“La Comisión ha llegado a la conclusión de que, por acción u omisión de las autoridades públicas y sus agentes, en la República Argentina se cometieron durante el período a que se contrae este informe –1975 a 1979– numerosas y graves violaciones de fundamentales derechos humanos”, concluye el informe producido por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de Estados Americanos (OEA) en diciembre de 1979. Tres meses antes, representantes de la CIDH habían visitado Argentina y recolectado denuncias y testimonios, marcando con ello un punto de inflexión en el devenir de la última dictadura cívico-militar. Este 6 de septiembre, con motivo del aniversario número 40 de aquella histórica visita, la Comisión vuelve a nuestro país.
Todavía resuenan en la memoria de los argentinos los gritos de aliento de José María Muñoz, el festejo en el Obelisco tras la victoria del Mundial Juvenil de Japón, el micro de la Selección ingresando por la Avenida 9 de julio y la ciudad entera, las casas y las vidrieras, los autos y las ventanas, todo empapelado bajo el lema “Los argentinos somos derechos y humanos”. Y es que aquella euforia coincidió además con la llegada de la CIDH a Buenos Aires, y qué mejor que los miembros de una de las entidades del sistema interamericano de protección de derechos humanos vieran lo felices que eran los argentinos, todos sujetos de derechos, todos seres humanos.
Delia Giovanola, se define como la última Abuela Fundadora que queda hoy en la institución de Abuelas de Plaza de Mayo. En ese entonces, cuando vino la CIDH era una Madre, de esas primeras que caminaban en Plaza de Mayo junto con Azucena Villaflor y unos pares más, cuyos rostros ya no recuerda. Delia daba vueltas a la pirámide reclamando por la desaparición de su hijo, Jorge Oscar Ogando, quien había sido secuestrado junto a su pareja Stella Maris Montesano, embarazada de ocho meses.
El 6 de septiembre de 1979 “fue un antes y un después”, declaró Delia a ANCCOM. Y continuó: “Porque hasta ese día que vino la Comisión Interamericana yo buscaba a mi nieto nacido en cautiverio. A partir de ese día busqué un niño rubio de ojos celestes que nació el 5 de diciembre del ‘76”.
Su día había comenzado en Ballester, donde residía –y aún lo hace–. Tomó el Tren Mitre hasta Retiro y desde la estación terminal un colectivo hasta Plaza de Mayo. Caminó desde allí hasta Avenida de Mayo al 700, donde funcionaba el espacio de la OEA para recolectar denuncias. No obstante, antes de llegar al final de la fila, un grito la detuvo.
–¡Delia!– escuchó proveniente desde un montón de gente. Era Erenia López Osorio, una vieja compañera de cuando, joven, residía en La Plata. Erenia tenía información crucial para Delia Giovanola y estaba yendo a declararla, pero se encontró antes con su destinataria. Le contó entonces que había hablado con Alicia Carminati, una ex-compañera de celda de Stella Maris Montesano, y le había contado sobre la fecha exacta y las condiciones del parto de Stella. Delia no recuerda nada más de aquel día. Ni siquiera sabe si llegó a ingresar a la oficina donde funcionaba la Comisión.
Graciela Lois, representante de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, tampoco recuerda exactamente la conversación que tuvo con la CIDH, pero sí puede volver a sentir la sensación de alivio y descanso que la invadió en el ‘79 cuando la Audiencia que tenía programada Familiares con la Comisión se llevó a cabo. Y es que los meses anteriores habían sido un verdadero caos. Graciela fue una de las impulsoras de la visita de la Comisión, para lo cual había recolectado –con Familiares– desde 1976 cartas de denuncias que enviaban a la sede de Estados Unidos. “Después vimos la necesidad de solicitar que la Comisión viniera aquí. Y esto se empezó a trabajar desde el 78. Esa visita se fue prolongando y finalmente vinieron en septiembre (del 79). Para esa época ya teníamos registrados más de 1100 casos”, declaró a ANCCOM, añadiendo luego que se había tomado el tiempo para armar estadísticas y gráficos según edad, sexo y profesión de los casos.
*Toc-toc, se escucha en la puerta de servicio.
Cuando Graciela y su compañera abren, se encuentran con un policía uniformado y un secretario de juzgado diciendo que tenían que revisar porque había una denuncia. “Se llevaron nuestros archivos, los testimonios de la gente. Así que antes de que viniera la CIDH tuvimos que correr y armar todo de nuevo. Hubo bastantes tropiezos antes de la llegada de la CIDH. Pero así todo logramos hacer una buena entrevistas”, agrega la representante de Familiares. Aquel organismo no fue el único allanado previo a la visita de la OEA. La Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y la Liga por los Derechos del Hombre también fueron intervenidos. Se buscaba desaparecer los documentos y acusar a los organismos de estar manejados por organizaciones guerrilleras, agregó Graciela Lois.
