La directora Mariana Obersztern llevó al escenario el cuento «Nada sobre todo esto», protagonizada por Mirta Busnelli, María Merlino y Vanesa Maja.
Una hija y una madre conviven en un auto en el que repiten todos los días la misma actividad: mirar casas. Así es que llegan a una vivienda muy especial, de tres livings y mesas de mármol blanco. Pero la madre esta vez pasó el límite: su auto invadió una casa ajena, embarró todo el jardín y ya no puede dar marcha atrás. Se trata de lo irreversible, lo que no está adentro y se busca desesperadamente afuera. Una hija que narra, su madre que se obsesiona y una dueña que se pregunta quién va a pagar el daño hecho.
Esta es la trama «Nada de todo esto», un cuento escrito por Samanta Schweblin, que leyó la actriz María Merlino hace seis años, y desde entonces quiso llevar al teatro, aunque todos le decían que no era un cuento teatral, sino más bien audiovisual, cinematográfico. Así nació la puesta Ese Bow-Window no es Americano que se exhibe en Dumont 4040.
¿Cómo lograste concretar el proyecto?
María Merlino: Se me ocurrió llamar a Mariana (Obersztern), quien ya me había dirigido tres veces. Justamente eso que la gente veía como una contra, ella lo vio como algo positivo. Le gustó el desafío, esa cosa no tan teatral que tenía el cuento. Después de que ella lo leyera y me diera su visión, me di cuenta que todo lo que me contaba era lo que yo había pensado e imaginado y no había logrado poner en palabras. Así que a partir de ahí empezamos a armar el proyecto: Mariana como directora, yo de hija, Mirta (Busnelli) como la madre y Vanesa (Maja) como la dueña.
¿Qué te atrajo del cuento?
M.M: Principalmente el vínculo de madre e hija. Ese hábito o ritual que tienen de mirar casas que podría ser anecdótico, pero atrás de eso hay una relación bastante compleja.
En el cuento aparecen el esposo y el hijo de la dueña. En la obra son nombrados, pero no están encarnados en actores, ¿hubo una decisión de que sea una obra actuada solo por mujeres?
Mariana Obersztern: Absolutamente. A mí me daban ganas de concentrar y condensar ese universo femenino que me parecía que latía muy fuerte en el cuento, en el estilo de mirada de Samanta Schweblin, del detalle, de la sensorialidad. No tener que ser leal a la dramática de la obra, sino más bien a lo que se eleva del cuento. No está el niño pero está, porque se lo está nombrando todo el tiempo y aparece en el imaginario.
¿Qué efecto genera esto?
M.O: Me parece que soltar al hijo y dejarlo en el imaginario permite que la obra se pueda despegar de alguna especie de deuda teatral, tradicional, e ir en busca de esto que decía María, de esa zona fílmica. Se abstrae un poco porque permite empezar a mezclar los materiales y también la obra entra un poco en el mundo de las ideas.
¿Por eso también la decisión de incorporar visuales?
M.O: Sí, porque el teatro es acción, presencia, carne, tierra. Y este cuento tiene esa especie de deriva fílmica. Para poder producir eso conviene mover algunas cosas para que no se convierta en una obra de living. Esto no es una obra de living. Entonces la intención es que algunos elementos que están configurando el todo cambien de terreno.
En la obra sucede algo particular: cuando la madre habla, lo hace desde el dolor, aunque sus líneas generen risa en el público. Lo gracioso es la forma, el atrevimiento, el momento en que aparecen (cuando aparecen) las palabras de Mirta Busnelli.
¿Por qué te interesó protagonizar a la madre?
Mirta Busnelli: María me invitó, nosotras somos amigas y nos conocemos hace mucho tiempo y habíamos hablado de hacer algo juntas. También el cuento me gustó mucho. Es difícil contar de qué se trata, pero me atrapó algo de la madre. Esa extrañeza que tiene, esa rareza, ese misterio, esa sensación de soledad total.
¿Cómo vivís el estreno de una película y el estar haciendo teatro independiente en simultáneo?
M.B: La estrella que perdí es una película independiente que se estrenó con el apoyo del INCAA. La verdad no sé qué va a pasar. Como todos sabemos, en el INCAA se echaron a más de 200 personas y está amenazado. Se cerró el área de Fomento, que era justamente el que apoyaba y subsidiaba a las películas.
Siendo actrices y directoras ¿cómo viven esta situación de recorte? ¿Consumen teatro y cine de la misma manera o están más enfocadas en producir?
M.B: No, podemos comer, cantar y bailar.
M.O: Todo. Es importante tener un fueguito encendido, alguna vitalidad para que las cosas se arrasen lo menos posible. Para seguir vivos para la próxima vuelta, porque estas cosas que están ocurriendo son muy ruinas hacia la cultura, la educación, el pensamiento. Está bueno estar agazapado y conectados, conectades entre todes. Sobre todo para que no se arruine la belleza de la gente, de los humanos viviendo juntes e interdependientes.
Ese bow-window no es americano se puede ver todos los domingos a las 18 en Santos Dumont 4040, en el barrio de Chacarita. Las entradas están disponibles en Alternativa Teatral.