Por Julieta Escat
Fotografía: Daniela Hernández

El Taller Proyecto Mutan recicla tapitas de plástico en anteojos, composteras, lámparas, muebles, macetas y tachos de basura. Armaron sus propias máquinas de triturado, inyección y prensa. Trabajan con cooperativas de recicladores.

Del dicho al hecho, a veces, puede haber un corto trecho. Sergio Fasani, fundador del Proyecto Mutan, dice y hace en consonancia. Al momento de conversar con ANCCOM, lleva puestos unos anteojos cuyo marco fue elaborado en su propio taller, en el cual él y sus cinco colegas producen lentes, composteras, lámparas, muebles, macetas y tachos de basura con tapitas de plástico recicladas. 

Desde la planta alta del taller, ubicado en Villa Martelli, Provincia de Buenos Aires, Fasani cuenta que estudió Diseño Industrial en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y que ya desde el último tramo de su carrera se empezó a interesar por el universo del reciclaje y las cooperativas. Lo dice sentado en una silla hecha con plástico reciclado, mientras toma un café que está apoyado sobre una mesa también reciclada. La lámpara que ilumina la sala de la planta alta, que funciona como oficina, también está hecha con tapitas de plástico fundidas. Dice que su tesis de grado exploró, allá por el 2013, la idea de triturar plástico para transformarlo en nuevos objetos. “Al final de la carrera quedó más como una pequeña investigación. Diseñamos cestos de residuos y nos empezamos a juntar acá, en este taller, para hacer pruebas. Primero fuimos a ver algunas fábricas que ya trabajaban con plástico tratando de que nos hicieran algunos prototipos con sus máquinas, pero en ese momento no había mucha conciencia del reciclaje y los productores no querían hacerlos. Los que nos hacían un prototipo ya después no nos querían hacer un segundo o tercero. Por eso terminamos haciendo nuestras propias máquinas. La primera, que es una vieja hormigonera que todavía tenemos, nos permitió hacer las luminarias”, cuenta. 

Unos minutos antes Candela Aris, quien también trabaja en el taller, había mostrado la máquina trituradora de plástico a la que se referiría Fasani, que se encuentra en la planta baja del lugar junto con las otras herramientas que utilizan en el día a día. Ella había contado que el artefacto en cuestión fue el proyecto final de la materia Tecnología 4 de la carrera de Diseño Industrial de la UBA. “Acá todos venimos de la universidad pública”, había dicho mientras gesticulaba con las manos para explicar el funcionamiento de la máquina. Ese aparato y los demás, una inyectora para objetos pequeños, una rotomoldeadora para objetos huecos y una máquina de prensa con calor, fueron construidos por los integrantes de Mutan con componentes adquiridos a través de proveedores nacionales. 

Ahora, en la planta alta, Fasani cuenta que la tesis del 2013 se transformó, en 2016, en la presentación oficial del primer producto (las lámparas) en el mercado, que se hizo junto con la Fundación Garrahan en la Feria Puro Diseño. Garrahan le había vendido a Mutan las tapitas de plástico con las que elaboraron las luminarias, por eso estuvieron juntos en la presentación. ¿Cuánto tiempo les llevó, y les lleva, hacerlas? 

Y tienen un proceso de horneado y rotación —explica en detalle Fasani—. O sea, básicamente es como cocinar. Lo metemos en el horno, con un molde y una matriz, y está una hora calentándose y una hora enfriándose. Así que hacer una lámpara demora dos horas en máquina, más todo el armado de la pieza. Los productos más pequeños, como los anteojos o los llaveritos que solemos vender a las empresas, llevan dos minutos. Las composteras te toman medio día, porque son muchos módulos por vez. Casi todos tienen procesos posteriores, de pulido y de corte, para terminar de darles la forma”. 

Mientras Fasani cuenta esto, se puede ver detrás de él una estantería que reúne todos los productos terminados: un cesto de residuos, una compostera, una maceta, y así. Un ejemplar de cada uno. Dice que Mutan no sólo consigue las tapitas de plástico a través de Garrahan, sino que también se las compra a cooperativas que se dedican a recolectarlas, clasificarlas y limpiarlas, y también a algunas empresas que tienen su propio descarte industrial. Cuenta que él y sus compañeros no se encargan del acopio porque les interesa dedicarse directamente a la transformación y al diseño de los productos. 

«Cuestionarse, como diseñadores, con qué material está hecho lo que producimos o qué va a pasar con nuestros materiales después es algo relativamente nuevo», dice Fasani.

De todas maneras, el vínculo con las cooperativas va más allá de la obtención del material, dice Fasani. Por ejemplo, tiempo atrás Mutan empezó a producir los estuches de los anteojos con el reciclaje de bolsas plásticas. En el ínterin conoció a Entramadas, un colectivo socioambiental de mujeres emprendedoras del barrio 1-11-14 también dedicado al reciclaje, y las ayudó a conseguir máquinas. Después Mutan les dio capacitaciones y ahora ellas producen los estuches en su totalidad. Fasani cuenta que él y sus compañeros también tienen vínculo, gracias a un proyecto de la UBA, con la Cooperativa Recuperadores Urbanos del Oeste. Dice que la idea es montar un pequeño taller y brindarles capacitaciones. 

Con respecto al vínculo con las empresas, Fasani dice que los primeros cien anteojos que hicieron en Mutan fueron elaborados con las carcasas de pavas eléctricas que tenían fallas, las cuales fueron provistas por Newsan, que produce electrodomésticos. Esas pavas se transformaron y volvieron a la empresa en forma de lentes. Fasani dice que también fabrican premios y mini souvenirs para firmas como Andreani y el Consejo Publicitario Argentino. “¿Ves?”, y Fasani señala un pequeño galardón de color blanco con pintitas de colores, los vestigios de las otrora tapitas de plástico.

¿Mutan recibe algún tipo de ayuda estatal? “No de forma constante”, dice Fasani. Cuenta que han obtenido subsidios del exMinisterio de Ciencia, Tecnología e Innovación, sobre todo, para fabricar o mejorar alguna máquina. “Hoy se cortó bastante”, agrega. “Es más dice tenemos uno que nos dieron el año pasado para mejorar la tecnología de los lentes y ya lo rendimos y todavía no logramos que nos firmen el okey de la rendición. No hay nadie que lo firme, lo que pasa en un montón de sectores, me parece”. 

¿Qué es lo más desafiante de llevar adelante el Proyecto Mutan? “Que la gente note la calidad de los productos”, dice Fasani después de pensarlo un poco. Ahora se explaya: “Como el reciclaje estaba más asociado a lo artesanal, quizás no se confiaba en la calidad de un producto reciclado. Creo que eso está cambiando bastante y fuimos parte de eso, de mostrar que podemos hacer productos complejos, como los anteojos, o con una estética particular, como la compostera, que para mí es la más linda del mercado”, dice entre risas. ¿Y lo más gratificante? “Trabajar en una nueva área del diseño, porque cuestionarse, como diseñadores, con qué material está hecho o qué va a pasar con nuestros materiales después es algo relativamente nuevo. Eso nos interesa a todos los que formamos parte de Mutan, y saber que lo que hacemos tiene impacto en la gente. Con esta nueva conciencia, sabemos que hay que producir y consumir mejor, entonces tratamos de acompañar ese camino y es gratificante saber que estamos haciendo algo en ese sentido”, concluye.