Se llama Da que estrictamente significa Diccionario castellano-wichí y, aunque no lo dice su nombre, se trata de una página web, que es una herramienta destinada a la traducción de palabras desde la lengua originaria a la lengua castellana y viceversa. El trabajo colectivo que busca satisfacer una necesidad tuvo que sobrepasar obstáculos técnicos y sociales durante años. Se logró con la participación de los propios hablantes y el apoyo de las instituciones académicas como la Universidad Nacional de Formosa y la Universidad de Buenos Aires y el auspicio del Centro Argentino de Información Científica y Tecnológica (CAICYT) del CONICET
En las comunidades wichís había una demanda, hace tiempo rondaba la idea y necesidad de un proyecto así. En las provincias del norte del país se habla más de una lengua y no genera sorpresa la necesidad de un diccionario bilingüe. En Formosa, por ejemplo, existen escuelas donde asisten chicos con diferentes lenguas nativas, por lo tanto, los maestros necesitan un soporte para poder enseñar con la menor cantidad de dificultades posibles, el diccionario también es útil para que en los hospitales públicos los pacientes puedan expresar sensaciones y sentimientos sin que existan mayores interferencias en el diálogo, y un sinfín de peripecias en las que también viene bien la traducción.
“Hay gente blanca a la que le importan los idiomas originarios por eso es muy importante que haya un diccionario”, cuenta Graciela Bramajo, integrante de la comunidad wichí y participante del proyecto.
Lawit’äy (problemas) y desafíos
Una de las barreras a saltar para la conformación del diccionario fue la escritura. El proyecto debía acompañar el proceso de estandarización de la escritura wichí -a diferencia del castellano con larga tradición escrita-. Los primeros escritos datan de fines de siglo XIX y principio del siglo XX. El alfabeto comenzó a formarse y sufrió modificaciones. El uso de la lengua escrita se dio de a poco y se generó un desarrollo de la enseñanza de lectoescritura wichí. La temprana edad de los estudios implicó un desafío para el desarrollo del diccionario. Desde el equipo técnico se decidieron integrar las variantes ortográficas más sistemáticas que se presentan en algunos términos, existen casos en los que hay vocablos que se escriben de dos o tres formas.
A raíz de una joven práctica de la escritura e incorporación de la ortografía suele ocurrir que una persona escriba la misma palabra de dos formas distintas, cuando esto es sistemático puede ser por el hecho de que en la zona decidieron representar el sonido de otra forma. El diccionario pretende respetar estas variantes dialectales.
El trabajo abarca dos complejos dialectales, el pilcomayeño (Pyo) y el bermejeño (Bjo), que representan las dos variedades que tienen diferencias más estructurales e importantes, son las que tienen más tiempo de divergencia. Dentro de estos complejos también hay subdivisiones. Estos matices de la lengua wichí provoca otro desafío a superar y un carácter más para tener en cuenta a la hora de confeccionar un diccionario. Una de las diferencias estructurales es la variación en relación con las vocales, el pilcomayeño tiene seis vocales y el bermejeño tiene cinco; otro ejemplo es la forma de la primera persona: para decir “yo”, algunos lo hacen con la letra “o” y otros lo hacen de una forma que empieza con la letra “n”. Son diferencias que necesitan mucho tiempo para que se instalen en las comunidades.
El tiempo como en toda lengua impone y también deja palabras en desuso. Durante el armado se dieron largos debates entre ancianos y jóvenes de la comunidad wichí. La variación entre generaciones es interna en la lengua. Además de estos cambios, el contacto con el español provoca una serie de préstamos léxicos que también son abarcados por este diccionario. Por ejemplo, la comunidad wichí ha adoptado el sistema numeral occidental con las palabras en español adaptadas fonológicamente, el wichí era un sistema en base a 5. Más de 5, se consideraba muchos.
Llevar a cabo este proyecto exigió un gran compromiso y dedicación por parte de los integrantes del equipo técnico. Sus miembros se trasladaban por los pueblos cercanos para reunirse con otros compañeros wichís, Bramajo relata su rol y las cosas que tuvo que hacer en estos años: “Yo participaba en las reuniones, revisaba las palabras y buscábamos las traducciones, hubo días en que íbamos a Mortero que queda a 57km de Lomitas, en una moto con la profe Vero para juntarnos en la escuela con los demás”. La pandemia y las restricciones trajo nuevas limitaciones, las reuniones en la plaza quedaron suspendidas y ahora buscan la manera para organizarse y actualizar las entradas.