La falsa entrevista de Thelma Jara de Cabezas con la revista Para Tí también tuvo ese mismo propósito. El mismo día que la CIDH pisó Buenos Aires, la revista Para Ti publicó en su tapa un reportaje titulado “Habla la madre de un subversivo muerto” donde Thelma Jara de Cabezas desacreditaba las denuncias de las Madres. Previo al encuentro con los periodistas, le habían comprado un vestido y la habían llevado a la peluquería. Le hicieron incluso una sesión de fotos en Uruguay para disimular lo que Thelma realmente era: una detenida más del principal centro clandestino de detención, tortura y exterminio. Así lo recuerda Carlos Muñoz, un compañero de detención de Thelma que se encontraba trabajando como mano de obra esclava en la ESMA. Él supo una semana antes que venía una Comisión de Derechos Humanos al país. “Al principio tuve muchas dudas, no sabía si era cierto, si era verdad. En algún momento dudamos de si no era una excusa y en realidad nos iban a matar a todos”, recordó en diálogo con ANCCOM. Finalmente, la madrugada del 30 de septiembre de 1979 los subieron a un vehículo militar y los llevaron hasta la Prefectura Naval del Tigre y desde allí en una lancha hasta la Isla El Silencio. “A los que estaban en Capucha los llevaron a la noche. Alrededor de ocho y diez compañeros no llegaron a la Isla -agregó- fueron en todo sentido trasladados”.
La Comisión permaneció en Argentina del 6 al 20 de septiembre de 1979. Durante su estadía recorrió los principales campos clandestinos de detención de Buenos Aires, Córdoba, Tucumán y Rosario y las cárceles de Devoto, Caseros y Rawson. Realizaron además varias entrevistas con la Junta Militar y con los organismos de derechos humanos. Recolectaron 5580 denuncias de secuestros y desapariciones.
Tras un mes de aislamiento en El Silencio y posterior a la partida de la Comisión, a los detenidos los retornaron a la ESMA, que ya había sufrido modificaciones edilicias. Se había eliminado el ascensor que iba desde la planta baja hasta el segundo piso (los dormitorios de los oficiales) y se había cortado la escalera que llegaba desde Capucha hasta el Sótano. Las modificaciones tenían como propósito desacreditar los testimonios que ya habían llegado a manos de la CIDH. “Quisieron tapar el sol con una mano”, comentó Muñoz.
En aquel entonces, Carlos Muñoz trabajaba como mano de obra esclava falsificando documentos en la ESMA. No era esa la única labor que realizaban quienes estaban bajo esa condición. Algunos, por ejemplo, trabajaban en la imprenta realizando calcos: una bandera argentina de fondo con un registro en negro: “los argentinos somos derechos y humanos”.
El pasado 11 de agosto a Delia Giovanola, que a pesar de tener 93 años sigue yendo a votar, le tocó la mesa número 118. En diciembre del 2015 había recibido otra de esas noticias que nuclearon la totalidad de los recuerdos del día: Martín, su nieto, había aparecido, convirtiéndose en la restitución número 118. Ese día Martín recuperó su identidad. Ese día volvió a tener derechos.
A Carlos, hoy trabajador del Espacio Memoria y Derechos Humanos, el día de su llegada a la ESMA, le asignaron un número, el 261. Y lo llamaron así mientras estuvo en Capucha. No fue sino hasta el último día, que le concedieron la libertad, que el jefe del grupo de tareas le dijo “Bueno, Carlos”. “Ese día volví a ser Carlos”, recuerda. Ese día volvió a ser humano.
“Que la Comisión venga hoy me parece que reafirma el compromiso de la defensa de los derechos humanos, de la libertad, de la Constitución y de los básicos conceptos para poder vivir en democracia. Bienvenido reafirmar 40 años después la pelea contra toda dictadura”, sintetiza Carlos Muñoz.
Como hace cuarenta años, la CIDH arribará a Buenos Aires el 6 de septiembre y dará inicio a su agenda a las 10 de la mañana con la inauguración de una muestra temporaria en el Ex Centro Clandestino de la ESMA, que incluye testimonios, objetos y documentos de la visita del ´79. “El ocultamiento de la ESMA: La verdad se hace pública” podrá visitarse de martes a domingos entre las 10 y las 17.