El juicio oral a los ocho rugbiers del club Náutico Arsenal Zárate que asesinaron a Fernando Báez Sosa a la salida de un boliche en la ciudad bonaerense de Villa Gesell, el 18 de enero de 2020, ya tiene fecha: está previsto para el 2 de enero de 2023. Cerca de cumplirse dos años del violento episodio, ¿qué cambió en el rugby para erradicar la violencia machista que cobija?
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8 de diciembre de 2020. Dos jugadores del Tala Rugby Club de 17 y 18 años agredieron a un joven de la misma edad en una casa de un barrio privado en Córdoba, después de una discusión, porque buscaban ingresar a una fiesta sin haber sido invitados.
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Después del asesinato de Fernando Báez Sosa, la Unión Argentina de Rugby (UAR) y la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA) —que nuclea a a 91 clubes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el AMBA— tuvieron que replantearse los modos de ser del rugby y las prácticas y escenarios violentos que permanecían invisibilizados dentro y fuera del deporte.
Para Marcos Julianes, presidente y fundador del club Virreyes, el asesinato de Fernando Báez Sosa es un antes y un después en la historia del rugby. El ex jugador reconoce que en ese momento los dirigentes no estuvieron a la altura de la situación: “Se disparó algo que fuimos procesando con el tiempo, que es que estas cosas podrían haber pasado antes, y nadie puede decir que no sabía que estas cosas podrían llegar a pasar”, dice. “Nuestra primera reflexión fue que el rugby o el deporte con todos sus valores había perdido el eje, en el sentido de que no había sabido adaptar sus enseñanzas, sus metodologías y su educación a la realidad de una sociedad muy violenta”, agrega Julianes.
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27 de diciembre de 2020. Dos rugbiers de 31 años que juegan en la Intermedia B de La Plata Rugby Club intimidaron, insultaron y golpearon a un joven de 21 años en un balneario de Claromecó, en el partido de Tres Arroyos.
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En febrero de 2020, la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA) presentó el “Proyecto de Red FIMCO (Formación Integral de Mejora del Comportamiento)”, creado y dirigido por Miguel García Lombardi, psicólogo social y especialista en deporte de alto rendimiento. El programa, dirigido a jugadores, entrenadores y dirigentes, consistía en una serie de encuentros, charlas y capacitaciones para la prevención y gestión de la violencia.
“Nuestro objetivo era generar un referente por cada club que haya sido un expresidente o un coordinador general de rugby para armar una red, empezar un trabajo de deconstrucción y poner el tema de la violencia por parte de los jugadores, sobre todo fuera del ámbito del rugby, arriba de la agenda”, explica el psicólogo social. “Este tema estaba siempre debajo de la agenda, porque se ocultaba o silenciaba”, reconoce.
Desde entonces, se realizaron 100 talleres, de los que participaron en promedio 80 personas y 400 jugadores, entrenadores y dirigentes, según explica el director del proyecto.
Los 91 presidentes de los clubes nucleados en URBA dispusieron cinco acuerdos o ejes a trabajar en el primer semestre de 2020 de implementación del proyecto. El primero giró en torno a la violencia ligada al juego: “el actor en patota”, el “efecto manada”, “el acostumbramiento del golpe”. Es decir, el no registro de la vulnerabilidad del otro ni de la propia, y las violencias simbólicas que tienen que ver con el trato entre jugadores, y jugadores y entrenadores. Para García Lomabrdi es en estos aspectos donde se pretendió trabajar con el concepto de masculinidad hegemónica, para gestionar y entender la violencia desde su génesis.
El segundo eje puso el foco en la discriminación, la violencia de género y rituales iniciatorios conocidos como “bautismos”: La cuestión de los bautismos fue lo primero que logramos cambiar. No hay más bautismos denigrantes, no hubo cuando volvió el rugby hace dos meses. No hubo más bautismos denigrantes. Quedan algunas prácticas como rapar a los chicos que debutan, pero es una rapada voluntaria”, explica el presidente de la Comisión FIMCO.
