La Asamblea de Familiares de Víctimas de Femicidios y Desapariciones se reunió en Plaza de Mayo, en el marco de la manifestación «Niunamenos» para reclamar la profundización de las investigaciones y criticar la inacción y la complicidad judicial. Estuvieron, entre otros, el papá de Natalia Mellman, la mamá de Lucía Pérez y la prima de Florencia Pennacchi. “Nos matan a nuestras hijas, tenemos el dolor de vivir así de por vida, y tenemos que rompernos los nudillos golpeando puertas para que alguien nos escuche”, plantean.
Mientras las actividades organizadas por el colectivo Ni Una Menos y una serie de agrupaciones partidarias discurrían con el Congreso como epicentro, las familias de mujeres asesinadas y desaparecidas nucleadas en la Asamblea de Familiares de Víctimas de Femicidios y Desapariciones encontraron un lugar propio en el otro extremo de la Avenida de Mayo. Una carpa con una hilera de sillas debajo cubrió, al pie de la Pirámide de la Plaza, a decenas de madres, padres y otros familiares que relataron en primera persona el sufrimiento de la pérdida, la revictimización y la inacción o complicidad de un Poder Judicial del que esperaron, alguna vez, obtener algo de justicia. Enfrente, decenas de mujeres independientes y de organizaciones feministas o de izquierda ocuparon varias otras sillas e incluso el piso para dedicar este 3 de junio a escuchar y abrazar la memoria de quienes alguna vez fueron sus protagonistas: las pibas que faltan.
“Soy la mamá de Camila Cinalli, desaparecida por trata de personas en San Miguel del Monte”, se presentó Majo Herrera mientras las campanas de la Catedral daban las 12 del mediodía y otras madres, como la de Lucía Pérez, terminaban de ajustar los últimos detalles para dar inicio a las exposiciones de las familias bajo la carpa. “Ya van siete años de su desaparición. Pido justicia, pido al Juzgado Federal Nº 3 de La Plata que se investigue un poco más y dé alguna pista sobre Camilia”, indicó Majo.
Aunque una de las principales consignas de esta jornada tuvo que ver con el accionar cómplice de la Justicia, que protege a los femicidas y juzga a las víctimas, Marta Montero tiene bien claro que la cuestión no se reduce al Poder Judicial. Con una agenda vieja y una lapicera en la mano, y con la cara de su hija mirando desde su remera, la mamá de Lucía Pérez resaltó que la misoginia es sistemática: “Es todo un aparato del que no tenemos respuesta. Está el Estado. La Justicia no es un plato volador que flota en el medio de la atmósfera. Un Poder Legislativo eligió a esos jueces, a esos fiscales. Entonces no se hagan los distraídos, acá hay una connivencia”, explicó. “Hay un tema que es la pata judicial, pero también de las familias, porque hay un Estado que no se hace cargo –enfatizó Marta–. Hay cosas que tenemos que hacer, pagar un perito. Una familia que no tiene nada, porque solamente tiene un trabajo el que lo tiene, si quiere hacer justicia y que se llegue a una causa tiene que hacer miles de cosas. ¿Es justo eso? Nos matan a nuestras hijas, tenemos el dolor de vivir de por vida de esta manera, y tenemos que rompernos los nudillos golpeando puertas para que alguien nos escuche. Porque no solo lo vivo yo, todos los padres vivimos lo mismo”.
El desamparo que viven los padres no es el único factor repetido entre los femicidios de las mujeres cuyas caras rodearon esta tarde la pirámide de la Plaza de Mayo. Para Marta, otro elemento clave es la vinculación entre la complicidad judicial con los femicidas y el narcotráfico. A este respecto, explicó que nada se investigó sobre la procedencia de la droga que Matías Farías le suministró a Lucía: “Pueden llegar a hacer lo que hacen porque se los permiten. Vos pensá que a Lucía le vendieron la droga en la esquina del colegio. ¿Qué pasó que se permitía eso?”. Dicho esto, recalcó que “no se investigó nada” a ese respecto en el marco de su causa y que “se tapó todo”, lo cual deja en evidencia “el desamparo que tenemos las familias” contra estos poderes. “Son generalizadas muchas cosas”, siguió, y apuntó hacia otro factor común: la tendencia a culpabilizar a las víctimas y restar importancia al abuso y a los asesinatos. “Cuando yo hablo con las familias, a sus hijas les pasó lo mismo. Abusan reiteradas veces, abusan diez tipos. Incluso usan esta frase perversa, ‘se les fue la mano’: eso es una perversión. Con Lucía dos antropólogas vinieron contratadas por la defensa, por una defensa que obviamente lo único que quería era descalificar ese juicio, para salvar a esos dos tipos que están detenidos”. Con esto último, Marta se refería a un escrito elaborado por académicas de la antropología que sugería que Lucía podía haber consentido el abuso sexual que terminó en su muerte, alegando que no había que aplicar “prejuicios y estereotipos” sobre las ‘preferencias sexuales’ de los acusados”.
