«La silla vacía» es un biodrama sobre el atentado a la AMIA en el que actúan familiares de las víctimas del atentado cometido el 18 de julio de 1994. Cinco funciones para conmemorar el trigésimo aniversario.
‘’Nunca se sabe que silla queda vacía, y la silla que queda vacía es un poco un acto de memoria. La memoria no es solo ´recuerdo esto´’. Memoria es ir y reclamar justicia porque la impunidad es como un atentado que se repite todo el tiempo’’, expresa Sol Levinton, a cargo de la dramaturgia y la dirección de La silla vacía, una obra de teatro testimonial sobre el atentado del 18 de julio de 1994 a la Asociación Mutual Israelita Argentina.
A 30 años del atentado a la AMIA, ya se realizaron cinco funciones durante este mes. La obra nace de la reconstrucción de los relatos de Hugo Basiglio, Jennifer Dubín, Alejandra Terranova y Adrian Furman, familiares de víctimas del atentado. Las funciones tuvieron lugar en el Auditorio de la institución y, con el acompañamiento de la voz en off de Ricardo Darín, los cuatro ‘’actores que no son actores’’ contaron sus historias que van desde aquella mañana 18 de julio hasta el día de hoy.
‘’Durante estos treinta años se hicieron muchas cosas, se hicieron musicales con artistas muy reconocidos, se hizo un video animado con la voz de la mamá de Sebastián, la víctima más chiquitita, pero nunca se subió al escenario un sobreviviente o un familiar directo’’ explica Levinton, quien estuvo a cargo de armar la dramaturgia de la obra. Cuando Elio Kapszuk, director de Arte y Producción de AMIA, le propuso la idea de crear lo que luego se transformaría en La silla vacía, la artista enseguida aceptó. ‘’Me parecía desde lo teatral una aventura y siempre trabajé con temáticas que me conmueven mucho desde lo ideológico. Soy de las que cree que, en serio, el arte puede modificar.’’
«Soy de las que cree que, en serio, el arte puede modificar’’, dice Sol Levinton, directora de La silla vacía.
Con esta idea en camino, la propuesta llegó a Hugo, a Jennifer, a Alejandra y a Adrián, quienes tienen historias muy diferentes a pesar de que sus vidas fueron marcadas con el mismo hecho. Y es que las víctimas del atentado no fueron todas de la comunidad judía o de trabajadores de AMIA; también las víctimas eran personas que pasaban por la calle o que trabajaban enfrente.
Una de las historias es la voz de Alejandra, cuyo padre repartía pan con un camión. Él estaba estacionado en la puerta de AMIA el día del atentado, y a su lado se encontraba otro auto. Cuando explotó la bomba, toda la onda expansiva cayó sobre la camioneta, que ofició involuntariamente como escudo del coche. ‘’Como en todas las obras, pero en esta más todavía, cada función es distinta’’, comenta Levinton y argumenta:’’En la última, un señor se levantó, se subió al escenario y le dijo: ´yo quiero agradecerle a tu papá que falleció porque me salvó la vida´’’. El espectador era la persona que estaba en aquel auto’.
‘’Yo lo que quería era que todos los testimonios sean una especie de monólogos conversados, de ir uniendo las historias de todos, que tienen mucho en común porque la historia del otro es un poco nuestra también’’, cuenta Levinton.
«La obra habla de la falta, pero también del reclamo de justicia y de los momentos lindos», dice Levinton.
Con tan solo cinco sillas sobre el escenario y cuatro personas que cuentan su relato, la obra recorre intensas y extremas emociones: desde el llanto de los hechos inevitables, a risas inesperadas como respuesta a las anécdotas de los que dan vida a la obra.
Pero una de las sillas siempre queda vacía. Los actores van rotando de asiento a medida que transcurre la obra, pero siempre hay una silla vacía. Esto es en representación, y conmemoración, a las 85 víctimas que dejó el atentado. ‘’La obra habla de lo impredecible que es la vida. De que las cosas suceden y vos no sabes cuando va haber una silla vacía, lo que también implica un montón de cosas. Tiene que ver con la falta, que es inevitable, siempre va haber una silla vacía pero también tiene que ver con recordar, reclamar justicia, recordar momentos lindos, porque eso hace que no esté tan vacía. Mantener viva la memoria’’.