre cómo su vinculación religiosa le fue necesaria para afrontar aquel calvario: “Me sirvió mucho el monasterio, me imaginaba qué estaría haciendo un monje en mi situación: estaría rezando”, sostuvo el testigo. “Un día antes de la liberación nos traen una comida, nos sacan de la celda y nos hacen sentar en el patio”, relató. Le preguntan si él era “el padrecito”, lo hacen rezar un Ave María y un Padre Nuestro y el 25 de diciembre de 1977 lo liberan en Devoto. “Tenía las piernas quemadas por la corriente eléctrica. La brutalidad de la picana me quitó la tartamudez y a la vez la alegría. Creo en que ninguna foto nadie me va a ver sonriendo”, sostuvo la víctima en respuesta a cuáles fueron las consecuencias de la tortura sufrida. En sus palabras finales reflexionó: “Yo lamento que el código procesal penal para estos delitos no haya contemplado que los imputados estén presentes en la audiencia, para mirarlos a los ojos y medir su altura. No tienen la obligación de asistir, como a mí sí me obligaron a arrodillarme”.

Wenk, la esposa de Morello, también declaró como testigo en la jornada por la desaparición de su marido: “Estaba en el centro de Moreno esperando el colectivo. Se acercan lo que nosotros conocíamos como las Tres Marías: camionetas celestes de la aeronáutica”, comenzó a relatar acerca del día del secuestro. “Nos pusieron contra la pared y se lo llevaron a él”, sostuvo Wenk y especificó cómo se desarrolló el arduo proceso para lograr dar con su paradero: “Fue surgiendo una lista de personas a las que pedirles socorro”. A los días de desaparecer su marido, se llevan a una pareja amiga del matrimonio, que se suma a la lista de búsqueda de personas que realizó Wenk. Varios le cerraron la puerta en la cara, pero logró dar con el contacto de la esposa de un brigadier que intentó conseguir información: “Le pedí que preguntara por los tres, ella me dijo que no y respondí: “Bueno, si tengo que elegir, elijo saber de ellos dos (refiriéndose a la pareja) porque tienen un hijo”. La mujer finalmente resolvió averiguar también por la pareja amiga y a través diferentes gestiones se logró su libertad. “Decían que iba a haber una amnistía grande en Navidad, que probablemente estarían en ese listado”, expresó Wenk acerca del proceso de liberación. Aquel día, la mandan a la Policía Federal y espera en un kiosco para ver mejor: “El primero que salió fue Raúl”, relató la testigo. Pero luego a su esposo lo hicieron entrar de nuevo. Se hizo tarde y se fue a la casa de una amiga a esperar al día siguiente. Temprano en la mañana, llegó a la comisaría y le dijeron que ya habían liberado a su marido. Como no había forma de comunicarse, volvió a Moreno descreída y dispuesta a hacer su recorrido y seguir su búsqueda, pero afortunadamente, “Raúl ya estaba en casa. Fue una situación muy traumática, pero de alguna manera pudimos sobrellevarla porque siempre estuvimos acompañados por esta comunidad. Eso nos dio fortaleza para seguir adelante, para ver qué queríamos: queríamos ser médicos y ser parte del pueblo más doliente”, sostuvo Wenk.

“Sí, es Vázquez”

