El periodista e historiador Cristian Vitale habla de Junios, Peronismo y antiperonismo en la encrucijada, que se enfoca en el bombardeo a la Plaza de Mayo de 1955, el levantamiento del general Valle y los fusilamientos de 1956. “Los medios de comunicación cumplen un rol fundamental en ocultar la memoria histórica”, plantea.
“Tiene mucha muerte, mucha crueldad. Es fuerte. Su proceso me llevó bastante angustia”, comenta Cristian Vitale cuando se le pregunta acerca de su nuevo libro, Junios, Peronismo y antiperonismo en la encrucijada, un trabajo de reconstrucción histórica y reflexión que abarca desde el bombardeo a Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955 hasta el frustrado levantamiento de general Juan José Valle, ocurrido un año después, en junio de 1956.
Esta obra se inscribe dentro de una nueva colección con motivo del aniversario número 50 del fallecimiento de Juan Domingo Perón, que se estuvo cumpliendo el pasado 1° de julio, y relata la conexión existente entre esos dos hechos históricos atravesados, directa e indirectamente, por el peronismo. El primero, un ataque ejecutado por la Aviación Naval y la Fuerza Aérea. El segundo, una rebelión en tiempos dictatoriales que llevaría a los conocidos fusilamientos en varios lugares del país, siendo el de José León Suárez el más difundido.
Sin embargo Vitale, que también es profesor de Historia y periodista, cuenta que es un trabajo que nunca le hubiera gustado hacer. “Fue un libro con el que uno tiene la obligación moral como historiador y como militante de meterse en el hueso. Pero son libros que no le gustaría escribir a nadie”, agrega el autor, pues para lograr recuperar la historia de esos años recurrió a aquellas familias que fueron directamente afectadas luego del levantamiento, las que perdieron un pariente a costa de los fusilamientos de la noche del 9 de junio de 1956. “Las entrevistas también me llevaron bastante angustia. Les estás haciendo revivir a esa gente una pérdida absurda de sus padres cuando eran chicos. Algunos ni siquiera los conocieron. Es tremendo. A veces te quebrás”, declara el escritor.
¿Cómo fue ese proceso de entrevistas, el buscar a las familias para que den sus testimonios?
Me puse a buscar descendientes de quienes habían sido fusilados, que fueron en total 27, y de las personas que murieron en el enfrentamiento de La Plata o producto de la represión de las fuerzas. Busqué a los hijos, sobrinos y nietos, y di con un montón de personas. Con Julia y Berta Carranza, hijos de Nicolás Carranza; con Alicia Rodríguez, la hija de Vicente Rodríguez; con María Cristina Caro, la hija de Luis Caro, fusilado en Campo de Mayo; con Miguel Mauriño, nieto de Miguel Mauriño e hijo de Rubén Mauriño. Este es un testimonio fundamental, porque es hijo y nieto de dos personas involucradas en el levantamiento de Valle. Esos testimonios me permitieron reconstruir la historia de los fusilamientos desde el lugar familiar
¿Fue difícil contactarlos? ¿O que quisieran hablar?
No fue fácil. Con la primera que me contacté fue con Julita Carranza. Vive en Adrogué, es divina. Ella tenía 45 días cuando fusilaron a Nicolás. A partir de ella fui contactando a los demás, pero no es una cuestión sencilla. Incluso muchos no quisieron dar sus testimonios. Pero con los que conseguí pude construir mucho.
¿Cuándo iniciaste la producción de Junios?
En realidad, la idea ya la tenía desde hace unos dos o tres años. Quería hacer un libro sobre los fusilamientos del 56, para hacer un aporte de que no se trató solamente de una jornada en la que se fusiló gente en José León Suárez. Porque en parte del imaginario estaba presente que los fusilamientos habían sido solo allí, dado Operación Masacre de Rodolfo Walsh, y la película que hace Cedrón. Y en realidad hubo en un montón de lugares donde se produjo la rebelión de Valle y Tanco: Campo de Mayo, Regimiento de Palermo, Regimiento 7 de La Plata, la Penitenciaría Nacional, en la Unidad Regional 2 de Lanús. En un momento también quise hacer algo focalizado específicamente en Lanús, porque yo soy de la zona. Esa era la idea macro que tenía hace mucho tiempo. Después me encontré con que tenía que darle una vueltita más y contextualizarlo. Me fui a los antecedentes directos e indirectos, llegué hasta junio del 55 y ahí dije: “Junios, bombardeos del 55, fusilamientos del 56”, y definí el recorte histórico.
