La película de ficción El agrónomo, que trata sobre la explotación de la tierra con agrotóxicos, fue dirigida y producida con protocolos ambientalistas. Se proyectará de el 1º de agosto en el Gaumont.
“Agradecemos que estén acá y esperamos que disfruten la película”, dirá después Martín Turnes, el director de El agrónomo, en la sala de planta baja del cine Gaumont. Lo dirá con micrófono en mano, parado al lado de Fernando Romanazzo y Fabiana Bepres, quienes conforman Aqueronte, la productora de cortos y largos creada en 2007 que se encargó de que la película dirigida por Turnes fuera realizada con una producción sustentable, sostenible y pluricultural (PSSP). Una señora entrada en años observará, desde su butaca, el panfleto con la descripción de la película que otorgará el Gaumont y leerá: “Vea cine en el cine”. La proyección de la película se dará en el marco del Festival Internacional de Cine Ambiental (FINCA). Todo eso sucederá en breve.
Ahora, en una charla con ANCCOM, en una cafetería porteña, Turnes cuenta cómo surgió la idea de hacer un film de ficción. Su sinopsis dice que se trata de un ingeniero agrónomo que “se muda a la zona de mayor producción agropecuaria del país. Su hija y su nuevo novio rapero luchan contra su empresa y el uso de agrotóxicos. Tras la enfermedad de una chica, el agrónomo se enfrenta a la encrucijada de decidir entre su trabajo o su familia”.
—La película surge a partir de mi preocupación acerca de lo que estábamos comiendo, hace como diez años. Yo había hecho un documental sobre Aníbal Troilo en 2014, que se llama Pichuco. En esa época estaba filmando algunos documentales de temática campo y empecé a ver unos cartelitos pegados en unos alambrados que decían qué semilla estaba plantada ahí. Estábamos comiendo todo transgénico, con agrotóxicos, en la verdulería, en el supermercado. Así surgió, una cosa fue llevando a la otra.
En la cafetería también están Romanazzo y Bepres, quienes además de haber sido los productores audiovisuales de la película, son promotores de la PSSP. A ambos los rodea un aura de cooperativismo y un afán de compartir momentos en comunidad. Romanazzo lo demuestra ahora en la forma en que convida el mate. Mira a los ojos cuando lo pasa de una mano a otra.
La película ya se había proyectado en abril en el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI). Además, el 15 de julio se estrenó en el cine El Cairo de Rosario, Santa Fe, y en unos días se estrenará en Paraná, Entre Ríos. En agosto se proyectará oficialmente en el Gaumont.
Cuando se proyectó en el BAFICI, algunos productores agrícolas dijeron en redes sociales y medios de comunicación que “no es correcto hablar de agrotóxicos sino de fitosanitarios, como productos aprobados para el control de adversidades como enfermedades”. Otros dijeron que la película “desinforma y difama al sector agrícola” y que “tiene por objetivo destruir la imagen del sector productivo”, sin tener en cuenta que se trata de un film de ficción y no de un documental. Turnes no parece alterarse ante esas críticas.
—¿Esperaba que la película generara esas opiniones?
—Nosotros hacemos cine y agarramos esta temática que nos parece súper importante porque implica a todos los argentinos, e investigamos mucho durante varios años. Yo me acerqué a los dos lados de la silobolsa, como me gusta decir a mí. O sea, hablé con gente que piensa de una forma y con gente que piensa de la otra forma. Y la película intenta llegar a todos los públicos, no es una película panfletaria que comunica sólo lo que nosotros pensamos. Se trata de un ingeniero agrónomo como protagonista que tiene su forma de pensar, pero también está la forma de pensar de la hija, que es la nueva generación. Esas dos formas de pensar juegan para que el espectador piense por sí solo. Es esperable que haya ese tipo de opiniones, pero aparecieron sólo porque tiene la palabra “agrotóxicos” en la sinopsis. Igual también hubo críticas de las buenas.
