Por Oriana Estrada
Fotografía: Dirección General de Aduanas

 ¿Es posible un escenario en Latinoamérica similar al que provocó el fentanilo en EE.UU? Tres especialistas analizaron las posibilidades de que este opiáceo que ha generado una crisis de salud pública en EE.UU. tenga un efecto similar en nuestro país.

El consumo problemático de fentanilo, un opioide sintético 100 mil veces más potente que la morfina, se duplicó en los últimos años en los EE.UU. según el Centro Nacional de Estadísticas de Salud. Su libre comercialización facilitó el desarrollo de un mercado ilegal imparable. La preocupación por la emergencia sanitaria se está trasladando al resto de Latinoamérica, donde el foco está puesto en la prevención del tráfico ilegal.

Los datos sobre el abuso de esta droga en los EE.UU son impactantes: en 2021 se alcanzó un récord de más de 100.000 fallecidos por sobredosis de opioides en todo el país. En el Estado de New York, el Departamento de Salud de la ciudad confirmó la muerte de un neoyorquino cada tres horas, en su mayoría afroamericanos y latinos. En Filadelfia se la trata como una epidemia debido a que hay barrios donde es frecuente ver personas consumiendo en las calles.

Como el fentanilo tiene una corta vida en sangre resulta altamente adictivo y su consumo excesivo causa paros respiratorios. Hasta tal punto se ha expandido la adicción, que las campañas de prevención alientan a llevar encima naloxona en forma de atomizador nasal para “salvar la vida de un extraño o un familiar”. El medicamento revierte los efectos del opioide en caso de presentarse una sobredosis, restaurando rápidamente la respiración. La alerta se debe al consumo habitual de drogas que ha ocasionado “accidentes”. La mezcla no intencional entre fentanilo y xilazina, un analgésico veterinario, ocasionó el 34% de las muertes. Mientras que un 57% involucra también cocaína.

Primeros casos en Argentina

En el país son pocos los incidentes que involucran al fentanilo, aunque algunos tuvieron fuerte repercusión. El más reconocido es el caso de lacocaína envenenada que en realidad era carfentanilo, un derivado del fentanilo, proveniente de la Villa Puerta 8 de Tres de Febrero que intoxicó a 80 personas y mató a 24. En julio de este año, la Gendarmería de Misiones detuvo una encomienda de 500 ampollas ilegales estimadas por un valor de 33 millones de pesos. Eran transportadas por un servicio de paquetería con destino a Retiro. También, en septiembre, la División de Control y Fiscalización de la Aduana encontró 1.2 kilos de pastillas de otro derivado llamado benzodioxol. El destino de la encomienda era Miami y su exportador un laboratorio. Pero según indicaron los investigadores, ninguno de los nombres registrados era verdadero. Una artimaña que suelen utilizar los narcotraficantes.

La materia prima del fentanilo, al ser un producto sintético, no proviene de un origen vegetal, sino de un derivado del opio. Su elaboración depende de una estructura química que permite un proceso de elaboración sencillo y eficaz. Se elabora en el país solo en algunos laboratorios privados desde hace más de 20 años. Su venta está dirigida a hospitales o sanatorios. “Acá en Argentina se fabrica el fentanilo con materia prima que proviene del extranjero, en general de China o India”, explica Pedro Holman, director general del laboratorio público de Hurlingham, docente universitario de farmacología y asesor del Laboratorio Kilab donde lo fabrican. “Existen dos formas de consumo: inyectable y parches transdérmicos. Los parches los hace un solo laboratorio que lo trae importado”. En la cadena de comercialización, hay un intermediario: las droguerías. Estas deben contar con un vale especial, firmado por el director técnico, para adquirir el fentanilo que luego venden a hospitales. Todo el procedimiento es registrado.

A su vez, los laboratorios habilitados están obligados a informar al ANMAT ( Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología) de sus ventas. Este organismo controla los balances sobre la cantidad de materia prima comprada, el stock disponible, los lotes fabricados y, la cantidad que se necesita a nivel país del consumo de fentanilo, entre otras variables que permiten el seguimiento.

Holcman resalta la comercialización indiscriminada de la oxicodona, un derivado del fentanilo, como la principal causa de la situación crítica en Estados Unidos: “Se vendió como un medicamento capaz de reemplazar un simple analgésico antiinflamatorio para las articulaciones, como el diclofenaco. No hubo ningún control. El laboratorio que fabricaba la oxicodona convenció a los médicos de que era la panacea y que podían recetarlo sin ningún riesgo. A la larga se demostró que no era así”. Por este mismo motivo sostiene que la situación no tiene posibilidad de repetirse en Latinoamérica: “Ya existe una alerta en Estados Unidos. Si me decias cinco años antes, cuando el control era nulo, quizá sí podía llegar a pasar acá, pero luego no dejaron comercializar el producto de la misma manera”.

Con respecto al comercio ilegal del fentanilo, Holmac desconoce cómo se hacen de la materia prima. De la misma forma que existen controles establecidos por los organismos de salud, la Aduana se encargó de aplicar nuevas medidas para aquellos que quieran importar o extraer la droga. Consta de un registro en el cual es necesario presentar una declaración jurada con anticipación, con el fin de regular las operaciones que estén relacionadas a las sustancias y evitar posibles riesgos de actividades ilícitas.

