Tras la detención de las máximas autoridades de la Federación Internacional de Fútbol por actos de corrupción, la principal potencia internacional avanzó en uno de los pocos campos en que había quedado relegada.
Gianni Infantino junto al jeque Khalid Bin Khalifa Bin Abdulaziz al-Thani en Doha, en marzo de 2022.
Según su página web, la FIFA existe para gobernar a las federaciones de fútbol y desarrollar el juego alrededor del mundo. Organiza el evento deportivo más importante de todos, la Copa Mundial de Fútbol. También se encarga de organizar el resto de los campeonatos de la disciplina en sus distintas categorías. Fue creada en 1904 por siete federaciones europeas con un espíritu amateur, sin dinero de por medio. Hoy en día, la FIFA agrupa 211 federaciones de distintos países: 17 naciones afiliadas más que el total que integra la ONU.
Su sede, ubicada en Zurich, es un anti-monumento a la transparencia: consta de dos pisos a la luz y cinco bajo tierra: “En nuestras reuniones la luz debe provenir de nuestros ejecutivos, no del exterior”, es una de las frases célebres de Joseph Blatter, quien fue presidente de FIFA entre 1998 y 2015. Hay inhibidores de señal y no está permitido filmar ni sacar fotos dentro del recinto. Suiza es un lugar de secreto fiscal, en donde las organizaciones pueden llevar a cabo sus negocios sin gente haciendo preguntas. Debido a su idiosincrasia liberal, el Estado no interviene. Es por eso que, junto con FIFA, otras 76 organizaciones deportivas internacionales están instaladas allí.
Para el periodista y escritor, Ariel Scher, “La FIFA es un lugar de poder, donde a nivel global, se entrecruzan las disputas del mundo empresario transnacionalizado y del envase nacional”. Distinta es su estructura interna de poder, que se rige por el Consejo de la FIFA, el principal órgano en la toma de decisiones de la organización en los intervalos del Congreso de la FIFA, que se celebra una vez por año. El Consejo está integrado por 37 miembros: un presidente, ocho vicepresidentes y 28 miembros elegidos por las Confederaciones. Gustavo Veiga, periodista y docente, caracteriza a la FIFA como un régimen presidencialista, a excepción de los periodos de participación de Julio Humberto Grondona como vicepresidente (1988-2014). “La figura de Grondona era omnipresente. Manejaba el área de finanzas y eso implica un poder, no semejante al del presidente, pero sí muy parecido. Sin Grondona, la Argentina perdió peso específico. El poder al presidente de la FIFA, se lo dan y se lo sacan las federaciones, sobre todo las más poderosas” afirma.
El principio del fin
El 2 de diciembre de 2010 fue el principio del fin para la FIFA presidida por Blatter. Ese día, en una inédita doble votación, se eligieron a Rusia y Qatar como sedes de los mundiales 2018 y 2022. Esta decisión provocó el enojo de Estados Unidos, principal candidato para 2022, y el inicio de la investigación del FBI sobre el proceso de elección. El objetivo estaba claro: descubrir quienes le habían vendido su voto a Qatar.
Para Veiga, hay un trasfondo político detrás de todo esto: ”Estados Unidos no toleró perder la sede del Mundial junto al negocio millonario que representa, y pasaron a estar bajo la mira del departamento de justicia todos los dirigentes de la FIFA”. En el documental “FIFA Gate, por el bien del fútbol” (coproducción entre la TV Pública Argentina y el canal catorce de México), el periodista estadounidense Ken Bensinger afirma que la investigación empezó en el verano de 2010, o sea seis meses antes de la votación por los mundiales. Pero también asegura que el impulso definitivo a la causa sucedió nueve meses después de la votación, cuando Estados Unidos decidió utilizar todo el peso de su aparato judicial contra la FIFA. Paralelamente, la FIFA realizó una investigación interna a cargo del fiscal de Nueva York, Michael García, que terminaría siendo ineficiente. Lo que empezó como un caso de evasión fiscal, luego se mezcló con los más altos niveles de la política internacional.
Joseph Blatter en la sede la FIFA en Zurich en 2015
El escándalo
El FIFA Gate es el mayor escándalo de corrupción en la historia del deporte. Detonó el 27 de marzo de 2015, en la víspera del 65º Congreso de la FIFA en Zurich, cuando la policía suiza, en conjunto con el FBI, ingresó al hotel Baur Au Lac y detuvo a siete dirigentes de la federación ante los ojos del mundo. La acusación de Loretta Lynch, fiscal general de Estados Unidos en aquel momento, habla de lavado de dinero y fraude electrónico. Como todas estas operaciones ilícitas habían pasado por cuentas y bancos estadounidenses, el país se adjudicó jurisdicción para intervenir.
