Por Trinidad Viazzo
Fotografía: Oriana Estrada

Septiembre marca un antes y un después para millones de trabajadores y estudiantes que cruzan diariamente el umbral entre el Gran Buenos Aires y CABA. La eliminación de subsidios y el aumento de tarifas perjudican su acceso a empleo y educación.

 

A partir del 16 de septiembre, en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), aumentarán un 40 por ciento las tarifas de trenes y subtes, y 37,5 los colectivos. A esto se le suma la reciente decisión del Gobierno nacional de eliminar los subsidios para las 31 líneas de colectivos dentro de la ciudad, junto con la quita del «boleto integrado», lo que llevará el pasaje promedio a más de 700 pesos, cuando el mínimo actual es de 270.

“Estos aumentos me están matando, estoy pensando hasta en cambiar de trabajo”, expresa con preocupación Silvia Hernández, quien trabaja en un alquiler de bicicletas en San Telmo y vive en Florencio Varela. “Pero allá tampoco hay laburo. Así que al final, no sé si gastar mi sueldo en el viaje o quedarme sin ingresos”, se ríe con frustración.

El secretario de Transporte de la Nación, Franco Mogetta, justifica la medida: «Traspasamos las líneas de colectivos a CABA para eliminar privilegios con respecto al interior», declaró. Aunque esta decisión pretende ahorrar recursos al Gobierno, su impacto directo en el costo de los viajes diarios es innegable.

Horacio Jara, docente en una escuela porteña, critica la medida: “La eliminación del subsidio a la Red SUBE y el aumento encubierto de tarifas no se corresponden con los aumentos salariales”. Además, señala que el ajuste afecta no sólo al bolsillo de los usuarios, sino también «el acceso de los alumnos a la educación». Muchos estudiantes del conurbano enfrentan ahora una barrera económica que les dificulta asistir a clase con regularidad.

El impacto de estas medidas va más allá del encarecimiento de los viajes. Fragmenta aún más la cohesión social y económica del AMBA. “El mes pasado gasté aproximadamente 17.500 pesos en transporte. Con los ajustes, voy a empezar a gastar más de 68.800, es una locura si considerás que sólo estoy viniendo a estudiar”, dice Facundo Cancela, un estudiante de Quilmes que viaja a Capital para cursar. “Siento que ignoran esta realidad”, agrega.

“Salgo de trabajar de noche y no tengo opción más barata, porque los trenes ya no pasan a esa hora. Termino tomando dos colectivos y me sale un ojo de la cara. Si me siguen aumentando, no sé cómo voy a hacer”. Lautaro trabaja en un restaurante de Recoleta y hasta hace poco su gasto diario en transporte rondaba los 600 pesos, pero con las nuevas tarifas, superará los 1.400 diarios: “Una cifra insostenible para alguien que cobra el salario mínimo”, afirma.

La eliminación del «boleto integrado» agrava el ajuste del transporte para los habitantes del conurbano que viajan a la ciudad, incrementando los costos y complicando los desplazamientos entre distintas áreas metropolitanas.

Pero el costo del viaje diario no es el único precio a pagar, el tiempo también es un recurso que se gasta. “Es una locura el tiempo que se pierde», dice Marcela López, madre de dos hijos y empleada en una empresa de limpieza en el centro porteño. “Y ahora no sólo tardo casi dos horas en llegar a mi trabajo, sino que tengo que gastarme mi sueldo en un servicio que ni siquiera funciona bien”, se queja.

Las nuevas medidas agudizan las desigualdades en el transporte público y ponen en riesgo la movilidad y la equidad en el acceso a recursos esenciales.