“En un momento escucho pasos de atrás. Me tiran contra el tejido. Me apuntan con pistolas. Me revisan. Me sacan el documento y dicen: ‘Sí, es Vázquez’”, expresó el testigo y víctima José Manuel Vázquez relatando en detalle el momento de su detención, que tuvo lugar en la parte sur de la estación del Ferrocarril Sarmiento en la localidad de Moreno el 23 de abril de 1977. Lo sorprendieron en la calle. Lo interceptó una camioneta de la Aeronáutica. Logró ver otro auto, un Peugeot donde se encontraba un conocido suyo dentro y logra preguntarle: “¿Caíste vos también?”, antes de que lo suban a la camioneta y se lo lleven. Dieron una larga vuelta por varios lugares hasta llegar a su lugar de detención. Lo bajaron y lo metieron en un calabozo. Le sacaron las esposas, pero seguía con las vendas en los ojos. Allí volvió a encontrarse con su conocido: “El tipo estaba condenado, pero quería salvar a su hijo y a su esposa”, sostuvo el testigo en relación al momento en que esta persona le reconoció que tuvo que hacer un “canje” entregando su nombre a cambio de salvar a su familia. En las torturas que le fueron ejecutadas, reconstruye que los represores “querían saber a quién conocía de Montoneros, del ERP, del Partido Comunista, si conocía al cura Pepe. Se suponía que yo tenía que saber algo”, sostuvo el testigo. También relató las condiciones a las que fue sometido en sus días de cautiverio: “Una de las peores torturas al ser humano es la sed insoportable”, en referencia a la casi nula alimentación que mantuvo aquellos días, en los que ni siquiera tuvo acceso al agua. Relató que tenían que hacer sus necesidades en la celda, ya que no había baño y que, además, no les proveyeron elemento alguno para resguardarse del frío. “Parece que te van a largar”, le dijeron antes de su liberación.

Un día lo cargan esposado y tabicado y lo dejan en un descampado a cinco cuadras de su casa: “Escuché un avión y tuve la certeza de que estuve en la base aérea de Moreno”, continuó Vázquez. En torno a la pregunta acerca de las consecuencias que le trajo el secuestro expresó: “No me quedó ni odio ni rencor, ni sed de venganza. Pero hasta el día que me muera voy a pedir memoria, verdad y justicia”.

Cerrando su testimonio, el testigo reflexionó acerca de las implicancias y consecuencias que ocasionó el accionar de la última dictadura militar para el país: “¿Cuál es la razón por la que cometieron semejantes atrocidades?”, se preguntó y a modo de respsuesta enumeró una serie de hechos: la implicancia económica que dejó la dictadura, ligado a un modelo que quisieron instalar formado por la adquisición de deuda externa, emparentados con las familias más adineradas del país y vinculado al sector empresarial. Además, mencionó la relación del golpe con la pata civil que lo sustentaba y con un proceso orquestado a lo largo de la región sud del continente: el Plan Cóndor, que devino en la Guerra de Malvinas, conflicto que el testigo denunció que estuvo plagado de tormentos para los conscriptos, ejercidos por sus militares superiores. Sin embargo, el tribunal juzgó que estas reflexiones no eran pertinentes a los hechos de la causa y apresuraron su finalización.

De todos modos, ya en diálogo con ANCCOM, el testigo amplió su análisis y enfatizó el rol de la parte de la sociedad civil que convalidó el golpe y de las cúpulas eclesiásticas durante la dictadura: “Son responsables de las muertes, de la desaparición, de los robos de bienes materiales, las violaciones… Deben ser condenados de por vida. La historia debe condenar estos actos”.

En relación a su mayor anhelo, José Manuel Vázquez dijo: “Lo que yo quiero es imposible, es un deseo, un sueño: me gustaría que estos represores que hoy están sentados en el banquillo, que tienen derecho a la defensa que nosotros en aquella época no tuvimos, nos digan dónde están los compañeros desaparecidos. ¿Qué les cuesta? ¿Por qué no lo dicen? Yo sé que me queda poco tiempo, me voy a morir sin saber lo que pasó, qué hicieron, dónde están”.

La próxima audiencia de la causa se llevará a cabo el martes 5 de noviembre, debido a que este juicio comenzará a alternarse con el de Campo de Mayo. Se podrá acceder a lo que suceda en el tribunal a través de la transmisión de FM en Tránsito y La Retaguardia, o bien, de manera presencial en el Tribunal Federal Oral N°5 de San Martín, ubicado en Pueyrredón 3734.