Por Juan Ignacio Simoni
Fotografía: Clara Pérez Colman, Pamela Pezo Malpica

Partidos de izquierda, caceroleros autoconvocados y agrupaciones de jubilados protestaron en la Plaza de los Dos Congresos mientras el presidente inauguraba las sesiones parlamentarias.

La tarde-noche fue tomando color a medida que se acercaba el horario pactado para que el presidente Javier Milei diera el discurso que marca el inicio de las sesiones del Congreso Nacional. Las agrupaciones de izquierda, movimientos de desocupados, jubilados y asambleas de autoconvocados se ubicaron desde temprano sobre la plaza del Congreso; no se dejaron amedrentar frente a un operativo que contó hasta con una división del Ejército con inhibidores para drones. Esta vez todo se desarrolló en un tensa armonía en el rechazo que solo se vio interrumpida por la presencia de algunos pocos fanáticos libertarios congregados bajo el lema “Las fuerzas del cielo”

Cerca de las siete de la tarde se cerró definitivamente el paso a través de las avenidas Rivadavia y Entre Ríos. Un grupo de personas que salía de sus trabajos se acercó al vallado policial y entre los diversos reclamos, un señor esbozó “¿Dónde está nuestra libertad de circular?”. Los efectivos de la Policía Federal le respondieron en un tono poco amable que debían desviarse hacia las calles laterales Bartolomé Mitre o Adolfo Alsina. La actitud impaciente de la policía caracterizó la jornada.

Mientras tanto en el corazón de la plaza un grupo de chicas entregaba panfletos convocando a todos a marchar y cacerolear argumentando que en menos de tres meses de gobierno Javier Milei se produjo una verdadera catástrofe social y que la pobreza pasó del 44 por ciento en el tercer trimestre del 2023 al 57 por ciento en enero de 2024, más de 27 millones de argentinos.

Las columnas del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), el Partido Obrero (PO) y las corrientes de tendencia guevarista desfilaron cantando “Que entiendan el peluca y Patricia… Soy piquetero y lucho toda la vida” y “Unidad de los trabajadores, al que no le gusta se jode, se jode”. Entre sus militantes se observó algunas y algunos de los principales dirigentes de la izquierda: Romina Del Plá, Vanina Biasi, Nestor Pitrola, Eduardo Belliboni y Gabriel Solano.

Solano, legislador de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, le comentó a ANCCOM que esta manifestación es “un llamado a las centrales sindicales a que salgan a las calles para enfrentar al gobierno, porque si Milei se sale con la suya se vienen la reforma laboral, más despidos y ajustes sobre el salario y jubilaciones”. Luego agregó que el gobierno actual es un “gobierno criminal”, por lo que es “importantísimo” que el pueblo argentino pueda expresar su repudio a lo que está pasando.

La reacción de los espontáneos

Una hora más tarde, la atención se fue corriendo hacia la otra vereda de la avenida Rivadavia, donde comenzaron a sonar con potencia un acotado número de cacerolas. Un grupo de manifestantes sin identificación partidaria convocó a la mayoría de la prensa presente en las inmediaciones del congreso que acudió en búsqueda de reportajes. Solo había una bandera que llamaba a “tirar abajo” el decreto de necesidad y urgencia presentado por el poder ejecutivo nacional y algunas pancartas como “La casta no es el pueblo”. Quienes golpeaban sus instrumentos de cocina lo hacían al tiempo que denunciaban al gobierno de Javier Milei como una dictadura.

Eduardo Belliboni, referente de los movimientos piqueteros, estuvo entre quienes se acercaron rápidamente a saludar y abrazar la manifestación. El integrante del Polo Obrero señaló a los medios de comunicación que la política del gobierno de no enviar alimentos a los comedores de los barrios más humildes es perversa y debe ser derrotada en las calles. Belliboni cerró todas sus intervenciones llamando a la unidad de acción: “¡Piquete y cacerola, la lucha es una sola!”.

A las acciones se sumaron los Jubilados Insurgentes con un grito de guerra: «Trabajador te estamos avisando que tu jubilación te la están arruinando».

La caravana del repudio

Cerca del horario estimado para el acto legislativo se cortó el tránsito a la altura de la intersección de la Plaza del Congreso con la calle Paraná. Se pudo ver el despliegue del imponente Regimiento de Granaderos a Caballo y de autos oficiales del gobierno. De un lado quedaron los manifestantes en la plaza con banderas de las organizaciones como la Agrupación Nacional Clasista Antiburocratica (ANCLA); del otro, un grupo mucho menor de simpatizantes de las ideas libertarias caracterizado por banderas de color amarillo y el estampado de la serpiente de Gadsden, muy popular en la cultura estadounidense y que simboliza el abrazo al liberalismo clásico y libertarianismo o la rebeldía contra el Estado.

Ambos bandos comenzaron a intercambiar chicanas e insultos hasta que la policía escoltó a los seguidores del gobierno del otro costado de la avenida Entre Ríos para evitar que la cosa pasara a mayores.

Apenas veinte minutos antes de las nueve de la noche, la comitiva presidencial empezó su lento avance. “¡Hijos de puta!, ¡Hijos de puta!” fue el grito de repudio generalizado que se apoderó de los atrincherados contra el vallado de las fuerzas de seguridad en la plaza, como si se tratará de una cancha de fútbol que se viene abajo por un mal arbitraje. A medida que eran abucheados, Milei y su hermana recorrían, completamente blindados las últimas tres cuadras hasta la explanada del Congreso de la Nación.

Violencia es mentir

Mientras adentro del recinto se repetía un discurso ya conocido, afuera la gente se congregaba en un local chiquito que sacó un televisor a la calle para ver lo que sucedía en el Congreso. En semicírculo frente a la pantalla, los manifestantes se agarraban la cabeza y lanzaban improperios ante cada uno de los puntos que tocaba el documento que leyó el Presidente. “¡Mentiroso!” y “¡Cínico!” fueron algunos de los adjetivos que más se repitieron en el momento que se atacó oficialmente a las organizaciones de izquierda. Los menos eufóricos chistaban para tratar de volver a centrar la atención sobre la TV pero la excitación iba creciendo con la lectura de cada párrafo.

Una vez que finalizaron las formalidades del acto todos retornaron a su posición inicial de protesta. Un grupo minúsculo de manifestantes decidió acercarse hasta la esquina donde empieza la Avenida Callao y volcar su bronca en contra de la policía que les arrojó un poco de gas pimienta para disuadirlos.

Entradas las diez de la noche la mayoría de los manifestantes comenzó a desconcentrarse pacíficamente hacia el lado de la 9 de Julio, mientras cantaba “La patria no se vende”.

Si bien la convocatoria opositora encabezada por la izquierda fue aceptable en número, la plaza no supo estar llena como en otras ocasiones. El operativo resultó totalmente desmesurado para la cantidad de manifestantes que decidieron acercarse hasta el Congreso. Llamó mucho la atención la ausencia del peronismo alrededor del Congreso. Una parte de los referentes nacionales y populares prefirió hacer una oposición cómoda desde sus hogares y en sus cuentas de redes sociales. ¿Estrategia o desidia? Difícil saberlo.

Al menos, hasta finalizar está crónica, en las inmediaciones a la plaza no se registraban hechos de mayor gravedad, detenidos o heridos.