Texto: Federico Berezan | Foto: Julieta Ortiz
La zona histórico-basilical es una de las más importantes del Partido de Luján. Allí circulan alrededor de cinco millones de turistas y peregrinos por año. La Sociedad de Santeros Ambulantes nació en 1930 y sus socios se ubican en la plaza contigua a la Catedral y en los alrededores, donde instalan sus “cajas de santos”, tal como se llaman sus puestos. El periodo más importante empieza a fines de agosto y principios de septiembre, con la llegada de la peregrinación gaucha. El primer fin de semana de octubre se realiza la peregrinación de la juventud y el 8 de diciembre, con el Día de la Virgen, se cierra esa etapa de mayor actividad. No obstante, y aunque todavía no haya empezado esa época del año, todos los sectores reconocen la caída del consumo en santerías, pancherías, restoranes y cafeterías.
“La recesión afectó en todos los ámbitos, los gastos que hoy tenemos fijos nos llevan a consumir menos cosas, a la vez tampoco me quejo, en todos lados vos tenés que trabajar y pagar los impuestos con tu dinero y no subsidiar nada”, opina un miembro de la Sociedad de Santeros que no quiere dar su nombre. Sin embargo, se ilusiona: “Yo tengo esperanza en que esto repunte y por otro lado, no me gustaba como llevaban a cabo las ideas en el modelo político anterior, aunque las ideas que manifestaban estaban buenas. Pasamos de un modelo de doce años a otro totalmente opuesto y esos cambios no lo podés hacer en un solo mandato”-
Por su parte, José Gallego, dueño de una santería que abrió sus puertas hace 80 años, comenta: “Esta es la peor época del año, junio es el mes más complicado. Yo, como soy dueño del local, puedo manejar la crisis de manera distinta porque no pago alquiler, es una preocupación menos”. El comerciante le encuentra una explicación cultural a la caída en las ventas. “Para mí, se está perdiendo la tradición de venir a la Basílica, sobre todo en la juventud. Solamente vienen para fechas puntuales y las personas mayores ya no vienen. Antiguamente en este negocio, había cuatro personas trabajando, ahora estoy yo solo. Ahora hay muchas más cosas para hacer en otros lados. En los últimos años, la religión se fue dejando de lado. Antes, por ejemplo, venía un matrimonio y decía: ´María, vamos a llevarle a la abuela una capillita y al hijo le querían comprar una cadena de plata con una cruz ´.

Sin embargo, reconoce el desequilibro en sus cuentas provocado por la inflación. “Hoy hice 10 ventas y recaudé 100 pesos y si comparamos con el año pasado, no sabemos bien cuánto realmente ganamos porque no se sabe cómo medir con tanta inflación. Yo no me pongo a analizar, pero vuelvo a insistir, yo soy dueño del negocio, no tengo empleados y por suerte estoy al día con las cuentas. Por otro lado, todo es tan cambiante, sube el dólar y en los diarios se percibe la crisis. Yo escucho a los demás y todos se quejan, se siente eso”, finaliza.
Una mujer de 26 años, que también tiene su puesto de venta de santos en la plaza, manifiesta que “desde hace un año se empezó a sentir la diferencia, los peregrinos buscan precios más bajos y lo más económico posible y en menor cantidad. Algunos mayoristas también nos dicen que les está yendo bastante mal. Nuestra Sociedad tiene su espacio físico para guardar las cajas, con un casero. Son cajas limitadas. No se pueden crear más puestos para vender. Tienen normas: hay que usar delantal, también una determinada estructura de la caja y posición”.
Otro dueño de una santería tradicional confiesa: “Ahora la gente recorre más, busca precios y pregunta. Para mí es igual, para otros no. Con relación a los peregrinos, se acuerdan de la Virgen cuando más necesitan, cuando le aprieta el zapato o tiene algún familiar enfermo. Después están los que vienen a cumplir su promesa y no pudieron venir antes.” Este comerciante, que tampoco quiso identificarse, hace un análisis demográfico. “Acá vienen todas las clases. La clase alta viene, pasa y se va. Después las familias más pobres están más tiempo. Acá en el negocio hay diez mil testimonios de padres y madres que vienen a rezar por los hijos enfermos.”
Una trabajadora del local de panchos, ubicado en la zona histórico-basilical y que hace cinco años que está a cargo del mismo, expresa que “a nosotros nos afectó muy negativamente la crisis, bajaron mucho las ventas. Los turistas salen a pasear y gastan lo justo y necesario. Hay que sumar también que nosotros tenemos que aumentar los precios por los insumos. Hoy cobramos 60 pesos un pancho y la mayoría se queja por el valor, y eso no pasaba antes. Ahora se vende menos, pero se vende. La comida rápida siempre funciona, nos salva eso”.
El padre Javier Spreafichi, sacerdote de la Basílica, expone su visión acerca de la realidad cotidiana: “Notamos ya hace unos cinco años que las personas hacen viajes más cortos, en un día pasea y vuelve a su casa. En el plano económico, a nivel comunidad, se ve afectada por el aumento del combustible, del peaje y de la comida. Cuando llega al Santuario llega con nada de plata. Se nota mucho la crisis. Se observa que la gente sigue creyendo en la Virgen y más en situaciones de crisis porque vienen a pedir. La Virgencita está desde 1630 y pasaron muchas crisis y épocas de esplendor.
Los negocios de santerías se aferran a la fidelidad de los peregrinos para bancar la crisis. El sector más perjudicado es de los santeros ambulantes, sobre todo en invierno porque las cajas de santos están a la intemperie. Lo mismo sucede con los fotógrafos, quienes forman parte de una asociación histórica, que con el avance de la tecnología, fueron perdiendo espacio y sufren de lleno el impacto de la caída del consumo. También en los restoranes, provocado a su vez por una falta de promoción y mejoramiento de la zona turística por parte del Estado. La última remodelación y modernización de la Plaza Belgrano se efectuó en 2007.