Natalia Aruguete, coautora de “Nosotros contra ellos: Cómo trabajan las redes para confirmar nuestras creencias y rechazar las de los otros”, analiza el ecosistema mediático preelectoral y habla de la investigación que realizó junto a Ernesto Calvo en el libro que acaban de publicar.
“Necesitamos comprender cómo cambia la polarización cuando se interviene de forma activa para reducir la dosis de noticias falsas que se consumen o cuando se informa a los usuarios que algunos contenidos son verdaderos, y otros, falsos”, dicen Natalia Aruguete y Ernesto Calvo en su último libro “Nosotros contra ellos: cómo trabajan las redes para confirmar nuestras creencias y rechazar las de los otros”, editado por Siglo veintiuno.
Con el aporte de análisis experimentales en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Estados Unidos y México, los autores proponen analizar la actualidad de las redes sociales con respecto a los modos en que se presentan ciertos mensajes y su repercusión, en un contexto de polarización. En ese sentido, Aruguete, doctora en Ciencias Sociales, docente e investigadora del CONICET, conversó sobre la reciente publicación con ANCCOM.
¿Cuál fue la motivación para escribir el libro?
Este libro es la continuación de Fake news, trolls y otros encantos, donde veníamos trabajando sobre la polarización en redes sociales, y cuando se publicó el libro surgieron nuevos casos de estudio en distintos países donde incorporamos el análisis de estrategias de fake news, de recepción y amplificación de fake news, y también el análisis de cuál era la performance de los fact checkers y de los chequeadores en particular a la hora de intervenir para desactivar las desinformaciones. A partir de ese cúmulo de trabajos que fuimos haciendo en los años subsiguientes, se dio lugar a este nuevo libro.
¿Qué implica la dicotomía del “nosotros contra ellos” que propone el título?
Significa entender la polarización social que hay en múltiples países. Nosotros analizamos varios de ellos: Brasil, México, Colombia, Chile, Argentina y Estados Unidos, y dentro de lo que era la polarización social que se da en esos países, cómo uno puede pensar la polarización política y afectiva en el espacio online, en la interacción que tenemos en las redes sociales, considerando las estrategias de desinformación pero también las estrategias de polarización en redes sociales, enfocadas en eventos políticos y políticas públicas a través de estudios y experimentos.
En un pasaje del libro se afirma que “un mundo binario no es sólo un mundo de creencias en conflicto: se trata, además, de uno de adjudicaciones”. ¿Sería posible una ruptura de ese mundo binario?
Por ahora no estamos viendo muy posible la ruptura del mundo binario, que para nosotros es pensar la polarización política y afectiva y pensar la polarización en redes. En alguna medida el concepto de mundo binario resume ambas perspectivas para mirar la polarización. Cuando hablamos de adjudicación decimos que en un mundo polarizado adjudicar algo es cumplir el rol de un juez, no es solamente definir si los mensajes son falsos o pueden ser verificados o dar el resultado definitivo en una elección, sino que es además, designar y calificar a los ganadores y los perdedores en una contienda discursiva. Entonces, si nosotros pensamos en las desinformaciones y las intervenciones de los chequeadores como adjudicadores no solamente en términos de constatar si un texto es falso o puede ser confirmado como verdadero, sino además poder definir quienes se sienten refutados o confirmados en sus percepciones previas, porque también es cierto que todos tenemos una forma de percibir los eventos y el mundo político y social, y eso muchas veces en las intervenciones de ciertas autoridades discursivas tanto políticas como mediáticas tiene implicancias afectivas porque uno se siente dañado cuando es refutado o entusiasmado porque es confirmado.
Entre la preferencia por las confirmaciones y el rechazo de las refutaciones, ¿hay lugar para una despolarización o apartidismo en el ámbito de las redes?
En este momento estamos en un momento de alto nivel de polarización en el mundo. En el marco de esa polarización estamos en una instancia de mucha activación ideológica y afectiva de las derechas, lo cual como las derechas son muy extremas en sus posiciones, eso vuelve más difícil despolarizar. Entre otras cosas porque en los discursos que circulan tanto en el espacio offline como el espacio online, los grupos más intensos suelen estar sobrerrepresentados, entonces lo que más miramos es a esos grupos intensos sobrerrepresentados que están en las regiones más extremas de los polos. En este momento lo veo difícil, de todas formas despolarizar creo que no depende tanto de un estado de cosas, sino en qué medida determinado tipo de eventos sociales y políticos cobran mayor visibilidad y pueden llegar a ser eventos que despolaricen. Muchos de los eventos que nosotros hemos analizado en el libro anterior, por ejemplo, eran eventos que promovían una agenda de género, de recuperación de derechos civiles, y esas agendas tendían más a despolarizar, pero eran eventos puntuales, pero no es que va de suyo que despolaricemos y eso se mantenga.
“Dar me gusta y compartir son formas de exposición pública que aumentan el riesgo social ya que quedamos a merced del juicio de quien nos lee.” ¿Considerás que se propone la perduración del dicho: “No se habla de fútbol, política, ni religión”?