Los tres que están presentes en la cafetería, Romanazzo, Bepres y Turnes, ya habían trabajado juntos en Jujuy originario y metalero. Ahí los roles estaban invertidos: Romanazzo era el director del film y Turnes, el director de fotografía y cámara. “Todavía está en posproducción esa película”, dice Romanazzo. Ahora se toma un mate y cuenta:
—Ahí la conocimos a Fabi y empezamos a laburar los tres juntos. En pleno rodaje cerramos el pacto de honor de producir en un futuro El agrónomo. Ahí fue que le propusimos a Martín hacer la película con la condición de que fuera producida bajo una línea de pensamiento sustentable, sostenible y pluricultural, y él aceptó.
Cuatro días antes de esta charla con ANCCOM, Bepres había participado del panel “Cine sustentable. Experiencias clave y herramientas poderosas para una industria en reinvención” organizado por el FINCA. En esa oportunidad ella había explicado qué es la PSSP. Lo había hecho con una bandera Whipala apoyada en la mesa del panel, en la Biblioteca del Goethe-Institut, sobre Avenida Corrientes al 300, porque Bepres es kolla guaraní.
En esa ocasión había dicho que “sustentable” hace referencia a proteger los recursos naturales para las generaciones futuras. “Es muy distinto cuando vemos a los recursos naturales como elementos dadores de vida”, había expresado con el micrófono en una mano, mientras con la otra sujetaba la Chakana que le colgaba del cuello, la cruz andina que representa los cuatro elementos: tierra, fuego, agua y aire.
Ese día Bepres también había dicho que “sostenible” implica mirar el entorno, el territorio, las comunidades. “El cine es muy clasista, racista, machista y capitalista, y lo naturalizamos mucho”, había denunciado. También había manifestado que en un set de filmación no es habitual pensar en las personas que viven donde se graba el film.
“Entendemos la pluriculturalidad como hacer visible que hay otras culturas que habitan el territorio y que nos tenemos que reconocer en condiciones de igualdad”, había explicado también Bepres en el panel. “La reciprocidad tiene que ver con una práctica ancestral, que es el Ayni —había agregado—, una práctica de los pueblos indígenas vinculada a qué es lo que yo tengo para ofrecer y qué es lo que vos tenés para ofrecer y en ese intercambio poder estar satisfechas ambas partes”.
También había contado que en Marcos Paz, donde se filmó El agrónomo, el equipo técnico y artístico de la película participó de una ceremonia con las comunidades sariri y qom. “Ellos no podían creer que el equipo de una película de ficción los tuviera en cuenta para pedir permiso para filmar en el territorio”, había dicho. Además, había contado que el equipo hizo otra ceremonia al finalizar el rodaje, pero esta vez de agradecimiento. “Con eso, el territorio se predispone para que todo salga bien, y la película salió muy bien”, había concluido.
Además había contado que, en la etapa de preproducción, ella y Romanazzo se encargaron de hacer un “mapeo territorial” para conocer qué emprendimientos había en el lugar. Tal es así que en la etapa de rodaje todos consumieron alimentos comprados en la feria agroecológica que se arma todos los jueves en Marcos Paz. “Fue magnífico tejer esa red con las cooperativas, con las asociaciones, con las huertas comunitarias, con los espacios colectivos para ofrecer al equipo técnico y artístico otras alternativas de consumo”, había dicho.
En la cafetería porteña, Turnes y Romanazzo la escuchan atentos cuando ella dice que “en Jujuy está el Instituto de Artes Audiovisuales provincial que nace a partir de la aprobación de la Ley Audiovisual jujeña. Justo estábamos filmando Jujuy originario y metalero cuando se aprobó la ley. El instituto promueve la sustentabilidad en las producciones, al menos con la separación de residuos. Pero todavía falta hacer un montón de cosas, porque la rendición de los concursos se hace con papel, por ejemplo. Además hay muchas producciones audiovisuales internacionales que llegan a Jujuy y contaminan un montón”.
Ahora cuenta que en 2021, cuando los tres filmaban Jujuy originario y metalero, durante el scouting, es decir, el momento que consiste en ir a los lugares donde se va a grabar para pensar cómo se va a hacer la filmación, en el Parque Nacional Calilegua, un territorio selvático guaraní, tuvieron una serie de imprevistos. “Casi quedamos ahí en un autito y no salimos más”, dice Turnes. “Yo creo que nos faltó pedir permiso —reflexiona Bepres—, es un territorio muy espiritual, ahí está el Kaa-Iya, que es el dueño del monte. Ingresamos sin pedir permiso a un territorio muy sagrado”. Después del scouting, cuando volvieron al parque ya para filmar, en pleno rodaje hicieron una ceremonia pidiendo permiso para pasar al territorio.
