Por Natalia Rótolo
Fotografía: Daniela Hernández, Valentina Gomez

Con más de media población sumida en la pobreza, una nueva marcha de San Cayetano a Plaza de Mayo tuvo una fuerte impronta opositora a las políticas de Javier Milei. Organizaciones sociales, sindicales y partidarias repudiaron los despidos y las políticas de ajuste.

En la esquina del Cabildo descansaba un hombre con la mirada perdida y sin zapatillas. En esta cruda mañana de invierno, lo único que tenía era una remera de manga corta y jeans gastados. “Una ayuda, por favor”, deslizaba una pila de abrigos entre las columnas de la Catedral Metropolitana. Algunos sindicatos cruzaban Sáenz Peña con las cañas de las banderas al hombro hacia una Plaza de Mayo adornada con pasacalles que imploraban “Paz, Pan, Tierra, Techo y Trabajo”.

La nueva marcha de San Cayetano llenaba la Plaza y las calles aledañas. “No es un 7 de agosto cualquiera porque estamos viviendo un momento de crisis económica y social muy importante, que está afectando a todos los sectores de la sociedad con el 55 por ciento de pobreza y más del 20 por ciento de indigencia”, describió Alejandro Gramajo, secretario general de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP). Según la Encuesta Permanente de Hogares la pobreza afecta a una de cada dos personas, y una de cada cinco es indigente. Sólo en los últimos tres meses la pobreza subió 10 puntos.

“Hoy centenares, miles de argentinos y argentinas están perdiendo el trabajo. Son más de 600.000 los trabajos formales que se perdieron en estos meses y eso supone una situación muy compleja en lo social. Se va degradando día a día. Así que me parece que esta marcha tiene que ser un llamado muy fuerte de atención, porque hoy no sólo el hambre es un gran problema en Argentina, sino también el trabajo. Estamos volviendo a situaciones que nunca creímos que íbamos a volver, previas al 2001”, subrayó Juan Manuel Abal Medina, politólogo y exjefe de Gabinete de Cristina Kirchner. “Este gobierno se tiene que despertar y el pueblo tiene que despertar para decir ‘hasta acá’. Hoy puede ser un buen día para eso”, agrega mirando con una sonrisa a las columnas de la Confederación General del Trabajo (CGT) y del Movimiento Evita que se aproximaban.

Con una sombra en la mirada, Abal Medina reflexionaba: “Es central de parte nuestra reconocer cuando nos equivocamos: hicimos un muy mal gobierno y estuvimos muy lejos de cumplir con las expectativas. Un gobierno peronista no puede definirse como tal si no mejora la vida de la gente, si no genera mayor distribución del ingreso y fallamos en lo principal. Hay que reconocer los errores para que la sociedad vuelva a creer en nosotros. No seguir hablando como que todos los problemas empezaron el 10 de diciembre, porque todo el mundo sabe que no es así. Milei es una consecuencia de nuestros errores, sino nunca hubiera llegado a la presidencia. Después, hay que pensar un programa. No creo que baste que estemos juntos y que seamos peronistas, sino que hace falta empezar un programa de gobierno que presente una alternativa real para la sociedad”.

Desde otra columna, tiraban papeles al aire mientras se incorporaban a la Plaza: “No hay paz sin pan ni trabajo. Luchemos para que se vayan”. Walter Correa, ministro de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires, estaba entre los manifestantes bonaerenses. “Estamos acompañando al pueblo trabajador en este proceso nefasto del gobierno de Milei. Somos parte del trabajo, somos parte de la producción como parte de la provincia de Buenos Aires, encabezada por el gobernador Kicillof y nos oponemos firmemente a estas políticas”, insistía mientras abrazaba a sus compañeros.

Ingrid Manfred, secretaria general de la Junta Interna de ATE ex-Ministerio de Desarrollo Social, estaba bajo una sombra. “Es muy significativo estar acá con la consigna paz, pan y trabajo, histórica para los trabajadores y trabajadoras. Nosotros como trabajadores organizados en ATE venimos atravesando desde el 10 de diciembre esta decisión de exterminar la política pública, acompañada con el despido de 1.600 compañeros, que implica el desmantelamiento del acompañamiento que brindamos a los sectores más vulnerables. Éramos un ministerio que trabajaba justamente con quienes hoy no tienen pan, no tienen trabajo”, decía mientras los ojos se le llenaban de lágrimas.

“Al ejercicio permanente de crueldad de este gobierno estamos respondiendo con organización y con solidaridad de los trabajadores. Sabemos que este plan siniestro de gobierno va a seguir avanzando y profundizando sus medidas y que, por desgracia, eso va a significar más desempleo, más desocupación, más angustia, más gente en situación de calle y más gente que va a engrosar las filas de desocupados. Hoy es una jornada para decirle basta a Milei, basta a esta Ley Bases que también vulnera ampliamente a todos los trabajadores y trabajadoras y particularmente a nosotros los trabajadores del Estado que vimos finalizado ayer con su reglamentación nuestro derecho de estabilidad laboral”, alcanzó a decir Manfred antes de que la invada un sollozo. Otra bandera exclama: “Gobernar es crear trabajo… ¡lo demás es puro cuento!”.

