«Partió de mí un barco llevándome» es un documental de Cecilia Kang -una directora nacida en Buenos Aires desdendiente de coreanos- que relata la historia de las jóvenes asiáticas secuestradas y violadas reiteradas veces por el ejército nipón ocho décadas atrás. ¿Quiénes son las Abuelas orientales?
Cecilia Kang es directora y guionista. Nació en Buenos Aires y allí vivió toda su vida, pero el origen de su familia proviene del otro lado del mundo, Corea del Sur. Hace 39 años convive con esas dos culturas tan disímiles entre sí.
En 2013, mientras ideaba su ópera prima, viajó a la tierra de sus padres, donde conoció a Kim Bok-Dong, sobreviviente y símbolo de las “mujeres de consuelo” (“comfort women”), esclavas sexuales de soldados japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Hasta ese entonces, ella desconocía esa parte de la historia. El relato la estremeció y volvió a Buenos Aires convencida de querer contarla.
Una década después nació Partió de mí un barco llevándome, un documental que relata la historia de las jóvenes asiáticas secuestradas y violadas reiteradas veces por el ejército nipón ocho décadas atrás. Pero no lo hace desde una perspectiva histórica, sino a través de los ojos de Melanie Chong, la protagonista, una joven argentina de padres coreanos, atravesada por la inmigración, el desarraigo y la violencia de género.
El film debe su nombre a un poema de Alejandra Pizarnik (Árbol de Diana, 1962) que, en palabras de su directora, “habla sobre ciertas experiencias en el mundo que no se pueden expresar con palabras”. “Partió de mí un barco llevándome tiene que ver con esa cuestión de identidades desplazadas, cómo somos cuando somos desplazados del lugar donde estamos. Es un vehículo para poder poner en imágenes y sonidos aquellas cosas que quizás con palabras es tan difícil decir y pronunciar”, relató Kang a ANCCOM.
El documental se estrenó mundialmente en la última edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, donde ganó el Premio Especial del Jurado y el Premio del Público. Recientemente aterrizó en el Festival de Cine de Lima, que finalizó su 28° edición el 17 de agosto pasado. Actualmente se puede ver todos los sábados de este mes en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA). Se espera que próximamente pueda llegar a otras provincias del país. Su directora, espera también proyectarla en Corea del Sur, ya sea en el marco de un festival o circuito alternativo.
Cecilia Kang, directora de Partió de mí un barco llevándome.
¿Por qué decidiste contar la historia de las “mujeres de consuelo” en tu película?
Yo desconocía completamente esta parte de la historia. La descubrí porque tuve la oportunidad de conocer a una de las sobrevivientes en el año 2013. Estaba viajando por Corea, filmando cosas para mi primera película y allí, muy de casualidad en un Congreso de Mujeres, tuve la oportunidad de conocer a una de las sobrevivientes. Fue una experiencia completamente dolorosa, pero también me abrió los ojos, sentí la necesidad imperiosa de contarla. Volví a Buenos Aires y pensaba: “Esto se debería saber más”. ¿Cómo puede ser que ni yo, que soy hija de coreanos, sabía esto que había sucedido? Esa fue la motivación inicial. Encontrarme con esa sobreviviente me dio la necesidad, pero también el coraje, para animarme y hacer una película sobre esto.
¿Y por qué decidiste contarlo a través de la historia de otra joven?
Yo no soy historiadora, no me sentía con credenciales suficientes para poder hablar y hacer una película sobre este hecho histórico porque es algo muy doloroso e inabarcable. Nuestro punto de partida fue preguntarnos: ¿cómo poder traer al presente esa porción del pasado? La idea no era hacer una película sobre revisionismo histórico ni mucho menos, sino pensar, en este presente, cómo ese pasado sigue resonando todavía en nosotras, en mí. Así fue como decidimos poner el motor en el presente. También tuvimos la suerte de encontrar a alguien como Mélanie Chong, la protagonista ideal de esta película, alguien que le puso el cuerpo a esta reflexión. A través del ejercicio que la directora le propone en la película (el de preparar el testimonio de una sobreviviente) es donde entendemos cómo ese hecho sigue todavía afectando nuestro presente. Eso se puede observar justamente a través de la vida diaria de Melanie que dialoga con el texto que está preparando ella como actriz.
