El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires autorizó la vuelta a clases presenciales de la educación inicial, primaria y media para el miércoles 17 de febrero, mientras que el resto del país se sumará entre el 1 y 20 de marzo. Apenas se dio a conocer el protocolo definitivo, surgieron una serie de controversias en relación al tema. Por un lado, quienes quieren una vuelta a la presencialidad urgente. Por el otro, quienes encuentran en la espera una medida responsable. En el medio, una multiplicidad de voces que permiten dialogar y dar un debate más profundo sobre la educación.
Una experiencia de aprendizaje contemporáneo. Así definió Mariana Maggio, Magíster en Didáctica y Doctora en Educación de la UBA, en diálogo con ANCCOM, al ciclo lectivo que está por comenzar. Una experiencia que debe integrar tanto la presencialidad como la virtualidad, que debe -debería- darse en esa doble dimensión. Adriana Puiggrós -política, pedagoga y ex secretaria de Educación- la acompaña en el pensamiento, afirmando que es necesario incorporar la educación digital como un soporte más. Claro, sostuvo, esto implica mucho trabajo: que los docentes estén bien formados, porque si la comunidad de la educación pública no controla la tecnología, la tecnología va a terminar por controlarlos. “Y cuando digo ‘la tecnología’, estoy diciendo ‘las corporaciones productoras de tecnología»’, sentenció Puiggrós.
Maggio insistió en que las propuestas que se lleven a cabo deben poder funcionar tanto en la escuela como en las casas porque este año todavía tiene por delante situaciones complejas. Los escenarios pueden ser cambiantes y la propuesta pedagógica tiene que ajustarse; eso es algo, “que no nos puede tomar por sorpresa”, agregó. Intermitencias por situaciones de contagio; cortes abruptos en caso de nuevos brotes: hay que estar preparados frente a esas circunstancias; “va a ser muy difícil volver atrás”.
Celeste Mac Dougall, profesora, activista y especialista en Educación Sexual, está convencida de que no solo la propuesta educativa incluirá a la virtualidad sino que probablemente, los primeros días, la escuela será exclusivamente un espacio de socialización. Sin embargo, compartió con ANCCOM una preocupación no menor: estar en el aula y en los espacios virtuales simultáneamente implica otro tipo de trabajo. “El tema es que eso no vaya en contra de las condiciones laborales de nosotros como trabajadores”, aclaró. Observó críticamente que “hubo un reconocimiento de la necesidad de la escuela, pero lamentablemente pensada como un espacio de contención de pibes y nada más, no como un lugar de construcción de saberes pedagógicos. Las familias y la sociedad se dieron cuenta del rol clave que tiene la escuela en los chicos, pero eso no se tradujo en un reconocimiento positivo”. Ni reconocimiento salarial, ni reconocimiento de condiciones laborales para los docentes.
En este sentido, Diego Levis -Doctor en Ciencias de la Información y docente- planteó que para poder cumplir con el protocolo y garantizar el distanciamiento en las aulas, habría que dictar más clases. Por lo tanto, implicaría más trabajo para los docentes, sin mejoras en sus condiciones laborales. Al mismo tiempo, Mac Dougall reforzó esa posición: “Nosotros antes de la pandemia ya planteamos que un aula con tantos pibes era un problema y ahora queda más explícito”, sostuvo. Lo que están planteando entonces es que haya reglas claras para sí garantizar una presencialidad donde se asegure la sociabilidad de cada estudiante, sin poner en riesgo la salud de nadie, generando espacios de aprendizajes y al mismo tiempo brindando buenas condiciones laborales para los docentes.
Podemos debatir qué es mejor, qué ventajas o desventajas implica la virtualidad, pero para esas chicas y chicos que perdieron la vinculación con el sistema educativo en 2020, por los lugares en donde viven, las situaciones precarias en las que se encuentran o la falta de acceso a la tecnología, volver al aula implica volver a tener garantizado de un derecho. Maggio planteó que, en este caso, existe una clara urgencia porque nadie se tiene que quedar fuera del sistema educativo. “Me parece que más allá del deseo que tenemos de que los edificios escolares estén abiertos, tenemos que ser cautos respecto de lo que importa”, concluyó.
