A 47 años del golpe genocida y a 40 de la recuperación de la democracia, el abogado y militante Marcelo Parrilli repasa la lucha de las Madres y familiares de desaparecidos, el rol de Alfonsín, de Strassera y de las Fuerzas Armadas y la continuidad del poder judicial de la dictadura.
Abogado y militante de derechos humanos, Marcelo Parrilli fue uno de los miembros fundadores del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) en 1978, que, como él mismo afirma, desempeñó un rol central en la “revolución democrática llevada adelante contra el gobierno militar”. En diálogo con ANCCOM, repasa el trabajo en soledad de los organismos, las disidencias con el gobierno alfonsinista y el desplazamiento de las Fuerzas Armadas de la escena política.
Desarrollaste tu labor en el CELS entre los últimos años del gobierno militar y los primeros de la vuelta de la democracia, ¿cuál fue el impacto de esa transición en la investigación de las violaciones a los derechos humanos?
La causa de los derechos humanos, que siempre fue de un sector muy minoritario, de vanguardia, por temor a la represión, pero terminó siendo una causa masiva contra la dictadura. Sobre todo después de la Guerra de Malvinas, donde la dictadura ya quedó despedazada. Se pudo militar más fácilmente. Acordémonos que Reynaldo Bignone no fue un presidente elegido por la Junta Militar, fue designado solamente por Cristino Nicolaides, comandante en jefe del Ejército. El gobierno de Bignone fue de una debilidad extrema, no tenía prácticamente control sobre la situación, ni grandes posibilidades represivas. El número de muertos y desaparecidos en su gobierno fue muy menor. La lucha contra la dictadura fue una revolución democrática en la Argentina, llevada adelante por las organizaciones de derechos humanos, las Madres, los padres, los hijos, los hermanos de las víctimas y todo un sector popular que acompañó lo más importante de esa lucha. Las Fuerzas Armadas como grupo de poder quedaron destruidas.
Trabajar durante la dictadura no debe haber sido fácil, lo detuvieron en 1981…
Fue difícil. Nos detuvieron en el traspaso del gobierno de Jorge Rafael Videla al de Roberto Eduardo Viola. Allanaron el CELS un viernes por la tarde y ordenaron la detención de todos sus miembros. También allanaron la casa de Emilio Mignone, primer presidente del CELS y padre de una desaparecida. Vivía a una cuadra de donde vivía yo. Nos tuvieron más de 15 días detenidos a consecuencia del informe que nosotros habíamos difundido en el exterior llamado “La Doctrina del Paralelismo Global”. Explicábamos cómo funcionaba el aparato represivo. Existían dos pirámides. Una formada por las Fuerzas Armadas oficiales y, dentro de esa, otra menor, que también era oficial, pero interna, secreta y clandestina. Esa era la pirámide que importaba dentro del aparato funcional de las Fuerzas Armadas. Si vos estabas involucrado directamente en la lucha contra la subversión, si dirigías un campo, secuestrabas, torturabas, matabas o supervisabas esas operaciones, tenías más poder que tu equivalente en la pirámide externa. Los otros avalaban y apoyaban. Una pirámide interior muy grande con los cuadros más fanáticos, más politizados.
Una paradoja: la causa por la que fueron detenidos fue la misma por la cual los liberaron. El informe tuvo relevancia internacional…
Seguro. Después nos excarcelaron, mejor dicho, nos dieron una falta de mérito y nos sobreseyeron definitivamente. Seguimos con las paradojas: el fiscal de esa causa terminó siendo Strassera. Tanto los jueces que juzgaron a las Junta como Strassera fueron funcionarios de la dictadura. Lo digo porque ahora parecen héroes.
Es hablar del Strassera que pinta la película Argentina 1985…
Si uno mira la película como alguien que vivió esos años, politizado, que conoce bien lo que pasó, hay muchas cosas para cuestionar. Es útil porque no tenemos mucha noción del tiempo de la dictadura para acá. Pasaron casi 50 años. Quienes tienen 50, 40, 35 años -ni hablemos de ahí para abajo-, realmente no saben lo que pasó. Había gente que no sabía quién era Strassera. El “Nunca más” fue algo parcial, y se ha criticado mucho a la película que está borrado el papel de las organizaciones de los derechos humanos en la construcción de ese “Nunca más”. Pero resulta útil porque para mucha gente que no tiene idea porque la imagen que queda es la de los crímenes cometidos por el terrorismo de Estado. Queda también la idea clara, hay gente que pensaba que la argentina era Nicaragua o El Salvador, la verdad que las organizaciones que llevaban adelante acciones armadas nunca tuvieron capacidad para poner en peligro la estabilidad del sistema democrático y ocupar territorios. Y Argentina 1985 se vio más masivamente que el Juicio a las Juntas.
