Por Melina Pereira

Gabriel Otero, escritor y diputado uruguayo, presentó su novela autobiográfica en Casa por la Identidad. El libro narra su experiencia en la cárcel con su madre y el impacto de las dictaduras en las infancias.

En el marco de un creciente discurso negacionista vinculado a los crímenes de la última dictadura cívico-militar, Abuelas de Plaza de Mayo realizó, el pasado miércoles, la presentación del libro La fila de los inocentes. Una historia de niñez en cautiverio político. El libro del escritor y diputado uruguayo Gabriel Otero cuenta sus propias vivencias de los años en los que estuvo preso junto a su madre durante la dictadura uruguaya, que transcurrió desde 1973 hasta 1985.

La presentación se realizó en el auditorio de la Casa por la Identidad de Abuelas de Plaza de Mayo en el Espacio Memoria y Derechos Humanos (exEsma). El autor estuvo acompañado por la nieta restituida Mariana Zaffaroni Islas y el periodista Gustavo Veiga, quien moderó la conversación. La bienvenida a la actividad la brindó Miguel “Tano” Santucho, quien remarcó la importancia de continuar con el trabajo sobre la memoria en estos espacios que tanto representan en la lucha por la memoria.

Veiga recordó que tanto Gabriel Otero como Mariana Zaffaroni comparten editorial, Fin de Siglo, además de infancias atravesadas por dictaduras latinoamericanas. Mariana es hija de exiliados uruguayos en Argentina y fue secuestrada junto a sus padres con un año y medio. Restituyó su identidad en 1993 gracias a la búsqueda de Abuelas de Plaza de Mayo. El periodista además resaltó la importancia de estos encuentros en este contexto nacional en donde el discurso negacionista está tomando cada vez más fuerza. “Estas historias de Mariana y Gabriel entroncan en ese lugar de infancias, de chicos que todavía seguimos buscando y que siguen buscando las Abuelas, y que con tantos años permanecieron y permanecen aún sin saber su identidad. Por eso, el valor del libro, de la historia de Gabriel y de sus padres”.

A su turno, Mariana Zaffaroni aseguró: “es fundamental conocer estas historias porque es increíble que tantos años después de lo ocurrido, sigamos descubriendo nuevas tragedias, nuevos crímenes que la dictadura le hizo a tanta gente. Me parece que es importante seguir contando esto, tender puentes hacia aquellas personas que no les importa o lo niegan”.

El silencio de los inocentes

El libro de Gabriel Otero cuenta la historia de los niños y niñas que vivieron en cautiverio junto a sus madres durante varios años de la dictadura uruguaya. Desde la perspectiva de un niño, el autor elige contar una parte de su historia que guardó durante muchos años. Al hablar sobre sus vivencias, reconoció que no quiso contar antes lo que vivió porque sentía que era una historia que podía causarle mucho dolor a otros. “El tipo de preso político medio de Uruguay no te habló nunca de la cárcel, no te habló nunca de la tortura, no te habló nunca de situaciones que puedan herir al otro. Yo ahí encuentro también el porqué nunca hice pública esta historia”, reflexionó Otero.

Sin embargo a la vez entendió que es necesario, así como reconoció Mariana Zaffaroni, que estas historias circulen y se conozcan para que la memoria no muera.

“El libro cuenta una historia que es muy dura porque trata justamente de parte de mi primera infancia desde los 2 años y medio hasta los 5, que estuve con mi madre prisionero”. Otero agregó que fueron alrededor de 80 niños los que sufrieron el cautiverio junto a sus madres en todo el Uruguay. Mientras que en el cuartel donde se encontraba él había entre 30 y 35 niños presos. “Los niños éramos utilizados para generar una situación de tortura y angustia permanente en nuestras madres, ante la falta de cuestiones mínimas: higiene, alimentación, cuidado, ocio, de aprendizaje”, recordó el autor.

Otero explicó que hace unos años comenzó a reunirse con otros hijos e hijas y madres que habían sufrido el mismo cautiverio con él. En su relato, además, aseguró que fue un momento muy duro reencontrarse con esas personas, porque él además ya no tenía a su madre. Esa situación comenzó a reflotar un montón de recuerdos y cuestiones de su vida que no había hablado con nadie hasta entonces y ese fue uno de los motivos que lo llevó a contar finalmente su propia historia.

