Por Fiona González
Fotografía: Pamela Pezo Malpica

Los pacientes deben hacer filas de horas con fiebre y dolores en el cuerpo desde la madrugada. La población acude al Hospital Muñiz por falta de elementos para testear en otros centros de salud. Todos se declaran colapsados. Prometen el resultado para el día, pero es enviado por correo 48 horas después.

Mientras el nuevo brote de dengue llega a cifras sin precedentes, con 134.202 casos en lo que va de año y 106 muertes desde mediados del 2023 según el último Boletín Epidemiológico Nacional, los pacientes con síntomas forman filas durante horas en las 18 unidades febriles habilitadas en la Ciudad de Buenos Aires. Una de las más concurridas es la del Hospital Muñiz de Parque Patricios, donde suelen acudir muchos que no pudieron testearse en otros centros debido a la falta de reactivos.

A media mañana, todos los días, alrededor de treinta personas forman una aglomeración silenciosa frente a la entrada de la unidad febril del hospital. A pesar de las caras largas, se mantienen atentos. Esperan escuchar, entre los vehículos que pasan por la calle interna y el sonido de los pájaros, un nombre y apellido: el propio o el de la persona que acompañan. Griselda Segueso se deja caer sobre el costado de la rampa que zigzaguea hasta la estrecha puerta esmeralda de estilo colonial. Con los ojos entrecerrados y los labios violáceos, se apoya sobre la baranda caliente. El sol no da tregua y el malestar tampoco. “Lo que menos me imaginé es que me iba a traer tanto dolor”, dice en una voz frágil. Viene desde Mataderos a confirmar un caso prácticamente seguro de dengue: en su familia ya cursaron la enfermedad su hijo y su marido, mientras que la hija aguarda en Pediatría por un desmayo. Según cuenta, de los cuatro es la que más padece los síntomas: “Al principio te tira la fiebre, pero después el cuerpo ya no te deja dormir. Desde el viernes que no descanso, tengo muchísimo dolor de cabeza y de cuerpo”.

Quince días atrás, también estuvo en el Muñiz para que testeen a su hijo. Llegaron al mediodía y no los atendieron, a pesar de que varios carteles fijaban la hora de cierre a las 16. “Ahora sabía que si vengo temprano me van a atender, hay que esperar mucho”, afirma. Añade que en el Santojanni les avisaron desde el principio que no tenían reactivos, una historia que se repite en otros pacientes que probaron suerte sin éxito en el Hospital Penna –a poco más de diez cuadras – y el Argerich, entre otros. 

Facundo Quiroga está desde las 4 de la madrugada con su cuñado Juan José, de 63 años, que tiene fiebre alta hace cinco días y bajó de peso. Entraron a las 8 de la mañana, horario de apertura de la unidad febril, como los primeros de la fila. No obstante, dice que no los llamaron respetando el orden de llegada. “Somos de Virrey del Pino, pero vinimos de allá porque no hay nada, está todo colapsado”, cuenta. La odisea del cuñado de Quiroga tiene paradas frustradas en el Hospital Paroissien, de Isidro Casanova, y el 32 Simplemente Evita en González Catán donde, a falta de test, le pusieron suero para aliviar la fiebre, que llegó a superar los 40 grados. Después de una hora con suero en el Muñiz, la espera continúa con preocupación: en lugar de las dos horas estipuladas, les dicen que el resultado del test tardará dos días en llegar por e-mail. Juan José permanece sentado, alejado de la gente. Su mirada agotada sigue a Facundo, que entra a reclamar. Un suspiro sale del barbijo requerido para ingresar, prefiere dejárselo puesto. Entre los que preguntan por el dengue en ventanilla, hay consultas por neumonía. Mejor no arriesgarse.

Una enfermera le pide paciencia a la gente, sostiene que no dan abasto con los que llegan de distintos puntos de Capital y Buenos Aires. Explica a ANCCOM que la gran cantidad de cuadros de deshidratación requieren suero, lo cual extiende la demora para el turno del siguiente en la lista hasta tres horas. Entretanto, los mosquitos revolotean alrededor de la calle, que tiene un par de charcos y un tacho de basura sin tapa. Como la mayoría, María Gairo se defiende de las picaduras a base de palmadas en los brazos y las piernas. “Soy recicladora urbana, y es imposible prevenir el dengue en las condiciones en las que trabajamos”. Cuenta que no tiene quien la acompañe, aunque se encuentra en la fila con compañeras de trabajo. 

Al mediodía queda menos de la mitad de gente afuera. Los que llegan a preguntar a la ventanilla son enviados a su casa -a menos que presenten síntomas de alarma como sangrado en encías, nariz, vómitos, orina o heces-, considerados positivos en dengue si coinciden los síntomas y su duración con los indicados por el Ministerio de Salud nacional. Les recomiendan tomar paracetamol y aislarse entre 7 y 8 días. 

De acuerdo a la cartera nacional, se registraron 106 muertes por dengue en todo el país en la temporada 2023/2024, entre julio y marzo. En medio de un brote récord, que suma 41.450 casos confirmados entre la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires y sin oferta pública de vacunas, los que se acercan a los hospitales, sin garantía de conseguir confirmar o descartar la enfermedad en el día. La fiebre, denominada quebrantahuesos, no quebranta paciencias.