Por Ivone Ayala
Fotografía: TELAM

En la tercera audiencia del juicio por la Masacre de Monte más testigos complicaron a los policías que están en el banquillo de los acusados por la muerte de cuatro jóvenes de ese pueblo en 2019.

La noche de la muerte de los cuatro adolescentes que iban en el Fiat 147 se dio una prolongada persecución policial mientras se escucharon, al menos, seis disparos. Así quedó demostrado este miércoles, en los Tribunales de la Plata, durante la tercera audiencia del juicio oral por la masacre de Monte. También se desdibujaron los indicios del presunto delito cometido por una de las víctimas, Aníbal Suárez, de 22 años, acusado de ir alcoholizado al volante. Los testimonios de los vecinos pusieron en evidencia que el jóven más bien intentó escapar de los agentes de la policía que ya lo habían perseguido en otra ocasión.

Frente a los doce integrantes de un jurado popular, y a la presidenta del Tribunal Oral en lo Criminal 4 de La Plata, Carolina Crispiani que modera el debate, aportó su testimonio Héctor Mensi, chofer del camión contra el que impactó el auto en el que viajaban los cuatro chicos aquella madrugada del 20 de mayo de 2019. El hombre aseguró haber escuchado cuatro disparos antes del impacto. Una vez que se produjo el choque, recordó que se acercó un patrullero y vio a uno de los policías bajar al grito de “quédate quieto, quédate quieto”. Después de eso, dos disparos más. Luego pudo ver por el espejo de su cabina el cuerpo de una de las víctimas. Minutos antes dijo haber oído a una de las jóvenes pedir auxilio y gritar de dolor.

También declaró una maestra de primaria y vecina de Monte, María de las Mercedes Gogna, conocida como «Marita». Ella recordó haber escuchado “cuatro o cinco detonaciones”. Esa madrugada se encontraba en su casa y tras los disparos le envió un mensaje a su esposo Víctor Bearzotti, remisero de San Miguel del Monte. «Los perros están enloquecidos. Deben haber matado a dos o tres. Si podés mandá una patrulla que dé una vuelta», le escribió «Marita» a su marido. Lo que realmente sucedía era lo que luego se terminaría conociendo como la Masacre de Monte.

La testigo aseguró haber visto a dos vehículos policiales, una camioneta y un auto, «sin ninguna luz, ni afuera ni adentro», algo que le pareció sospechoso. «Me quedé atrás de la cortina porque no es la manera de que lleguen los policías. No saludaron y revisaron la zona. Poco después veo las balizas que llegan de otro patrullero. Cuando giro la cabeza, ese patrullero sí llevaba las luces reglamentarias, y comienzan a dialogar con los otros dos móviles que ya estaban y se dividen por distintas zonas», declaró la testigo Gogna.

Dos horas más tarde llegaron a su casa dos policías «muy nerviosos», que le preguntaron si había visto un «auto viejo», similar al Fiat 147 que llevaba a los adolescentes. «La mujer policía que vino a mi casa temblaba mucho. El otro chico le armaba las oraciones. Me preguntaron si estaba sola. Cuatro años después me da miedo esa pregunta. Gracias a Dios mi hijo ese día no se levantó. Él era quien iba a revisar lo que pasaba en la calle cuando se escuchaba algún ruido. Esa noche si mi hijo iba, no sé si hubiera vuelto… Ya todo me formula dudas», expresó «Marita».

 

El albañil Héctor Garcete coincidió con otros testimonios: en la medianoche del 20 de mayo el silencio y la calma del pueblo se rompieron por los tiros, la persecución y el impacto del Fiat contra el acoplado estacionado sobre la colectora de la Ruta nacional 3. Otro de los testigos, el pizzero Ignacio Torres, reconstruyó partes importantes de la persecución. Dijo que vio a los chicos frente a la plaza y observó al conductor, Aníbal Suárez, cuando le pidió a los adolescentes que lo ayudaran a empujar el vehículo y se los llevó a pasear por el pueblo. En aquel momento, Garcete guardó las cuatro vainas y una semana después se las entregó a los padres de Danilo Sansone, una de las víctimas de la masacre patrocinadas por la abogada Margarita Jarque, de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM). 

Según ese organismo, los casquillos de bala resultaron fundamentales para desmontar la versión policial del accidente de tránsito que desde el primer momento pretendieron instalar los cuatro responsables de la masacre y otros policías de la localidad, además de la propia intendenta Sandra Mayol y de los funcionarios municipales implicados. El testigo Garcete -así como muchos otros testigos de esta historia- aún convive con custodia permanente de Gendarmería afuera de su casa, para prevenir represalias por su testimonio y por haber aportado pruebas fundamentales a la causa.