Desde un stand de la CTA Autónoma, Viviana invitaba con un megáfono a firmar contra el DNU 70/23. Su compañera, Norma, milita desde joven: “En estas baldosas está mi ADN. La historia se construye en la calle”. Su vida personal la recuerda atravesada por diferentes protestas, ahora siente que la discusión política no sólo no se promueve, sino que da vergüenza. En la dictadura militar, desapareció a su marido. “Cuando asumió Milei me sentí peor que cuando asumió Macri, pero igual de desesperanzada. No nos tiene que ganar la angustia. En estos momentos tenemos que encontrar a otros para refugiarnos y no estar solos”, decía entre sorbo y sorbo de mate.

En la mitad de la Plaza, Juan sostenía un globo del Sindicato de Obreros Marítimos Unidos. “No se aguanta más. Yo tengo trabajo, pero cada vez está más difícil”, decía mientras relojeaba las distintas esquinas. Temía que vuelvan a reprimir. Todavía recordaba el gas y cómo corrió en las marchas anteriores. Es un miedo compartido. La pesadumbre espesa el aire, pocos grupos tienen batucadas y son menos aún los que cantan, casi no hay niños ni adolescentes.

Laura Lonati, coordinadora del Área de Salud Colectiva de Libres del Sur y de la construcción de indicadores populares en el Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana, organizaba qué carteles pegar en el stand. “El tema de la malnutrición es un problema del presente de estos niños y niñas. No es como decíamos antes que si no comemos en el futuro, en la edad adulta, no vamos a desarrollarnos bien. Hoy es lamentablemente la puerta de entrada a enfermedades crónicas, como la hipertensión y la diabetes, que se están presentando a temprana edad”, advertía. En los carteles se mostraba en un mapa lo que significan los porcentajes de pobreza y exigían “políticas para frenar la inseguridad alimentaria e indigencia”.

“Hay un combo muy peligroso: tenés la dificultad para el acceso a la atención de salud por la deuda sanitaria que hay en nuestros barrios y por otro lado la falta de ingresos de la familia, que no les permite acceder a una canasta con nutrientes esenciales. Cada vez va a deteriorar más la calidad de vida de esos niños, niñas, adolescentes y de los adultos fundamentalmente”, explicaba. “Violencia es el hambre. Milei y Pettovello repartan los alimentos” imploraba uno de los carteles: si no llegan alimentos secos, los comedores tienen que hacer lo imposible para conseguir alguna calidad nutricional. 

“¿A dónde están repartiendo eso, compa?” susurró una señora determinada a comer guiso. El Frente Popular Darío Santillán llevó cuatro ollas a la Plaza, pero rápidamente se terminaron. La gente armaba dos largas filas que llegaban hasta mitad de la Plaza. “La necesidad está a la vista. Nos quedamos cortos”, relató Vani, militante del Frente. “Tuvimos que abrir al barrio la olla que hacíamos para nuestros trabajadores en Constitución. Es importante la consigna que nos trae San Cayetano. Todos piden trabajo y más hoy por hoy que sabemos que no hay trabajo, no tenemos techo y la situación con los comedores es también muy precaria con las persecuciones que venimos teniendo. Demostramos realmente que hay necesidades, que los comedores no son fantasmas, que realmente existimos”, Vani masticaba las palabras con bronca.

“Este Gobierno nos tiene que devolver los puestos de trabajo que nos quitó y la parte de los salarios que en nombre del superávit nos robó. San Cayetano nunca tuvo tanto trabajo”, apuntó Rodolfo Aguiar, el secretario general de ATE. Al lado de las banderas de la Corriente Clasista y Combativa, Rosa Flores, encargada de un comedor de Zona Norte, parecía preguntarse cuántos milagros puede hacer San Cayetano. Cada día más gente no puede garantizar su alimentación y se acerca al merendero, tiene que ayudar a sus hijos a poder sostenerse porque “si no, no les alcanza. Nuestra casa ya no es nuestra casa porque lo que hay que pagar de servicios es una barbaridad, no te podés enfermar porque los medicamentos están caros… La clase media va a desaparecer. Mis hijos trabajan, pero uno de ellos tuvo que volver a casa con su esposa y sus hijos. Como en la pandemia, tenemos que compartir la comida”, precisaba con desesperación. 

“Realmente me da mucha tristeza porque nuestro país no tiene que pasar hambre: acá tenemos la carne, la leche, hay de todo en nuestro país. Esto pasa por una decisión política”, tragaba con un enojo agrio Rosa. Bajo tierra, en los pasillos del subte porteño, entre dibujos tangueros, dos hombres de entre treinta y cuarenta años dormían, desamparados en la nueva Argentina de la libertad. La pregunta de cuál es el país que queremos reposaba entre la representación de postal y el retrato crudo de una crisis.

“Con estas políticas están matando a millones de argentinos…” se escuchaba entre los bombos las palabras del escenario. Desde allí, exclamaban: “¡U-ni-dad de los trabajadores! Y al que no le gusta/ ¡se jode, se jode!”. Desde Congreso seguían llegando las columnas de quienes venían caminando desde Liniers. “Si de verdad quieren ‘libertad, carajo’, ¡tierra, techo y trabajo!”, agitaba La Poderosa. Un pueblo con fé en los santos y en la lucha no se rinde: llena plazas y conquista derechos.