¿Por qué elegiste como protagonista a una actriz argentina de padres coreanos? ¿Por la similitud con tu experiencia personal o por el tema que trata la película?
Hicimos un casting abierto para todas las chicas de la comunidad coreana, de un rango etario parecido al de aquellas mujeres secuestradas y explotadas. La primera escena de Partió de mí un barco llevándome es un casting real. La idea era buscar no una, sino varias chicas con las que pudiéramos conversar, escucharlas y ver qué pasaba con esas lecturas, qué pasaba cuando alguien de la comunidad coreana, como yo, alguien que nació acá pero que tiene padres coreanos, puede escuchar y reproducir un testimonio en primera persona de esas mujeres. Era tratar de emular aquello que yo sentí cuando conocí a una sobreviviente en Corea. Pero lo más interesante no fueron las lecturas y las reflexiones posteriores, sino las pequeñas entrevistas que yo les hacía a estas chicas para conocerlas más, para entender cómo eran sus vidas duales culturalmente, ser hija de coreanos, ser argentina, ser coreana, ser todo y no ser nada. Era muy evidente que estas chicas todavía vivían en ciertas estructuras opresivas, había ciertos elementos que seguían operando en sus vidas, pero sin que se dieran cuenta. En realidad es algo que nos pasa a todas de alguna forma. Bueno y fue así cómo conocí a Melanie con quien conecté rápidamente. Sentí una especie de reflejo entre ella y yo.
¿Y cómo se vive esa vida dual de la que hablas?
Es una pregunta que yo misma me hago todo el tiempo y la verdad es que aún no tengo una respuesta. Es decir, es una respuesta que se reescribe constantemente. Yo creo que hago películas para poder responder esa pregunta, es un motor que me inspira a hacer cosas, a crear.De alguna forma todos nos preguntamos quiénes somos y cuando nos preguntamos quiénes somos es inevitable preguntarse de dónde venimos. En mi caso, eso es complejo y dual: ser coreana, ser argentina, ser las dos cosas, no ser nada. Por momentos esa dualidad es súper luminosa, pero también hay muchos momentos de contradicción que viví en mi vida y que sigo viviendo. Pero, bueno, son las conformaciones que tenemos y es la riqueza también que tiene cada uno. Yo creo que cuanto más diversas son las sociedades, más enriquecedor es. Yo agradezco tener la posibilidad, más allá de las contradicciones con las que vivo, de poder ampliar mi mirada en ciertas cuestiones. Es parte de quien soy y trato de vivir con eso.
Todos los miércoles al mediodía, desde enero de 1992, las víctimas junto a grupos sociales marchan frente a la Embajada de Japón en Seúl exigiendo justicia. Como argentina, es inevitable hacer una conexión automática con la Ronda de las Madres de Plaza de Mayo de todos los jueves.
¿Encontraste puntos en común entre Argentina y Corea del Sur a la hora de llevar a cabo este documental?
Si, claro. Cuando comenzamos la investigación con Virginia Roffo (guionista de la película) leímos mucho al respecto. Allí descubrimos que existían “las marchas de los miércoles” (todos los miércoles al mediodía, desde enero de 1992, las víctimas junto a grupos sociales marchan frente a la Embajada de Japón en Seúl exigiendo justicia). Obviamente, como argentina, es inevitable hacer esa conexión consciente y automática con la Ronda de las Madres de Plaza de Mayo todos los jueves. De hecho, los coreanos llaman “abuelas” a estas sobrevivientes (“halmeoni” en coreano), son las abuelas en Corea. Es inevitable hacer esta conexión y conmoverse. Es una conexión más emocional. Además, para mí era tan poético porque, aunque muy distintas, son luchas y experiencias que vivieron las mujeres. Dolores distintos pero igual de grandes e inabarcables. Y, a diferencia de lo que ocurre en Corea, nosotros, como argentinos y argentinas, sí podemos decir que acá se logró justicia. Es importante remarcar y defender eso, más que nada hoy en día, donde hay ciertas políticas que quieren echar para atrás luchas muy grandes y avances gigantescos que se hicieron y que se reconocen internacionalmente, como la lucha de las Madres y las Abuelas. Hay muchas diferencias, claro, son luchas y crímenes diferentes, pero yo creo que hay una conexión política, que nos ayuda a reflexionar y a poder tratar de hacer mejor las cosas para vivir en una sociedad más justa.