¿Así llegaste a los bombardeos de Plaza de Mayo?
Llego a los bombardeos porque yo vengo de una familia muy peronista. Mi abuela me enseñó la marcha mientras me acunaba (risas). En plena dictadura, cuando yo era adolescente, siempre surgía la conversación sobre los aviones que salían de Ezeiza sobrevolando mi casa y mi barrio, y diciéndome que se habían producido unos bombardeos tremendos, que habían matado a un montón de personas. Y esto replicaba en la familia. Yo ya me había acercado al tema casi que desde que tengo uso de la razón. Es algo que siempre digo. El peronismo es una cuestión emocional, pasional, sobre todo si las personas que vos más querés fueron las que te metieron en ese camino. Entonces ya el tema estaba implícito antes de que lo pudiese racionalizar.
El peronismo va a ser un hecho maldito para la política argentina. Fue denostado no solamente por los sectores liberales, rancios, sino por toda la superestructura cultural progresista.
¿Por qué pensás que el bombardeo del 55 no tuvo (ni tiene) tanto peso histórico? ¿Por qué se conoce tan poco?
Primero vamos a decir que el peronismo va a ser un hecho maldito para la política argentina. Fue denostado no solamente por los sectores liberales, rancios, sino por toda la superestructura cultural progresista. Hay un montón de actores muy consagrados en la cultura nacional a los que no les interesó abordar ese tema. Tampoco en las instituciones educativas se difundió ni se intentó remembrar ese acontecimiento para insertarlo en el sentido común, exceptuando en el 73 y con las presidencias de Néstor y Cristina Kirchner. No fue un hecho del que gustasen hablar los intelectuales y mucho menos los medios de comunicación. Si vos no tenés esos resortes como sostenedores de la memoria, los hechos quedan omitidos y siguen ocultos para la gran historia nacional. Es más, la operación que hacen de esas usinas de creación de sentido es que el 16 de junio del 55 pasa a ser un día en el que los peronistas incendiaron las iglesias, y no el día que la aviación naval bombardeó la plaza. Es cierto que como una reacción visceral a los bombardeos, la noche del 16 sale un sector del peronismo salió a quemar iglesias. Pero había pasado una cosita antes, un detallecito, ¿no? (risas).
En este sentido, los sectores que quisieron instalar esta versión de los hechos en el imaginario social se valieron de operaciones mediáticas para hacerlo
Los medios de comunicación cumplen un rol fundamental en ocultar la memoria histórica. Hacen un recorte tremendo, muestran una fase de la realidad que no es la realidad sino solamente un recorte de acuerdo a sus intereses. Ni hablar de toda la superestructura intelectual. Por ejemplo, el movimiento nacional no es un movimiento de izquierda o de derecha. Es un movimiento nacional, con todos los matices que se te puedan ocurrir. Es tan adverso a lo que es la izquierda internacionalista como a la derecha liberal. Son los dos sectores que crean sentido. Si vos vas ampliando la mirada, vas viendo que todas las usinas de creación de sentido estaban de alguna manera avalando esa violencia.
Si comparamos esta dicotomía entre peronismo y antiperonismo que existía en aquella época, ¿cómo crees que esto se trasladó a esta época?
Creo que había quedado adormecida durante mucho tiempo, por lo menos durante el 56 hasta el 2003, cuando primero Néstor y después Cristina empiezan a otorgarle al movimiento aquella mística nacional. A partir de allí empieza a recrudecer esta dicotomía que parecía dormida. Por eso creo que este libro tiene cierto viso de actualidad porque se inserta en una nueva revisión de la historia que trae esta nueva resignificación. Volvió a aparecer esa mirada, disfrazada de kirchnerismo-anti kirchnerismo o de populismo-antipopulismo, pero que en realidad es el nacionalismo frente al liberalismo. Esa es la madre de las contradicciones.
¿Así se vive el peronismo actualmente?
El kirchnerismo es una reencarnación del movimiento nacional popular. En algún momento fue el rosismo federal del siglo XIX, vencido por las mismas fuerzas de siempre, en este caso por Urquiza en la batalla de Caseros. Después reencarnó en el irigoyenismo, que tenía un fuerte afluente nacionalista y popular, con algunas cosas que se pueden discutir. A mediados del siglo XX reencarna en el peronismo, y a principios del siglo XXI en el kirchnerismo. Hoy kirchnerismo es una mala palabra, pero son todas fases de la misma idea de nación, el mismo modelo de nación. El peronismo capaz sea el que mejor sintetiza esas aspiraciones de pueblo libre porque tiene una doctrina, tiene esas tres banderas que son la independencia económica, la justicia social y la soberanía política.
