Por Naiara Mancini
Fotografía: Captura de pantalla de La Retaguardia

En otra audiencia de la causa que investiga los crímenes de lesa humanidad cometidos en los pozos de Banfield, Quilmes y en la Brigada de Lanús, tres testigos recordaron los horrores por los que pasaron.

En una nueva audiencia virtual del juicio por los delitos cometidos en el Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y en la Brigada de Investigaciones de Lanús prestaron testimonio los sobrevivientes Ramón Raúl Romero, Norma Leanza y Diana Guastavino, por su compañero Roberto Fidel Yantorno, quien continúa desaparecido.

 La primera víctima en declarar fue Ramón Raúl Romero, secuestrado de su domicilio el 21 de septiembre de 1977 junto a su esposa, Elena Abraham. Romero tiene un problema auditivo causado por los fuertes golpes sufridos en el Pozo de Quilmes, por lo cual les solicitó reiteradas veces a los integrantes del tribunal “repetir las frases” y “hablar más fuerte”. 

En su relato acerca de su cautiverio en el centro clandestino de detención, la víctima detalló que lo depositaron en una celda muy pequeña y que recién al tercer día le dieron algo para comer: “Era como una especie de polenta y como si le hubieran echado una escupida a la comida. Como uno está con los ojos vendados, de la desesperación, come”, describió. Sobre este episodio, Romero detalló que le produjo una gran indigestión y rechazo: “Esa fue la única vez que comí. Me daba miedo comer la comida, entonces estuve prácticamente 11 días sin comer”. La víctima también recordó las torturas con picana eléctrica a adultos y niños en una sala del Pozo de Quilmes: “El olor a carne quemada me duró, no sé cuánto tiempo anduve con ese olor en el alma”. Luego de narrar los golpes con itaca que le provocaron la sordera actual, Romero refirió que, una vez en libertad, fue a tratar sus heridas al hospital Churruca: “El doctor me dice: ´Ya se te va a pasar, negro´.

Nunca se me pasó, porque me rompieron el nervio auditivo central del oído derecho”.

Durante todo su testimonio, la víctima manifestó reiteradas veces su temor y el de su familia a encontrarse prestando declaración: “El hecho de que está con prisión domiciliaria toda esa gente significa que deben tener poder, porque en democracia hicieron desaparecer a un hombre (Julio López) que fue testigo”, y reiteró su voluntad de testimoniar: “A mí me hicieron un mal, pero yo le puedo estar haciendo un bien a otra persona”.

La segunda víctima en declarar fue Norma Esther Leanza, quien fue secuestrada el 15 de octubre de 1977 junto a su suegro y su marido, Alcides Chiesa, uno de los primeros testimoniantes del presente juicio. Norma pasó sus primeros días de cautiverio en Puesto Vasco, para ser luego trasladada al Pozo de Quilmes hasta su liberación, seis meses más tarde. “La comida venía una vez por día y, según la guardia, quedaba hasta la noche y se fermentaba. Una de las veces, polenta era la comida, tuvimos un episodio de enterocolitis generalizado”, relató la víctima acerca de sus días en el centro clandestino de detención. Norma recordó la manera en que, junto al resto de los detenidos, utilizaban esos momentos a su favor: “Hacíamos un PROAL, un prode de almuerzo. Decíamos qué pensaba cada uno de los que estábamos secuestrados que podía haber en ese día de comida, pero era más bien un control para saber quiénes éramos los que estábamos, si seguíamos la misma cantidad de gente”. Sobre la higiene, Leanza indicó: “Estábamos encerrados en las celdas, nos permitían ir al baño una vez por día”, y agregó: “Cuando menstrué, pedí que me dieran algodón y me trajeron trapos sucios húmedos de la cocina”. 

Durante su testimonio, Norma Leanza hizo referencia a su cautiverio compartido con María Asunción Artigas: “Como no podíamos hablar, nos comunicamos por lenguaje de señas. Me contó que a los tres o cuatro meses se dio cuenta de que estaba embarazada”. María Artigas es la mamá de María Victoria Moyano Artigas, nacida en el Pozo de Banfield y restituida por Abuelas de Plaza de Mayo. “A Mari, cuando estaba embarazada, venía a verla un oficial que no sabíamos quién era, porque se quedaba del lado de afuera. Después, con el tiempo, supe que le decían Zaracho. Y le traía a veces fruta o alguna cosa para comer”, recordó Norma sobre el trato a su compañera, y agregó más tarde su suposición del porqué de esa acción: “Con el devenir de los años pienso, lo pensé siempre, para apropiarse de la hija”. María Asunción Artigas continúa desaparecida.

Norma finalizó su declaración con una solicitud al tribunal: “Quisiera hacerles el pedido de que el mayor esfuerzo de la justicia sea para todos los que no están, y también para algunos que están. El mayor esfuerzo de parte de ustedes”.

La última víctima y testigo en declarar fue Diana Guastavino. Diana declaró por su propio secuestro, previo al Golpe militar de 1976, y por el de su marido, Roberto Fidel Yantorno, el 6 de diciembre de 1977, quien continúa desaparecido. Acerca de su detención, la víctima relató que cayó en una “ratonera”: “Me encuentro con ocho personas de civil con armas largas y ahí empieza toda otra historia de golpes y de interrogatorio en la misma casa”, desarrolló Diana sobre el momento previo a ser llevada a Coordinación Federal. Diana narró su cautiverio allí: “Fui torturada con submarino, con picana eléctrica, con simulacro de fusilamiento y golpes. Iba siendo tirada en la celda sin nada. Después me tiraron a un colchón ensangrentado que habrá sido de alguien”. La víctima se encontraba detenida en Villa Devoto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional cuando su marido fue secuestrado. “Yo no sé de Roberto hasta mucho después de su desaparición”, indicó Diana Guastavino en su testimonio. Durante su detención en la cárcel de Devoto, Diana compartió pabellón con Cristina Gioglio, compañera de cautiverio de Roberto Yantorno en el Pozo de Banfield. A partir de ese encuentro con Cristina, Diana pudo saber acerca del derrotero de su esposo: “Me cuenta que a Roberto lo logra ver, que en algún momento está destabicado, y que era llevado a torturar permanentemente, que lo escuchaba gritar en la tortura”, y luego agregó, siguiendo el relato de Gioglio: “Después escuchó que alguien decía: «bueno, ya este no nos va a contradecir más porque se nos quedó en la tortura». Luego le confirmó que vio anotado en un pizarrón el nombre de Roberto Fidel Yantorno: “muerto por ataque cardíaco”. Hacia el final del testimonio, Diana Guastavino apuntó hacia los represores: “Siempre hemos pedido que aporten datos, que es lo que necesitamos para avanzar”, y sentenció: “Mi pedido va a que ojalá, por ellos mismos, no se lleven estos datos a la tumba, todo lo que puedan tener, los pocos que quedan ya”.

 

El juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en el Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y Brigada de Lanús continúa el martes 31 de mayo, a partir de las 8:00.