Por Daniela Azul Martínez y Estefanía Denise Gallego
Fotografía: Estefania Denise, Gentileza autores

Se cumple medio siglo de la muerte del tres veces presidente Juan Domingo Perón. Los fotoperiodistas Carlos Pesce y Eduardo Di Baia, autores de varias de las imágenes emblemáticas de su velatorio, recuerdan su trabajo en aquellos días signados por el dolor de multitudes.

Carlos Pesce era uno de los reporteros gráficos de la revista ilustrada Siete Días

Sostienen sus cámaras y sus lentes mientras cubren sus equipos de la lluvia y del frío que no para desde hace cuatro días y el olor a flores podridas carcomidas por la humedad del clima es intenso. En una larga cola, que viborea cuadras y cuadras, las personas aguantan el temporal con angustia y dolor: es la última oportunidad de despedir al General.

Entre los reporteros gráficos se rumorea que a Perón lo van a sacar por la explanada de la Avenida Entre Ríos del Congreso escoltado por caballos y oficiales para llevarlo a Olivos. Carlos Pesce, fotógrafo de la revista Siete Días, está colado entre la fila de gente para conseguir la mejor fotografía. El cajón aparece; él sale disparado al costado del féretro y de pronto ve cómo un jóven soldado acongojado despide con un saludo militar al cajón: “En ese momento vi al soldado llorando y pensé: esta puede ser una gran foto, pero el soldado solo no me sirve, tengo que retratarlo a él y al acontecimiento”, recuerda. Ese soldado era Roberto Vassie y ese retrato se convertiría en uno de los más conocidos del velatorio de Juan Domingo Perón.

El sepelio del mandatario tres veces electo por el voto popular se realizó en el Salón Azul del Congreso de la Nación el 2 de julio y, por la masiva convocatoria de personas que se acercaban a despedirlo, se extendió hasta el día 4. Los diarios, revistas y agencias de prensa relatarían visualmente a través de las lentes de los reporteros gráficos el funeral de un líder popular. Las coberturas fotoperiodísticas que realizaron diarios como Crónica, Noticias, La Razón, Clarín, revistas como Siete Días, Gente, o la agencia de noticias norteamericana Associated Press, se dividían entre lo que sucedía dentro del Congreso por un lado, y la vigilia desde afuera en la Plaza del Congreso por el otro. Cada medio tenía entre dos a tres fotoperiodistas distribuidos en el evento.

Eduardo Di Baia cubrió el funeral para la Agencia norteamericana AP. La circulación de las imágenes estaba prohibida para el territorio nacional y sólo podían publicarse en el extranjero. MIRÁ LA GALERÍA.

El Gobierno, que había quedado a cargo de María Estela Martinez de Perón, declaró tres días de duelo nacional que paralizó el país. Eduardo Di Baia, que por entonces trabajaba para la agencia AP, habla con el sereno de un edificio de oficinas ubicado en la esquina Av. de Mayo y Sáenz Peña para hacer algunas fotos desde arriba. Sube a uno de los departamentos que está vacío para fotografiar una cola de personas que se pierde por la calle: “Casi todas las imágenes del velatorio son hechas desde arriba de los departamentos. En aquel momento pedías permiso y entrabas a cualquier lado y nadie te decía nada. Estaban todos sobre el balcón mirando el velorio, les hacía señas desde abajo y te decían que subieras. Hoy no podrías porque nadie te abriría la puerta, pero en aquella época era una cosa normal”, explica Di Baia e ilustra: “Lo normal e ideal es sacar este tipo de fotos en el primero o segundo piso y que no haya árboles debajo porque si no te tapan la toma”. 

Di Baia cubrió dentro y fuera del Congreso, a diferencia de Pesce, que lo hizo en las inmediaciones del Palacio Legislativo y recuerda: “En la calle había olor a flores podridas. Con la lluvia las coronas se pudrían y eso daba una atmósfera de angustia y tristeza que tenía que ver con el clima que se vivía”.

Diario Noticias, 5 de julio de 1974. Fotografías de Eduardo Grossman y César Cichero (derecha a izquierda)

 

Cora Gamarnik, doctora en Ciencias Sociales e investigadora en la materia, autora del libro El fotoperiodismo en Argentina, opina que las fotos más significativas e importantes fueron las reacciones del público: “Sobre todo porque las fotografías se basaron en los gestos, la tristeza, en la gente grande y humilde que estaba allí sosteniendo un cartel, una foto, una bandera, un periódico”.

