Por Jacinta Geishauser
Fotografía: TELAM

Violencia física entre hinchadas, complicidad institucional, discriminación en los cánticos naturalizados, violencia de género de los jugadores silenciada por las dirigencias, comisiones feministas que no alcanzan a modificar los hábitos. Todo es posible en el ambiente del fútbol porque lo que importa es el negocio.

El fútbol en Argentina es uno de los pocos espacios donde todo tipo de violencia está permitido, tanto entre las propias hinchadas que se llegan a matar entre sí, como del público hacia los jugadores, con cánticos y hasta amenazas, o de los propios jugadores hacia las partes más débiles de toda la trama, las mujeres, tanto jugadoras como fans o parejas de los deportistas. Todos de una manera u otra terminan siendo justificados, lo que habilita la continuidad y las sagas.

“El fútbol en la Argentina es una arena privilegiada para el análisis de la formación de la identidad nacional y la construcción de masculinidades” escribía Eduardo P. Archetti en 1994. El fanatismo argentino por el fútbol tiene varios componentes entre los fervientes deseos de ver a un equipo ganador. Entre cánticos, festejos y emociones, también se ve como un espacio de lucha, donde se materializa la violencia en todos sus aspectos, desde sus canciones homófobas, transfóbicas y machistas, hasta llegar a la muerte por los colores de la camiseta. Esta situación fue motivo de múltiples estudios sociopolíticos para lograr comprender sus causas, ya que es el único espacio “que aprovechándose de la masividad que involucra y la impunidad que sienten los hinchas, lo que logran percibir es que ahí se puede decir cosas, que en otros ámbitos no encuentran otra forma de expresarse”, explicó Julián Martínez, integrante del Observatorio de Discriminación en el Deporte, en conversación con ANCCOM.

La impunidad no es una cuestión excluyente de la hinchada. Sebastian Villa jugador de Boca, pese a tener un proceso judicial abierto por abuso sexual y tentativa de homicidio, fue autorizado a viajar para jugar la Copa Libertadores en Brasil. Por lo contrario, Harrinson Mancilla jugador del Club Atlético Sarmiento, estalló en llanto cuando la hinchada de Platense le gritaba comentarios racistas y xenófobos al retirarse de la cancha por una lesión en el brazo; “Me insultaron, pero no veo una razón más allá de la euforia del momento” aclaró, demostración patente de que el ambiente es tan permisivo que las propias víctimas justifican la violencia porque la tienen naturalizada. Así fue como la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) resolvió no sancionar a Diego Guacci, a pesar de ser denunciado por acoso sexual y abuso de poder por cinco jugadoras menores de edad, actualmente entrenador de las inferiores de Defensa y Justicia de futbol femenino.

El 11 de julio falleció Joaquín Coronel, un hincha de 18 años de Luján, tras ser baleado minutos antes del partido de la cuarta fecha de la Primera C. Lo que había parecido una pelea espontánea, terminó siendo un acto planificado y adrede por la barrabrava de Leandro N. Alem. Entre los implicados se encuentran los hijos del presidente del club, Ariel y Mariano González, dos de los cinco prófugos, entre ellos los autores intelectuales. La fiscalía ya tiene probado que salieron armados en siete autos y camionetas desde la sede de Alem, y la Justicia pidió la captura nacional e internacional de los mismos. Y como paradójico, su madre, Graciela Mingorance, es Directora de la Casa de la Justicia y su hijo, Ariel González, ocupaba el cargo de Secretario de Transporte de General Rodríguez, una demostración de los vínculos del club con el municipio.

El racismo, la xenofobia, el antisemitismo, la homofobia, el machismo, son temáticas completamente presentes todos los días en la cancha, que se reflejan en sus cantos. Algunos ejemplos conocidos son: “Ya todos saben que la Boca está de luto, que son todos negros putos de Bolivia y Paraguay”. También, “Vos vas a cobrar River, sos un cagón, esos no son los Borrachos, son los putos del tablón. Quiero quemar el gallinero, que se mueran los cuervos y la guardia imperial”, donde se suma la apología a la violencia . “Ahí viene Chaca por el callejón, matando judíos para hacer jabón» haciendo referencia a Atlanta, un club de origen judío en Villa Crespo. “El lobo está caliente, el lobo es comilón, el lobo tiene Sida se lo coge el león”, y burlando de las enfermedades estigmatizadas. “Escuchen, corran la bola: se hicieron putos los negros de Casanova. Qué lindo es, vamos a coger allá en los ranchos cerca de la Ruta 3. Los negros llegan de noche y se visten de mujer, para hacer un par de pesos, porque tienen que comer”, entre tantas otras.