¿Cómo fue recibida la película en la comunidad coreana?
Estoy muy sorprendida y muy agradecida con la comunidad coreana de Buenos Aires. En cada proyección que tenemos siempre encontramos gente que viene de la comunidad y cuando termina la película nos felicita. Por un lado, por las nuevas generaciones, por esta cuestión de entender que es importante dar luz a estas historias del pasado para que justamente no vuelvan a ocurrir. Pero también la conexión inevitable que tienen las personas de la comunidad coreana con una historia como esta, con respecto a todas las consecuencias que significa ser migrante o hijo de migrantes. Entonces cuando hay una película que está hablando de tu comunidad es inevitable sentirse interpelado e identificado. Yo agradezco mucho las devoluciones, las lágrimas y los abrazos después de cada proyección. En Corea del Sur todavía no la mostramos. Estamos esperando justamente eso, ver si tenemos alguna oportunidad para llevarla a algún festival de cine, y si no proyectarla en algún circuito alternativo, lo cual me encantaría porque me gustaría saber qué opinan, qué pensarán los coreanos, allá en Corea del Sur, acerca de esta película, cómo tomarán que una persona que no es de allá hable sobre ese aspecto de su historia.
¿Por qué es importante contar este tipo de historias en nuestro cine?
Estas historias tienen un valor muy importante en general, en el mundo. En mi caso, sentí la necesidad de visibilizar aquellos espacios de los que quizás yo formo parte pero mucha gente desconoce. Por eso también siempre me interesa hacer películas que traten estos temas, ser mujeres o, en mi caso, ser parte de la comunidad coreana en Argentina. Siento que son espacios que no tienen tanta visibilidad o tanta voz desde adentro, porque siempre existe esa mirada exotizante de afuera que puede juzgar o definir. Y no hablo solo de mi comunidad, sino de todas las comunidades, minorías y divergencias. Me parece que siempre es más interesante ver películas con una voz que lo cuente desde adentro. Pero también es importante porque esto que muestro es una faceta más de la identidad argentina. En primera instancia se puede ver como algo exótico y ajeno, pero no, todo lo contrario. Es una muestra de cómo y quiénes somos los argentinos. Los argentinos somos esto también, esta multiculturalidad. Es un patrimonio cultural que tenemos que defender y mostrar, sobre todo hoy cuando hay políticas que van en detrimento de esto. El valor de nuestro cine es mostrar quiénes somos y si un país pierde esa voz ¿quién nos va a reconocer?, ¿quién nos va a defender? Esta película es importante no solo para visibilizar, sino también para sostener espacios que se ganaron gracias a luchas muy importantes. No todos los países tienen la libertad de poder contar las cosas que se cuentan en nuestro cine.
¿Qué opinas de las políticas públicas que viene llevando el gobierno de Javier Milei contra la cultura en general y contra el cine en particular?
Es todo muy lamentable. Nuestro cine es reconocido y respetado en todo el mundo. Es una lástima que quieran demonizar y tirarlo abajo por cuestiones de ignorancia, por no entender cómo funciona una industria. Porque el cine no es solo cultura, es industria y trabajo. Por ejemplo, nosotros hicimos esta película gracias al subsidio de Vía Digital, que se otorga para la realización de documentales, pero hoy por hoy ese subsidio no existe más, películas como las nuestras ya no se pueden hacer. Eso te marca ya la situación en la que estamos. No podemos perder nuestra identidad, hay que seguir luchando por ella. La importancia patrimonial de un país no es solo lo económico o lo financiero, sino también lo cultural.
Día Nacional de las Mujeres de Confort
El crimen contra las miles de mujeres secuestradas y explotadas sexualmente en manos del ejército nipón aún sigue impune y millones de coreanas reclaman justicia. Por ello, y a partir del primer testimonio de una de las sobrevivientes el 14 de agosto de 1991, se exige que el Estado japonés se responsabilice por estos actos y pida disculpas a las víctimas.
En honor a Kim Hak-Soon, la primera mujer que se animó a contar lo sucedido y que incentivó a muchas otras más, el gobierno coreano conmemora el Día Nacional de las «Mujeres de confort» cada 14 de agosto desde el año 2018.