La responsabilización de las propias mujeres desaparecidas y asesinadas es algo que también padecieron la madre y el padre de Luna Ortiz. Esta tarde no sólo representó una jornada de lucha para Marisa y Facundo Ortiz, sino también un nuevo año sin su hija: Luna fue prostituida y asesinada un 3 de junio de 2017. Sin embargo, la justicia liberó a su femicida, Isaías Villarreal, argumentando que Luna consintió el abuso y que su muerte fue un mero accidente. Como Lucía, Luna fue drogada y violada. Y fueron varias las madres que, una vez empezada la exposición bajo la carpa, recordaron haber recibido una misma respuesta de parte de la policía cuando denunciaron la desaparición de sus hijas: “Se habrá ido con un novio”. En pleno llanto y portando la foto de su hija, la mamá de Iara Rueda recordó las palabras del comisario que la recibió: “Señora, ¿le gritó? ¿Le pegó? ¿Tiene noviecito?”. “Lo único que te preguntaban era si le habías hecho algo. Yo le dije ‘mi hija no es así, yo conozco a mi hija’”, gritó Mónica Cunchila. Iara fue captada, violada y asesinada por un joven de 17 años, Tomás Fernández, y por dos adultos, Raúl Cachizumba y Mauricio Abad. En la causa hay “ocho policías imputados por incumplimiento del deber de funcionarios públicos” debido a su inacción ante la desaparición de la joven.
La respuesta de Marta Montero contra quienes revictimizan a las pibas de esta manera fue tajante: “Hoy decimos que venimos a hablar nosotros de nuestras hijas, no necesitamos una voz de otros, alguien que venga a decir algo de nuestras hijas, si nosotros sabemos quiénes fueron. Y sabemos quiénes las mataron, lo que hicieron con nuestras hijas. Esta es la voz nuestra”, enfatizó y lamentó que se hable “tan livianamente de nuestras hijas como si fuesen una mercancía”, buscando “minimizar” las violaciones y los femicidios. “Tenemos voz propia, no necesitamos inventarnos una causa ni prendernos de nadie para ser las personas luchadoras que somos. Ojalá yo pudiera estar en mi casa tranquila sin salir ayer a las doce de la noche de mi casa y hoy estoy acá, viajando toda la noche. No nos vengan a vender cosas que no son”, concluyó.
Entre los relatos de violencia, horror y complicidad judicial también se dejó ver lo devastadora que resulta la pérdida de una hija o familiar, el desgaste que produce afrontar años de búsqueda sin resultados. Con la mirada algo perdida y una foto de su hija colgando del cuello, Gustavo Melmann explicó por qué viajó para presenciar el acto: “Estamos acá porque no queremos ni una menos. Somos familiares de víctimas que sabemos perfectamente de la pérdida de nuestros hijos, el dolor que sufrieron ellos y el dolor que sufrimos nosotros para hacer justicia. Hace 22 años que fue el femicidio de Naty, hace pocos días condenamos a un cuarto policía y estamos reclamando por un quinto ADN. La idea de hoy es estar en asamblea para prevenir que se mate, que se cosifique a la mujer para ser un objeto de pertenencia de cualquier macho para matarla. Esto tiene montones de patas, la pata judicial, la pata social, la pata política. La pata nuestra, que es el activismo o la movilización, y esa pata es la que está hoy aquí para tratar de exigir un cambio”.
Una cantidad similar de tiempo transcurrió desde que las redes de prostitución desaparecieron a Florencia Pennacchi. Su prima también protagonizó la jornada de hoy, convencida de que estar allí era su “deber” en un contexto especialmente doloroso: hace menos de una semana murió Nidia Aguilera, la mamá de Florencia, extenuada por la búsqueda y sin saber qué pasó con su hija. “Estoy en representación de la familia, porque están todos en Neuquén. Lamentablemente este 28 de mayo falleció la mamá de Florencia y es mi obligación estar acá para visibilizar su ausencia”, sostuvo mientras de fondo sonaban los tambores y los platillos de una de las agrupaciones que empezaban a concentrar en la plaza. “Florencia es mi prima, pero sinceramente fue como mi sobrina, porque la diferencia de edad era grande, calculo que cuando nació yo tenía ya 23 años. Hemos hecho todo lo necesario para encontrarla, para investigar, siempre de nuestra parte como familia, especialmente de Nidia, su mamá, con un perfil bajo”, recordó. Tenía un cigarrillo en la mano y los ojos vidriosos.
