Cae el empleo en la industria cinematográfica actual a partir de las nuevas políticas que redujeron el financiamiento a las producciones audiovisuales.
Como consecuencia del desfinanciamiento del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) y de la crisis económica que atraviesa el país, la producción cinematográfica nacional descendió a niveles mínimos y miles de puestos de trabajo corren peligro. La actividad entró en un tobogán luego de la resolución 16/2024 del organismo, emitida el mes de marzo, que congeló la asignación de financiamiento a proyectos audiovisuales, y tras el decreto 662/2024 del 27 de julio, que reglamentó que cada proyecto debe contar, como mínimo, con un cincuenta por ciento de financiamiento propio para recibir algún incentivo económico.
“La realización de películas argentinas tiende a cero en un sentido cuantitativo. Nosotros, los distribuidores, lo notamos porque si no hay largometrajes no tenemos trabajo”, remarca Manuel García, presidente de la Cámara Argentina de Distribuidores Independientes de Cine. En consecuencia, resalta que “es un impacto progresivo si comparamos el año anterior con este, en donde la cantidad de obras se reduce. Si no hay una política cultural activa, el 90% del cine nacional no va a tener posibilidades de hacerse”.
Desde su rol, destaca que los estrenos que se están dando este año son producciones que se realizaron durante la gestión anterior. Más allá de películas financiadas por plataformas de streaming internacionales, en este momento “no se está filmando nada”.
Así lo percibe Ramsés Tuzzio, director de Orégano: La Familia Fracaso, película independiente recientemente estrenada en el Cine Gamount: “Se producen muchas menos películas a nivel comercial y estas deben buscar otras alternativas para financiarse”.
Esta caída deja sus efectos en el mercado laboral del sector. Según Tuzzio, “el trabajo y las producciones cayeron mucho. Varios perdieron su trabajo o directamente no consiguen empleo exclusivamente en producciones audiovisuales, teniendo que mutar a otros rubros”.
Un informe del INCAA publicado en septiembre del 2023, anotició un crecimiento del 45% del trabajo registrado en la industria entre 2007 y 2022. Según el Sindicato de la Industria Cinematográfica Argentina, el año pasado se registraron 28.565 puestos de trabajo y se realizaron 79 largometrajes de ficción. Este número de películas y empleos corren peligro y la oferta laboral ya se ve afectada.
Corina Safer trabaja como sonidista desde hace seis años en producciones audiovisuales y es su principal fuente de ingreso. Más allá de que subraya que la gran mayoría del empleo disponible es por relaciones y contactos, resalta que “del año pasado para atrás era un mercado laboral grande”.
Sin embargo, lamenta que hoy la situación “es un desastre: Hay una falta de trabajo angustiante, se vio disminuida la oferta de forma abrupta en unos pocos meses. Conozco gente grosa que está trabajando de Uber o de otras cosas por fuera del sector. Estamos todos en números rojos, hicieron mierda la industria». En ese sentido, señala que antes con sus ingresos vivía bien, dándose algún que otro gusto, pero que ahora tiene que ajustarse, restringiendo consumos por la falta de flujo de ingresos y de trabajo.
García detecta que la situación actual de la industria cinematográfica es similar a la que atravesó en la pandemia: “Hay mucha gente calificada con trayectoria en producción, técnica, actores y actrices sin trabajo. Todo eso está volviendo a pasar, pero ahora con la diferencia de que no hay un Estado presente que ayude y las políticas que se prometen a futuro no permiten pensar que esto pueda revertirse”, remarcó.
A su vez, la falta de trabajo y la ausencia de legislación laboral en el área afecta negativamente las condiciones laborales de los trabajadores. Julieta Muriel es asistente de producción de efectos visuales y destaca que, si bien en esta línea hay una buena oferta de trabajo, “es un mercado muy demandante y bastante precarizado. Es el único rubro que no tiene un sindicato. En otros hay un tarifario con el cual uno se puede regir, pero este no es el caso. Una regulación sería clave para mejorar las condiciones y el flujo de trabajo”, recalcó.
Asimismo, Safer cuenta que hay gente que se aprovecha de la crisis en el sector: “Por la necesidad que existe ahora, están acortando un montón los presupuestos y muchas veces se ofrecen salarios de hace dos años atrás. Por la necesidad de trabajo, la gente los agarra”.
Al mismo tiempo, también está siendo afectada la posibilidad de exhibición, luego de la desreglamentación de la cuota de pantalla nacional en cines comerciales. El Decreto 662/2024 también le otorgó únicamente al presidente de la institución, Carlos Pirovano, la facultad de fijar dicha cuota, aunque no especificó el mecanismo o criterio para hacerlo. Esto termina de generar un caldo de cultivo esquivo para la industria audiovisual nacional, atentando contra el financiamiento de las producciones independientes y limitando sus posibilidades de exhibición.
Según García, “no se produce y lo que está producido no tiene un impacto público. Las herramientas que tiene el cine argentino para ser exhibido las eliminaron. Es extraño porque se supone que esta era la gestión que se quejaba de que el cine argentino no tenía audiencia”. En esa línea, subrayó que la situación es una especie de profecía autocumplida por parte de la política cultural por parte del gobierno: “Decían que nuestro cine no tenía audiencia y hoy está mal financiado y está mal promovido. El cine argentino está siendo sometido a una muerte lenta”.