Se reanudaron las audiencias testimoniales por los crímenes de lesa humanidad cometidos en Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y Brigada de Lanús. En esta jornada, Pedro Cerviño declaró por el caso Nélida Sosa de Forti, amiga y compañera de militancia.

Este martes 8 de febrero transcurrió la jornada número 54 en lo que fue la reanudación de las audiencias testimoniales del juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en los centros clandestinos de detención, tortura y exterminio Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y Brigada de Lanús. En esta ocasión, Pedro Cerviño brindó su testimonio como compañero y amigo de la desaparecida Nélida Sosa de Forti, víctima de la última dictadura cívico militar.
El testigo relató: “El 8 de febrero de 1977 fui secuestrado en Tucumán y llevado al centro de detención clandestino que estaba en la Jefatura de Policía en esa ciudad. Estuve un mes, hasta el 7 de marzo”. Las últimas dos semanas de su detención fueron las que compartió con Nélida, con quien mantenía una relación de amistad ya que ambos eran militantes del Peronismo de Base en la capital tucumana. Esa amistad se extendía hacia su esposo, Alfredo Forti, y sus dos hijos mayores, Alfredo y Mario. Incluso unos días antes de ser secuestrado, Cerviño recuerda que pasó la tarde en la casa de los Forti. Neli, como la nombra el testigo, formaba parte de la comisión interna del Sindicato Municipal de la ciudad de Tucumán.
Cerviño reconoció a Nélida apenas la vio en las celdas individuales del centro clandestino de detención en la comisaría de Tucumán, la última semana de febrero de 1977, donde ya había aprendido a sacarse la venda de los ojos y a mirar por debajo cuando lo llevaban al baño: “Tenía puesto un vestido amarillo y había sido golpeada y maltratada, hasta el punto de no poder hablar ni caminar. Por eso no pude saber si me reconoció, pero el día que me sacaron, por su mirada, estoy seguro de que supo que era yo”.

No es la primera vez que Cerviño declara sobre su encuentro con Nélida. En 1979, durante su estadía en la cárcel de Caseros, le informaron que su amiga había sido secuestrada de un avión en Ezeiza, y que había pasado por un centro clandestino de detención en Buenos Aires antes de llegar a la provincia de Tucumán, último lugar donde se supo de su paradero. Ya en democracia, hizo las mismas declaraciones que ahora en los tribunales de Catamarca, Santiago del Estero y Tucumán. Quizás son esos algunos de los motivos que provocan que Cerviño se muestre desesperanzado a la hora de cerrar su testimonio: “A 45 años de los sucesos es muy difícil suponer que estamos haciendo justicia. Lo que se ha cristalizado es la injusticia con relación a estos hechos. Tanta reiteración, lo que demuestra es que el Poder Judicial ha permitido la impunidad en la cual quedaron la mayor parte de estos sucesos. En mi opinión, el Poder Judicial de la Nación no ha estado a la altura de las circunstancias”.
La jornada número 54 de las audiencias testimoniales tuvo lugar para un último episodio antes del cierre. Finalizado el testimonio de Cerviño, la abogada querellante, Luz Santos Morón, pidió leer unas palabras en memoria de Jorge Allega, fallecido el pasado 22 de enero. Allega fue otra de las víctimas de la última dictadura militar, detenido ilegalmente en el Pozo de Quilmes, dos veces en un lapso de un año y medio. La abogada defensora, Carmen Ibáñez, se opuso a la solicitud justificando que debía hacerse al momento de los alegatos. Luego de deliberar, el tribunal permitió por unanimidad la lectura de las palabras de Allega para homenajearlo, resaltando el derecho de los familiares y víctimas sobrevivientes de expresarse, teniendo en cuenta, además, que esta fue la primera audiencia luego del fallecimiento de la víctima. Después de una serie de interrupciones, la abogada Santos Morón comenzó la lectura de las palabras de homenaje, mientras la cámara de la abogada defensora Ibáñez se apagaba, para volver a encenderse solo después de que la carta llegara a su fin.
Las palabras por Allaga tienen muchas similitudes con las pronunciadas por Cerviño en su reflexión. Jorge había brindado testimonio en múltiples ocasiones desde la vuelta de la democracia y hasta poco tiempo antes de su fallecimiento. “Su solidaridad lo llevó a visitar a las familias de las víctimas con quienes había compartido cautiverio, sabiendo que con aquellos relatos se aplacaría por un instante la ausencia del ser querido”, recita la abogada. Jorge debía testimoniar este año en el juicio de las brigadas, justamente por su secuestro en el Pozo de Quilmes. “La justicia llegó tarde. Es responsabilidad de un Poder Judicial extremadamente lento con los delitos de lesa humanidad. El péndulo del tiempo hace que la justicia se convierta en impunidad”, decía el texto.
