El actor y director Mauricio Dayub habla sobre las dos obras que presenta en estos días en Buenos Aires: «El equilibrista» y «El amateur».
Mauricio Dayub es dueño de una mirada sencilla y penetrante, de una profunda calma en la prosa de sus palabras y en el ritmo de su discurso. A los veinte años abandonó su Paraná natal para perseguir su sueño “Vine a ofrecer mi corazón y no le importó a nadie”, dice sobre esos primeros años en la Capital Federal. Dayub dejó la carrera universitaria que sus padres le habían encomendado para dedicarse de lleno a lo que desde muy chico le permitía recorrer diversos mundos en el garaje de su casa. Hoy es un actor y escritor consagrado que puede confirmar lo que le decía su abuelo: “El mundo es de los que se animan a perder el equilibrio”.
Actualmente protagoniza dos obras emblemáticas de su carrera, El Equilibrista -que se presenta todos los miércoles a las 20 en el teatro El Nacional Sancor Seguros – y El Amateur, en cartel en el Chacarerean Teatre, ubicado en Nicaragua 5565, todos los jueves, también a las 20.
¿Cómo describirías a El Equilibrista?
El Equilibrista es la historia que todos podríamos contar si pudiéramos volver a ser niños. Es la historia de mi familia y un secreto que se me reveló durante un viaje, pero rápidamente se convierte en la historia de cada uno. Es una historia más sugerida que explícita, donde los personajes de mi familia pueden reflejar los de cualquier espectador. En ese sentido creo que se logró algo que se busca desde la literatura que es el tomar una parte para reflejar el todo.
Llama la atención la cantidad y la diversidad de recursos que utilizás para contar las historias de cada personaje. ¿Por qué es esto?
Eso está relacionado al tipo de teatro más artesanal que es el que a mí me gusta. Una forma de rendir homenaje a figuras admiradas por mí como Buster Keaton y Chaplin. Es un espectáculo que busca inspirar y hacer imaginar al espectador más allá de lo que ve.
¿Cómo fue el proceso de hacer una obra así? ¿Hubo una depuración de qué historias incluir?
Sí, descarté. En principio comenzamos a armar el espectáculo sin saber cómo iba a terminar siendo. Yo sabía lo que quería: yo quería no solo contar mi historia, sino también prestar atención a la forma. Sentía que el teatro se había ido adulterando, que las personas iban a un teatro pero no veían teatro, muchas profesiones se subieron arriba del escenario, el teatro se había ido abriendo en distintas cosas, y yo quería aportar mi granito de arena a lo que a mí me gusta: el teatro que te hace imaginar más allá de lo que ves. En el escenario se presenta una diversidad de elementos que ayudan a contar la historia y la enriquecen. Como la cola de perro, tuvimos que hacer varios modelos para poder llegar al que encajaba justo en el tiempo del desarrollo de la historia. Tengo un depósito lleno de ese tipo de cosas.
Presentás historias muy personales. ¿Qué te devuelve el público?
En principio que era muy necesario hacerlo. Después de casi 20 años en el escenario con un éxito como Toc Toc, con miles de funciones, todos me aconsejaban hacer una comedia para continuar con el éxito, que era lo que al público más le llegaba. Sin embargo, después de cada función de El Equilibrista recibo muchos agradecimientos de los espectadores que me esperan a la salida por la conexión que tuvieron con la obra y las historias; y por cómo los movilizó.
¿Eso también es parte de tu visión del teatro?
Sí, me gusta el teatro que inspira a los espectadores a tomar decisiones en sus propias vidas. En un mundo donde a menudo seguimos una manada para encajar, el teatro puede fortalecer nuestras convicciones personales y ayudarnos a mantener nuestra identidad.
¿Tenías confianza en que iba a ser bien recibida?
Siempre trato de trabajar pensando que lo que hago va a gustar, pero el éxito es lo que menos ocurre.
Una vez dijiste que cuando eras chico y salías a la vereda no había nada que te permitiera vislumbrar a dónde ibas a llegar, pero sí tenías muy claro que lo tuyo era la actuación…
Sí, me pasaba eso, yo era chico y tenía esa vocación muy clara, yo jugaba en el garage y con lo que encontraba ahí jugaba a ser actor, inventaba cosas y pensaba cómo voy a hacer para vivir de esto, cómo voy a desarrollar esto. Tendría 10 o 12 años, yo habría la puerta y no tenía acceso al teatro. Me acuerdo que llegaba el diario y miraba las carteleras donde estaban los nombres de las obras y títulos de las películas y yo me armaba las historias, eso era lo más cercano que estaba del mundo del espectáculo.
En El Amateur también hay un mensaje de seguir tus propios deseos. ¿Cómo surge esa historia?
La escribí para darle sentido a un momento de mi vida; había dejado a mi familia, a mis amigos, a la ciudad donde nací. Vine a ofrecer mi corazón y no le importaba a nadie, era muy difícil ser percibido por el otro, en un momento me di cuenta que estaba haciendo un esfuerzo descomunal sin saber lo que me esperaba y de tanto volver cansado de tantas puertas que se cierran me acordé de ese tipo que cuando yo era chico batió el record de permanencia en bicicleta, que estuvo 5 días y 5 noches dando vueltas en una plaza para lograr su sueño. Y me pareció que era una analogía de lo que a mí me estaba pasando, del esfuerzo que estaba haciendo tratando de convencer al otro de que yo podía ser actor.
La obra fue estrenada en los noventa, ¿por qué, después de tanto tiempo, decidiste reestrenarla ahora?
Porque habla de superación y unidad en un momento donde las divisiones parecen dominar. Es una historia que muestra cómo el esfuerzo personal puede inspirar a otros y cambiar percepciones. Inspira a lo que la realidad de hoy no, es un espectáculo de la antigrieta, es el logro de uno que te hace vislumbrar la posibilidad del logro de todos.
La realidad te lleva para otros lados, que sigas una manada a la cual tenés que pertenecer porque si no te sentís que quedás afuera, en vez de fortalecer tu personalidad tratar de parecerte a los que les va bien para ver si a vos te eligen y te va bien, eso te hace perder identidad, disminuir tus valores, te desdibujas, en ese sentido el ver teatro puede fortalecer esas convicciones personales.
¿Considerás que el teatro tiene la potencia suficiente para influir de esa manera?
Mirá, en la Argentina el teatro tiene casi la misma afición que el fútbol, somos una de las principales cuatro potencias teatrales del mundo, somos un país fuertemente teatral, la gente tiene adherida su salida al teatro, se relaciona mucho el espectáculo con las vacaciones y durante el año. Tenemos una cultura que se mantiene y eso es difícil de lograr. Por eso hay que cuidarlo y mejorarlo, que el espectador no se decepcione, tenemos que trabajar siendo conscientes de que somos parte de un movimiento muy importante y que si el espectador sale desilusionado estamos afectando a otras salas y a otros productores.