Por Oriana Estrada
Fotografía: Estefania Denise

El psicoanalista, docente, periodista y escritor Alfredo Grande reflexiona sobre el escenario social y político luego de la victoria de Javier Milei. ¿Se observa un fenómeno cada vez más explícito del goce con el sufrimiento ajeno?  

A días de la asunción presidencial de Javier Milei, Alfredo Grande, escritor y psicoanalista, analiza la situación política y social actual. Invita a repensar la relación entre el Estado y el pueblo, el triunfo histórico de la derecha y el fenómeno creciente de ciertos discursos de odio.

En un contexto donde prima una sensación de incertidumbre, el psicoanalista sostiene que no hay tiempo para reproches: “Lo que nos queda ahora es hacer una severa autocrítica, cosa que no todos quieren y pueden hacer”.

Grande es un hombre con amplias capacidades. Es psiquiatra, psicoanalista, docente, actor teatral, escritor y periodista. Escribe regularmente en la Agencia de Noticias “Pelota de trapo” y conduce, junto con Irene Antinori, el programa radial “Sueños posibles” por La Retaguardia. Además, es miembro fundador de la cooperativa de Trabajo en Salud Mental el “Ático”.

 Estas últimas semanas se hicieron públicas varias manifestaciones como comentarios festivos por aquellos que van a perder su trabajo, discursos de odio y racismo, “escraches públicos», entre otros. ¿Observás que este fenómeno crece cada vez más?

Sí. Lo que pasa, es que hay una cuestión generacional. Para los que vivimos situaciones en la dictadura, dicen que nos acostumbramos pero a mí no me sorprende.

No considero que la violencia sea el absoluto mal. Hay violencias que en una época se decían ser revolucionarias y otras contrarrevolucionarias, obviamente. En este caso, yo siempre diferencio violencia de crueldad como dos registros distintos.

Clausewitz, un teórico militar prusiano muy citado, acuñó una frase de esas que son para siempre: “La política es la continuación de la guerra por otros medios”. En la actualidad, hay una divisoria de aguas entre “La política es superadora de la guerra” y “la política es la continuación de la guerra por otros medios”. Es muy importante empezar por ahí.

Desde ya que muchos consideran válida la primera opción. Yo no creo en eso. Hace más de cuarenta años que Alberto Morlachetti, el creador de “Pelota de trapo”, la agencia de Noticias que forma parte del Movimiento Nacional Chico del Pueblo, acudió a la frase “El hambre es un crimen”. El hambre es una masacre dirigida especialmente a los sectores más vulnerabilizados. Existe y seguirá existiendo. Entonces, si la política es la continuación de la guerra, no nos puede sorprender que ciertas políticas activen mecanismos que solamente se ven en la guerra. Por supuesto que es deplorable, pero no es sorprendente. Si alguien se sorprende con esto es porque está mal informado, nació en cuna de oro o directamente es cómplice. Tampoco sorprende el atrevimiento del fascismo ni del nazismo. La violencia contrarrevolucionaria, que yo llamó crueldad, está siempre. Inclusive en las primaveras democráticas de las políticas del estado bienestar.

La derecha conoce al sujeto para someterlo. Y la izquierda no lo conoce para liberarlo

Alfredo Grande

Ahora que ganó Milei, ¿se pueden sentir más legitimados aquellos enuncian los discursos de odio?

Sí, claro. Antes eran más cobardes o hipócritas. La derecha y el fascismo esperan su oportunidad histórica. Evidentemente ahora la tiene. Yo creo que Milei es un efecto, no una causa. Hay que arrancar pensando “¿Por qué Milei?” como en su momento fue “¿Por qué Macri?”. Nadie le prestó atención a eso. Los cuatro años de gobierno de Mauricio Macri no sirvieron para pensar por qué llegó al poder.

Si bien cuando asumió Macri no se observó tanto, hoy la diferencia está entre lo encubridor y lo descubridor. En la apariencia, sin Macri no existía Milei y sin Menem no existía Macri. Yo viví el menemismo triunfante y observé todo el apoyó que recibió del peronismo en su momento. Es una continuidad que pocos quieren ver. Porque es un espejo que los muestra como cómplices, no como víctimas.

 

¿Tampoco sorprende la idea de que el mismo pueblo y no solo un sector privilegiado votó por este candidato?

La idea de pueblo hay que desconstruirla rápidamente. La frase “El pueblo nunca se equivoca” es un mito absoluto. El pobre se equivoca, acierta y ambas cosas al mismo tiempo. El pueblo es una realidad no coherente y absolutamente contradictoria.