“Hicimos todo lo posible para poder encontrarla pero no hemos tenido respuesta de la Justicia. Ningún tipo de respuesta. Estamos acá para denunciar la desaparición de Flor y la de todas las otras, que es el día de hoy que no nos pueden responder –continuó–. Si bien Nidia siempre fue un motor en la búsqueda, la búsqueda no va a parar hasta que no tengamos una respuesta. Quiero que quede bien en claro, por la muerte de Nidia, que aparte de que haya personas que están desaparecidas como Flor hay otras víctimas más, que son los familiares, padres, madres, hijos, nietos. Cuando llega el momento termina pasando lo que pasó con Nidia, porque la ausencia de Florencia la devastó totalmente. Agradezco a todas estas personas que están aquí, era mi obligación estar acá en nombre de Flor y en nombre de Nidia”, concluyó emocionada.
La ronda de exposiciones transcurrió hasta bien entrada la tarde y estuvo marcada por las lágrimas, tanto de las madres y los padres presentes como de las oyentes. También abundaron los abrazos y las manifestaciones de fuerza y apoyo mutuo. “No estás sola”, gritaban desde el público apenas una de las oradoras se quebraba. Entre los familiares de mujeres asesinadas o desaparecidas que tomaron la palabra estuvieron los de Tehuel de La Torre, Cecilia Basaldúa, Carla Soggiu, Katerine Moscoso, Agustina Fredes y Viviana Altamirano, entre otras. Y, además de las familias de mujeres desaparecidas o asesinadas, dijeron presente las madres protectoras y las sobrevivientes de abuso sexual en la infancia. “Mi nombre es Belén Chacón, de la campaña contra la prescripción de delitos sexuales en las infancias y del colectivo Yo Sí Te Creo. Yo inicié una demanda en contra de mi hermano, hace ya más de cinco años”, explicó una de ellas. Su caso “se elevó a juicio el año pasado” y el abusador “fue declarado culpable”. No obstante, indicó Belén, “fue sobreseído por prescripción de la causa, algo que suele pasar”.
En esta línea, la activista y sobreviviente de abuso sexual contra las infancias señaló que su intención es “visibilizar no solamente la necesidad de una ley contra la prescripción de delitos sexuales, sobre todo en las infancias, sino también sacar del tabú los abusos sexuales en las infancias”. A continuación, se refirió al desaliento que suele causar en las víctimas el accionar judicial: “Salió hace poco el fallo de Thelma y cada vez que prendemos la tele vemos que la Justicia no nos responde. Podríamos decir, ¿de qué vale la pena, entonces, intentarlo? Y sí que vale la pena, no es momento para callarnos la boca, precisamente todo lo contrario. Es para agarrar y decir ‘somos un montón’: el 80% de los abusos en las infancias son intrafamiliares y por lo general los que vemos en los medios no son de este modo”.
“También queremos visibilizar la diferencia que hay para algunas en el tema de tratar de hacer una denuncia. Yo cuando inicié todo esto no tenía referencia de nada y es importante visibilizar que hay muchas chicas que ni siquiera saben que pueden denunciar y, aunque así lo supiesen, cuando ven estas noticias se desaniman. Además, aunque así se animaran a denunciar, no tienen las herramientas para hacerlo”, continuó Belén y se refirió luego a la vulnerabilidad de las víctimas: “Por lo general, sobre todo las que sufrimos abusos en las infancias de forma intrafamiliar, estamos claramente expulsadas de la familia. Al estar expulsadas de la familia una puede quedar en situación de calle y hasta en situación de prostitución, entonces es mucho más grave aún. Una de cada cinco niñas es abusada y uno de cada 13 varones es abusado en la infancia. Entonces, ¿cómo llegan las víctimas a hacer esas denuncias si no tienen las herramientas? Necesitás un psiquiatra, necesitás medicamentos que son carísimos, y más allá de que el Estado provee algunas herramientas no es suficiente”, recalcó. “El mensaje que se está dando es ‘se callan la boca’, pero el mensaje que realmente deberíamos darle a la Justicia es que no, no nos vamos a callar nada, y que le vamos a llenar de juicios y de denuncias hasta el hartazgo –desafió–. Al silencio no volvemos nunca más”.