El 27 de agosto de 1920, el doctor Enrique Susini y sus colegas conocidos como “los locos de la azotea” concretaban lo que parecía una locura: la transmisión radiofónica de un espectáculo en vivo de manera masiva para los hogares. Un siglo después, en un contexto totalmente distinto, ese experimento inédito sigue siendo la compañía elegida por millones de personas que en el día a día lo toman como parte de su vida cotidiana. Aquí, el testimonio de distintos protagonistas de la radio en Argentina que siguen enamorando oyentes en pleno siglo XXI.
Enrique “Quique” Pesoa empezó a transitar el camino radial a los veinte años en su Rosario natal y de manera totalmente fortuita. Estudiaba medicina y trabajaba en iluminación y sonido de un teatro independiente, cuando el destino lo enfrentó con lo que sería su oficio el resto de su vida. No se considera un oyente asiduo de radio. Mezcla la pasión del éter con la música y se asume como un privilegiado por trabajar de lo que ama.
Al consultarle sobre la situación del medio durante la cuarentena en distintos lugares del país se detiene a recordar una frase de Alejandro Pont Lezica, actual director de Radio Nacional, quien le dijo que a mucha gente un par de pilas la salva. Considera que “la radio ha ido cambiando, no en cuanto a su funcionamiento, sino en cuanto a la parte técnica. Hoy ya nadie tiene una radio AM/FM en la mesita de luz. Casi todas las radios ahora se están escuchando a través de las redes.” Enfatiza que la sencillez del medio siempre ha facilitado su llegada a distintos sectores y clases sociales. El locutor actualmente trabaja en Radio Nacional, al tiempo que realiza su propio programa por streaming: “El desconcierto”.
Por otra parte, el histórico locutor y periodista Julio Lagos cuenta que que se considera un contador de historias. Lleva casi sesenta años de trayectoria laboral en distintos medios, sobre todo en el radial. Su vinculo con la radiofonía, cuenta, se remonta a la infancia, ya que se crió escuchando radioteatros como Tarzán, Sandokan y Poncho negro, además de ser vecino del famoso locutor Adolfo “Fito” Salinas, quien solía regalarle sus libretos luego de utilizarlos.
Sus mayores denuncias en la actualidad se basan en el cese del pago de sueldos en las grandes radios, la falta de música y el arribo al medio de propaganda política en exceso, que la desvía de lo que, a su parecer, es su función primordial. “Si me preguntás para qué sirve la radio, yo uso el verbo acompañar, hacer el aguante a quien me esté escuchando”, subraya el locutor. Lagos se desliga así del rol de formador de opinión ya que le resulta presuntuoso. Aclara que “suponer que la radio puede cambiar la opinión de la gente es ser totalitario.”
Adriana Meyer comunicadora, periodista, docente, productora y cronista. Comenzó su labor en la Radio Municipal, pero lejos de los micrófonos. Expresa cómo fue su paulatino romance con el medio: “A mí me gustaba escribir, pero la radio me fue envolviendo y me fui quedando.” Pasó de la radio a la televisión (América) y luego a la gráfica (Página 12, Clarín), para luego volver a su viejo amor. Actualmente trabaja en el programa Marca de Radio, junto a Eduardo Aliverti en AM 910, La Red, mientras continúa escribiendo para Página 12.
Está convencida de que los podcasts son el futuro, pero no a costa del medio radial. “Yo tengo la sensación de que el deceso de la radio se anunció tantas veces; cuando apareció la tele, cuando apareció Internet… claramente la gente consume mucho más que antes radio, ahora por Internet. Yo creo que es así, que la radio se adapta. Hay algo que atraviesa los años y ojalá los años por venir, y es el estudio. La magia de que no haya imagen, del sonido concentrado, es esta cosa de la intimidad, de la medianoche y del frenesí de la primera mañana, yo creo que por ahora es irremplazable”, considera Meyer.
Justamente en este contexto de pandemia, Meyer afirma que la radio mantiene su rol de fiel compañía y conserva una mirada optimista hacia su supervivencia en el largo plazo. Imagina en un futuro no tan lejano la realización de cada vez más podcasts, describiéndolos como “una radio concebida, ya no desde el espectro del dial, sino más bien en un espectro infinito de especificidades, una variedad similar a lo que ofrece Netflix: miles de productores individuales que se crucen, de manera más variada y más democrática, como un mensaje que todo el tiempo esté resignificándose.”
En tanto, Alejandra Salas es la icónica voz de FM 99.9, La Cien. Estudiaba la licenciatura en Trabajo Social cuando la locución la encontró. Comenzó en una radio zonal de Banfield y no paró. Coincide en que la radio siempre cumplió la función de acompañar, sobre todo en épocas duras, ya que informa, entretiene y distrae a la vez. No duda en expresarlo en primera persona: “A mí lo que me pasó en esta cuarentena es que todavía le encontré más sentido a la radio, de compañía, de apoyo, de empatía con el oyente, encerrado en su casa; como una conexión con el mundo”, dice la locutora, que, una vez inmersa en el medio decidió hacer la carrera formal en el ISER.
Desde el sector de las radios comunitarias, Pablo Antonini cuenta que comenzó a hacer radio a los dieciséis años, en la Universidad de La Plata, a través del Centro de Estudiantes y que luego pasó a Radio Futura, hasta generar un medio propio en la Argentina post 2001, siempre con temáticas ligadas a movilizaciones sociales, sindicales y derechos humanos; a fines de 2003 surgía el Centro de Cultura y Comunicación, y en 2005 nacía Radio Estación Sur, de la que forma parte. Hoy, además, es presidente de la Federación Argentina de Radios Comunitarias (FARCO).