Gamarnik recuerda dos fotografías potentes publicadas del diario Noticias, tomadas en el Salón Azul por los fotógrafos César Cichero y Eduardo Grossman y diagramadas en la doble central por el jefe de arte del diario, Oscar Smoje: “En una se ve cómo queda la lámpara encendida en el lugar donde estaba el cajón, flores en el piso y el espacio vacío. Es una foto muy simbólica, muy bella estéticamente. También es una imagen que muestra cómo un fotoperiodista no solo mira lo que sucede y saca fotos de la urgencia, sino que se puede planificar la toma, construirla primero mentalmente y después llevarla a la práctica -que es lo que habían hecho aquellos dos reporteros gráficos-. Para mí es una de las más significativas del velorio: el espacio vacío que dejaba esa muerte”. Di Baia en este sentido cuenta: “Vos podés pensar en una estructura previa de lo que va a ser la foto, pero llegado el momento hacés lo que podés. También hay que tener en cuenta que era otra época muy distinta a la de ahora, ya que tenías que hacer todo a mano; medir la luz, diafragmar, enfocar; no había nada automático”.

Calcular la toma no era tarea fácil. Los reporteros gráficos utilizaban cámaras analógicas con las que, a diferencia de hoy en día, debían aguardar a llegar a la editorial para revelar sus negativos en el laboratorio y visualizar las fotos que habían tomado. Las experiencias de las imágenes quedan grabadas en la memoria de los fotógrafos, pero faltaba la aprobación del medio luego de ser reveladas en papel. “Voy caminando a la editorial de Siete Días, porque ese día no había colectivos ni nada, que quedaba en la intersección de Alem y Paraguay. Cuando llego me dicen: ‘Pesce, tenés una foto fantástica’; pero yo hasta que no la vi publicada no sabía qué foto era”, cuenta Pesce, quien con 22 años recibió el elogio de la revista por su icónico retrato a Vassie.

Silvia Pérez Fernández, socióloga, fotógrafa y docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, reflexiona sobre una posible cobertura de tal magnitud en la actualidad: “Hoy sería una cobertura muy distinta del acontecimiento. Era muy diferente cuando el relato dependía de la mirada de los medios y el conocimiento de los fotógrafos profesionales, a diferencia de ahora que cualquiera con sus celulares puede recopilar material, hacer una edición y generar una publicación”.

“Distribuimos fotos en todo el mundo, pero los diarios argentinos no podían usarlas. En esa época había una prohibición para las agencias internacionales de divulgar fotos en el país”, explica Di Baia. En 1973, por el decreto N°587/73 firmado por el presidente Raúl Lastiri, se estableció que la difusión de informaciones de los medios de comunicación nacionales debía ser suministrada por agencias de noticias nacionales fomentando la circulación del material periodístico y una visión nacional de la información. Con lo cual las agencias estadounidenses y europeas sólo podían informar sobre los sucesos en Argentina hacia el exterior.

 Los medios gráficos expusieron el duelo de distintas maneras, generalmente fieles a la línea editorial acostumbrada por cada uno. La Nación cubrió el fallecimiento colocando la cámara en los ojos de la política; en sus hojas, el diario imprimió las fotografías protocolares de los legisladores y de quien heredó por ese entonces el cargo de presidenta de la Nación, María Estela Martínez de Perón. Son escasas las fotos del cajón en las páginas de este diario, a diferencia de Clarín, que realizó una cobertura fotoperiodística en profundidad del “desconsuelo popular” dentro y fuera del Congreso, donde se fotografiaron incluso los desmayos ocasionados por la conmoción de la despedida y la congoja alrededor de sus restos.

Los diarios Crónica Noticias coincidieron en dividir sus coberturas entre lo que sucedía dentro del Congreso y la vigilia desde la Plaza. «Cúspide de congoja» y “A las 20:30 el cielo comenzó a llorar” eran los títulos de Crónica que acompañan las fotografías del cajón abierto rodeado por funcionarios y ciudadanos que se acercaban en fila a despedir al mandatario. Noticias también se centró en la multitudinaria convocatoria popular, pero además puso el foco en los homenajes de los dirigentes de Montoneros y en las columnas de las demás agrupaciones peronistas dentro y fuera del Congreso.

Un diario importante de la época, La Opinión, se caracterizó por no tener fotografías en sus páginas; sus titulares de esos días se centraban en las reacciones partidarias y en la incertidumbre política sobre el futuro del país. La Razón, por el contrario, rebosaba de fotografías: el público, el féretro, las calles y una Isabel vestida de luto de pies a cabeza, acercando su mano al cuerpo expuesto sin vida del General. Ante esto, Gamarnik señala el carácter de documento y archivo histórico del ejercicio del fotoperiodismo: “Las fotografías no son ilustraciones, son una forma de construir relatos visuales de la historia”.

“En realidad, lo que se muestra en la mayoría de los medios extranjeros es la reacción de la gente ante un determinado hecho. La exhibición de los cadáveres se presenta con mayor recurrencia en los medios argentinos y en algunos otros países, pero en Estados Unidos y Europa la gente es muy reacia a ese tipo de imágenes, especialmente en primera página”, refiere Di Baia al reflexionar sobre cómo la agencia AP evidenció al mundo el fallecimiento del líder argentino. Agrega también que en los códigos éticos de la agencia norteamericana prevalece no mostrar imágenes que sensibilicen.