De esos temas se habla mucho, sobre todo de política. Muchas veces incluso la religión está muy imbricada con la política. Una cosa que explica la polarización y por ende la exposición a distintos tipos de violencia virtual es el hecho de que las identidades políticas y en particular la identificación partidaria pasan a ser un vector que aglutina muchas otras divergencias. Ser conservador o progresista, ser republicano o demócrata, ser peronista o antiperonista, muchas veces eso aglutina otros aspectos o dimensiones de nuestra vida como la religión, la idea que tenemos sobre el aspecto sanitario, las vacunas, u otros derechos civiles como la legalización del aborto o aspecto que tenga que ver con nuestra perspectiva del funcionamiento de la economía o la educación. Cuando el vector político-partidario absorbe todo lo demás, tendés a una polarización que simplifica nuestras ideas alrededor de los asuntos y se vuelve un polo u el otro polo. Dentro de ese polo, todo, y fuera de ese polo o burbuja, nada, ningún tipo de contacto y total aversión contra el otro que deja de ser un adversario o un oponente político y se convierte en un enemigo con el que hay que cortar todo tipo de lazo.
Transitando el año electoral surgen cuentas verificadas o anónimas con gran cantidad de seguidores que pretenden lograr incidencia en la coyuntura política de las redes sociales, ¿qué rol ocupan realmente?
En el libro anterior analizábamos a los trolls no verificados y los verificados. En ese sentido, en ocasiones podíamos distinguir después de estudiarlos de manera consistente que había ciertos influencers que tenían mucha incidencia en los discursos políticos, pero que eran cuentas no verificadas. En muchas ocasiones muchas veces eran centros mediáticos detrás de eso, que tenían mucha incidencia en el discurso y la narrativa que circulaba y se expandía dentro de una burbuja. En el marco de estas elecciones me parece que están pasando comportamientos de otro tipo, donde hay en el caso de los candidatos o del candidato que ha usado las redes de manera muy intensiva y diversificada que es Javier Milei, nosotros vemos una suerte de externalización de tareas, donde ni siquiera es él quien concentra el discurso alrededor de sí mismo, sino que son muchos otros múltiples actores que se han vuelto influencers y hablan sobre él. Eso supone que además hay una convergencia entre el espacio digital de redes sociales y el espacio de medios de comunicación masivos, que también están habitando las redes. Es más complejo lo que está pasando hoy, en el sentido que excede la distinción entre trolls que generan mecanismos violentos o de desinformación en las redes, sino que está atravesado por un tipo de discursividad, interacción y contribución de distintos actores a la narrativa que excede la distinción del influencer troll y el influencer no troll.
¿Esto se vincula con las “fake- fake news”?
Sobre las fake-fake news nos referimos a aquellas cuentas fake o falsas que lo que hacen es por un lado emular ciertos criterios de noticiabilidad como si fueran medios, pero al mismo tiempo se presentan como medios que hacen sátira política o humor político. Lo que ocurre es que es muy difícil poder chequear si la información es falsa, porque se amparan en el hecho de que es humor político y por ende es muy difícil corregirlo si no se supone que tenga intenciones de ser real. Lo que pasa es que termina siendo en algunas ocasiones un mecanismo simulado de humor político para generar violencia, desinformación o atacar a ciertos actores.
Es más complejo lo que está pasando hoy, en el sentido que excede la distinción entre trolls que generan mecanismos violentos o de desinformación en las redes, sino que está atravesado por un tipo de discursividad, interacción y contribución de distintos actores a la narrativa que excede la distinción del influencer troll y el influencer no troll.
“Los debates presidenciales son escenas privilegiadas para medir la difusión de falsedades, así como el efecto de su corrección en los usuarios”. En los debates presidenciales, ¿dónde se tendría que poner el foco?
Cuando analizamos el debate presidencial en el libro lo analizamos enfocados en una información falsa que circuló en las redes, en el sentido de poder observar la intervención de un fact checker como Chequeado en el marco del debate de las elecciones presidenciales de 2019. Queríamos saber qué respuesta generaba en los usuarios no solamente la circulación de esa desinformación sino la intervención de un organismo que corrige, y lográbamos ver que la intervención de un chequeador en una desinformación surgida en el marco de un debate presidencial era efectiva y lograba desactivar la desinformación porque había muchos conectados y estaba la posibilidad de intervenir desde el chequeo inmediatamente, y eso era un efecto positivo para poder desactivar una desinformación.
Desde el rol de la investigación, ¿nuestra época implica un acercamiento entre las ciencias sociales y la computación para el análisis discursivo y de datos, en un contexto de plataformización y los debates sobre su regulación?
Sí. Estamos en un contexto de plataformización y de inteligencia artificial también, donde parece que hubiera muchos frentes de alarma. Efectivamente está habiendo múltiples convergencias de disciplinas; no es posible seguir pensando en disciplinas como compartimentos estancos. Hace tiempo que no es posible pensarlo en esos términos. Es muy probable que la comunicación, la política y la computación están convergiendo cada vez más para retroalimentarse y tener mayor sinergia desde estas disciplinas en el estudio de distintos casos, pero creo que hay que tener cuidado, permanentemente mantener el análisis crítico y reflexivo alrededor de todos los objetos que uno estudia, y es central eso, más allá de cualquier tipo de convergencia. Que las disciplinas y las premisas que promueven las distintas líneas de pensamiento no se vuelvan autoritarias y que la capacidad reflexiva de la investigación se someta a esas directrices, para siempre mantener ese espíritu crítico como espíritu de resistencia.