Sobre la situación de las radios durante la cuarentena, dice Antonini: “La radio comunitaria se caracteriza por la participación, por el tránsito incesante de gente, organizaciones que no sólo aparecen como entrevistadas, tienen un lugar en la agenda que no tienen en los medios tradicionales. También producen contenidos, y también es una característica que hace a la sostenibilidad de la radio comunitaria, en términos de organización de festivales y eventos como parte de la organización económica del medio. Somos organizaciones sin patrón. Lo colectivo resuelve un montón de cosas”, dice y agrega: “Las reuniones, las asambleas…al no tener todo eso, al principio supuso un desafío y una dificultad muy grande, sumada a la principal dificultad que venimos arrastrando que son estos años de crisis de recesión económica, de marginación de la pauta publicitaria, de sostenida falta de legalidad. A la vez, vemos con satisfacción y orgullo que la mayoría está pudiendo afrontar el desafío.”
Antonini está convencido de que la radio no se contrapone a las nuevas plataformas, sino que se potencia gracias a ellas. Sostiene que la creatividad y la capacidad de adaptación a los nuevos desafíos son la clave. Observa, a su vez, con optimismo la recuperación de la conectividad como servicio público, al tiempo que arenga a que se vea el medio como centro de producción de comunicación popular, mediante redes y podcasts que se puedan llevar adelante desde lógicas participativas. Además de acompañar, Pablo enfatiza en que la radio es el medio que permite “descansar” de otras pantallas. Tiene esa doble ventaja de ocupar el lugar tanto analógico tradicional, como el digital.
Al consultarle por aquello en lo que el medio está aún en falta, Pesoa prefiere ser cauteloso pero señala: “Siento que hay cierta liviandad para el tratamiento de los contenidos en los medios de comunicación, siento que se podría hacer un poco más y tirar levemente para acompañar en un crecimiento cultural y educativo a la gente, desarrollando el pensamiento, planteando dudas en lugar de dar clases.”
Meyer coincide en cuanto a la falta de profundidad del medio, que considera que se encuentra bajo la “tiranía de la frivolidad y de los ciento cuarenta caracteres”. Además denuncia la ausencia de regulación, los vaciamientos de las radios, los sueldos que en su mayoría se encuentran por debajo de la canasta básica y la falta de sindicalización de los compañeros. Antonini, por su parte, recalca que el objetivo estratégico del medio debiera ser el de generar fuentes de trabajo dignas, al tiempo que a aquel lo atraviesa el problema de pensar la sostenibilidad a partir del formato de publicidad tradicional. Insiste, además, en la necesidad de construir nuevas audiencias, formadas por niños y jóvenes que aún no visualizan su lugar en el medio, critica la falta de difusión de artistas locales, que no sólo deberían centralizarse en los de la Ciudad de Buenos Aires.
Por su parte, Salas opina que “la radio tiene todo, lo que pasa es que no está ajena al comercio, porque la radio para subsistir necesita de las marcas y las marcas para auspiciar ven lo que la gente escucha; entonces la radio ofrece lo que la gente le pide por medio del share, por medio del rating. Hoy lo que el share marca es que la gente está buscando programas de compañía, en los que no se hable mucho de la realidad, sino que lo entretenga y lo distraiga de lo que está pasando; eso en cuanto a la FM”. Respecto de la AM considera que “la lectura del share tiene que ver con oyentes buscando información específica. A la radio no le falta nada. Hay un abanico de propuestas para escuchar, pero la gente se inclina a este tipo de programas.” De todas maneras, reclama que los trabajadores de radio estén bien pagos.
Pesoa reflexiona acerca de la responsabilidad y el deber de quien comunica. “La relación sería contenido/continente. El continente son todos los detalles técnicos que posibilitan la llegada. El contenido se basa en qué vas a hacer, para qué vas a usar el medio de comunicación. Lo vas a usar para beneficio propio, lo vas a usar compartiendo tus beneficios con los demás, lo vas a usar educativamente, lo vas a usar para desarrollarte vos también y hacer que se ponga a pensar en ciertas cosas el oyente, lo vas a usar para hacer propaganda política, lo vas a usar para hacer publicidad. Hay una miríada de posibilidades dentro de las que podés elegir. Que cada uno elija lo que va a hacer, pero en lugar de acompañar con la dosis de ignorancia necesaria, la caída de aquel que te está escuchando, vos tenés que tirar un poquitito para arriba de aquel que te está escuchando y tirar un poquito para arriba de vos también.” Julio Lagos, por su lado, afirma que “el patrón, el jefe, el que me manda, a quien yo le debo pleitesía no es ni el dueño de la radio, ni el que pone los avisos, ni el ministro, ni el presidente; es el oyente, por respeto.”
Susini, Guerrico, Romero, Carranza y Mujica fueron los pioneros de un medio que acompañó a la sociedad a través de guerras mundiales, descubrimientos científicos, distintos regímenes gubernamentales y hasta viajes al espacio exterior. Aquellos nunca pudieron imaginar la trascendencia de su criatura, que se expandió a todos los rincones de la tierra. Hoy, a un siglo de aquella transmisión de Parsifal en el Coliseo, nos unimos a los festejos para decir: ¡Salud a la radio argentina!