Por Carla Spinelli
Fotografía: Sabrina Nicotra

David Gudiño saltó al escenario público después de haber reunido 9 millones de vistas en su cortometraje Argentina No Es Blanca. El documental fue presentado en la novedosa categoría Tiktok en el festival de Cannes, en Francia. No fue seleccionado, pero sirvió para demostrar que Argentina es racista.

«El primer comentario de hate que me hicieron en TikTok fue: “Un productor boliviano, ni yo me la creo”, recuerda Gudiño.

“¿Qué significó que mi mamá se fuera a cuidar chicos blancos de padres blancos que no le pagaban los aportes mientras yo me quedaba solo en mi casa?”, reflexiona David Gudiño, actor, director y docente, durante esta entrevista con ANCCOM.  El disparador fue la producción de su corto Argentina No Es Blanca, que participó en la nueva categoría para cortometrajes en TikTok del Festival de Cannes y que, pese a no haber sido seleccionado, instaló el debate del racismo en Argentina tras viralizarse con más de nueve millones de vistas. Gudiño, además habla sobre el estreno de la serie “Marrón. Antirracismo en tiempo presente” por Canal Encuentro y de su activismo en el colectivo Identidad Marrón.

Aunque Argentina No Es Blanca no quedó entre los finalistas de Cannes, ¿qué cosas sentís que se movieron desde que se viralizó?

A partir del corto se comunicaron más de 30 medios. Siento que de alguna forma se instauró el debate y empezaron a decir: “Ah, mirá, son marrones”. Tenemos que entender que el racismo en Argentina circula de una forma distinta a lo que vemos en Estados Unidos y los medios están dispuestos a tener ese debate. Eso es un gran logro que jamás imaginé mientras hacía el corto. Que además lo grabamos en dos días con los chicos del colectivo Identidad Marrón y capaz hacíamos una toma sola y quedaba. Entre todas las redes sociales lo vieron nueve millones de personas. Es una locura, me para gente en la calle. El hecho de que se esté hablando de esto en medios grandes me parece muy importante para la causa. De hecho, en las últimas notas ya ni se menciona Cannes. Es el video por el video. Y es perfecto que haya pasado eso, porque lo del festival quedó como algo anecdótico y con esa excusa se empezó a hablar de identidad marrón. 

¿Cómo nació la idea del corto?

El primer comentario de hate que me hicieron en TikTok fue: “Un productor boliviano, ni yo me la creo”. Yo ahí ya participaba en el colectivo Identidad Marrón y percibía mi identidad como tal. A TikTok no entré a hablar de racismo, entré a hacer humor. Y cuando saltaron los comentarios racistas me sorprendió muchísimo, porque en TikTok hay gran mediación con las normas con el hateo. “Un peruano se ríe de Majul”, “No sabía que en Perú miraban TN”, “Lo que pasa es que sos boliviano”. Cuando pensaba en el corto, era imposible no pensar en las nacionalidades porque a mí me las dicen, es algo que atravesé todo el año. En Perú se generó una gran controversia a partir de esto. De los tres millones que vieron el video en TikTok, el 40% son peruanos. Tuve que salir en vivo a decir: “Sí, esto está pasando en Argentina”. No sé si les habrá pasado a Malena Pichot, Santi Maratea o cualquier otro comediante que le digan alemán, polaco, italiano, inmigrante ándate. Es innegable que en Argentina el racismo llegó a tal punto que las nacionalidades son utilizadas como un insulto. El 10% de las reproducciones son de Bolivia y el 7% de Chile. 15 mil peruanos comenzaron a seguirme después de eso. 

¿De qué forma pensás tu contenido para TikTok? 

Tuve un año de estudio de mercado para ver qué prendía. Yo sabía que si algo se volvía viral, la gente tenía ganas de ver eso. Observé que la gente en TikTok tenía ganas de consumir crítica social, política y medios con humor. En la pandemia los medios me estallaron la cabeza. La vacuna, la cuarentena, lo anti, el encierro, la alerta. Me harté y pensé: “¿Qué hago yo como ciudadano para generar una contrapropuesta?” Lo que hago en mis videos como productor que tira letra dentro del control de un estudio de TV es una forma de demostrarles que lo que hacen no es tan importante. Es de cartón, es un relato. Ahora es lo mejor que sé hacer en mi vida. Lo vi, se me ocurrió y pum, lo grabé a las 9 de la mañana. En general, la grabación es espontánea. Me ocupo de que a lo que estoy reaccionando desde el control sea conciso y se entienda. Hago tres tomas y elijo lo mejor. En Tiktok si lo pensás mucho se nota. Tiene que parecer que lo hiciste con papel afiche y cinta Scotch.