Veiga le preguntó al escritor si hubo algún momento bisagra en su adolescencia, relacionado a su difícil infancia que lo hiciera embarcarse en la militancia política. Otero, diputado por el Frente Amplio, contó que desde su adolescencia su vida estuvo atravesada políticamente, sin embargo, él no encuentra un nexo directo entre sus vivencias y su compromiso político, porque hasta ahora nunca quiso hablar de lo que le había ocurrido. Aunque se puede ver que ambas cuestiones están estrechamente relacionadas. “Nunca estuvo mi vida militante y comprometida ligada específicamente a la situación de mis viejos. Es algo que a lo que el barrio me empujó”, confesó.

Memorias que afloran

La nieta restituida Mariana Zaffaroni Islas, reflexionó desde su mirada docente la importancia de contar estas historias a las nuevas generaciones. Describió que su hijo más chico muchas veces le hace preguntas sobre cuestiones que ya fueron habladas en casa. Por eso insiste con que no podemos sorprendernos por la falta de información que hay en algunos hogares y en las escuelas, hay que encontrar cómo generar interés. Y resaltó la importancia de continuar llevando estas historias a las aulas. “Muchos estamos todavía acá para poder contar, así que aprovechar a los protagonistas que puedan dar el testimonio en primera persona me parece que es fundamental. Tanto como protagonista y como docente, hay que seguir insistiendo y contando”, cerró.

El público, con gran asistencia uruguaya también se sumó. Walter, un charrúa exiliado de la dictadura de su país, recordó: “Me tocó escapar de la dictadura. Hablabas de la infancia, yo para esa época tenía 16 años, era militante político, venía con toda esa impronta y de pronto sufrimos el golpe en Argentina y se empezó a complicar la cosa”. Walter contó su experiencia como militante y cómo poco a poco dejó de exponerse para proteger a su familia y destacó la solidaridad de quienes lo ayudaron a él y a su familia al llegar a Buenos Aires. “Las convicciones no se terminan. Espero que podamos seguir trabajando en este tipo de cuestiones como la memoria y que podamos seguir pensando con esperanzas que es posible una sociedad distinta y mejor”.

Otra de las intervenciones fue la de Lorena Battistiol, hija de personas desaparecidas y actual directora Nacional de Sitios y Espacios de Memoria en la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, que busca un hermano o hermana nacido en cautiverio y tenía apenas unos meses cuando su mamá desapareció embarazada de seis meses. “La historia del tío de Gabriel que lo cuidó durante dos meses mientras sus padres ya estaban secuestrados. En mi propia historia”. Battistiol recordó que su familia paterna decidió no denunciar ni buscar a sus padres y su hermano o hermana desaparecidos. “Mi hermana y yo estamos formadas por mi abuela, que es la que salió a la calle a luchar. La que se les animó a los milicos, la que seguramente estaría muerta de miedo y sin embargo salió a la calle a luchar”. Y lamentó no haber homenajeado lo suficiente a los adultos que las cuidaron: “Son a quienes les debemos todo porque por más situaciones difíciles que nosotros hoy recordemos de nuestra infancia, hicieron todo lo posible para que seamos niños y niñas felices”. A pesar del contexto en el que la fórmula presidencial electa trae discursos negacionistas Lorena se mostró esperanzada: “Las generaciones se van a ir sumando, van a ir actualizando las luchas. Es cuestión de seguir insistiendo en el espacio que nos toque estar”.

Otero, en diálogo con ANCCOM también sumó la importancia de la transmisión sobre lo ocurrido a las nuevas generaciones, incluso en la intimidad: “Todo el libro es una deuda para toda la gente que me rodeó todos estos años. Más para mis hijas, que con 25 y 30 años entran en los detalles de la vida del padre. Que están entrando como pueden, también. Están entrando de una manera que es la que el padre les pudo hacer entrar”. Se trata de un trabajo de reconstrucción para todos. “Mis hijas y mis sobrinos están tratando de asimilarlo y de preguntarme algo más. Hay muchas cosas que se explican desde la infancia. Lo que los hijos de mis hermanos leen ahí es desconocido. Mis hijas y mis sobrinos están haciendo a una historia que es de ellos” concluyó.