En el caso de la tapa de Siete Días, bajo el título “La muerte de Perón: el homenaje de su pueblo”, se publicó una foto hecha por el fotógrafo Mario Paganetti, una doble página con Perón reposando en el cajón abierto: “Hay un impacto de la imagen, de lo que ves, del momento. La revista lanzó un suplemento entero dedicado al velorio”, explica Pesce, quien también tuvo su participación en doble página con una fotografía del féretro del General dejando el Congreso de la Nación escoltado por una caravana de oficiales. Ki Chul Bae, fotógrafo que en ese entonces trabajaba para la revista Gente, también fotografió al soldado Vassie. Sin embargo, dicha revista la publicó en su edición en un tamaño pequeño a diferencia del mismo retrato que hizo Pesce que se publicó en una página completa de Siete Días y que difiere en el ángulo de la toma: “Fue una secuencia. Yo venía corriendo al lado de la cureña donde estaba el féretro y veo al soldado llorando. La foto que hizo Bae puede ser en Vietnam, Camboya o donde sea, por yo tomé la decisión de juntar las dos cosas; la cureña y el soldado. Cuando me vieron sacar la foto al soldado había otros cincuenta fotógrafos y ellos también le tomaron la suya. Yo no soy el único autor, debe haber varias fotos, pero la mía es esa”, relata Pesce.

El martes 2 de julio de 1974 jóvenes, adultos, niñas y niños se comenzaron a concentrar en largas filas de las calles que rodeaban el Congreso de la Nación, algunos lograron ingresar al Salón Azul para despedir a Perón, otros se quedaron sin poder hacerlo. La lluvia no cesó, pero el pueblo resistió y la masiva convocatoria y despliegue ante el deceso de Perón fue única en su tipo. Pesce recuerda lo que su madre le contó sobre la cantidad de personas que había en el velatorio de Eva Perón y lo compara con el calibre del evento histórico que a él le tocó vivir: “Cuando me encuentro con el velorio de Perón se me vino a la mente el relato de mi mamá, lo que me contaba de chico de cómo fue la muerte de Evita”.

Pérez Fernández afirma que no se puede soslayar que toda persona que haya estado viva en esos días, desde niñeces en adelante, no tenga algún recuerdo de la muerte de Perón: “Fue un hecho que marcó absolutamente todo”.

«El recuerdo más vivo de esos días fue la emoción de la gente, muchas personas llorando -concluye Di Baia-. Nunca he visto que hicieran eso por ningún otro presidente, ni con Kirchner (que también fue impresionante por las colas que se formaron y el fervor). Perón realmente fue un mito. Hubo gente que todo lo que hizo fue por sus políticas, por lo que no es casual que 50 años después se lo siga recordando. Eso habla de lo que fue”.

 

Los últimos días del General

“Con gran dolor debo transmitir al pueblo el fallecimiento de un verdadero apóstol de la Paz y la no violencia”, comunicó Isabel Perón alrededor de las 14. El fallecimiento de Juan Domingo Perón era una posibilidad que se avecinaba y las agencias y los diversos medios, tanto nacionales como internacionales, lo sabían muy bien. Los fotorreporteros estaban a la espera de un deceso ya advertido por el estado anímico del Presidente: “A partir del 20 de junio ya había rumores permanentes de que estaba con una neumonía muy aguda”, recuerda Di Baia quién estuvo en el último viaje con él y agrega: “En Asunción hacía un frío terrible. Desde Paraguay ya sabíamos que venía mal. Se había enfermado y el último día de su estadía en el país ya estaba muy engripado. Luego del 12 de junio, cuando salió al balcón, ya no se lo vio más. Se sabía que estaba mal y que empeoraba cada día, hasta que el 1° de julio anunciaron que había muerto. Todo el proceso duró veinte días”.

El país estaba en luto y se decretaron tres días de duelo nacional. La situación obligó a los fotoperiodistas a cumplir con su trabajo y cubrir de lleno el hecho. “Este acontecimiento hizo que tenga que postergar la fiesta de mi casamiento”, expuso Paganetti en su cuenta de Instagram para referirse a la última foto que le tomó a Perón: “Prácticamente estuve dos días sin salir del Congreso Nacional mientras lo velaban. Pude hacer esa foto que, al día de hoy, me sigue impactando”.

A pesar de cumplir con su labor, el evento tocaba una fibra sensible en aquellos fotorreporteros, que se veían atravesados emocionalmente por su cercanía ideológica a Perón: “Como peronistas nos angustiaba, pero mi posición era la de fotógrafo”, recalca Pesce. Las incesantes lluvias que aclimataron el suceso también ponían en riesgo el prolongado desempeño de los fotoperiodistas durante esas fechas: “Me mandaron una semana antes a cubrir afuera del Congreso. Después en el velorio fueron cuatro días de lluvia en los cuales rogaba que no se me mojara la cámara porque si no perdía todo el trabajo hecho”.