Al respecto, Xoana Sosa, jugadora del Club SITAS, reconoce que hay clubes que modificaron los “bautismos”. “Quizás hay buenas intenciones de modificarlos, pero de ahí a que esa intención se concrete es más complejo”, dice Sosa, que pone el foco en la masculinidad hegemónica: “Hay algo de la matriz cultural machista que hace que los varones tengan esa mirada violenta, homofóbica, misógina, que tiene que ver con una cultura de la muerte. Nosotras tejemos redes entre nosotras, tenemos una cultura de cuidado, no se nos ocurre ir a pegarle a otra piba o a otra jugadora porque le tenemos bronca”, reflexiona. “Ese es uno de los ejes que debatimos en los encuentros. Nosotras celebramos que venga una chica nueva, no se nos ocurre cortarle el pelo o hacerle algo para que se vaya llorando, concluye sobre las prácticas de los “bautismos”.
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3 de octubre de 2021. Un grupo de siete rugbiers entre 21 y 25 años del Club Albatros de la ciudad de City Bell, partido de La Plata, golpeó a un joven de 21 hasta dejarlo inconsciente en la puerta de una casa donde se realizaba una fiesta.
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Sin embargo, la jugadora del SITAS ve con buenos ojos la iniciativa de la URBA en un deporte conservador como el rugby: “En las charlas debatimos sobre distintos ejes, como los bautismos, la violencia de género y los casos y denuncias de abuso”, dice la rugbier. “Se trabaja con todos los clubes en estas charlas de información, y nos hacen participar mucho a nosotras. Si bien hay resistencias, los avances se ven a medida que se dan los debates”, plantea.
La cuestión de la inclusión de las mujeres en el rugby es otro de los ejes que se tiene que trabajar en el Programa FIMCO, plantea Sosa. “Deberían escucharnos más a nosotras porque todavía en los clubes estamos muy invisibilizadas. Somos muy poquitas las mujeres que jugamos en el rugby, 24 clubes a comparación de los clubes de jugadores masculinos. Es importante que tengamos espacios para hablar”, dice. “Siempre digo que hay mucho por aprender, porque las mujeres, y sobre todo las que jugamos al rugby, proponemos un paradigma totalmente diferente. Somos muy respetuosas, nunca nos manejamos con violencia”, concluye la militante feminista.
Sobre el tercero, cuarto y quinto ejes se trabajó la violencia en los terceros tiempos, la prevención de las adicciones y la violencia institucional. Sobre la pedagogía de los entrenadores, García Lombardi explica que fue necesario implementar clases dedicadas a la formación de los entrenadores: “Mucho de los problemas era la formación de los entrenadores porque tenés entrenadores que eran muy buenos jugadores de rugby pero con un modelo de liderazgo y con paradigmas de la década del ‘70, ‘80 y ‘90. Hoy necesitamos otra educación, otra formación. Y ellos no tenían tanta formación pedagógica.”
Sobre este punto, Xoana Sosa mantiene una postura crítica: “Muchas veces en la categoría de juveniles ponen entrenadores profundamente machistas o conservadores. Y te dicen: ‘Es un histórico dirigiendo juveniles, cómo lo voy a sacar’. Esa persona no puede formar jugadores de 15 años. Esto claramente va en contra de lo que estamos haciendo”, dice Sosa. “El tema es cómo desarmar esas estructuras institucionales. Hay mucho por trabajar, y se está trabajando de a poco”, concluye.
Para Miguel García Lombardi, la clave del cambio está en trabajar en el “efecto manada”. “El efecto manada en el rugby tiene que ver con que los chicos aprenden desde muy chiquitos que somos una sola cosa, que somos un equipo. Entonces, la consigna es: tocan a uno, tocan a todos. Esto es lo que buscamos desarticular”, explica. Y reconoce que aún no se logró todavía: “Estamos recién empezando porque es un trabajo de años, hay un trabajo de deconstrucción muy fuerte”, dice el psicólogo.
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16 de octubre de 2021. Un grupo de rugbiers entre 19 y 20 años agredió a un chico de 16 que había salido en defensa de su amigo, al que este grupo intimidaba en la puerta de un cumpleaños de 15 en la ciudad mendocina de Luján de Cuyo.
Mismo día y mismo episodio en una fiesta en la localidad de Campo Quijano, en Salta: un grupo de jugadores del Jockey Club de Salta golpeó a un menor de 17 años hasta dejarlo inconsciente.
No parecen casos aislados.