La multipremiada obra «El hombre e acero» cumple cien funciones. Una conmovedora historia de un padre que intenta comunicarse con su hijo autista.
Escrita y dirigida por Juan Francisco Dasso, El hombre de acero logró mantenerse tres años en cartel y completar cerca de cien funciones, al mismo tiempo que fue ganadora del XII Premio Germán Rozenmacher de Nueva Dramaturgia en el año 2019. La obra es protagonizada por Marcos Montes, quien también ha recibido numerosos reconocimientos por la maravillosa labor que lleva adelante. Entre ellos se encuentran el premio Trinidad Guevara 2022, y las nominaciones a los premios ACE y María Guerrero del mismo año. El actor encarna el papel de un padre que se encuentra absolutamente desesperado por no poder lograr que su hijo Neo, un adolescente con autismo, lo mire siquiera a los ojos. La cita es los viernes a las 20 en Espacio Callejón, Humahuaca 3759, CABA.
Dasso decide crear un monólogo y ofrece un espectáculo que plantea un circuito de comunicación que tiene como destinatario a un interlocutor bloqueado, que es nada más y nada menos que Dionel, único amigo de Neo y también autista. El joven tiene incluso su propia butaca entre el público, a pesar de no encontrarse físicamente allí.
En conversación con el director, indagamos un poco más acerca de las motivaciones que lo impulsaron a escribir esta encantadora obra, y consultamos con él acerca de la elección de la temática y de dónde surgió la idea de un interlocutor bloqueado.
“Lo cierto es que ya llevaba un tiempo trabajando con cierto procedimiento a la hora de escribir y bueno, de repente apareció una voz muy racional, la del protagonista, que le hablaba a alguien, y cuando me pregunto a quién y por qué no le contestaba este interlocutor, empecé a pensar en que era alguien que no tenía la capacidad de hacerlo y que estaba en una situación neuronal y social diferente”, comenta el joven autor.
Durante 2016, Dasso se volcó de lleno a la creación del monólogo. En el transcurso de ese año, trabajó en un centro educativo terapéutico, en donde “al tener todo el tiempo contacto con este mundo, no dejaba de ver que era sumamente interesante para abordar, sobre todo cuando observaba o imaginaba los vínculos de niños y adolescentes con sus familias”, motivo que lo inspiró a escribir.
El personaje principal es un hombre que destila poder, y lo manifiesta a través de su vestuario, su gran dominio del léxico, la templanza con la que se expresa y el control que ejerce sobre el espacio en el que se desarrolla la obra. Además, se presenta a sí mismo como una persona extremadamente racional, y es a partir de los parámetros de su propia racionalidad que trata de construir algún tipo de relación con Neo, motivo por el cual sus intentos se ven frustrados una y otra vez. Parece ser que su principal error es no poder aceptar el grado de relación que la condición de su hijo le permite tener. Luego de haber perdido prácticamente toda esperanza, el impostergable despertar sexual del adolescente puede ser la última chance que tendrá este padre para tratar de tender un puente entre los dos.
El papel resultó perfecto para Montes, quien además de ejercer su profesión como actor, es corrector internacional de textos en lengua española por la Fundación Litterae y La Fundéu. También es máster en Lexicografía Hispánica por la Real Academia Española y la Universidad de León.
En comunicación con el intérprete, cuenta que en el momento en que le llegó la propuesta, se encontraba realizando Happyland en el teatro San Martín, y su autor, Gonzalo De María, le comentó que se había premiado una obra con el premio Germán Rozenmacher, escrita por un tal Juan Francisco Dasso.
“Al parecer, Juan Francisco le había consultado acerca de qué actor podría llevar adelante esa idea, que por cierto es un monólogo con una riqueza a nivel textual excepcional, y con mucha búsqueda dentro del lenguaje y de las palabras. Fue entonces que Gonzalo le sugirió que se contactara conmigo”
Si bien no se conocían entre sí, cuando Dasso contactó a Montes, este quedó maravillado. “Me pareció realmente un gran texto, con una muy buena situación, y escrito con mucho conocimiento. Me impactó que alguien tan joven pudiera escribir de una manera tan contundente sobre temas tan delicados. Afortunadamente descubrí en Juan Francisco un teatrista con mucho empuje, conocimiento y mucha cultura, no solamente teatral, sino total, y realmente el encuentro con él me resultó muy estimulante”, expresa con satisfacción el actor.
Otro gran acierto de la obra es la elección del título, que más allá de hacer alusión a un frustrado festejo de cumpleaños en el que el papá de Neo se disfraza del célebre personaje de los cómics de Marvel, Iron Man, hace también referencia a una especie de coraza que este hombre ha forjado en torno a su personalidad para poder protegerse y sobrellevar la frustración producto de los fallidos intentos de conectar con su hijo.
“Me pareció sumamente interesante, en términos dramáticos, que un hombre con educación y con tantos recursos no pudiera conseguir algo tan elemental como la mirada de su propio hijo”, agrega Dasso.
La trama de esta conmovedora historia nos conduce hasta un momento sumamente conflictivo. Un día, y de forma muy repentina, Neo decide encerrarse en una bañera por un periodo prolongado de tiempo, y nada ni nadie puede convencerlo para que salga de allí. Su padre decide involucrarse nuevamente para tratar de ayudar a su hijo, iniciativa que es saboteada por la propia negativa del adolescente, quien se pone a gritar y retorcerse con ferocidad, provocando que el pobre hombre huya despavorido. Finalmente, es él quien decide citar a Dionel y encargarle la titánica tarea de lograr que Neo salga de ese baño. Sin embargo, la responsabilidad que se le otorga no le es asignada porque sí. Resulta ser que el joven es el único capaz de generar algún tipo de estímulo comprobable en su amigo, debido a que este se encuentra profundamente enamorado de él. Tanto es así, que ambos han protagonizado un incidente en el centro educativo al que asisten, hecho al cual se alude constantemente en la conversación que entabla el papá de Neo con el adolescente.
Lo que más cautiva de esta escena es la actuación de Montes y la tensión que su performance le otorga al ambiente. Podemos ver a un personaje que simula estar en un estado de calma absoluta, al mismo tiempo que parece estar a punto de perder esa templanza tan característica de su persona e implosionar, mientras sostiene en su rostro una sonrisa que transmite frialdad, al igual que desesperación.
Al principio de la conversación, el protagonista le ofrece a Dionel un tazón de froot loops con leche, y lo incita a que los coma antes de que pierdan la crocancia y se vuelvan una masa uniforme, esponjosa y sin ningún tipo de solidez. Podemos establecer aquí un paralelismo entre los cereales y la paciencia con la que intenta manejarse el personaje, que con el correr de los minutos va perdiendo su consistencia y deja entrever el sufrimiento que atraviesa este compungido padre. Vemos hacia el final de la obra a un hombre completamente derrotado, luego de haber puesto cuerpo y alma para tratar no solamente de establecer un vínculo con su hijo, sino de ayudarlo.
Ya sin más tiempo que perder, y habiéndolo dado todo, este desesperado padre prácticamente le implora al chico que se meta en el baño y hagan lo que tengan que hacer con tal de que Neo esté bien. Paradójicamente, es en este momento que el personaje consigue que Dionel lo mire directamente a los ojos.