Por: Mercedes Chamli y Juana Dellatorre

Fotografías: ANCCOM

El control de la política sobre la comunicación de sus actos tuvo un capítulo más en la limitada posibilidad de cobertura periodística de las pasadas elecciones legislativas.

 

 

En los últimos procesos electorales se vio, cada vez más incrementado, un control de la imagen pública de los políticos. A diferencia de las experiencias pasadas, el 14 de noviembre los periodistas dedicados a realizar coberturas en los bunkers de los partidos políticos principales solo tenían permitido el ingreso a salas de prensa aisladas de los espacios donde se encontraban los funcionarios y sus “escenarios”, decisión sostenida con el argumento de las medidas sanitarias. Por protocolo, los y las periodistas debían mantenerse en salas compuestas por pantallas grandes que repetían propagandas y transmitían lo que pasaba del otro lado, donde había dirigentes y militantes que aparentemente no necesitaban cuidados sanitarios.

En el bunker de Juntos, en Costa Salguero, unas vallas blancas se imponían frente a los y las cronistas delimitando el espacio destinado para ellos y separándolos del campo propio de acción: el acto, el escenario y sus principales candidatos. En el bunker del Frente de Todos, ubicado en el Centro Cultural C de Chacarita, la sección habilitada para los trabajadores de los medios consistía en una carpa blanca con alfombras azules y mesas largas. Allí, redactores de medios diversos compartían una mesa para hacer su trabajo: escribir sobre lo que veían en una pantalla, casi lo mismo que podrían haber realizado desde sus casas o desde sus redacciones frente al televisor.

“La valla de por medio lo que separa es al periodismo –afirma Lucía Caruncho, magíster en Ciencia Política y Sociología y becaria doctoral del CONICET-. La valla expresa la voluntad de controlar, de parte de los asistentes de comunicación política, no solo la imagen de los candidatos y dirigentes, sino también el contenido transmitido. Sin embargo, ello no implica que tengan, efectivamente, total control sobre la transmisión.”

De esta forma, las imágenes registradas en las elecciones pecan por su falta de espontaneidad e incluso buscan anular cualquier tipo de registro que no esté planificado. Las imágenes y declaraciones que circulan son diseñadas por la propia organización política. Quienes acceden a estos eventos a retratar los triunfos y las derrotas solo tienen acceso a imágenes mediadas por las pantallas y fotografías impolutas. Por fuera del registro oficial, no hay posibilidad de nada.

Mario Riorda, politólogo, docente e investigador, aclaró: “En primer lugar, lo que los partidos estaban priorizando en general era la comunicación política y, en particular, en una noche tan especial donde hay muchísima conectividad y audiencia a tiempo real, es el control y la edición final del contenido. En general, no creo que haya malversaciones en contra de la prensa sino más bien hay un intento de querer controlar particularmente la estética del contenido. Lo que sucede en ese momento con semejante nivel de expectativas muchas veces puede ser determinante para transmitir los climas. Hay una especie de censura del libre trabajo, pero la verdad que es un momento donde todo el país está viendo y priorizan por su propia definición estratégica el control del contenido.”

A diferencia de Juntos por el Cambio y el Frente de Todos, tanto el FIT como Libertad Avanza recibieron a la prensa con los brazos abiertos ofreciendo un espacio de trabajo sin limitaciones. Así fue como en el búnker de Javier Milei los fotoperiodistas capturaron a un custodio del candidato a punto de desenfundar su arma en medio del acto, mientras los dirigentes miraban sin intervenir. Ricardo Rouvier, docente y licenciado en Sociología afirmó sobre esta distinción a la hora del manejo con la prensa que: “Los partidos chicos dejaron entrar a la prensa, porque la necesitan. Los grandes no la dejan entrar porque tienen miedo de ser perjudicados. Milei y Del Caño necesitan de la prensa e incluso se quejan de no estar en la agenda de los medios. Ellos están en proceso de posicionamiento, necesitan prensa. En cambio las dos coaliciones que sacaron el 80% de los votos necesitan un periodismo que hable bien de ellos, por eso hacen una selección de la prensa. Ellos necesitan poder controlarla, que transmitan lo que ellos quieran decir.”

En un contexto de profesionalización del periodismo y de avance de las nuevas tecnologías, Rosalía Arroyo, comunicóloga, hace hincapié en la labor del periodista y en la vinculación con la creación de fake news: “Hoy, tanto en redes sociales como en medios de comunicación, la información que nos llega no es del todo confiable. Dentro del periodismo se ha perdido mucho lo que tiene que ver con ciertas características básicas, el intentar ser objetivo y el investigar para que la información que se transmita sea lo más veraz posible. Muchas de esas cosas se han perdido y por lo tanto el periodismo va a terminar siempre dependiendo de quién sea el que genere las noticias”.

Arroyo agrega la existencia de cierta tensión entre el periodismo y la política, y el lugar relegado en el que quedan los ciudadanos en esa discrepancia. Problematizar estas situaciones que dañan a la comunicación como derecho humano resulta fundamental. La comunicadora concluyó: “Nuestra democracia se ve perjudicada y esto trae consecuencias severas en la sociedad, es importante que se pueda revertir porque si no, con el tiempo, se va a ir complejizando cada vez más. Lo importante es: ¿Con qué información se queda la sociedad?”