Florencia Arosa vive en San Miguel del Monte y trabaja como enfermera en el hospital local. En la audiencia de ayer mencionó que estaba entre dormida y despierta en su cama cuando se sobresaltó por cuatro disparos de arma de fuego y por un impacto seco, grave, metálico. Esos sonidos resonaron cerca de su casa de la calle López y colectora 9 de Julio. Con miedo se acercó a la ventana -su habitación está en un primer piso- y vio que una camioneta policial de doble cabina giraba en U y se estacionaba frente a su casa con las balizas encendidas. Bajó al patio, se acercó a la calle y luego salió también su madre y una vecina.

«Un policía sacó una botella de plástico del patrullero y nos pidió que se la llenáramos con agua. Mi madre entró a la casa con la botella y mientras tanto yo conversaba con la vecina sobre los disparos que habíamos escuchado minutos antes. Fue allí que el policía se acercó unos pasos y haciendo gestos con las manos nos dijo ‘yo no tiré’, como cubriéndose», relató la testigo.

Con el paso de los días y la repercusión de la Masacre de Monte en los medios de comunicación de todo el país, Florencia identificaría al efectivo policial como el capitán García, uno de los cuatro imputados por el homicidio de cuatro de las víctimas y el intento de asesinato de Rocío Quagliarello, la única sobreviviente. La testigo dijo que no quiso acercarse al Fiat 147 que había impactado contra el acoplado, su único recuerdo es el de un vehículo tan destrozado «que había perdido hasta su forma».

También declaró el integrante de Gendarmería Hugo Alexis Chicahuala, quien en 2019 prestaba funciones en el Departamento de Criminalística de Campo de Mayo y fue el encargado de realizar la pericia al acoplado del camión para determinar toda la información relativa al epicentro de impacto, la dirección del choque, el porte del vehículo que colisionó con el acoplado, entre otros aspectos. Siguieron los testimonios de Ignacio Domingo Torres, quien vivía -y aún vive- en avenida Las Perdices del barrio Montemar por donde se produjo una parte de la persecución policial, y del vecino Víctor Leandro Bearzotti.

Hasta ahora se presentaron sólo testigos de la fiscalía. “Estos aportes sirven para constatar que no hubo robo ni intento de robo previo, como quisieron presentar desde la defensa. Hubo una persecución innecesaria y disparos sin sentido”, sostuvo el fiscal a cargo de la acusación, Mariano Sibuet.

Durante la audiencia Juan Carlos Sansone, padre de Danilo, tuvo que salir un momento a tomar aire porque la situación lo sobrepasaba. En su dolor dijo que los policías «están rebien y mí hijo está enterrado», que ya no podrá disfrutar de la vida de su hijo, mientras ellos podrán continuar con la suya detrás de unas rejas. Al ver pasar a un joven en bicicleta recordó que a su hijo le gustaba andar en bici, y sonrió al rememorar las clases de bombo a las que el adolescente asistía. «Hoy tendría que estar terminando el secundario, tendría 17 años» dijo Sansone a ANCCOM.

“Acto atroz e inmotivado”

 En los lineamientos de la acusación, el fiscal Sibuet dijo que los policías imputados cometieron un «acto atroz», que actuaron de manera «inmotivada» y afirmó que las víctimas, «al verse rodeadas», vivieron momentos de «terror, angustia y miedo», por lo que en el inicio del juicio había solicitado al jurado popular que «emita un dictamen justo para hacer honor a la justicia».

La denominada Masacre de San Miguel del Monte ocurrió en la madrugada del 20 de mayo de 2019, cuando efectivos de la comisaría local persiguieron a lo largo de la colectora de la ruta 3 a un Fiat 147 en el que viajaban cuatro adolescentes, tres de 13 años y uno de 14, junto a un joven de 22. Los cinco chicos escuchaban música cuando los oficiales comenzaron a perseguirlos, de acuerdo con los registros de las cámaras de seguridad del municipio, y a dispararles. En esas imágenes se observa a un efectivo en el lugar del acompañante de la patrulla, con medio cuerpo afuera y en actitud de disparo. Así, el auto en el que iban los jóvenes chocó contra un acoplado que estaba detenido en la ruta.

En la jornada de hoy habrá otras siete declaraciones testimoniales en este proceso oral y público que se realiza en la sala de audiencias A del edificio de tribunales de La Plata, situado en 8 entre 56 y 57.