¿Y con qué dificultades y beneficios se encontraron al llevar adelante la PSSP en Marcos Paz, al hacer El agrónomo? Romanazzo dice que vio como un beneficio que Marcos Paz ya tenía una impronta abierta y contemplativa sobre la sostenibilidad. “Cuando les dije que nosotros hacíamos este tipo de producción —cuenta—, no solamente por lo ecológico sino también por lo social, resultó que ellos cuando iba una producción a filmar ahí, exigían lo que yo les estaba exigiendo a ellos”. Ahora Turnes explica que eligieron esa locación para filmar la película porque “quedaba a dos horas de acá. Eso es parte de la sustentabilidad, que tiene que ver con viajar menos, en tiempo y en lo económico”.
—¿Qué decían las personas en el casting cuando les contaban en qué consiste la PSSP?
—Hubo mucha aceptación —aclara Bepres—. Los representantes de los actores, por ejemplo, se recoparon con la idea.
—¿Era novedoso para ellos?
—Para algunos, sí. Para otros era algo con lo que se sentían identificados porque ya vienen trabajando en su cotidianeidad con esta filosofía de vida. Entonces hubo algunes que dijeron “¡ay, qué bueno, porque yo también hago compost y tengo una alimentación más saludable!”. Y en otros casos, quizás no habían proyectado en la práctica cómo era la PSSP, porque después cuando se hizo la peli, en el rodaje, costó la separación de residuos. Andábamos con los cartelitos de “acá va el compost”, “acá, los plásticos y cartones”. No todos lo lograron, pero si no se lograba algo, al final del día estábamos lavando bandejitas o haciendo esa separación, dejando el compost. Hubo mucho trabajo porque es algo novedoso en el cine, donde en general suele haber muchas comodidades.
Bepres también cuenta que, junto con Florencia Nates de la Asociación de Productores y Productoras Audiovisuales de Córdoba (APAC), confeccionó unos manuales en PDF sobre la producción audiovisual sustentable, sostenible y pluricultural, que tenían separada la información por áreas, para que cada cabeza de equipo pudiera hacer su aporte a la sustentabilidad durante el rodaje.
—En foto, por ejemplo, se utilizaron luces LED. En el área de Maquillaje no sé si se pudo lograr algo específico, pero sí les habíamos dado la opción de buscar maquillaje natural. Lo mismo en el hospedaje, que era un poco alejado del centro de Marcos Paz pero estábamos todos, tanto equipo técnico como equipo artístico, hospedados en el mismo lugar, entonces eso también generaba, dentro de lo que es la sustentabilidad, un impacto negativo menor.
¿Se encontraron con cierta incomodidad al llevar adelante este tipo de producción durante el rodaje de la película? Romanazzo dice que “cien por ciento, porque estamos luchando contra un sistema que lo tenemos incorporado desde que nacemos, me incluyo. Tenemos un bombardeo de consumismo y de malos hábitos. Hay vicios que uno tiene, entonces lo que hacés es no consumirlos en ese momento. Pero te tenés que resistir”.
“Desde mi rol yo no sentí muchas cosas diferentes a otros rodajes —aclara Turnes—. Creo que en los temas a resolver se mezclaba la PSSP con la parte económica, porque éramos una película de bajo presupuesto. Esas dos cosas mezcladas quizás generaban roces. Por ejemplo, era un tema quién lavaba los vasos, platos y cubiertos, porque no usábamos cosas de plástico sino todo reutilizable”.
En cambio, Bepres asegura que le costó la falta de vínculo con el territorio, en comparación con Jujuy. “Yo sí sentí incomodidad porque acá no hay una conexión con la gente del lugar donde se filma, o sea, yo me recontra encariñé con el encargado del hospedaje y con Pipa, el chofer. Pero se veía una práctica, a la que estamos acostumbrados, de que el equipo de una película filma y se va sin tener vínculo con la comunidad. Me sentí incómoda cuando a la primera ceremonia con los pueblos originarios no fue todo el equipo. Las ceremonias son para que la Pachamama nos dé calor o no se genere nada malo durante la filmación”, dice.