Y también esto de la Tercera Posición…
Por supuesto, la Tercera Posición tan alejada del materialismo histórico como del individualismo metodológico. Tanto del marxismo como del liberalismo. Néstor la tenía clara, somos peronistas, no nos bajen el precio. Es eso, en definitiva. Fijate cómo trabajaron los medios de comunicación con la letra K. El kirchnerismo es una parte constitutiva del movimiento nacional con ojos del siglo XXI, con prácticas un poco más progresistas, más democráticas, por la coyuntura. Pero la cuestión de los derechos de las clases populares estuvo siempre.
¿Creés que los hechos ocurridos en los dos junios continúan teniendo consecuencias hasta el día de hoy?
Habría que hacer un estudio minucioso del estado en el que está en el imaginario. Estamos en un momento complejo, en una situación medio distópica, palabra que se está usando mucho ahora. Entre la vertiginosidad de las redes sociales y la velocidad de la información, el sufrimiento material de la gente y esa cosa tan fuerte de no dejar activar la memoria, es complicado. Para trabajar con la historia necesitás procesos que permitan la reflexión, la discusión y la persistencia de la memoria. No pasa nada de eso en las sociedades actuales. Es peligroso porque la historia es lo único que te define como sociedad. La realidad son representaciones mentales, entonces las representaciones mentales se reflejan en la historia. Y es la única manera de entender el presente. Si no, ¿de qué otra forma? El futuro no existe, el presente está pasando, y la única empírea que hay es la historia. Los pueblos que no son conscientes de su historia están condenados a la derrota, al fracaso.
Y a repetirla
Y a repetirla. Por eso tanta omisión o intervención de la historia, tanto de los sistemas intelectuales como educativos y mediáticos. Los pueblos escriben su historia, y si no se reconocen en esa historia que escribieron, difícilmente puedas echar abajo la Ley Bases. A otros pueblos con otras conciencias, históricas y nacionales, no les pasa eso.
¿Se podría comparar ese año que ocurrió entre los junios de 1955 y 1956 con algún otro período en Argentina?
Con la Batalla de Caseros, 1852. Con los urquicistas fusilando a 220 personas en la quinta de Rosas que estaba en Palermo. Los cuelgan ahí, les cortan la cabeza, y las exhiben. Lonardi en el golpe del 55 dice lo mismo que dijo Urquiza en 1852: “Ni vencedores ni vencidos”.
Me hace pensar en cómo la historia es cíclica, pero que de algún modo va cambiando, mutando. Por ejemplo, se sigue ejerciendo la violencia pero desde otro lado
Sí, simbólica, mediática…
Y ahora esa es la que predomina, que no es la que lo hacía en el 55.
Exactamente, era una violencia más física, más visceral. Hoy asistimos a otro tipo de violencias. Psicológica, simbólica, pero que son muy dañinas. Antes vos tenías en las clases trabajadoras una conciencia, una percepción, una concepción, y a lo sumo te mataban a palos o ibas en cana. Pero hoy se está perdiendo esa conciencia. Hay una dimensión del ser humano que Perón plantea en La comunidad organizada que tiene que ver con lo espiritual, la cuestión de lo intuitivo, de saber sin elaborar mucho lo que está mal y lo que está bien. Eso es lo que se está perdiendo. Cosas que tienen que ver con cuestiones más profundas, más éticas y morales.
Vitale plantea que el movimiento nacional siempre tuvo un problema: la intervención de la derecha y de la izquierda. Cita a Jaureche: “Se pelean afuera, pero están de acuerdo adentro”. “Siempre que irradió hacia afuera lo hizo permeado por las dos ideologías, como pasó con el menemismo –concluye–. Eso pasó porque se va desvirtuando y aparecen interpretaciones que son extremadamente radicalizadas. Es importante volver al pensamiento de Juan Perón, y de quienes hicieron grande al movimiento. Son los que te ponen en eje. No es una doctrina unívoca, pero sí tiene que tener una conducción, no solamente en lo político sino también en lo intelectual, en lo histórico, que te permita construir determinada unidad. Si no, te vas para cualquier lado”.