Frente a esto, se suma la complicidad de los medios de comunicación, ya sea silenciando o avalando hechos, como fue el caso de Martín Arévalo, en Radio La Red, cuando defendió a Villa después de la denuncia al decir que “ahora cada vez que Sebastián Villa quiera salir o quiera ir a bailar y tome una decisión de estar con una persona y esa persona no tenga buenas intenciones le van a golpear la puerta para hacer un problema». A pesar de algunas agrupaciones que buscan la igualdad, como es el caso de Fútbol Feminista donde las hinchas se unieron en búsqueda de una perspectiva de género en estos espacios, nadie se pronuncia para modificar la situación, ni los medios de comunicación, ni los dirigentes, ni los hinchas. Hasta los propios jugadores avalan todo tipo de discrminicacion producida a pesar de verse muchas veces vulnerados por estas dinámicas. “Los clubes tienen que entender que son un órgano dentro de la sociedad, tienen un rol social por lo tanto tienen una responsabilidad.” aclaró María Eva Fernández, de River Feminista, a ANCCOM.

Sin embargo, algunos clubes tomaron decisiones como es el caso de Vélez, quien ha sido pionero en la implementación de un protocolo con una cláusula en la cual al firmar contrato los jugadores queda asentado que frente a una denuncia por violencia de género, discriminación, hostigamiento y abuso o acoso sexual pueden quedar fuera del club o el club pueden mantenerlos al margen. “Que haya una cláusula está bien, el avance está bien, por eso nosotras pedimos que AFA exija una cláusula en todos los clubes, que todos la tengan. Como fue en el caso de Villa, lo que esperábamos era que apartara al jugador hasta que se sepa lo que pasó. Y solo lo pusieron de titular, sin ningún gesto de entender la situación, o que queres acompañar el movimiento y no estar amparando a un posible abusador”, dijo Carolina, de San Lorenzo Feminista.

Con ciertos gestos como fue el 13 de abril, donde Racing entregó el primer carnet de “socie” a una persona no binaria, o mediante la celebración el 8 de octubre de 2021 del primer aniversario de la Ley Micaela en el deporte en el predio de AFA, o algún rinconcito en un club para un área de género y diversidad, encubren una realidad que es la violencia machista del futbol. “No sirve solo con que pongas un departamento o que pongas personal que trabaje, sino que tiene que haber una voluntad política dentro del club”, informó Denise Gaccio de Independiente Feminista a ANCCOM. “Con una cultura patriarcal instalada en todo, en los clubes se ve más. Los clubes tienen tradicionalismo, por eso nosotras exigimos que haya más representatividad en cuestiones sociales porque hay un 5% o un 0% de mujeres en las comisiones directivas y cuando ocupan lugares no se les da el lugar que corresponde, no se les da el espacio, no se las escucha. Es como si el feminismo hubiera avanzado un montón en estos años y hubiera quedado un espacio sin cubrir, menos este.” Y mientras el feminismo avanza, pareciera haber ciertos espacios que se mantuvieron intactos, entre ellos el fútbol, pero al nombrarlo de esa forma de quitarle responsabilidad a quien son partícipes de estos actos. “Tiene que ver con la cancha, además del fútbol, en la cancha vale todo, salgo de la cancha y vuelvo a ser una persona normal, pero dentro de la cancha soy inmune.” Comenta Denise.

Una de las más notorias diferencias que se da en Argentina es el formato de financiación, donde en mayor proporción, casi un 50%, es por sus simpatizantes, con la venta de entradas. Al contrario, en otros países, como en Europa o Brasil, pesan más los derechos de TV, el marketing y los sponsors. Aplicando en nuestro caso los valores de la democracia, el que gobierna un club o un país, sabe en algún punto que su base de poder y sus votos, están en los socios y sus seguidores, por eso mismo, cuando se dice que los hinchas se creen dueños de los clubes tiene cierta certeza. Ahí el dirigente o la dirigente, sabe que muchas veces gobierna mirando el diario, mirando las encuestas o mirando las redes sociales, sabiendo que tomar decisiones ya sea limitando a un hincha, prohibiendo ciertos actos o tomando cartas en el asunto frente a una denuncia puede condicionar directamente su lugar.

Por esto mismo Julián Martínez, integrante del Observatorio de Discriminación en el deporte, en conversación con ANCCOM explicó como “es una ventana para ver ciertas cuestiones sociales. La masculinidad y la forma de ser de los varones está más fuerte que nunca y está plasmada en lo que un hincha entiende como un hincha. Los hinchas nos muestran, que una de las formas de tener una identidad es mediante la violencia hacia un otro, una violencia simbólica y a veces física. Por algo el ámbito del deporte es donde hay mayor presion a asumir la homosexualidad, estadisticamente no puede ser que haya jugadores profesionales que no lo sean, pero saben que no les conviene porque el ámbito sigue teniendo mucha resistencia. Y nos enseña que es lo que la sociedad nuestra entiende como vergonzante o algo insultante. Las hinchadas cuando intentan denigrar al contrario no recurren a cualquier categoría, sino que recurren a categorías referidas a la nacionalidad, a la religión, a la condición social, al género, a la orientación sexual. Todas disidencias de modelos de normalidad que dicen que hay que ser varón, joven, blanco, católico, con buen poder adquisitivo, todo ese modelo de normalidad cuyas disidencias aparecen para avergonzarse.”