¿Cómo conociste a Identidad Marrón y cuándo decidiste empezar a participar de ese colectivo?

Hace dos años, cuando fue lo de George Floyd en mayo del 2020, una compañera de la facu compartió un collage que se hizo viral de los rostros de los pibes marrones de acá y hablaba de que no había que ir muy lejos para encontrar racismo. 

«En Tiktok, si lo pensás mucho se nota. Tiene que parecer que lo hiciste con papel afiche y cinta Scotch», admite Gudiño.

David interrumpe lo que está diciendo, toma su celular y busca algo. Finalmente lo encuentra: es el collage del que está hablando. Se coloca el celular junto a su rostro, manotea del escritorio su gorra, se la pone y dice:

Vi eso y caí: “Ah, tengo la misma cara”. En ese mismo momento fui al espejo, me miré y dije: “Soy marrón”. Ahí, como un vómito en mi cocina, escribí mi monólogo Marrón. En julio ya estaba adentro del colectivo. A mi me paró una vez la policía, me pasó también estando junto a un amigo blanco en una clínica que uno de seguridad me pida la mochila y a él no. Todo eso lo tomaba como algo normal, como lo que me tocó. Pero cuando entendés que tiene que ver con algo estructural y con tu color de piel, la cosa cambia. Encontrar Identidad Marrón fue como volver a nacer. Yo me sentía perdido, hasta ese punto llega la identidad. Ahora sé todo el valor que tuvo y tiene ser marrón.

Este mes se estrenó la serie que hicieron con el colectivo Marrón. “Antirracismo en tiempo presente» por Canal Encuentro. ¿Cómo nació el proyecto?

Había empezado a circular en redes un meme de un Zamba “turro” que portaba un arma. Nosotros, desde el colectivo, le sacamos la pistola al dibujo y la publicamos diciendo basta a la estigmatización de los chicos de barrios populares. A partir de que una compañera, América Canela, se lo tatuó y se hizo viral, llegó hasta Jésica Tritten, la directora de contenidos de Canal Encuentro. Tras algunas reuniones se decidió que Identidad Marrón formaría parte del contenido de la programación 2022 del canal. La grabamos toda este verano. Estuvimos en el guión, la producción y la edición en conjunto con la productora Un Puma, que nos incluyó siempre en la toma de decisiones.

¿De qué forma pensaron la escena en la que los roles se intercambian y los productores blancos pasan a ser entrevistados por los actores marrones?

La propuesta surgió en conjunto. La idea era no caer en una exotización, hacer algo más real. La productora puede estar compuesta por personas blancas pero nosotros también nos movimos dentro de ese contenido. No fue un “hagan lo que tengan ganas con nosotros”. Esa escena fue un momento interesante para poder pensar en la aceptación de las diferencias. Crecimos en entornos distintos y con cosas distintas, eso es real. Que alguien hoy pueda tener una productora implica que pudo tener acceso a una cámara de niño. Se trata de chicos, como dice uno de ellos en esa escena, que fueron cuidados por personas marrones. De hecho mi mamá iba a cuidar otros chicos y me dejaba solo con mis hermanas cuidando de mi cuando yo tenía diez años. Sirve para pensar cómo nos constituimos de manera distinta, que no está mal, sino que es lo dado, y ahora con un capital cultural se puede reflexionar: ¿qué significó que mi mamá se fuera a cuidar chicos blancos de padres blancos que no le pagaban los aportes y yo me quedaba solo en mi casa? ¿Cómo camino mi vida hoy? 

¿Cómo fue crecer en una familia marrón en un país que se dice blanco?