Iklafwete (detrás) del diccionario online
El trabajo consistió en incorporar las listas de palabras recolectadas para estudios lingüísticos, los términos se extrajeron de textos orales, términos de vocabularios específicos que fueron producidos por los hablantes nativos wichí en los últimos años.
Para lograr este diccionario se realizó un trabajo colectivo -intervinieron 47 autores/traductores hablantes nativos de las dos lenguas- donde se practicó la investigación participativa, “supone llevar adelante un trabajo analítico que no se realiza individualmente como lingüista, sino también con un equipo y con la participación de los interesados” define la lingüista Verónica Nercesian, quien también es coordinadora general del diccionario.
El equipo técnico compuesto por nueve personas formadas en lingüística y personas con diferentes experiencias y trayectorias cargó la información, colocó la palabra en wichí, buscó la correspondiente en castellano, la información gramatical, alguna información etimológica y así con cada palabra. El diccionario intenta tener la correspondencia semántica -la similitud de elementos conceptuales entre las dos lenguas- más aproximada posible.
El diccionario sale a la fwala (luz)
El proyecto se viene gestando hace siete años y a pesar de que ya se puede acceder al sitio y utilizarlo, aun el trabajo no finaliza. Existe un equipo técnico que se ocupa de confeccionar las listas de palabras y actualizar las entradas en el buscador. Reunieron 3.500 vocablos. En el caso de las que no se encuentran, el usuario podrá completar un formulario para indicar qué palabra buscaba o que inconveniente tuvo, y el equipo técnico recibe el pedido y lo suma al trabajo de elaboración y edición que se continúa haciendo.
Antes de su salida, el proyecto sufrió modificaciones y demoras. La idea inicial constaba de un diccionario impreso y pensado para la variedad del bermejo. El tiempo y el trabajo demostró que se necesitaba cambiar para cumplir otras necesidades, esto hizo que se modifiquen los lapsos de la publicación. “Había que repasar las palabras una por una, incorporar más gente y recorrer otras zonas” cuenta Bramajo.
La versión impresa no era la mejor opción. Traía limitaciones de alcance y costo, imprimirlo implicaba contar con un financiamiento o subsidio de investigación lo cual terminaba en una cantidad escasa de ejemplares, además el uso iba ser mucho más limitado. A la vez, acudir a una editorial y entrar en el mercado dificultaría la llegada del diccionario a la comunidad wichí ya que en la mayoría de los pueblos las librerías son inexistentes. Se evaluó y se pudo ver que la circulación de un diccionario en formato papel sería costosa, limitada y representaría un problema al momento de hacer correcciones. Todas estas dificultades se solucionaron con la versión online. El alcance es infinitamente mayor, es gratuito, de acceso libre y la edición se puede dar permanentemente. La popularización de teléfonos inteligentes y la mayor posibilidad de conexión a internet brindó una ayuda que no debía ser desaprovechada, un diccionario online llegaría a las manos de las comunidades wichís y a las de los hispanohablantes.
Esto es solo el lates (principio)
Un proyecto como este no solo recoge el trabajo lingüístico y lexicográfico, es decir, no gira exclusivamente alrededor del aporte científico, sino también es importante el aspecto de lo popular que existe detrás, son personas de dos lenguas que participaron en conjunto, supieron ver lo que faltaba y buscaron llenar el vacío. Ahora el equipo técnico extiende la responsabilidad al usuario, quien toma una importancia significativa. Su búsqueda y el uso de la página harán que surjan cada vez más palabras y que se extienda la participación de la sociedad en la creación de un diccionario que es para todos.
El trabajo no termina, pero se llegó a una nueva etapa, la dedicación de muchos años y después de muchas palabras se logró la publicación y se alcanzó una de las metas iniciales, que la población pueda usarlo. “El desafío era armarlo -sostiene Nercesian-, ahora debe mantenerse, se corregirá y se ampliará conforme pase el tiempo y el uso, por esta razón se decidió hacerlo público a pesar de que esté en proceso, porque un diccionario que no se usa es un diccionario que no sirve”.