Respecto a este punto Puiggrós se preguntó cuál sería la diferencia de empezar el 17 de febrero o el 15 de abril. No hay peligro de que se pierda el contenido. En su opinión el problema a resolver sería el llevar a cabo un planeamiento curricular adecuado. “Cualquier sistema educativo que funciona bien, que está actualizado -en cualquier lugar del mundo- está cada vez más abandonando la organización estricta -con contenidos que deben cumplirse bajo cualquier circunstancia en un tiempo predeterminado-. Sino que al contrario, se está avanzando mucho en el sentido de respetar las diferencias de ritmo; diferentes chicos, diferentes comunidades, diferentes necesidades”. Y recalcó que el debate sobre volver a la presencialidad aparece como un tema politizado. “Quiero deponer la discusión sobre si tienen que ir los chicos a la escuela o no tienen que ir los chicos a la escuela. Realmente es una postura acusatoria que me parece que perjudica muchísimo”. Para ella la discusión debería darse en otros términos, como en la posibilidad de cumplir las medidas sanitarias, por ejemplo.
En esta línea, Levis se preguntó con gran incertidumbre: “En las aulas normales, entran unas 30 personas bastante apretadas y tenemos normalmente unos 40 inscriptos (…) Por otro lado, si tenés que desdoblar la población ¿En qué horario? Si no hay aulas ¿Alguien está pensando en eso? Cuando hablan de las burbujas ¿Alguien está pensando en dónde van a poner a los 35 chicos por clase? Implica 17 por curso ¿Dónde pones los otros 17? ¿Hay espacio en las escuelas para eso?”.
Mac Dougall, por su parte, respondió a estas dudas: “No se está pensando nada porque nos están haciendo pensar a los docentes en cosas que no tendríamos que estar pensando, como por ejemplo las condiciones edilicias. Tendríamos que estar pensando cuestiones pedagógicas, sin embargo nos bajan un protocolo en donde nos dicen que nosotros tenemos que garantizar las condiciones sanitarias”.
En lugar de tomar posturas maniqueas como educación presencial sí o no, Levis se preguntó: “¿Qué es ‘esencial’? ¿Por qué los casinos sí y las instituciones educativas no?”.
Lo que podríamos hacer es debatir qué tipo de escuelas queremos, promoviendo un consenso que revalorice lo colectivo, sostuvo Puiggrós. Tanto ella como Maggio insistieron en que es necesario dar este debate. “La pandemia emerge en un mundo que tiene modelos económicos agotados. Tenemos que, no solo discutir lo educativo, sino saber poner en discusión la crisis y los límites a los que se enfrentan distintos modelos y conocimientos disciplinarios”, complementó Maggio. Esto exige que la escuela pueda abordar esas cuestiones, pueda ubicarse como motor de construcción de conocimiento original.
Entonces, ¿A qué nos estamos enfrentando? ¿Qué podemos capitalizar de lo vivido y que nos garantiza volver al aula?
Puiggrós resaltó como positivo el salto y aprendizaje tecnológico por parte de muchos grupos familiares y docentes. Aunque admitió sus limitaciones, y las dificultades como la ruptura de organización horarios, lo que implica docentes que terminan trabajando durante la madrugada y chicos y chicas haciendo la tarea de noche porque durante el día nadie los pudo ayudar.
Por su parte, lo que Mac Dougall pudo comprobar trabajando con adolescentes y la E.S.I. es que en la virtualidad se hizo muy difícil encontrar un espacio para poder hablar: “Hay muchos que quieren hacer consultas respecto de su sexualidad y no se sienten cómodos haciéndolo en su casa”, lo cual sería una desventaja.
Para Puiggrós sería deseable que se capitalizaran todos los aprendizajes de este año. Hay que recuperar el valor del proceso de socialización que hay en la escuela y hay que avanzar desde las ventajas y desventajas que nos plantearon las circunstancias vividas.
Capitalizar lo aprendido y, por qué no, repensar la clase. Si las aulas de los próximos meses van a ser una parte más de la propuesta educativa, deberíamos pensar ese momento ya no como una exposición anclada a un modelo tradicional y memorístico, sino como una instancia para reforzar lo aprendido vía digital. Y buscar la forma, dijo Maggio, de que ese momento de encuentro se convierta en algo que valga la pena vivir.