– ¿La PSSP siempre tiene que ir de la mano de una temática de la película con conciencia ambiental o también se puede aplicar en una película pochoclera?
– Ojalá haya ese pensamiento de creer que estás haciendo cine sustentable, no importa cuál sea la temática–, reflexiona Bepres. Turnes dice que “sí, debería. O sea, en este caso la temática de El agrónomo y la propuesta de producción confluyen, pero me parece que estaría bueno que pase en todo tipo de películas, más allá del género o del guion”. “El financiamiento ético tiene que ver con la temática ética —dice Romanazzo—. Si la película es una comedia liviana pero el mensaje final es: ‘Privaticemos el agua’, no. Si es machista, tampoco. Ahora si es una película pasatista, dentro del guion podemos hacer que un personaje tire la basura, en vez de en un tacho común, en uno reciclado. Vas tirando mensajes positivos en los personajes positivos.
– ¿Cómo creen que se podría expandir este tipo de producción en el circuito comercial? ¿Cómo podría un productor audiovisual, que no está por ahora aplicando la PSSP, enterarse de que existe y sentirse motivado a llevarla adelante?
–Cuando el Estado empiece a exigirla dentro de las normativas, de los subsidios, de los concursos, ahí se va a empezar a hacer. Si no, depende de las individualidades, como en este caso–, opina Turnes.
Si el organismo que financia la película no tiene interés en la PSSP pero es el que pone la plata, ¿cómo se compatibilizan ambas cuestiones? Romanazzo opina que “es la militancia, la quijoteada, de querer mejorar este planeta. Atraer a los productores audiovisuales es algo que nosotros venimos pensando hacer, pero si vos realmente no estás comprometido lo hacés por exigencia”.
–¿Tienen pensado hacer capacitaciones o eventos de difusión de la PSSP para productores audiovisuales?
– Lo interesante -dice Bepres- sería poder hacerlo en lo regional, porque me parece que tenés que conocer tu territorio. Por un lado, está el camino de la formación, que es necesaria. Por el otro, el boca en boca, que funciona un montón. Y después creo que la misma realidad nos tiene que interpelar: el cambio climático lo estamos sintiendo. Y por otro lado, lo institucional, ya que el incentivo económico siempre funciona. Creo que tienen que ser todas estas vías.
—¿Es más o menos costoso hacer este tipo de producción?
—Para mí depende desde dónde te estás parando —opina Bepres—, pero lo que vos generás en el lugar no tiene precio. Si todo se mide por el capital, entonces es más costoso, quizás, porque la harina integral va a ser un poquito más cara que la harina refinada blanca, pero si no estás usando carne todos los días, ahí estás compensando tus costos.
—El tema del transporte es una cosa lógica, ética y moral —dice a su vez Turnes—. Está bien ahorrar viajes individuales y compartirlos de forma colectiva. Y a nivel producción, de economía para la película, la beneficia también, además de ser sustentable.
–¿Por qué hay que ver El agrónomo?
– Porque necesitamos volver a esa conexión con el campo pero desde otro lugar —dice Bepres—. La película no sólo muestra al agrónomo que tira glifosato, sino que también nos interpela en las contradicciones que como seres humanos tenemos. Creo que la película hace una interpelación de contradicciones en ondas.
Romanazzo, por su parte, dice que “la película hace repensarnos a nosotros y el método de producción. Nosotros nos hacemos cargo y queremos cambiar el método de producción de la cinematografía porque si no, sería hipócrita acusar de que están contaminando el mundo siendo que el cine es contaminante. Cuando salís de ver El agrónomo te tienen que hacer ruido los modos de producción”.
“Es una película necesaria de ver porque trata una temática que nos involucra a todos —concluye Turnes—, porque el modelo extractivista nos está llevando a algo que sólo beneficia al uno por ciento de la población. Y porque estamos viviendo un momento de discursos de odio que hacen que algunos se la agarren con la película, con el INCAA, con el cine, con la cultura. Es muy importante defender todo eso: nuestro cine, nuestras voces, nuestras historias, nuestros personajes, hay que apoyar el cine argentino”.