Por Ariadna Menedin
Fotografía: Valentina Gomez

En medio de un enorme operativo de seguridad, Javier Milei inauguró las sesiones parlamentarias con un discurso en el que ofreció un «alivio fiscal» a las provincias a cambio de que le aprueben la Ley Ómnibus. También invitó a la dirigencia opositora a firmar el Pacto de Mayo, un decálogo del ideario mieísta sobre el que se estructuraría el futuro de la Argentina. Además, anunció el cierre de la Agencia Télam y criticó al peronismo.

Llegar al Congreso parece una odisea, los colectivos en procesión se agolpan en el centro y las estaciones de subte cerradas generan cuadras de cola en cada parada. Es que la rebelión decidió estallar en la estación Constitución con el primer “Molinetazo” el mismo día que el presidente se disponía a sentar las bases de lo que llamaría “el nuevo pacto social”.

El ambiente en la avenida Rivadavia se percibe tenso, los mismos funcionarios de siempre comparten un café en el mítico Casablanca entre un par de custodios y borrachos conocidos. Parece ser un barrio donde la política y la vida del común de la gente de cruzan, casi de casualidad, o por error.

Los medios repitieron todo el día que el presidente Javier Milei guarda una sorpresa para el final, se rumorea que será el anuncio de un gran acuerdo nacional, sumado a un cierre que mantiene expectantes a los noteros, pero para esto habrá que esperar hasta el final del espectáculo.

La calle se va colmando de fuerzas de la Federal que bajan de innumerables colectivos ploteados de negro. La tribuna del presidente se acomoda en las inmediaciones del Congreso, entre una marcha del frente de izquierda y un par de fanáticos oficialistas pasados de cervezas que dan la impresión de estar aún más convencidos que el mismo mandatario.

Las vallas se encargan de separar quienes tienen permitido luchar contra la casta desde dentro y quienes deben resistir las consecuencias, por fuera. Adentro del Congreso esas diferencias se evaporan entre un montón de saludos y abrazos que poco tienen que ver con el protocolo.

En la sala de prensa los periodistas se agolpan entre los invitados más importantes, otros se dan una vueltita por el sector esperando que algún micrófono los capte. Otros no dan notas, pero saludan cálidamente a noteras que saben cuidar sus fuentes. Se respira un ambiente amistoso, de confianza, todos parecen conocerse, y la mejor forma de pasar el rato son los los cuchicheos entre compañeros comentando posibles horarios de llegada, incógnitas sobre el discurso e internas sobre funcionarios.

A las 20 ingresa la vicepresidenta, Victoria Villarruel, sin mucho movimiento más que dos camarógrafos que suspiran mientras ella llega al recinto. La acompañan unos jóvenes de traje y pelo despeinado como parte de la comitiva, un rasgo que se repite con casi todos los funcionarios más conocidos de La Libertad Avanza.

Poco a poco se van ubicando todos los periodistas lo mas cerca de la entrada que la seguridad lo permita, se rumorea que el mandatario va a llegar antes de lo previsto.

Mientras  se aguarda la llegada del presidente, el diputado Leandro Santoro aparece en el recinto. Ee diálogo con ANCCOM dice que lo que la Argentina necesita para salir adelante es  “un gran gobierno de concertación”..

Los streamers de traje se pasean inflando el pecho, un poco demasiado, casi esperando que alguien se atreva a cuestionar su lugar entre la casta. A solas en los palcos, rodeados de su circulo íntimo, miran con una mezcla de desprecio y desconfianza a los de afuera. Son estos mismos los que festejaron y aplaudieron cuando, en medio de su discurso, el presidente negacionista volvió a poner en duda el numero de desaparecidos por la dictadura militar.

El diputado bonaerense Agustin Romo, representante de La Libertad Avanza, es uno de los tantos chicos jóvenes que se pasean de trajes por los pasillos. Comenta en diálogo con ANCCOM que las propuestas que LLA prepara para la juventud es “el volver a ser una potencia mundial.”

A las 20:50 Milei ingresa en el recinto y cinco minutos mas tarde del comienzo a la apertura. Contrariamente a lo esperado, su discurso se extiende por más de una hora. El mandatario decide endulzar todos sus recortes con slogans de campaña que la tribuna de traje aplaude al ritmo de “motosierra, motosierra” y otros cánticos poco ensayados.

Durante el discurso el recinto de prensa se mantiene tranquilo, hasta que llega el anuncio del cierre de la Agencia de Noticias Telam. Las miradas se cruzan y el silencio se hace incómodo en la sala. Trabajadores de todas las cadenas informativas se buscan con cierta angustia o incertidumbre a sus compañeros, hombres de años en la calle trabajando detrás de las cámaras miran el suelo con tristeza.

El presidente enumera números que nadie sabe de dónde salieron para enrostrarle la crisis a los gobiernos anteriores. Después solo menciona con nombre propio a dirigentes peronistas intentando implícitamente reconstruir una alianza de todos contra el kirchnerismo. Siguió proponiéndole a los gobernados un alivio fiscal a cambio de que sus diputados y senadores aprueben la Ley Ómnibus. En buen criollo: transar plata por leyes. Cerró invitando a firmar un “Pacto de Mayo” en la provincia de Córdoba con gobernadores y dirigentes políticos de todas las fuerzas el próximo aniversario de la revolución que dio lugar al primer gobierno patrio. Pero ese pacto no sonó a otra cosa de un decálogo de la esencia mileísta, por lo que sería solo un contrato de adhesión.

A la salida, el presidente se toma unos minutos para responder consultas, su actitud siempre es cuidadosa y se encuentra acompañado por la mirada penetrante de su hermana. Ella no deja de mirar fijamente a todos los periodistas que se acercan con el fin de hacer alguna consulta sobre la apertura.

Algo nervioso esquiva rápido las preguntas protocolares sobre su discurso y se apura a resaltar que lo más importante de la elección de Córdoba como sede del nuevo pacto de Mayo. Es que se trata de la provincia que le dicen La Docta –aclara-. Después, entre risas, agrega: “No se olviden que allí nació Conan”, su mastín ingles fallecido.

Mirándolo a los ojos se lo ve temeroso, un poco distante, como temiendo sufrir la desaprobación de alguna autoridad. Se retira cercado por un grupo de asesores y disputados que los siguen en cada paso, deja una estela de preguntas no respondidas y la duda de que si el pueblo será autoridad suficiente como para desacreditar su gestión.

Afuera del Congreso se reúnen un grupo de oficialistas que busca a toda costa sacarse foto con cada referente de La Libertad Avanza que ocupo tiempo en pantalla. El encuentro no parece ser lo que esperaban los funcionarios, sus caras un poco inquietas e intentando poner distancia deja entrever que el pueblo por el que quieren ser reconocido lleva traje y se pasea por oficinas.

Frente al bar Casablanca se agolpan un grupo de militantes en favor del gobierno que acompañan con vitoreos y carteles de “Dipuchorros”, la salida de los funcionarios. Un poco más allá de esto la calle continúa desierta, el único publico presente es la interminable fila de policías que sigue desde Rivadavia hasta Corrientes. Mas allá de las vallas el pueblo espera el colectivo y parece no estar al tanto de lo ocurrido en el recinto.