El St. Pauli debutó en la Bundesliga y sus hinchas argentinos lo siguieron desde un bar de Caballito. Banderas LGTB y del Che Guevara se mezclaron con sus insignias marrones.
El reloj marcaba las 17:30 en la ciudad de Hamburgo, cuando en el Millerntor Stadion 30 mil personas alentaban al F. C. St. Pauli. Del otro lado del atlántico, a 11 mil kilómetros de Hamburgo, sesenta personas abarrotaron el bar “Dr. Birra” en el barrio porteño de Caballito, para ver en pantalla grande ese mismo partido. En la Argentina era pleno mediodía cuando se acomodaban en sus lugares decenas de personas vestidas con camisetas marrones y blancas, con el escudo del club St. Pauli presente en gorras, bufandas y vinchas.
“Siempre viene mucha gente pero hoy creo que estamos en nuestro récord de convocatoria”, afirma Jairo Schmidt, quien forma parte de la agrupación “Piratas del sur”, el fans club oficial del St Pauli en Argentina. El humilde club no pisaba la primera categoría Alemana desde el 2011: su nuevo ascenso es un acontecimiento que la peña de Buenos Aires no se podía perder. La Bundesliga es considerada como la quinta mejor liga del mundo, según Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol. Por lo tanto la llegada del club es todo un acontecimiento. Pero por qué, esté pequeño club alemán convoca a decenas de personas Caballito?
Mucho más que fútbol
St. Pauli es mucho más que fútbol. Tiene una historia que va a contramano de los deporte actual. El club lleva la política como bandera, acogiendo causas ignoradas por otras instituciones. Se posiciona contra la violencia, el racismo, la homofobia y el sexismo. Su defensa de las minorías lo ha vuelto atractivo para miles de aficionados de todo el mundo.
La historia cuenta que sus fundadores fueron trabajadores portuarios que le instauraron el color marrón típico de sus vestimentas de trabajo. Conserva un espiritu de lucha que los hizo enfrentarse al propio Adolf Hitler, cuando en el apogeo de la Alemania Nazi fue el único club que se negó a expulsar a sus socios judíos.
Todo este bagaje ya hacía del St Pauli un club especial. Sin embargo, la ruptura se dio en la década del ochenta, cuando el distrito en el que se asentaba era considerado una “zona roja”, de indigentes, okupas y prostitutas en la que comenzó a gestarse su actual identidad. El club abrió las puertas a todos los habitantes de la zona, quienes comenzaron a apoyar activamente al equipo. En esa década comenzó a jugar con el estadio lleno y no paró de crecer, adoptando causas que hoy son bandera. En el estadio flameó la colorida LGBT y la cinta del capitán tiene también esos mismos colores. Un histórico mural en el estadio muestra a dos hombres besándose, así como diferentes pancartas en las tribunas portan frases como «Bienvenidos refugiados», o “No hay fútbol para los fascistas”. St Pauli incluyó a miles de personas que estaban fuera del sistema ,lo cual sumado a su cercanía con el movimiento punk y la cultura rock lo han vuelto un club único en el mundo.
“Clubes de izquierda hay muy pocos, uno es el Celtic, aunque el más parecido es el Rayo Vallecano, pero siempre son fracciones de la hinchada, no es todo el club como acá”, expresa Mauricio, hincha del St Pauli desde hace 15 años, quien se refirió a las rivalidades que se ha ganado el club debido a su posicionamiento ideológico: “Por una cuestion de ideología el clásico es con el Hansa Rostock, un club de ultraderecha ubicado a 150 km.”. No obstante, la rivalidad más resonante es contra el equipo más laureado de la ciudad, el Hamburgo. “Es el gigante de la ciudad, aunque tan gigante no es por que sigue en la B”, desliza con sorna, mostrando el orgullo de que su St Pauli sea el único equipo de la región en primera.
Piratas del sur
“Siempre que podemos nos juntamos, los horarios de Bundesliga son más amigables para ver los partidos. En el ascenso era usualmente a las 8 o 9 de la mañana”, comenta Mauricio, y cuenta: “Lo conocimos con un amigo por los colores, los dos somos hinchas de Platense y buscábamos clubes con esos colores. Aunque tenemos que derribar ese mito de que los que simpatizamos por St Pauli somos todos de Platense, hay gente de todos los clubes. Lo importante es que los que vengan acompañen la movida y se saquen un poco el termo de la cabeza del barra brava argentino”.
“Hinchas de Platense buscando camisetas marrones y blancas, encuentras 3 o 4 equipos en el mundo y aparece el St Pauli que sorprende con su ideología política y ahí empieza a surgir todo”, explica Schmidt en relación a la importancia de los colores como una llave para dar a conocer al club. “Hay otros clubes marrones pero nosotros estamos acá por que no hay club en el mundo como este”, expresa Jairo en relación a las diferentes luchas del St Pauli, las cuales convocan a simpatizantes de todo el mundo: se calcula que existe cerca de veinte millones en todo el globo.
“Todo arrancó por redes, veíamos los partidos solos, cada uno en su casa, pero después vas hablando con uno con otro hasta que decis: ‘Che juntemonos’”, dice Schmidt que dice que, a pesar de la distancia, el amor por St Pauli es creciente y en parte se debe a su particularidad en relación al panorama del fútbol global. “Es un oasis dentro del fútbol moderno. Te puede gustar o no, pero es distinto a todo lo que hay. Están todos invitados a ser parte y ver que hay otra manera de ver el fútbol. Yo como hincha de River en la cancha he cantado cosas horribles, hoy no me siento en ese lugar, hay otra forma de ser hincha”, dice convencido y agrega: “El fútbol y la política van de la mano, está politizado y está bien que así sea, no podes ser del St Pauli y venir acá a decir ´son todos putos, los cogimos´”.