¿Cómo se manifestó la funcionalidad de jueces y miembros del Poder Judicial con la dictadura?
¿Te acordás de la campaña de Editorial Atlántida con su revista Para Tí? El slogan “Los argentinos somos derechos y humanos”. Oficialmente repartían calcomanías con la banderita y letra negra…las veías pegadas por tribunales, muchos jueces y secretarios las pegaban. El Poder Judicial la sacó barata. Fue una pata fundamental del terrorismo de Estado, sin embargo, fueron muy pocos los jueces condenados, dos o tres y de rebote trascendieron por alguna otra cuestión. El Poder Judicial, de conjunto, siguió igual, con las mismas personas físicas y con la misma ideología. Hasta hoy es así, la misma base social de la dictadura, que es el PRO.
Se lo recuerda a Alfonsín como paladín de los derechos humanos por el juicio y condena a los integrantes de la Junta Militar. Luego, las leyes del Punto Final y la Obediencia Debida fueron un retroceso. ¿Cómo explicás ese cambio?
Alfonsín quedó como un campeón de los derechos humanos aún antes del Juicio a las Juntas. Tuvo la habilidad política de apoderarse de ese fenómeno de revolución democrática frente a la dictadura. Se apodera de ese fenómeno y después lo va desactivando. En el 83 había mucha denuncia pública y también muchas idas y vueltas Era una especie de aquelarre mixturada con la política alfonsinista de “juzguemos a algunos y a otros no”, que después llevó al Punto Final y a la Obediencia Debida. La política del radicalismo era condenar a la menor cantidad posible, les dio la posibilidad a los militares de juzgarse a sí mismos, cosa que fracasó. Los juicios fueron en el 85, pero todo esto comenzó en el 83. Durante la dictadura, el papel de Alfonsín fue cero, no pasó por la Plaza de Mayo, la pisó el 10 de diciembre del 83 cuando asumió. No vas a ver una sola foto de Alfonsín en una sola marcha de los desaparecidos, en una ronda de Madres, nunca. Sólo había prestado su nombre en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, pero no hizo nada, el que militaba ahí era Federico Storani.
Las causas judiciales te llevaron a caminar la ESMA, uno de los principales centros de detención clandestinos. ¿Qué sentiste?
Vivíamos una realidad muy especial porque éramos bichos raros. El ciudadano que más podía tener una idea era porque, por ejemplo, había visto un procedimiento. Era una situación compleja porque por un lado te motorizaba pelear contra eso y por otro lado veías los peligros. Pero prevalecía la idea de pelear. Surgió toda una vanguardia nueva, yo no estaba en ningún partido político. En general, la gente que estaba en partidos políticos estaba guardada, desaparecida o prófuga. Fue una pelea bastante en soledad. Videla dijo en el juicio que en noviembre de 1975 empezaron a citar a los máximos dirigentes de los partidos políticos y explicarles su plan de reorganización nacional. No le habrán dicho “vamos a hacer un sector Capucha en la ESMA y de ahí los vamos a subir a un avión”, pero si sos dirigente y te citan, tenés que ir dándote cuenta, más o menos, de qué es lo que iba a pasar. Videla aseguró que ningún dirigente político dijo que no ni se horrorizó. Todo eso expresa por qué lo pudieron hacer durante tantos años y por qué después costó tanto juzgarlos.
¿Cuál es la mayor enseñanza que nos dejó esa revolución democrática contra la dictadura?
Vivimos la mayor parte de nuestra vida a la sombra de “¿Che, qué dijo el comandante en jefe del Ejército?”. O “¿qué le parece a Videla, a Carcagno, a Lanusse, a Menéndez, a Riveros?”. Eso ya no existe más. Si vos me preguntás hoy quién es el comandante en jefe del Ejército, no me acuerdo, ni de la Marina, ni de la Aeronáutica, porque ya no son factores de poder. Fueron derrotados por esa revolución democrática. Esto no quiere decir que tengamos Fuerzas Armadas democráticas. Eso no cambia porque el rol que tienen que cumplir dentro de este sistema es represivo, lo vemos en la Policía, en la Prefectura… En una situación como la del 2001 las Fuerzas Armadas hubieran dado un golpe de Estado, sin embargo, desaparecieron de la escena política, se metieron en los cuarteles y nunca más.