Crecí en un ambiente no tan violento en el sentido racista. Sí, andando en bici me decían “boliguayo”. Sí, no me sentía parte. Pero dentro de todo en Tierra del Fuego, como clase marrona, tuvimos un ascenso social, y hoy es la provincia con menor nivel de pobreza. Invito a algún sociólogo marrón a analizar este caso –ríe–. En las familias marrones a veces no está cultivar el talento. Había otras prioridades. El talento estaba en saber levantar una pared, saber hacer algo rápido. Es algo que compartimos todos los marrones. Dije que iba a estudiar Medicina, pero terminé haciendo el Profesorado de Biología. Más tarde, finalmente, me cagué en lo que esperaban mis viejos de mí. Sufrí y lloré un montón que mis viejos no vengan a verme actuar o cuando a los 17 estrené una obra que había escrito yo en un festival regional. Mis viejos ni deben saber hasta ahora que eso pasó. El blanqueamiento es un sistema que asocia al color marrón a lo indigno, a lo chorro y uno empieza a no querer serlo. Si tu color de piel es asociado a lo feo, mal gusto, no a la belleza, te lleva a desear no ser marrón, huirle a los espejos. A los 7 años, mientras le ponía azúcar a un té, un tipo me dijo: “No le pongas tanta azúcar al té que nunca vas a ser blanco”. Desde ahí yo cargo con una aspiración de ser lo que nunca voy a ser. Así, me ponía la toalla en las rodillas para que no se me pongan tan marrones o me ponía protector solar en invierno. Y cuando empecé a tener más plata, un protector solar más caro que impida que me vuelva más marrón. 

El blanqueamiento es un sistema que asocia al color marrón a lo indigno, a lo chorro y uno empieza a no querer serlo. Si tu color de piel es asociado a lo feo, al mal gusto, no a la belleza, te lleva a desear no ser marrón, huirle a los espejos.

David Gudiño

¿En qué lugares siempre te viste hasta que aparecieron ciertas barreras sociales, culturales o raciales que te impidieron habitarlos?

Por lo general fueron lugares de belleza, de sentirme bello. Siempre que me vi representado en la tele, mi color aparece como sucio, desalineado. Pero a mi siempre me gustó sonreír, sentirme lindo, el sentirme deseado, en el buen sentido del “che, levanto”. Ese  lugar siempre se me negaba hasta que encontré Identidad Marrón. De hecho, como un acto político, mando cada tanto una foto al feed medio en bolas, para que el algoritmo salte. También, siempre quise ser aceptado como un buen deportista. Nunca tuve un compañero que me enseñe a jugar a la pelota, ni mi papá. Me faltaron amigos, que ahora por suerte los tengo, que me apoyen en las debilidades que yo sentía del cuerpo. A mí me gustaba el deporte, pero me hacía sentir mal no jugar tan bien. Y a su vez el lugar más masculino, varonil me fue negado también. Había siempre algo de que el varón arreglaba todo solo. Y también estaba el hecho de tener que proteger pero no poder ser protegido. Eso lo veía en mi viejo. Que un varón pueda decir, más allá de su condición sexual, que sufre racismo, es un lugar vulnerable. Me llegan muchos mensajes de chicos que pasan por esas situaciones y se sienten identificados. Es importante que entre varones podamos hablar de eso para contribuir en el acercamiento hacia el varón deconstruido que queremos hoy en día. 

¿De qué forma vivís la articulación entre tu carrera artística, el reclamo antirracista y la reivindicación de tu propia identidad?

Lo vivo con muchísima alegría. Hay recuerdos que tengo de chico del ritual de familia marrona, clase media baja, haciendo humita que pensé que no tenía valor. Pero ahora me doy cuenta que artísticamente es algo bellísimo. Que podría escribir una novela sobre eso. Haber crecido sin tapa de inodoro, sin cortinas, sin botiquín para mirarme al espejo son cosas que hoy como artista las valoro mucho. Y eso es lo que se me juntó. Que todo mi mundo marrón que yo creía indigno y sin valor, es artísticamente muy potente y muy bello. Y me inspira y puede inspirar a otros. Haber estudiado para tener una voz y para poder articular bien y poder decir claramente: Lautaro Rosé, Camila Arjona, Fernando Báez Sosa… Es como si me hubiera preparado esos ocho años de carrera para poder decir esos nombres. Lo primero que quiero decir son los nombres de estos chicos que mataron. ¿Cómo voy a decir otra cosa? Ahí están las ganas de seguir creando. Es algo que me podría haber pasado a mí. Ser marrón a la noche, al lado de la policía, es estar en peligro. El monólogo Marrón es una interpelación a los marrones. “Facundo no somos blancos ni negros”. Es hacia nosotros. A mí no me gusta apuntar a nadie y decir: “Ustedes son racistas”. Ellos que hagan sus cosas, nosotros hagamos nuestro contenido. Cuando me di cuenta que solo iba a hacer castings para ser chorro o policía me puse a escribir y dirigir yo. Si no podía actuar iba a hacer otra cosa. La universidad pública me preparó para hacer todo y podía hacer algo con esas oportunidades. 

¿Cuáles son las urgencias del reclamo antirracista hoy?