Milei ganó en muchos lugares muy humildes. ¿Por qué sucede? Porque no tienen conciencia de clase. Hoy, el mito del ascenso social es un desplazamiento. La aspiración de un proletario es ser burgués. Pero no pueden ser todos burgueses. Entonces, los extranjeros, los negros, los indios, los villeros, los piqueteros, todos ellos ¡Afuera! Eso jode. Pero no joden a la clase alta, a ellos ni los tocan. Joden a la clase media. La lucha de clases se da entre pobres e indigentes. Eso siempre lo explota la derecha. Yo tengo un aforismo que dice “La derecha conoce al sujeto para someterlo. Y la izquierda no lo conoce para liberarlo”. La prueba de esto es la publicidad. Nunca falla a la hora de fomentar un consumo.

Por otro lado, el voto ha sido capturado por la derecha. El voto nace como una herramienta contra el famoso fraude patriota, pero ahora son campañas publicitarias. Perdió toda cualidad de cambio. Es más, como hay voto, estos candidatos son legítimos. Porque el voto te da legitimidad. La derrota es absoluta. Es una derrota cultural. Por ejemplo, el famoso voto en blanco surgió cuando el peronismo estaba proscripto. Ahora no hay partidos proscriptos. Ni siquiera a Milei lo proscribieron. ¿Reivindican la dictadura? Bueno, eso es un delito. No podés ser candidato. Existen estas herramientas, pero no las usan. 

 

Prendió la idea de “mejor destruir lo que tenemos en vez de mejorarlo”

Desde la perspectiva de los privatizadores, el objetivo es maximizar la tasa de ganancias. ¿Porque Edesur y Edenor siguen siendo empresas privadas? ¿Por qué el Estado no administra la energía? No nos quedamos sin luz, nos quedamos sin electricidad. Otro ejemplo, es YPF. No es una empresa estatal en su totalidad. Solo en un 51%. En esos huecos enormes que se dejan, aparece la derecha fascista y se hace un picnic. Lo que es muy interesante, es repensar esa relación unívoca entre Estado y pueblo. El Estado necesita población y territorio. Estos dos elementos lo conforman. Sin embargo, vos vas a la Patagonia y la encontrás en manos extranjeras. ¿Qué hicimos con la Patagonia? Debería estar superpoblada. Yo creo que Milei es un efecto de todo esto. Si los buenos no actúan, vienen los malos. Es la historia de la humanidad. No hay muchas dudas en eso.

¿Se puede plantear que peligra la paz social?

Absolutamente. No es que peligra la paz, no hay paz. No puedo saber hace cuánto, pero estamos en guerra. Por ahí alguna vez más o menos maquillada. En Argentina, un 60% de pibes con menos de 11 años sufre hambre. Si eso no es guerra, ¿qué es? Lo peor es que estamos desarmados.

 

¿Qué esperás para los siguientes años?

Espero que la clase trabajadora termine de tomar conciencia. Si estamos en guerra hay que ganarla. Hace rato que vivimos en una batalla cultural. Por lo tanto hay una guerra cultural. El tema es no negarla. Necesitamos ganarla y eso no se puede hacer negociando. En una época se decía que un fascista era un liberal asustado. Hoy los liberales ya no se asustan más, ahora los asustados somos nosotros. Entonces yo lo que te diría, y me lo digo a mí mismo, es que hay que apostar a la batalla cultural. Si se pierde este horizonte, te gana la derecha porque le permite crear consensos.

 

Primó una sensación de “No queda de otra” en toda la campaña y sobre todo a la hora de votar. 

Sí, totalmente. Por eso también es una batalla cultural. Siempre hay otra opción. No solamente otra. Hay otras y otros. Eso de “no queda otra” es la ética de la resignación que es el gran triunfo de la derecha y del fascismo.

 

-¿Y cómo se puede empezar a militar esta batalla cultural?

 

-Bueno, esta charla es un aporte en ese sentido. En una época había grupos de discusión, de formación, se leía y se pensaba mucho. Hay muchísimos escritos de autores nacionales e internacionales. Cada vez que aparece un autor, todo el mundo corre detrás de la última novedad, pero, ¿leyeron a José Ingenieros, a Karl Marx, inclusive a Juan Perón? ¿Leen? Lo primero es la formación, que lamentablemente se ha perdido. Es necesario retomarlo.