El consumo peligroso de opiáceos es una novedad en el campo del narcotráfico argentino. Contrariamente, no lo es dentro del sistema hospitalario.

 

Corto pero adictivo

El fentanilo se utiliza en el ambiente del quirófano, como un pre-analgesico para pacientes terminales o aquellos que presenten fuertes dolores crónicos. Su uso principal se relaciona con la anestesia rápida. El efecto en sangre es pasajero y precisamente por esta vida corta que tiene genera una fuerte tolerancia y dependencia.

Roxana Bertrand y Claudia Gonzales, ambas toxicólogas del Hospital Municipal Agudos «Dr. Leónidas Lucero» echan luz sobre su correcto uso. “Se usan como analgésicos en goteo, donde uno puede sacarlo rápidamente o en procedimientos como la intubación”, aclara Gonzales, y agrega: “Se utiliza el goteo para no perder el efecto y lograr una concentración plasmática estable. Apenas lo cortas el efecto desaparece”.

Se la caracteriza por ser una droga depresora del sistema nervioso central, debido a la sensación de relajación extrema que produce. Un paciente que prefirió el anonimato describió a ANCCOM su experiencia con el fentanilo luego de una operación de apendicitis: “Cuando te lo colocan ‘salís volando’ de la cama, es muy fuerte. Se te elimina el dolor inmediatamente y te deja con una sensación de felicidad plena. El efecto fuerte lo sentí 20 o 30 minutos como mucho, después funciona como analgesico”. La operación derivó en un principio de peritonitis que lo dejó en cama once días. Al estar dolorido lo volvió a pedir al tercer día pero recibió una advertencia: “El médico me dijo que ‘afloje’ con el fentanilo porque era muy adictivo. Me cambiaron el rescate por otro analgesico que funciono bien. Después de eso me fui recuperando”.  

Roxana Bertrand explica que la adicción al opiáceo se produce por la estimulación de dopamina, principal neurotransmisor que activa el circuito de recompensas, lo que genera que “el cerebro busque repetir la dosis para volver a generar cada vez mayor placer o bienestar”.

Contrariamente a lo que se cree, la circulación ilegal del fentanilo se produce más veces dentro del ámbito hospitalario debido a su fácil acceso: “Conocimos trabajadores que lo utilizan de forma abusiva. Es algo muy común de ver con quienes tienen acceso a estas sustancias depresoras. Porque en realidad las sustancias de abuso también tienen que ver con el contexto donde cada uno está. Uno piensa que hay drogas en la calle o en lugares con bajos recursos pero están en todos lados”

Bertrand insiste en dejar de pensar en el fentanilo “como algo que va a llegar en algún momento” ya que efectivamente se encuentra en el país. “Si esto en algún momento se comercializa sería un terrible impacto para la salud pública. No es una droga de manejo sencillo, precisamente por ser tan potente como para usarlo de forma recreativa” expresa con preocupación. 

Tratamientos

Cuando se trata de consumo problemático es muy difícil hablar de una cura. Los tratamientos suelen ser prolongados y necesitan del acompañamiento de ayuda psicológica o psiquiátrica. En la actualidad no se basan en la abstinencia absoluta. Los profesionales de la salud plantean la reducción de daños, donde las recaídas se consideran parte del proceso: “Consiste en el acompañamiento de medicaciones para lograr disminuir al máximo lo que muchas veces hay debajo del consumo. Esto puede ser cuadros de ansiedad, depresivos o de trastorno bipolar”, explica al respecto el psiquiatra Juan Pablo Rendo. En general, se repiten vínculos de dependencia con otros aspectos de la vida. La relación que sostienen con la sustancia es igual de prioritaria que los efectos que causan en el organismo. El tratamiento no está orientado en rehabilitar “adictos”, un término estigmatizado que excluye.

Dentro del consultorio, los casos de problemas con fentanilo no son usuales: “No se observa en las clínicas pacientes que traigan una problemática con este medicamento. Sí se ve con otras medicaciones derivadas de la morfina u otros sintéticos. En comparación con otras adicciones, es muy limitada su  presencia”, señala Rendo al respecto.

El problema en Argentina todavía no engloba los opiáceos sino las drogas de uso más “normalizado” como el alcohol, la marihuana y el cigarrillo. El psiquiatra también agrega el mal uso de medicamentos como el clonazepam que, al igual que una droga depresora, genera una sensación placentera y adictiva. Insiste en que observa cada vez más casos y pocos controles por parte de las farmacéuticas.

Los profesionales de la salud anticipan que el libre uso del fentanilo representaría un peligro inminente para la sociedad. La forma segura de comercializar el producto en Argentina es la razón por la cual no hay indicios de una posible expansión epidémica, aunque la idea genere inquietud debido a los casos aislados del narcotráfico.

Concientizar sobre la salud mental y las relaciones de dependencia que se sostienen tanto con drogas ilegales como legales, es igual de prioritario que el mantenimiento de controles y medidas que regulen su venta al público.