Estados Unidos avanzó en la investigación gracias a la “colaboración” de los arrepentidos. Charles Blazer, secretario general de la CONCACAF, fue el gran delator del FIFA Gate. Grabó conversaciones con los dirigentes involucrados y le dijo todo lo que sabía al FBI a cambio de no ir a la cárcel por evasión fiscal. El argentino Alejandro Burzaco, ex CEO de Torneos, le aportó al FBI sus registros del sistema de coimas a dirigentes de la Conmebol. La justicia estadounidense utilizó en contra de la FIFA la Ley de Organizaciones Corruptas e Influenciadas por Corrupción (ley R.I.C.O.), sancionada en 1970 para luchar contra la mafia italiana en Nueva York.
¿La corrupción es solo latinoamericana?
Los 18 dirigentes de la FIFA detenidos y el resto de los involucrados en el FIFA Gate son latinoamericanos, caribeños o estadounidenses. Ningún dirigente europeo fue encarcelado por este escándalo. Resulta extraño que los miembros europeos del Consejo de la FIFA no tuvieran nada que ver, ni supieran nada acerca de lo que ocurrió en la doble votación de 2010.
“Los dirigentes encarcelados son quienes no tenían como peso propio más que su lugar en la FIFA. Los dirigentes europeos poseen representatividades del mundo político y empresarial que los protege a nivel nacional e internacional y esa trama de protección, también es una trama de poder”, dice Scher.
Joseph Blatter y el ex futbolista Michel Platini fueron investigados tiempo después por los dos millones que el suizo le habría pagado al francés, para que este no se presentara como candidato a presidente de FIFA en 2011. Ambos fueron suspendidos por FIFA, lo que le impidió a Platini reemplazar a Blatter tras su renuncia. De esta manera, las puertas de la presidencia de la FIFA se le terminarían abriendo al secretario general de la UEFA y mano derecha de Platini, Gianni Infantino.
La “nueva” vieja FIFA
Infantino asumió la presidencia en 2016: era el candidato ideal porque había quedado por fuera de las sospechas de corrupción. Sin embargo, en 2019 el fiscal Stefan Keller decidió abrir una investigación en su contra en torno a su accionar, tras encontrar “indicios de conducta criminal” en una serie de reuniones secretas que mantuvo con el fiscal Michael Lauber, quien estuvo a cargo de algunas causas surgidas tras el FIFA Gate.
La nueva FIFA se esforzó por mostrar una ruptura clara con el régimen de Blatter pero para Scher no se ve una FIFA distinta: “El modelo de organización del fútbol como espectáculo y como negocio espectacularizado es similar”. Veiga, coincide: “Sus discursos de transparencia, políticas de género y desarrollo global, son palabras que se las lleva el viento. No son más que el maquillaje para su pasado”.
En cuanto a lo primordial, su estructura de poder y el modo en que se relaciona con los Estados y las corporaciones sigue siendo la misma FIFA de antes. Veiga es contundente: “Las sospechas de corrupción no se las van a sacar por años”. La nueva FIFA se parece a la vieja, la diferencia es Estados Unidos.
U.S.A, mi buen amigo
En tiempos de Blatter, la principal potencia del planeta era muchas veces excluida de las decisiones de FIFA, debido a que su principal apoyo eran los países del “tercer mundo”, es decir, sobre todo Latinoamérica y África.
A diferencia de Blatter, Infantino mantiene relaciones mucho más fluidas con Estados Unidos: “La nueva FIFA se acercó mucho a Estados Unidos y el vínculo se consumó con la organización del próximo mundial. Esta fue una devolución de gentilezas de Infantino a Trump cuando estaba en el gobierno”, explica Veiga.
Las cadenas estadounidenses se quedaron con los derechos de televisión de los torneos más importantes del mundo. Por ejemplo, Fox y Turner son los dueños del fútbol argentino. Además de controlar los derechos de televisión en Latinoamérica, los fondos de inversión estadounidenses poseen la quinta parte del total de los clubes más importantes de Europa, así lo afirma el periodista Ezequiel Fernandez Moores en su documental “FIFA Gate, por el bien del fútbol”.
Por el bien del fútbol
El FIFA Gate ha marcado un cambio de era. Fue un antes y un después en el mundo del fútbol. De los 22 miembros del comité ejecutivo que votaron las sedes de Rusia y Qatar, sólo uno sigue en su cargo. Aquellos dirigentes corrompieron el negocio del fútbol para enriquecerse, dejando de lado su obligación de llevar al deporte más popular del planeta por el buen camino.
Infantino seguirá hasta 2023. Fue reelegido sin oposiciones, al igual que en su momento lo había hecho Blatter. La nueva FIFA se parece demasiado a la anterior. El problema en su estructura piramidal de poder continua. Un presidente todopoderoso, investigado por la justicia y un comité ejecutivo al que le costará mucho trabajo modificar su imagen poco transparente. La forma de relacionarse con el mundo en torno al fútbol, sigue siendo la misma.
La única diferencia es Estados Unidos. Luego de impulsar la investigación del escándalo de corrupción más importante de la historia del deporte, la potencia mundial número uno adquirió un rol mucho más activo, en uno de los pocos monopolios que le faltaba dominar. Habrá que ver si también lo hizo por el bien del fútbol.