Una multitud se manifestó en las inmediaciones de la casa de Cristina Fernández de Kirchner en su apoyo y en repudió al vallado que rodeaba su domicilio. Hubo represión de la Policía de la Ciudad y, al final, habló la Vicepresidenta entre los manifestantes.
Los planes cambiaron. Las organizaciones políticas ligadas al peronismo habían organizado movilizaciones en diferentes puntos de la Ciudad y el país para el sábado 27 de agosto en solidaridad con la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, para quien el fiscal Diego Luciani pidió inhabilitación de por vida para ejercer cargos públicos y doce años de prisión por la denominada causa Vialidad. Sin embargo, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires decidió colocar vallados en la puerta de su casa para interrumpir la vigilia de militantes que allí se daba desde el lunes y los manifestantes decidieron cambiar el escenario de sus actos políticos. Todos fueron a Juncal y Uruguay.
Los vallados fueron colocados en las esquinas en Juncal y Paraná, y Juncal y Uruguay. Ambos impedían el acercamiento del pueblo, y también, la salida de quienes viven en la intersección que se ha convertido el punto de encuentro para miles que han sentido la necesidad de salir a calle a proteger a la máxima líder del peronismo.
Un primer acercamiento hostil. La Policía de la Ciudad parecía no querer ceder. Mientras tanto en Parque Lezama, como en Parque Chacabuco, por asamblea y voto popular, se decidió llevar la manifestación hacia donde se encuentra el departamento de la Vicepresidenta de la Nación. El motivo es simple, las fuerzas policiales, con constantes provocaciones, querían impedir el acercamiento de miles por miedo a que se produzca un plan organizado “de ocupación del espacio público”.
Esto llevó a un debate interno dentro la oposición: mantener a la policía allí y que cada momento se viva con máxima tensión, o retirar la presencia policial. Hacía las 18:00, aproximadamente, las columnas de militantes y personas autoconvocadas decidieron avanzar por Juncal, post represión con gases, la utilización de camión hidrante y balas de goma. Mientras se acercaban hacia la policía, la militancia cantaba “el pueblo unido jamás será vencido”. Tras unos minutos de tensión, los uniformados debieron retroceder y ceder el espacio al pueblo.
A pesar de que la presencia policial no disminuyó, las columnas de miles y miles de personas, entre jóvenes, adultos y adultos mayores, se reunieron en la esquina de Juncal y Uruguay y la imagen se transformó. De ser una esquina sitiada, pasó a ser un lugar de reencuentro entre personas que no se veían hace mucho tiempo, de abrazos, mates, y canciones a favor de Cristina Ferández de Kirchner que, mientras tanto, se encontraba en el interior de su departamento.
Entre las personas que allí se reunían, en esa mezcla entre juventud y adultez, quienes eran autoconvocados confirmaban que su acercamiento hacia la movilización era por lealtad y porque la figura de Cristina Fernández de Kirchner significaba mucho para el pueblo. Todos enumeraban logros de sus gobiernos.
Nadie se movía de su lugar. El atardecer trajo expresiones artísticas como cuadros, fotografías de la Vicepresidenta, fuegos artificiales y bombos, acompañados -en más de una vez-, por la Marcha Peronista, mientras aguardaban que simplemente se asomara por el balcón Cristina Ferández de Kirchner. Sorpresa para todos y todas, luego de la conferencia de prensa del Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, decidió hablar frente al público que allí la esperaba.
En un discurso con fuerte crítica hacia la violencia institucional ejercida por las fuerzas policiales, que inclusive se llevaron detenidos a representantes políticos y dejaron un periodista herido, la Vicepresidenta afirmó que “la violencia fue provocada por odio al peronismo. No toleran el amor y la alegría de los peronistas”.
Y recordó que, la esquina donde se encuentra su departamento, es un lugar constante de ataques por parte de seguidores de la oposición: “Desde el último día que me fui de la Presidencia, ese 9 de diciembre que terminaba ese acto maravilloso en Plaza de Mayo, no pude llegar acá porque este lugar estaba rodeado de simpatizantes del nuevo gobierno, del macrismo, que insultaban y agredían”.
“Desde ese día y hasta el martes he sufrido el permanente hostigamiento de gente que viene a amenazarme de muerte. Nunca vi a la Ciudad de Buenos Aires intervenir para evitar ese hostigamiento. Pago mis impuestos igual que todos los que están acá. Tengo el mismo derecho, ninguno más, pero sí el mismo. Y después dicen que los peronistas somos violentos”, desarrolló.
Y agregó que “Ha habido demasiada sangre en la Argentina para que sigan amenazando con tiros, balas, gas lacrimógeno, gas pimienta, a los que piensan diferente”. Y destacó que lo que sucedió durante cinco días en las calles de Recoleta “No vi insultar a nadie, no a desearle la muerte a nadie. Simplemente se vino a apoyar, humildemente, a un espacio político que tanto ha logrado para la Argentina. Por más que quieran ocultarlo o disimularlo desde sus construcciones mediáticas”.
Por último, les habló a quienes se encontraban allí y remarcó que “aunque viviera mil años nunca me va a alcanzar para agradecerles el amor, la solidaridad y la lealtad de todos ustedes”.
Estas últimas palabras llevaron al fin de la manifestación. Por lo menos por esta noche. En un momento histórico donde el peronismo parecía dividido, encontró en este ataque a Cristina Fernández de Kirchner, un motivo sólido que ha llevado a la unión del movimiento nacional y popular, como el acercamiento de muchos y muchas a la política.