Símbolos de una pasión
La pared del bar Dr. Birra se convirtió en un lienzo en donde se proyectó el partido. La gran escala de imagen permite ver con detalle las colmadas tribunas del estadio en la cual flameaban banderas con el rostro del Che Guevara, mezcladas con otras vinculadas al universo LGBT que contrastan con las banderas negras con calaveras blancas que alzan como un símbolo. Esa especie de insignia con reminiscencia pirata estaba replicada en la vestimenta de todos los simpatizantes argentinos. La leyenda cuenta que simbolizan que en el fondo todos somos iguales, ya que los huesos son siempre del mismo color.
El pintoresquismo de las gradas se reflejaba en el colmado bar. Desde camisetas hasta banderas, sombreros, pines y stickers que se venden como merchandising. El evento es una exaltación de la identidad del St Pauli que incluso da lugar para la argentinización. Entre los adhesivos y pines se encontraban algunos con la cara de Diego Maradona, Nestor Kirchner y Charly García. La revolución alemana argentinizada.
El partido
Cuando el árbitro da el pitazo inicial las energías se concentran en la pantalla. Cada jugada es aplaudida. El local salió a buscar el partido y fue claramente superior al rival en el primer tiempo, generando ocasiones que no pudieron ser concretadas y que se vivieron en el bar porteño como en la propia cancha del St Pauli. Sobre el final del primer tiempo una escapada del capitán Jackson Irvine terminó con un centro que por milímetros no fue empujado por el delantero Jhon Guilavongui. Un sonoro “Uhh” retumbó en el recinto. Una ovación cerró ese primer tiempo que culminó con gusto a poco.
El segundo tramo parece una oportunidad para ponerse en ventaja y St Pauli fue aún más decidido a la ofensiva pero, de repente, todo se puso patas para arriba: tras una gran salvada del arquero rival llegó la contra y el gol de Heidenheim. En aquella jugada los visitantes quedaron tres contra tres y se despertó el abecedario futbolero como si estuviéramos en cualquier cancha argentina: “Lo tendría que haber bajado”, era el reclamo hacia uno de los defensores. Uno de los intercambios más llamativos se dio cuando un hincha se atrevió a gritar el gol del St. Pauli antes de tiempo: “Para que lo gritás, no se grita antes”. Argentinismo en estado puro.
Luego del gol St Pauli, siguió intentando aunque con menos lucidez y otra vez de una contra llegó el segundo del rival que se quedó con un triunfo inmerecido.
Acá no importa el resultado
A pesar de la derrota, finalizado el encuentro se realizaron sorteos teniendo como primer premio una pintura hecha durante el transcurso del partido, que mostraba al capitán Irvine besándose el escudo de la institución. El sorteo despertó la algarabía contenida tras la derrota generando la arenga al ritmo de “Oh, vamos St. Pauli”.
Ya en las inmediaciones del recinto, las conversaciones giraban sobre las dificultades de ser fanático a distancia: “Conseguir una camiseta es un quilombo. Te la tiene que traer de allá y te arrancan la cabeza”. Otro fanático agrega: “El año pasado me trajo una mi hermano, se la compró a un tipo que no sabía ni qué carajo era”, se escuchó. Uno de los simpatizantes apodado “El Oso” conversó con ANCCOM tras el partido: “En diciembre me voy a ver a mi hermano que vive en España y de ahí me voy especialmente a Hamburgo a ver un partido”
Más allá de la molestia por la derrota, para el St. Pauli no todo pasa en el rectángulo de juego. “Uno se hace del St Pauli por otras cosas”, afirma Hernán, hincha del equipo hace varios años. “A mí St Pauli me devolvió las ganas de ver fútbol. Para mí, todo era una porquería y gracias a esto volví a acercarme, volví a ver a mi equipo de toda la vida San Martin de Burzaco”.
“Antes del ascenso, el año pasado, jugamos un viernes, en horario laboral, contra el Hamburgo, el clásico. Si ganábamos ascendíamos, perdimos, pero después terminamos ascendiendo igual. Ese día se llenó el bar, pensábamos que no iba a venir nadie, faltaron todos al trabajo”, comenta El Oso risueño.
“El partido importa, te da bronca, pero vos ves lo que hace el club socialmente y te gustaría que lo haga tu club, yo soy de All Boys, pero acá tenés de todo, de Argentino de Quilmes, de Chicago, de Ferro, de todos lados”, explica El Oso sobre la pasión que despierta el conjunto germano.
Pese a la derrota quienes se acercaron a Caballito para presenciar el partido se retiraron con una sonrisa en la cara. “El resultado no es lo que importa. Si se gana mejor pero no es lo más importante”, afirma Schmidt en consonancia con la actitud del colectivo de hinchas. “El partido más esperado es contra el Bayern Munich. Si se da en un buen dia y horario esto va a reventar”, dice contento, porque más allá de los resultados, St Pauli deja en claro que el fútbol es mucho más que once atletas detrás de una pelota: es un sentimiento y una convicción que trasciende lo deportivo, haciendo que sin importar el resultado, siempre que juegue el St. Pauli, en su gente se dibuje una sonrisa, tanto en Hamburgo como en Buenos Aires.