Principalmente hay que atender la cuestión del racismo institucional y de la violencia institucional. Es importante contar con una ley sobre el entendimiento de la violencia institucional que ejerce la policía sobre los cuerpos marrones y que se acepte que existe un perfilamiento policial: que por tus rasgos fenotípicos sos percibido como alguien que desea hacer el mal a una sociedad. Se necesita una capacitación a la policía para entender estos mecanismos. ¿Cómo negar que a Fernando Báez Sosa se lo mató a patadas mientras se le decía negro de mierda? En Argentina no hay jurisprudencia en relación a sentencias de crímenes racistas. Pero bueno, cuando fue lo de George Floyd, estalló todo. 

¿A qué se debe la indignación con lo que pasa en Estados Unidos en detrimento de lo que pasa acá?

Hay una aspiración blanca en Argentina que nosotros, los marrones, la arruinamos con la presencia de nuestros cuerpos. Es una cuestión histórica: en esta nación se eligió al sujeto europeo como digno de habitar y construirla y se tomó la clara decisión de correr al sujeto indígena fuera del plano. Esto se suma a que mundialmente reconocemos un solo tipo de racismo, que genera una homogeneización del concepto y que desplaza la territorialización del término. Debemos entender cómo circula, por eso es tan difícil hablar de racismo en Argentina. Por eso el corto no gana. 

En una escena de la serie, César González reflexiona sobre que quizá la solución para el racismo no sea empezar a ser tapa de revista, a ocupar todos esos lugares de visibilidad de los blancos. Para vos, ¿con qué tiene que ver esa solución?

Por un lado, se trata de que una clase social pueda aceptar sus privilegios. Hay un discurso instalado de que “somos todos seres humanos” o “somos iguales ante la ley”. Pero hay que ver esas diferencias para poder debatir qué hacer con eso, ese es el primer paso. Yo estoy de acuerdo con César: no se trata de algo frívolo, de que los marrones queremos actuar y en las series haya marrones o estar en las revistas. Pero a la vez, recibo muchos mensajes de gente que le hace bien que yo esté en esos lugares. Entonces, puede ayudar a un montón de personas a verse representada. Pero después es importante que debatamos derechos civiles y políticas públicas. El pibe marrón que vive en un barrio popular no tiene TikTok para ver mi video. Es el amigo de Lucas González, Dante Valero, diciendo que por ser más morochito y tener visera ya sospechan de vos. Hay un sujeto que no tiene recursos para hablar porque no nos educan sobre el racismo, y la desigualdad que existe en Argentina. Si hay un pueblo marrón que es pobre, ¿podemos aceptar que esto es así o vamos a seguir en este “daltonismo social” del que habla Alejandro Mamani? En Identidad Marrón hablamos de una doble racialización: por tu color de piel y de dónde venís. Las personas blancas son racializadas por la sociedad que les dice negros de mierda porque son pobres o porque vienen de determinado barrio. No somos propietarios de nada. Tratamos de dar el debate desde nuestros recursos y la visibilización mediática. Después de 30 entrevistas veo que en este tema no hay grieta: todos los medios coinciden en que nos merecemos el debate sobre racismo en Argentina. 

¿Qué cosas nuevas se vienen desde Identidad Marrón?

Marrones escriben es un libro que se está terminando de editar. Contiene todo el material teórico que hemos podido producir en este tiempo. Escrito por marrones que escriben de diversos temas, sean o no del colectivo. El proyecto fue presentado en la Universidad de Manchester y trabajamos con organizaciones de Brasil, de México, para poder hacer una contribución global al estudio sobre el racismo. Luego, el objetivo anual es siempre “Octubre Marrón”, donde reivindicamos nuestro legado indígena, donde recordamos que nadie descubrió nada y cómo nuestros cuerpos habitan en el presente. Habrá actividades virtuales, presenciales, festivas, de encuentro durante todo el mes. Nos estamos organizando con recursos propios, integrando también organizaciones de otros países. 

¿Qué forma sentís que es la más cómoda para nombrarte? 

A mí me encantaría que me digan “che, marrón”. Ahora amo mi color y lo vivo con mucha felicidad. Para seguir bastardeando la aspiración blanca de Argentina, me gusta que me digan “un argentino marrón”. Necesitamos muchos más marrones haciendo cosas. Identidad Marrón no es un colectivo, no es un producto, no es una idea, es una identidad. Cualquier persona marrón, con rasgos indígenas, que hable y que haga desde su perspectiva y su visión. Ya un montón de blancos autorizados hablaron sobre indígenas en documentales, ahora dejame a mí que yo hable desde lo que me pasa.